Muchos lo llamaron mercenario. Otros, aventurero. ¿Pero era solamente la recompensa por el triunfo lo que animó a Lord Cochrane a entregarse con pasión a la lucha? ¿O albergaba en lo más íntimo de su ser un sentimiento puro de libertad, un deseo ferviente de ver libres e iguales a todos los hombres del mundo?
El gran marino inglés tiene apologistas y detractores. Existe alrededor de él, como ocurre con todo gran hombre, una leyenda negra y otra dorada. ¿Pero cuál es la posición justa?
Lo denominaron mercenario por defender con sus cañones las pesqueras de Orkney y recibir a cambio dinero. Sus detractores sacan a luz que insolentemente presentó a San Martín sus cuentas por las acciones que libró en la lucha por la independencia.Sin embargo está probado, históricamente, su contribución decidida e inapreciable a la causa libertadora.
De las páginas de la crítica implacable y de la propia historia emerge en su doble dimensión: la de héroe y la de hombre. Porque era combatiente fiero y leal en la lucha y un ser dócil en el amor, ávido de recursos económicos para solventar a una esposa amante de lujos y riquezas.
Porque era un aventurero romántico que cambió la fastuosa e impecable vida inglesa por la difícil tarea de luchar con lealtad y ahínco por la causa americana. Porque era el ídolo que infundía calor y heroísmo a sus oficiales y marineros que se lanzaban a la gloria sin importarles nada, ni nadie.
Lord Cochrane
SIMBOLO
Así Lord Cochrane so convirtió en la figura señera, discutida pero respetada aunque también opacada de la historia. Algo más, uno de los símbolos del Perú y Chile. Mientras el poeta Pablo Neruda canta: “Lord Cochrane es de Chile”. Douglas Cochrane, descendiente directo del héroe, afirma tajante: “También es del Perú”
Lord Thomas Cochrane nació en Hansfield, Hamilton, en 1775. Miembro de una aristocrática y distinguida familia inglesa. Vino al mundo con el título de décimo conde de Dondonald. Este fue el único rango que no lo ganó por sus meritos.
Los primeros años de su vida los pasa entre complicadas fórmulas químicas, admirando extensos cultivos en donde su padre, Archibaldo Cochrane, hacía complicados experimentos y fue escritor de una serie de libros entre los que destaca: “Los principios de la Química aplicados a la Agricultura”.
El pequeño Thomas tenía una profunda admiración por su progenitor. Lo acompañaba a todo lado. Un día le dijo: “padre me gusta el mar, los barcos, seré navegante”. El decir inocente del muchacho se cumplió con el correr de los años. A los 18 ingresa a la Armada Inglesa. Tuvo una carrera brillante, siempre fue el primero.
En 1800 le dan el mando de la corbeta Speedy. Con esta nave empiezan sus hazañas, la fama llega y también la admiración. Vence a más de 50 barcos que tenían innumerables cañones.
También, en desigual combate, apabulla una fragata española. Aplicaba, para vencer a sus enemigos, estrategias que encuadraban dentro de lo perfecto. Los dejaba pasmados y abordaba las naves contrarias aplicando siempre y exitosamente, el factor sorpresa. Además desde que daba un paso en ellas, el marino infundía un respeto admirable.
Algunos historiadores afirman que Cochrane no era de muy rigurosos principios morales. “La ética no la conocía, no existía para él y lo que es peor era poco escrupuloso en cuestión de intereses”, dicen muchos de ellos.
CONTRATO
Para emprender la independencia del Perú, el marino inglés firmó un contrato con San Martín en el que se estipulaba que se le pagaría a él y sus hombres 150 mil libras esterlinas: 50 mil por la toma de la Esmeralda y 100 mil por el avalúo de ésta. Los días pasaban sin que se verificase el pago. Cochrane, sin ninguna duda, exigía la cancelación de lo realizado.
Fue entonces que San Martín rechazó algunas partidas y luego se iniciaron las desavenencias que terminaron cuando el marino inglés obtuvo el pago correspondiente. Jamás se volvieron a ver.
Mucho antes, el genio inglés aceptó en su país el cargo de protector de las Pesqueras de Orkney, llegando a recibir por comisiones de acción de guerra más de 75 mil libras esterlinas.
Más adelante le dieron la difícil tarea de incendiar la flota francesa en Aix. Un error de espionaje lo hizo fracasar pero logró quemar tres naves. En esos tiempos ya era caballero de la orden de Bath.
La afición por el dinero no significaba que Cochrane sea un tipo deshonesto. Hay que recordar que, con decisión y pulcritud, emprendió una campaña para erradicar la corrupción y los abusos que reinaban en la Marina del Imperio Británico.
El fin aunque noble no le dio resultados positivos, Muy por el contrario, el marino se ganó enemistades y odios. Lo que es más: se le vejó y apresó acusado de propalar falsas noticias con el supuesto fin de beneficiarse en operaciones bursátiles. También perdió sus condecoraciones, lo expulsaron de la Marina, de la Cámara de los Comunes y tuvo que pagar una multa por mil libras esterlinas.
CHILE
Sus antepasados lo defienden a rajatabla. Entre ellos, su tataranieto Douglas Cochrane, quien en sus memorias cuyo título lleva el nombre del personaje, afirma lo siguiente: “la historia ha deformado totalmente la figura de mi tatarabuelo. El fue un caballero acusado injustamente que en América cumplió una noble misión”.
A manera de desagravio, cuando Lord Cochrane se encontraba preso fue elegido diputado. Posteriormente, en 1818, los chilenos le pidieron que tomase el mando de su armada naval.
El noble inglés zarpó del viejo mundo dejando atrás el naufragio de su vida en un navío llamado “La Rosa”. Triunfó en Valdivia al sur de Chile. Con un barco en malas condiciones y un puñado de hombres asaltó los fuertes y capturó esa ciudad.
Tapa de uno de sus libros sobre su vida.
El l6 de enero de 1819 salió con su escuadra hacia las costas del Perú. Con artimañas logró burlar a los españoles: pintaba sus buques con banderas norteamericanas para que no pareciesen enemigos y aparentaba mayor fuerza de la que efectivamente tenía.
Con tal audacia que una vez se paseaba alegremente por la cubierta de uno de sus barcos, comiendo manzanas y soportando, impasible, el fuego realista durante dos horas. Mientras que su hijo, de apenas 7 años, jugaba como si no pasase nada.
Cochrane se apoderó de la costa del Perú en tiempos del dominio realista y en plena guerra de la independencia.. Desde el Callao hasta Paita, pasando por Huarmey, Supe y Huacho. Se convirtió en el amo y señor del litoral: solo llenaba el Pacífico.
Pero por otro lado, la fiereza y la valentía se le acababa con su mujer. Por ella era capaz de sacrificar su dignidad y fama. Se convertía en el más dulce y romántico de los hombres, dándole a su esposa una vida llena de lujos. Propia de una princesa, aunque no le bastaba el sueldo.
El marino inglés también cumplió una gran misión en el Brasil. Fue llamado por el Emperador Pedro II para tener a su cargo la armada de ese país. Más tarde fue comandante de la flota general griega, reprimiendo la piratería. El Rey de Inglaterra, casi al final de su vida, le devolvió sus derechos y a los 74 años lo nombró Almirante de la Escuadra de ese país.
Quizá los historiadores nunca se pongan de acuerdo y Lord Cochrane seguirá siendo discutido en el tiempo pero en el testimonio de los hechos surge su verdadera dimensión humana que, evidentemente, no opaca su heroísmo.
Los políticos peruanos deberían aprender de las virtudes de este héroe, sobre todo por sus sacrificios. Lo que sí es criticable son sus posiciones ambiguas en cuanto a moral y ética. Discrepo y critico en que fuese una especie de mercenario, en eso sí se parece a nuestros políticos.
ResponderEliminarSusana Valdez