Muy combativo y opositor tenaz de
los gobiernos de turno. Llegó a presidir
el Congreso Constituyente de 1867. Lo
designaron como Primer Vicepresidente
del Gobierno de José Balta.
Cuando al mandatario lo asesinaron salvajemente, Mariano Herencia Zevallos, militar y político, asumió la primera
magistratura del país. El alto cargo tan sólo lo ejerció por sólo seis días,
del 27 de Julio al 2 de Agosto de 1872. El mando lo transfirió al Presidente
constitucionalmente elegido. En este caso, el primer civil que llegaba al
poder: Manuel Pardo y Lavalle. El militar fue acusado de conspirar
contra el civilismo, lo apresaron y lo enviaron a la frontera con el Brasil. Pero
en el trayecto lo asesinaron sus custodios, sin saberse hasta hoy en día el
origen y las causas exactas de su trágica muerte.
Nació en el pueblo de Supalla, jurisdicción del distrito
de Chapimarca, provincia de Aymaraes en el departamento de Apurímac, el 15 de
Octubre de 1820. Muy pequeño aún fue
llevado a la ciudad del Cuzco donde estudió en el Colegio Nacional de Ciencias.
Posteriormente se trasladó a Lima, donde comenzó a trabajar como empleado en el
Ministerio de Gobierno. Hasta que se enroló en el Ejército Restaurador y
combatió, valientemente, contra la Confederación Peru-Boliviana.
Lo nombraron, en 1842,
Subprefecto y Comandante Militar de las provincias apurimeñas de Abancay y
Aymaraes. Estuvo entre los decididos participantes de la revolución constitucional
encabezada por Domingo Nieto y Ramón Castilla contra el Directorio de
Manuel Ignacio de Vivanco, la misma que
triunfó tras la batalla de Carmen del Alto.
Mariano Herencia Zevallos: el conflicto en persona
Mariano Herencia Zevallos: el conflicto en persona
REFUGIO
En tiempos del gobierno de José
Rufino Echenique se dirigió al Cusco donde intervino en una intentona
revolucionaria. Entonces y ante tal situación, lo denunciaron y apresaron, llevándolo a Lima.
Logró huir gracias a la ayuda de unos amigos y se refugió, tras tenaz
persecución, en la hacienda azucarera de su propiedad Casichinhua, ubicada
cerca de Abancay.
En esta última ciudad, asaltó la
gendarmería y equipó un batallón de 600 voluntarios con el que secundó la
revolución liberal de 1854, cuyo triunfo definitivo se dio en la Batalla de La
Palma, desarrollada en 1855. En ella resultó herido y mereció su ascenso a
Coronel que fue ratificado por la Convención Nacional.
Este mismo año fue elegido
Diputado por Aymaraes y también se desempeñó como Prefecto de Ayacucho y
Huancavelica. Comandante General de la IV División Acantonada del Cusco. Allí intento levantarse en contra de
Castilla, pero fracaso rotundamente. A tal punto que se retiró de la vida
política.
El General Manuel de Mendiburu, competente militar y
destacado historiador, definió a Herencia Zevallos de la siguiente manera: “Por
costumbre era agitador de cuantas revueltas pasaban por el país e iba de
provincia a provincia alborotando siempre y calumniando por medio de proclamas
exóticas, llenas de hinchazón y vulgaridades”.
PREFECTO
Retornó a la política al estallar
la revolución encabezada por Mariano Ignacio Prado en 1865 y al mando de la
división de vanguardia participó en la toma de Lima. Colaboró en la defensa del
Callao y luchó en el Combate del 2 de
Mayo. Por los servicios prestados, fue nombrado Prefecto del vecino puerto.
Hacia 1867 resultó elegido
Diputado por el Cuzco al Congreso Constituyente, cuya presidencia ejerció del
15 de Julio al 15 de Agosto de ese año. A decir del tradicionalista Ricardo
Palma, como parlamentario se limitó a callar y emitir su voto. Apresado por su
oposición al gobierno de Prado fue trasladado hacia Mollendo. En el sur también
siguió conspirando.
Elegido Senador por el Cusco y
Primer Vicepresidente de la República durante el gobierno de José Balta, cuyo segundo
vicepresidente era el General Francisco
Diez Canseco. Al Presidente lo aniquilaron a balazos. Quien lo reemplazo, de
acuerdo a la Constitución fue el militar de Apurímac. El mando lo asumió el 27
de Julio de 1872.
Así tuvo el encargo de concluir
los pocos días del mandato de Balta y transferir el poder al presidente electo,
Manuel Pardo y Lavalle. Durante los días
que estuvo como mandatario formó un gabinete presidido por Juan Antonio
Ribeyro, Rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos que se hizo
cargo de la Cancillería. Manuel Morales (Gobierno), José Eusebio Sánchez
(Justicia), José de la Riva Agüero y Looz Corswarem (Hacienda) y General Francisco Diez Canseco
(Guerra).
Sus restos fueron homenejados cuando llegaron a Abancay.
Sus restos fueron homenejados cuando llegaron a Abancay.
APRESADO
Acató la elección presidencial de Pardo y le
entregó el poder. Pero al poco tiempo, como era su costumbre, comenzó a
conspirar. Por estas razones comprobadas, el gobierno civilista lo apresó en
Arequipa conjuntamente con el caudillo mistiano, Coronel Domingo Gamio. A
ambos, en vez de someterlos a juicio, los alejaron del país. Encoméndadoles una
misión en la frontera con Brasil.
A Herencia Zevallos y Gamio los entregaron al Coronel Manuel
Segundo Cornejo, quien al mando de una escolta fue comisionado a trasladarlos
hasta Iquitos. Al llegar a la región de Chinchao, punto inmediato a la ciudad
huanuqueña de Tingo María, la comitiva decidió pernoctar al interior de una
hacienda de la zona.
Lo que se dijo y relató es que,
la noche del 2 de Febrero de 1873, Herencia y Gamio intentaron huir y por eso
los guardias dispararon sus rifles contra ellos, matándolos a balazos. Sin
embargo, el móvil del crimen fue al parecer la antigua enemistad entre Cornejo
y Gamio. Lo ocurrido, sobre todo las razones, quedó en la oscuridad
Ahora bien, en los círculos
políticos y en los cenáculos de los enemigos del civilismo, le atribuyeron al
Presidente Pardo la culpa del crimen. No obstante de que no existió ninguna
prueba en contra. El chisme se propagó y también se asentó. El Presidente llamó a ello “El gran dogal de su vida”, aunque nunca se manchó las manos de sangre.
Un caballero a carta cabal.
DEBATES
A pesar de la inocencia de
Pardo, en el Congreso de la República, una serie de debates se desarrollaron, en los
que se trató con amplitud el tema. Los dedos acusadores, en ese sentido,
salieron a cada rato. La controversia del asunto ocurrido daba lugar,
evidentemente, a la especulación.
En una oportunidad, luego de que
los ánimos se tranquilizaron, el Presidente civilista dijo las siguientes
palabras muy sentidas: “Ese será el gran dogal de mi vida. Yo soy
inocente de ese crimen. Pero se ejecutó a consecuencia de un acto mío.
Cierto es que el asesino ha sido juzgado y está en la Penitenciaría
condenado. Pero las pasiones, los deudos y los rencores, porque la posteridad
tiene también implacables venganzas, pesan sobre mi nombre fatalmente”.
Pardo
inició su gobierno dentro de una popularidad total, Sin embargo, el apoyo fue
disminuyendo paulatinamente por muchas razones. La crisis económica que
se agravó hasta afectar directamente a la población La paralización
parcial de las obras públicas y el desempleo consiguiente. El alza de productos
de primera necesidad que, definitivamente, fue el puntillazo final.
La inocencia de Manuel Pardo fue total.
La inocencia de Manuel Pardo fue total.
COYUNTURA
La oposición en el parlamento aprovechó
tal coyuntura para arremeter contra el gobierno. Dos sucesos exacerbaron
más los ánimos. Uno de ellos fue el ocurrido en Ocatara, pueblo ubicado en
Huarochirí, donde unos trabajadores chilenos del Ferrocarril Central atacaron a
un campamento y cometieron diversos atropellos. El otro hecho lamentable fue el ocurrido en el río Chinchao.
Los conspiradores Herencia Zevallos y
Gamio, en vez de ser juzgados por los
tribunales del Perú, fueron embarcados rumbo a otro país. Lo que, con razón,
dio lugar a que la oposición critique con dureza al Gobierno por tan insólito
proceder.
Los restos de las víctimas fueron enterrados
en el Cementerio General de Huánuco y, muchísimos años después, trasladados a sus lugares de origen: Apurímac
y Arequipa. Los de Herencia Zevallos,
específicamente, están ahora ubicados en Illanya, fundo agrícola que data del
siglo XVII y ubicado en las afueras de
Abancay. Tiempos convulsionados los del Perú de aquella época con revoluciones,
rebeldías, anarquía y hasta asesinatos de este tipo. La violencia no conduce a
nada.(Noé)
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