Parece que la primera operación
de enderezar un ojo turuto (tuerto diríamos hoy) la realizó en 1846 el médico
francés don Julio Lafargue. No había clínicas en esa época y la intervención
fue hecha en la botica de Remy. El operado se llamaba Manuel Ramón Rivera, como
se ve en un remitido del número 2013.
En el número 2877 del 31 de Enero de 1849 se publicó en sección Lima, el acta de la instalación de la Junta Directiva de la Facultad de Medicina, creada por supremo decreto del 30 de Diciembre de 1848. Eran catedráticos entonces los doctores Miguel de los Ríos, José Francisco Alvarado, José Reynoso, Cayetano Heredia, Francisco Faustos, Manuel Solari y Juan Sandoval.
En el número 2877 del 31 de Enero de 1849 se publicó en sección Lima, el acta de la instalación de la Junta Directiva de la Facultad de Medicina, creada por supremo decreto del 30 de Diciembre de 1848. Eran catedráticos entonces los doctores Miguel de los Ríos, José Francisco Alvarado, José Reynoso, Cayetano Heredia, Francisco Faustos, Manuel Solari y Juan Sandoval.
En el número 3154 del 9 de Enero
de 1850, hay una relación de médicos y cirujanos residentes entonces en Lima con
expresión de sus domicilios y fecha de recepción como médicos. El decano era en
ese tiempo José Santos Montero, que se había recibido el 14 de Agosto de 1796 y
tenía por lo tanto, más de medio siglo de ejercicio de la profesión.
Curaciones en tiempos antiguos
Curaciones en tiempos antiguos
EXTRANJEROS
Entre los médicos extranjeros
figuraban don Archibaldo Smith, don Carlos Tacet, don Guillermo Mac Lean, don Jaime M. Coll, don José
Pasasman, don Manuel Solari, don Pedro Dunglas, don Pedro Ravenna y don
Federico Sevene.
Para el folklore de nuestra
medicina recogemos esta décima firmada por
P. y C.A. que se refiere al doctor Santos Moreno y que es una forma de
agradecido reclamo de innegable espiritualidad
(N°2800):
Al morir en su aposento/ Dos hermanos se miraban/ y solamente
esperaban/Rendir su último aliento. / Vino Santos ¡qué portento!/ E hizo con
sabia medida/Que ambos, la horrible partida/No emprendiesen al nivel,/ y
después de Dios por él/Han recobrado la vida.
No creemos que sea reconocido por
muchos, excepción hecha de los especialistas en este género de investigaciones,
que hubo en Lima una famosísima curandera de enfermedades mentales y nerviosas,
que la daba de sabihonda en la materia y que se permitía sostener que era capaz
de curar definitivamente esa clase de dolencias. Se llamaba Julia Retamoso y la
apodaron en su tiempo con el pomposo título de la “doctora del cercado”.
Leyendo “El Comercio” nos
tropezamos en la sección “Variedades””-lo que puede ser revelación irónica de
que el periódico no creía mucho en el
valor científico de la Retamoso-, nos tropezamos, repetimos, con un largo
artículo en que la sabidilla presenta al público su sistema curativo.
PROTECCIONES
Por su exposición nos enteramos
de que tenía la vocación curanderil y que la firmó con las entusiastas
relaciones que el doctor Mariano Bellido le hiciera de unas curaciones
maravillosas que había hecho en Moquegua un médico húngaro, el doctor don Mateo
Colasio, que seguía las enseñanzas del celebérrimo Giacomini. ¡Verdad que todo
esto comienza a ser muy interesante doctor Valdizán?
La doctora del cercado decidida
fervorosamente a curar, como si la inspirara algún secreto mandado, le rogó
nada menos que a su paisano doctor Francisco García Calderón, a la sazón muy joven,
que le tradujera la obra de Giacomini y con este bagaje y sus propias ideas se
lanzó a curar.
Según ella la protegieron mucho
el doctor Heredia y el sucesor de éste en el Decanato de Medicina, doctor Ríos.
Se nos ocurre pensar que el doctor Casimiro Ulloa, a quien no menciona en su exposición la Retamoso, no
andaría en esto muy de acuerdo con la protección dispensada por sus ilustres
colegas a la improvisada alienista.
Corría el año de 1864 y ya en ese
tiempo el doctor Ulloa comenzaba a preocuparse seriamente de esta clase de
arduas cuestiones médicas, de manera que no podía haberle hecho mucha gracia la
manera audaz como la señora Retamoso
afirmaba que la alineación mental y la epilepsia eran fácilmente curables,
siguiendo las indicaciones que ella daba en su artículo.
Para quienes quisieran ahondar más
seriamente en el asunto, que da clara
idea de lo incipiente de la época y de la supervivencia colonial de muchas
costumbres, diremos que la doctora del cercado, publicó su exposición el 8 de
Noviembre de 1864 en el número 8438 de la colección.
La mano precisa con el cuchillo que opera la pierna
La mano precisa con el cuchillo que opera la pierna
JOVENCITA
Entre las muy pintorescas cosas
que cuenta dice que comprendió que la
epilepsia y la alienación eran enfermedades que tenían su asiento en el cerebro
y que se dio cuenta de la eficacia de su sistema porque curó a una jovencita
“que-todo esto lo dice tan tranquila- loqueó en la Iglesia de la Merced a
consecuencia de una puñalada que recibió de manos de un fraile. La verdad es
que el caso no puede ser más extraño y novelesco.
Por lo que pueda servir a quienes
no quieran o no puedan ir hasta la fuente bibliográfica, añadiremos que curaba
con protoyoduro de mercurio, sulfato de quinina, estricnina, extractos de
belladona, beleño, estramonio, árnica, alcanfor y bromuro de potasio, que
debían de tomarse en unos enormes bolos que a veces era necesario fraccionar,
sin perjuicio de usar la lanceta y sangrar al enfermo cuantas veces se le antojaba.
Además de las sangrías utilizaba
los baños, pero advertía que por nada se debería mojar la cabeza a los enfermos
ni ponerles nieve. También era enemiga de que se pegara al doliente y de que se
le castigara. La exposición que tiene una serie de elogios a la Facultad de
Medicina en los que no falta, por supuesto, la muletilla de la mejor de
Sudamérica, es muy interesante: da idea del estado de las ideas ambientes en
materia de esta rama tan importante de la medicina.
Los curanderos también eran una opción.
Los curanderos también eran una opción.
LOS PROTOS
Demuestra que se comenzaba a
evolucionar algo en tal orden, pinta una curiosa y avanzada forma del feminismo
y puede servir a nuestro folklore médico como una muestra no sólo pintoresca,
sino plena de sugestiones para el investigador.
Tal vez muchos no sepan que en
Lima hubo no solo el protomedicato, sino el protoboticariato. En 1843 era Protofarmaceútico o Protoboticario, pues de
las dos maneras se le llamaba, un señor Aguirrre. En el N° 1334 del 20 de
Noviembre de 1843, hay un remitido sobre las visitas de las boticas, en el cual
está el dato. (Páginas seleccionadas de
las “Obras Completas” que pertenecen como autor al consagrado escritor y
político, José Gálvez Barrenechea).
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