El mundial del fútbol se lleva a
cabo en el Brasil como expresión firme que tiene entretenida a la afición del
más popular de los deportes y en gran
parte del orbe. El problema evidente es que esta competencia está completamente
contaminada de política y de complicados
problemas sociales. Los mismos que originan las protestas constantes de la población brasileña.
A tal punto que de sus resultados, y el encumbramiento
del Brasil en el primer lugar, depende lo que efectivamente pasará con el
gobierno de Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores, que detenta el poder.
A ellos les urge que sus connacionales
consigan la copa en vista de que corren el riesgo de perder las elecciones de
fin de año. Mientras tanto es una realidad contundente que sectores representativos
de la ciudadanía exigen que se investiguen los gastos realizados con los
dineros del Estado, para hacer posible esta competencia.
Todo esto en vista de que los
presupuestos iniciales se triplicaron, por razones no muy santas que digamos y
en medio de corruptelas y malos manejos. El Mundial pasado en Sudafrica llegó a
los 5 mil millones de dólares en costos. Mientras que éste, el del Brasil, está
por los 10 mil millones más. Es decir, sus gastos se han duplicado por
completo. El de Alemania del 2006 sólo demandó 2 mil millones.
Tal improvisación se ha
registrado e incluso se construyeron mega estadios en Brasilia y Manaos que,
posteriormente, no servirán porque esas
ciudades ni siquiera tienen equipos de
primera división. Las construcciones se
convertirán, según vaticinan los entendidos, en elefantes blancos sin ningún
uso efectivo.
En medio del fervor deportivo surgen las criticas implacables.
En medio del fervor deportivo surgen las criticas implacables.
COIMAS
Tampoco se sabe cuáles fueron las
razones por las cuales se optó por las 12 sedes en vez de las 9 usuales. Lo
que sí es fácil deducir es que el aumento implica, a como de lugar, más gastos de dinero sin ninguna planificación coherente.
La prensa internacional informa
constantemente de coimas y corruptelas en la organización del mundial y nadie,
del lado de la organización, contesta en contrario. Incluso se dice que se pagaron inmensas coimas para que la FIFA le
otorgue el próximo mundial a Qatar, un país que tiene un clima infernal con
altas temperaturas que hace muy difícil la práctica deportiva. Pero en fin, la
plata mal habida todo lo puede.
La protesta ciudadana en contra
del mundial es un hecho que merece explicaciones. Sorprende, evidentemente,
porque Brasil es amante de este deporte como pocos. Tan inaudito como si Roma
atacase a la Pizza y España estuviera contra la paella. Los tres son elementos
claves de sus culturas.
OPINIONES
Las opiniones están divididas. Lo
cierto y real es que sólo uno de cada dos brasileños apoyan el mundial. El enorme costo en prepararlo fue en
detrimento del bienestar de las clases
populares y, muy especial, de los
sectores más vulnerables.
Para muchos críticos implacables, este festival se percibe
ampliamente entre la población como un monumento enormemente costoso, para satisfacer
el orgullo nacional de las élites gobernantes, las mismas que siempre
monopolizan el sentimiento “patriótico” nacional.
Obviamente que el fenómeno
pasa frecuentemente en todos los países. Pero es más vistoso en naciones donde el nivel de
vida de la población es todavía insuficiente. Muy por debajo del que se podría
alcanzar por la riqueza.
Las enormes desigualdades
de Brasil se hacen patentes en la
miseria concreta de las favelas y barrios obreros. Al lado y como
contraste de una enorme riqueza con mansiones de una exuberancia escandalosa,
con el resto de la población.
Los servicios públicos
brasileños están poco financiados. En realidad, el gasto social por habitante es de los más bajos del
hemisferio. Cierto es que se ha
registrado la reducción de la pobreza extrema, a base de programas
asistenciales financiados a través del Estado.
Sin embargo, estos programas han
sido pagados con fondos derivados del gran crecimiento económico y no de la
redistribución de la riqueza en el país, la misma que ha continuado siendo de
los más desiguales hoy en aquel continente.
POBREZA
La gran pobreza del sector público, junto con las exuberantes
riquezas, explica la explosión social. De ahí la enorme protesta, que no es la
primera en Latinoamérica. Allí están para el recuerdo las movilizaciones populares en México de 1968, en contra por los enormes costos que suponía la
preparación de los Juegos Olímpicos.
Lo que culminó con una de las mayores manifestaciones vistas en
aquel país, en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, compuesta por
estudiantes y obreros. Lo lamentable es que el hecho en sí terminó con la
matanza de más de cien víctimas.
Ayer fue en México. Hoy es
Brasil. Diariamente con manifestaciones
en las calles. Las pancartas claman, con
razón: ¡FIFA, la organización mundial que organiza esta competencia,
devuélvenos el dinero! ¡Lo queremos para la sanidad y para la educación
públicas de nuestro pueblo! ¡Fuera el Mundial!
El mensaje no puede ser
más claro y cargado de razón. En un país en el que amplios sectores de la
población urbana viven en tipos de viviendas miserables y los servicios
públicos están pésimamente financiados.
El estadio Maracaná desafiante.
El estadio Maracaná desafiante.
GASTOS
El Estado brasileño ha
gastado una gran cantidad de recursos en construir uno de los grandes estadios,
con cuyos fondos podían haberse construido 150.000 viviendas dignas para un
número igual de familias. Tal como ha denunciado uno de los futbolistas más
conocidos de Brasil, el famoso Romario,
Estas protestas han cogido por sorpresa al gobierno de izquierda
brasileño. Como un indicador más de la distancia que existe en el Brasil entre los
gobernantes y los gobernados.
Es también un ejemplo de
lo que les ocurre a muchos partidos con auténtica vocación transformadora que,
una vez elegidos, se adaptan a la lógica del poder y terminan abandonando su
vocación y su alma.
Lo que hacen es reproducir sus vicios y maneras de pensar del
establishment económico, financiero, mediático y político del país, al cual
terminan sirviendo, convirtiéndose en un componente más de la estructura de
poder.
REPRESION
La insensibilidad y abandono de sus raíces ha puesto al Estado
brasileño en una situación muy difícil. Su única respuesta es la represión
frente a estas movilizaciones, represión que, por cierto, es claramente contraproducente,
pues además de originar más simpatía y apoyo popular entre la población, da una
pésima imagen del Mundial a nivel internacional.
Pero, por desgracia, no será la última vez que ello ocurra. El
supuesto “patriotismo” de las élites gobernantes les lleva a apoyar medidas
faraónicas que, como siempre ocurre, pagan los más débiles.
El caso más extremo serán
los próximos Juegos en Qatar, un país medieval, que quiere promocionar el país
y el fútbol. No olvidemos que se trata de uno de los patrocinadores del Fútbol
Club Barcelona, que lleva el símbolo de Qatar en su camiseta.
Estos juegos, con un
coste elevadísimo, se pagarán con la riqueza petrolífera del país, extraída de
sus yacimientos por los trabajadores, cuyas condiciones laborales se asemejan a la
esclavitud. Esta es la realidad, ignorada, cuando no ocultada, tras estos
enormes ejercicios faraónicos. Inaudito.
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