(A la memoria de Jorge Donayre Belaúnde, insigne amigo y periodista de primera, con quien muchas veces recorrí la selva.)
Cerca de Iquitos, en una frondosa quebrada selvática, un puñado de hombres y mujeres integrantes de una tribu otrora terrible, viven en plena Edad de Piedra. Son cazadores, pescadores y recolectores. Hechiceros, polígamos y guerreros de armas arcaicas, gobernados por un pacífico cacique de largos e hirsutos cabellos, frente angosta, rostro pintado con vistosos colores, ojos pequeños y piel tostada.
Son unos 200 jíbaros, en el pasado famosos reducidores de cabezas humanas, que viven en la quebrada de Yanayaco, en Yarinacochas, perteneciente al extenso departamento de Loreto.
El jefe es Mucuyungo, cacique nativo que desde los 37 años dirige a su tribu y que conoce Lima desde los años 70. En la capital cambió el duro suelo de la cabaña de su aldea por el cómodo colchón de resortes de una casa de pensión limeña.
Reemplazó la carne de mono y las hierbas por el ceviche cargado de ají y el sabroso arroz con pato que, según declaró, le gusta bastante. Cuando conoció por primera vez el mar le pareció maravilloso. Le gustan las chicas con minifalda y goza con las maravillas del cine.
No obstante, el cacique jibaro no cambia por nada la vida en la selva con su tribu. En ella se siente feliz y cuando se ausenta, al igual la aquilata, la quieren extraña más y desea regresar. Hace muchos años llegó por primera vez a una ciudad civilizada: Iquitos. Mucho después vino a Lima y también viajó a Buenos Aires.
Los jibaros con una cabeza reducida.
CABEZAS REDUCIDAS
Mucuyungo era un niño de 7 años cuando una noche fue despertado por feroces y tremendos gritos lanzados por otros miembros de su tribu, entre los que se encontraban sus padres y sus abuelos. Ellos, además, danzaban alrededor de un caldero en cuyo interior había algo macabro: una cabeza de un ser humano. La estaban reduciendo.
“No me impresioné porque era una costumbre de mi tribu. Mi padre me enseñó a reducir las cabezas. Es un proceso complicado del cual estoy prohibido de hablar, nunca lo revelaré. Actualmente ya no practicamos las reducciones”, dice Mucuyungo.
Las cabañas de la aldea jíbara son pequeñas hechas a base de materiales frágiles. Las mejores son la del cacique y la del brujo, Miden 6 metros de largo por 4 de ancho. Y no hay muebles, solo pieles de animales en el suelo.
POLIGAMIA
El jefe jíbaro, adolescente aún, inició su vida amorosa. Al cumplir los l6 años se junto con una jíbara de escasas 12 primaveras. Fue la primera experiencia péro no la última. Mas tarde vendrían más y más mujeres.
Hace muchos años que convive con 6 de ellas. Son de diversas edades y para todos los gustos. Desde una experimentada mujer de 46 años baja y delgada preocupada por los quehaceres domésticos de nombre Nambirachu hasta una robusta joven de 18 años con cara chata y ojos achinados que se llama Teresa.
Aunque me olvido-dice Mucuyungo- de Nativira (28), Singo (26), Sensengo (35) y Rameana (35). Luego explica que en su cabaña vive con Nambirachi, su preferida. Esto no es problema para entenderse con las otras. “las visito constantemente, hay tiempo de sobra para todas”.
Entre las mujeres no hay celos. Muy por el contrario son unidas, alguitas veces salen juntas. Son fieles y serviciales, se dedican a cocinar, limpiar y lo que es más importante a hacer feliz a su marido. “A mi me hacen dichoso todas ellas”, indica.
Diversos matices de la vida de estos peruanos.
ANTICONCEPTIVOS
Por la cantidad de convivientes que tiene Mucuyungo se puede creer que es padre de una numerosa prole. Pero no es así, solo tiene un hijo. Es que los jíbaros usan un poderoso anticonceptivo
Se trata del “piri piri” una pequeña planta de color blanco verduzco que se encuentra en forma abundante en las riberas de los ríos. Las mujeres toman el “piri piri” mezclado con un brebaje que ha sido preparado por el brujo después del ciclo menstrual.
Los brujos hechiceros son importantísimos personajes de la tribu. De ellos, según las creencias, depende la salud de los indios. Además prepara la sustancia para reducir cabezas, los adiestra para la guerra, preside las fiestas. Se le tiene respeto y veneración. Pero cuando se le muere alguien, sin duda, se le echa la culpa. Antes se le mataba. Ahora se le deja de lado, según dice Mucuyungo.
El cacique, precisamente, se está preparando para brujo. “Es la principal meta de mi vida.” Para tal efecto, se queda varias horas solo contemplando la naturaleza y revisa minuciosamente la abundante cantidad de plantas medicinales de la selva.
LA VIDA DE UN JIBARO
El jefe y los miembros de la tribu, durante las 24 horas del día cumplen diversas actividades: caza, pesca, lucha, etc., según las exigencias que se presentan. Cuando los atacan pelean salvajemente defendiéndose con la cerbatana, arma hecha a base de chonta que arroja proyectiles con el veneno llamado curare, de acción mortal. Mucuyungo recuerda que hace unos años se entabló una feroz lucha entre ellos y otra tribu por habérseles culpado de la muerte de un nativo. La lucha duró más de dos semanas, día y noche. Muchos murieron.
Ellos viven en la inmensidad de la selva.
Los miembros de la tribu afincada en Yanayaco se levantan a las 2 de la mañana y a manera de desayuno toman dos brebajes preparados por el brujo: la guayusa, seguido del masato. Esto les produce vómitos qué, según las creencias, sirve para desintoxicarlos y llevar una vida sana.
Luego tras bañarse en las aguas del río Pastaza, salen a cazar también con la cerbatana, sajinos, lagartijas, tigrillos. La faena termina a las 3 de la tarde. Cansados llegan a la aldea, entregan los animales muertos a las mujeres para la comida. A las 6 de la tarde toda la tribu se encuentra durmiendo. Antes han comido carne de estos animales combinada con hierbas.
Que vivos son estos jibaros. Poligamos, tienen anticonceptivos.Contradiciones de las civilizaciones. El atraso con el progreso. Que bien lo sabia. Datos de esta clase, poco conocidos, valen la pena conocerlos.
ResponderEliminarCómo reducirían cabezas estos peruanos que forman parte obviamente, de nuesttra realidad. Este,realmente, es el Perú. Que bueno saberlo.
ResponderEliminarEste Mucuyungo se pasa. La versión de Badani. Por si acaso, yo tengo una sola mujer
ResponderEliminarLa selva tiene una peculiaridad de pobreza. Sus rios, sus peces, su forma alegre de ser que palea,por lo menos, lo que pasa en otros lugares del Perú. Tenemos que luchar contra la pobreza para adelantar hacia la civilización. Definitivamente.
ResponderEliminarQue simpático me cae Mucuyungo. Lo mismo me pasa con sus mujeres. Aunque yo no podría vivir asi.
ResponderEliminarPero tiene mucho de valioso y original
Cuando me describen la realidad del Perú en esta forma, realmente que me emociona. Lo que me hace pensar de que todos unidos debemos pensar en sacar adelante a nuestra patria ¿Lo podremos hacer?
ResponderEliminarMucuyungo que vivo que eres.
ResponderEliminarEnseñanos la selva, enseñanos el Perú.
Sería tan bueno, a tanta frivolidad.
Mucuyungo, Mucuyungo, seis mujeres. Muchas. Nadie puede cumplir con ellos. A pesar de Badani
ResponderEliminarConozco la zona y conozco a los jinbaros. Realmente forman parte del Perú. Porciones étnicas que el Estado está obligado de hacer algo por ellos.
ResponderEliminarUstedes han escrito mucho de Belaunde y la labor de la selva. Las comunidades nativas que alli hay son de lo mas valioso para la Historia del Peru porque son parte,enteramente, nuestra. Con sos formas de vida. Con sus actividades. No podemos negarlas. Ese es el Perú.
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