Entre los hombres públicos del
Perú que hemos conocido, Luciano Cisneros fue uno de los que más simpática
impresión nos ha dejado. Afable siempre, con una maravillosa generosidad espiritual en aptitud de darse
evangélicamente al prójimo, tuvo para todos, grandes y chicos, viejos y niños,
la frase acogedora y justa, la oportuna advertencia envuelta en la fina sonrisa
sin dogmatismos cerrados, ni magistrales docencias.
Menudo, sonriente, fue la esencia
de la cortesía, del buen tono y del humor amable. Como maestro fue incomparable
en su bondad, en su ciencia, en su don expresivo. Los que escucharon sus
lecciones no olvidarán nunca aquella leve, como insinuada forma de explicar que
todos comprendían y vivirá siempre en el recuerdo de muy pocos que sobreviven
al maestro, la elegancia espontanea de la frase sencilla, clara, sin
enrevesamientos ni presunciones, que hacían del catedrático una figura
excepcional.
Quienes oyeron sus arengas
patrióticas, sus discursos académicos, sus defensas en el foro, sus arrebatos
parlamentarios, conservan la memoria de un orador único, múltiple tan grande en
el arranque de la plazuela, como fino en el brindis camaraderil, como certero y
vigoroso en el alegato jurídico.
Luciano Cisneros toda una eminencia de valor.
Luciano Cisneros toda una eminencia de valor.
CUALIDADES
Tuvo del orador las calidades
excelsas: la voz argentina, la cabeza entonada, el ademan elegante y sobrio y
el don supremo de la oportunidad. Conversador único, lleno de ética gracia,
benévolo y atento, sabía escuchar, cosa difícil en nuestro medio de monologadores
que se oyen a sí propios siguiendo el hilo de su pensamiento sin atender,
suspendiendo solo su disertación, ante la advertencia del interpelante, o para
atenderle y contestarle, sino para tomar alientos y continuar la interrumpida
perorata.
Don Luciano no era de tal clase
de tipos. Escuchaba, respondía y matizaba su conversación con los argumentos y
las observaciones de su interlocutor, dueño de la sugerencia que podía
insinuarlo el contertulio. Esto lo conocieron cuantos le trataron.
Pero no todos sabían de Cisneros
la facilidad del improvisador en verso. Poeta de ocasión, poeta humorista,
mezclando a veces la amargura y el gracejo, tuvo espontaneidades de versador finísimo que nos place recoger aquí en esta
pálida remembranza de su figura ilustre.
¿Quién no ha conocido a don
Luciano? ¿Quién no repetía alguna de sus frases felices, de sus ocurrencias, de
sus anécdotas. ¿Quién no recordaba tal o cual respuesta oportuna? Don Luciano,
como lo llamaban todos, fue en nuestro medio una figura peculiarísima,
inconfundible, popular y aristócrata a la vez.
PRESTIGIO
Desde que fue estudiante se
destacó entre sus compañeros. Discípulo de los predilectos de Herrera, tuvo en
el histórico San Carlos de las evocaciones románticas, un prestigio
excepcional, que fue creciendo, con el correr de los años.
Nació el año treintaitantos, ya
en el 56 era maestro y como ocurrió con muchos de los mejores estudiantes de
Herrera, se le opuso en sus doctrinas, conservando la veneración y el respeto
al gran conductor.
Como Pedro Gálvez que en 1849
contradijo al prelado insigne su doctrina de la soberanía de la inteligencia,
así Cisneros en sus lecciones de Derecho Público, mantuvo la doctrina de la
soberanía popular, pero el liberalismo de Cisneros, fue liberalismo menos avanzado
y menos fogoso que el de los Gálvez.
En 1859, Cisneros ingresa al
Congreso y con Casós el ardiente tribuno se enfrenta a Castilla, defiende ardorosamente la
Constitución de 1856 y llega en un juvenil arresto de valor cívico, a sumarse a
los que pidieron la vacancia de la presidencia.
Ya se vislumbraba al
parlamentario avezado que todo lo traía resuelto y aprendido, al orador
elegante y florido, al opositor de raza, idealista y soñador, dispuesto siempre
al mejoramiento y la renovación.
OPOSICION
Es admirable ver, como la mayor
parte de los hombres de carácter intelectual se opusieron a Castilla del
segundo periodo: Ureta, Tejeda, Pacheco, Casós, Cisneros, Novoa, Ulloa, Rivas,
Palma, Saavedra. Sus razones tendrían, que no es el caso rememorar ahora. Cisneros
fue con Casós una de las figuras del desleído Congreso del 59, que más
brillantemente se destacó.
El año 1863, Cisneros es una gran
personalidad universitaria. Maestro popularísimo, querido por sus discípulos,
atrae a su cátedra a los más selectos espíritus. Sus lecciones se cuentan como
éxitos resonantes. Se comentan en las calles, se repiten sus frases, se imitan
sus actitudes.
Va creciendo a la vez el crédito
del abogado incomparable, la fortuna le sonríe, lo disputan los comicios y los
salones a la vez. Es en esos tiempos de
reformas en la enseñanza que se iniciaron en 1856 y se afirmaron luego con
Pardo el setentaitantos, cuando Cisneros consolida su prestigio.
En el año 63 Cisneros pronuncia
en la Universidad, la vieja universidad, que es hoy la Cámara de Diputados, un
discurso sobre la reforma y el valor de la ciencia y la necesidad de la
justicia. Un público caldeado coreó con entusiasmo las cláusulas ardorosas del
maestro.
El primero de izquierda a derecha con otros parlamentarios
El primero de izquierda a derecha con otros parlamentarios
DISCURSO
Con su clásico ademán comenzó
así: “Las glorias que se apoyan en la
fuerza son como los relámpagos de un cielo ennegrecido”. Y el auditorio lo interrumpió con una
clamorosa ovación que se hizo más alta cuando hablando de la justicia y de la
ciencia, sintetizó el pensamiento central de su discurso así: “la ciencia hace
descender la justicia desde sus alturas inmortales, para familiarizarnos con
ella en todos los actos de la vida”
Y los espíritus sesudos grabaron
en su memoria el sentencioso consejo final, al referirse a las reformas
proyectadas: “No pidamos a la universidad regeneradora lo que sólo el tiempo
puede concedernos: no nos adelantemos a la acción lenta y segura de las ideas:
no nos dejemos llevar de un celo imprudente que comprometería el porvenir
científico del país”
Tal era Cisneros. El ardor, la
retórica, el buen sentido y el don oportuno en una sola pieza. En su
multiplicidad elegante, sus dotes de improvisador, tenían la suprema distinción
de un dominio consciente y por ello, sin duda, era admirable siempre. Cualquiera
que fuese el tema que escogiese o la ocasión en que hablase.
Cuando la cuestión de México, en
que nuestro espíritu americanista, se alzó protestando de la intervención
europea en aquel país hermano, Cisneros era el orador obligado y espontáneo y
en las veladas teatrales, cuando el público advertía la presencia del maestro y
pedía para su regalo espiritual que hablase, ya se podía afirmar que los
oyentes quedaban suspendidos del áureo hilo que la magia del tribuno
desenvolvía en una como prestidigitación de la palabra.
Su hermano Luis Benjamín otro gran intelectual.
Su hermano Luis Benjamín otro gran intelectual.
ORADOR
Sólido en la cátedra, dialéctico
en el foro, eficaz en el parlamento, arrebatador en la plaza pública, florido
en la academia, ocurrente en la sobremesa familiar. Cisneros era el tipo de
hombre expresivo por excelencia. Un orador eminente.
Como orador forense aún se
recuerdan sus informes en las causas celebres: la de la herencia del alma, la
del Naranjal y sus luminosísimas oraciones defendiendo a Miguel Grau cuando la
cuestión Ticker, ante el Consejo de Guerra que en el Callao presidió el Gran
Mariscal La Fuente, sonadísima cuestión de disciplina que produjo sensación y
revuelo.
Y ya que hablamos del orador
forensem hay una anécdota que pinta como ninguna el aticismo de Cisneros.
Acababa de recibirse de abogado Manuel Vicente Villarán, este Villarán que
conserva y acrecienta día a día los prestigios de su estirpeprivilegiada, y la
primera vez que tuvo que informar ante la Corte, se encontró con que abogado e
la parte contraria era nada menos que don Luciano Cisneros.
EXITOS
Muy joven Villarán tuvo timidez
explicable de enfrentarse al insigne orador y expuso sus temores a don Luis
Felipe, quien con su proverbial serenIdad dijo a su hijo que no tuviera reparo
alguno. Villarán produjo su informe y cuál sería su asombro al ver que Cisneros
se ponía de pie y con elegantísimo ademán se refería al novel abogado haciendo
como exordio de su discurso, la más viva recomendación del joven colega ante el
Tribunal.
Entre los éxitos de Cisneros ante
la Corte, se cuenta uno extraordinario, que muestra su poder de sugestión. Hubo
un incendio en Lima y fue acusado de incendiario, por su vecino, un modesto
comerciante. El acusador que era el danmificado, pues su establecimiento sufrió
las consecuencias del siniestro, tenía todas las pruebas aparentes.
Se había encontrado una mecha de
telas que él no vendía y lo hacía su vecino. Don Luciano Cisneros, abogado del
presunto incendiario, tomó sus datos y supo que el acusador era hombre
católico, apostólico y romano de aquellos que se arrodillan cuando pasa el
Santísimo, que se descubren ante todos los sacerdotes, que se persignan frente
a todas las iglesias.
El juicio continuó su curso hasta
el día de la vista. Un público enorme llenaba la sala. Don Luciano pasó
rápidamente sobre el aspecto legal de la pruebas y encaró con brío el aspecto
moral. Hablo de la conciencia, del premio, del castigo, de la justicia
trascendental de Dios, del paraíso de los buenos y del infierno de los malos.
Uno de sus descendientes: el periodista Nico Cisneros.
Uno de sus descendientes: el periodista Nico Cisneros.
CONFESION
Pintó con vivos caracteres el
purpúreo horror de las llamas, el anhelar desesperado de los precitos
debatiéndose en el eterno suplicio y describió la desolada inquietud constante
de la familia del engañador que acusaba, siendo a la vez criminal y verdugo.
Y de tal modo habló y tal poder
de sugestión se produjo, que el acusador, que era el propio incendiario, no
pudo contenerse y alzándose de su asiento pidió al Tribunal que suspendiese la
vista y atribulado se confesó autor del incendio y de la grave imputación que
había hecho a su vecino. Y como ésta hay muchas anécdotas que pintan a don
Luciano.
¿Y dónde está el Cisneros poeta.
Paciencia que ya llega. El año 1868 Cisneros formo parte como Ministro de
Justicia de aquel estrupendo gabinete de Balta, que sólo tiene par con el de
Prado del 66 y fue a Arequipa como comisionado del gobierno para adoptar todas
las medidas después del espantoso terremoto de aquel año.
Y a propósito la fecha es también
interesante a nuestra evocación porque marca la salida de Cisneros de la
Universidad y el ingreso de otro gran cerebro: Luiis Felipe Villarán, que
sucedió a Cisneros en la cátedra de Derecho Natural, que aunque a algunos les
asombre, se llamó en 1866 Derecho Filosófico, y decimos esto para que no se
crea que es modernismo lo de la Filosofía del Derecho y que los antiguos no sabían
también de los terminajos del día
RENUNCIA
A su regreso de Arequipa,
Cisneros renunció al ministerio por
razones de delicadeza, que le honran y recibió una nota de don Pedro Gálvez,
modelo de gentileza, en que se le expresaba el sentimiento del gobierno por su
apartamiento.
Mucho se ha hablado y se habla de
la oposición de Cisneros a don Manuel Pardo y a la verdad, Cisneros fue el
líder, como se dice hoy, del grupo parlamentario, que atacaba la política del
civilismo, naciente y pujante. Pero de ser justos debemos decir hoy que han
pasado los resquemores ardorosos de aquellas campañas que Cisneros fue un
enemigo nhoble y caballeresco.
Pero antes advirtamos que
Cisneros que era amigo de Pardo y casi su vecino, pues vivía en San Antonio en
la casa que hace esquina con la Trinidad, juró en 1868 el cargo de Ministro con
el mismo sombrero de picos y la misma faja que lo había hecho don Manuel ern
1866 en el gabinete de don José Gálvez. ¡Cosa curiosa! El primer ministerio en
que figuró Pardo fue formado por un Gálvez, don José. Y el primer gabinete en
que figuró Piérola, fue formado por otro Gálvez, don Pedro.
Y respecto de la casa de Cisneros
en San Antonio, no está además para satisfacer curiosos. Que digamos allí
mismo, en la ventana de reja donde vivió el celebre potentado don Dionisio
Derteano, se hizo el famoso Contrato Dreyffus, que tanta pluma ha movido y
tanto comentario y cuestión ha suscitado.
La Lima antigua que vivió Cisneros.
La Lima antigua que vivió Cisneros.
CAMPAÑA
La campaña política de Cisneros
fue desesperante para el gobierno de entonces, al punto de que Francisco Rosas
atacó despiadadamente con saña, la figura de Cisneros que aunque más elocuente
y más fino que su rival, no tenía el empuje arrollador de aquel formidable
político que muchas veces traspasó con su fogosidad imperativa, los límites de
la cortesía en que usualmente se mueven los debates parlamentarios.
Que Cisneros fue un enemigo del
guante-blanco lo prueban estas anécdotas. Retirado ya del gobierno de Balta don Luciano, como no había
perdido la amistad del presidente, solía visitarlo y a su regreso desu viaje al
interior, fue a retribuir el saludo que el Jefe de Estado le hiciera por
intermedio de uno de sus edecanes.
Balta preguntó a Cisneros por el
estado de la opinión y Cisneros no tuvo inconveniente en manifestarle que era
favorable a Pardo y que ello se debía en gran parte a las malas autoridades, a
lo que replicó Balta que no eran ciertas las imputaciones que se hacían a sus
corifeos y que de todas maneras él no estaba dispuesto a entregar el poder a
Pardo a quien calificó con dureza.
Cisneros defendió finalmente al
caballero, por más que no perteneciese al grupo político de quien después sería
blanco de los ataques de su oratoria. Allí quedo el asunto pero cual sería la
sorpresa de Cisneros cuando un día al entrar al Banco Hipotecario se encontró
con don Manuel quien le agradeció la defensa que ante Balta había hecho de su
persona.
FUERZA
Nadie había escuchado la
conversación, salvo algún edecán curioso, que estaba en el cuarto inmediato, lo
que dio a Cisneros la medida de la fuerza del jefe del civilismo, que en el
propio palacio tenía elementos que le enteraran de lo más intimo y secreto.
A este respecto conversaban una
noche en el teatro José Araníbar, los vocales León y Sanchez y Ricardo Aranda.
Hablaban de la situación política que parecía complicarse con la candidatura de
Arenas, a quien había traspasado sus elementos Echenique, dijo Araníbar: “Todo
es inútil porque hasta los edecanes son pardistas”. Y Pardo debió considerar
amigo leal a Cisneros, cuando el año 1876 en que disputaba Cisneros en dualidad
una curul, dijo: Luciano debe entrar”
No está demás que recordemos que
Cisneros formó parte de l comisión parlamentaria que saludó a Pardo después del
atentado que se cometió en el portal cuando iba con su edecán el Comandante
Manuel de los Reyes Santa María que por su presencia de ánimo en tal momento se
ganó las presillas de Coronel. Precisamente el día del atentado, Cisneros
pronunciaba un discurso contra el Gobierno en la sonada cuestión de los
sargentos del Pichincha.
Don Luciano escribió discursos
que fueron dichos por otras personas. Una vez en que se trataba de una gran
fiesta que debía presidir un personaje que no era hombre de discursos, ni de
letras, un joven entusiasta, activo, inteligente, secretario del personaje,
olvidó hacerle el discurso y como ya no tuviera tiempo para ponerse a hacerlo,
porque en realidad él era quien tenía que ocuparse de todos los detalles y
arreglos de la fiesta, pidió a Cisneros le hiciera el favor de escribirle la
volástica de un discurso para el gran acto.
Otra foto de la época.
Otra foto de la época.
DIPLOMATICO
Accedió Cisneros con la condición
de que el favorecido ignorase quien era el verdadero autor. Se realizó la
fiesta y nuestro héroe pronunció la oración. Entre los concurrentes estaba
Cisneros que no pudo evitar la consabida felicitación al señor de marras quien
la recibió muy campante y agradeciendo el cumplimiento añadió “Y eso que no ha
habido casi tiempo para hacerlo”…
Don Luciano fue un acogedor,
gracioso y benévolo poeta. Después de sus campañas políticas, de sus éxitos
forenses, don Luciano fue a Italia como Ministro Plenipotenciario del Perú y
allí parece que se atendió una diabetes incipiente que comenzaba a molestarle.
De regreso de Europa, don Luciano
que había abandonado sus tareas universitarias y políticas abrió sus salones
donde lucia su gala incomparable la hermosa limeña Josefa Raygada y Oyarzábal.
Don Luciano que no era un adonis,
sostenía siempre con inimitable gracia una personalísima teoría sobre el buen
gusto de los feos. El matrimonio de Cisneros con Pepita Raygada fue un
estupendo acontecimiento social. Vivía entonces Cisneros en San Antonio, csó en
la Iglesia de la Trinidad y hacía algún tiempo que había enviudado de su
primera esposa Clodomira Mur.
GENEROSO
Socialmente Luciano Cisneros fue
maravilloso Tenía legitimo talento, cultura e ingenio. Con los jóvenes era
generoso y acogedor, sin estiramientos.. Con las damas conversaba con galanura,
y era decidor de cosas amables para los niños porque les decía invariablemente
jóvenes y les daba beligerancia.
Don Luciano era hermano de Luis Benjamín.
Ambos con dotes poéticos. Si el coronado bardo de “Aurora Amor” los prodigo en
el verso, don Luciano los derramó a raudales en la prosa, pero el uno como el
otro, saltaron a voces del definido campo de sus vocaciones y en sus escarceos
por las sendas vecinales, probaron sus alas y vertieron sus aramos y sus
trinos.
Humorista y gracioso, don Luciano
Cisneros tuvo una estupenda facilidad del versificador. Improvisaba cuartetas y
letrillas. Su libre espontaneidad se revelaba dominadora. Una de las letrillas
mas sabrosas de don Luciano, es la que improvisó ya achacoso, con motivo de la
piadosa amabilidad de las gentes que le preguntaban por su salud y le decían
siempre que tenía mejor semblante.
Conociéndose enfermo, sintiendo
cada día más cerca la figura de la muerte, don Luciano tan burlón y tan fino improvisó
lo siguiente: Mi semblante es de retama/
mis carnes son de bandera/y el panteón a voces clama/ por mi enjuta
calavera;/pero es de ley y rigor,/viendo mi esqueleto humano,/el decirme:/ “Don
Luciano/el semblante está mejor…/ Pero a pesar de mi mal/el rumor sigue en
crescendo/y siento que va subiendo/las gradas del tribunal/no siendo ya de
extrañar/que el dia menos pensado/me digan:/ Señor doctor/ su pleito esta ya
ganado/porque visto usted de lado/ tiene el semblante mejor…
ROCAMBOR
En otra ocasión, ganó en el Club
Nacional 50 soles al rocambor a un conocido caballero. Como eran los felices
tiempos que no había billetes y no era cosa que cualquiera tuviese en los
bolsillos tantos soles juntos, se acostumbraba dejar el dinero en la cantina
para que se le entregase o enviase al ganancioso.
Pasaron las clásicas 24 horas y
don Luciano se acercó a la cantina y preguntó si no le habían dejado algún
encarguito. Nada. Al día siguiente tampoco. Entonces pidió papel y pluma y
envió al amigo perdidoso este billete:
Deuda que por olvidada/ni se agradece ni abona,/ es una deuda tan mona/que
de deuda pasa a nada;/ de que no pase se trata;/ y el remedio es muy
sencillo:/coloque usted en mi bolsillo/ 50 soles de plata.
DATOS PERSONALES
NACIMIENTO: 1832- Huánuco-Perú
FALLECIMIENTO: 20 de Abril de 1906-Lima-Perú
PADRES: Roberto Benjamin Cisneros y Nicolasa Cisneros
PROFESIONES: Abogado, jurista, diplomático, poeta.
ALMA MATER: Convictorio de San Carlos.
DATOS PERSONALES
NACIMIENTO: 1832- Huánuco-Perú
FALLECIMIENTO: 20 de Abril de 1906-Lima-Perú
PADRES: Roberto Benjamin Cisneros y Nicolasa Cisneros
PROFESIONES: Abogado, jurista, diplomático, poeta.
ALMA MATER: Convictorio de San Carlos.
CUBILLAS
Y que los impromptus en boca de
don Luciano, eran cosa corriente y moliente, lo demuestran los versos que dijo
a Cubillas, el célebre pastelero de Bejarano. Cubillas que llegó a tener como
su bizcochero, el colombiano, todos los caracteres de una institución en Lima,
solía obsequiar de cuando en cuando a algunos de sus clientes ya el sabrosísimo
pan de dulce de Semana Santa, ya las empanadas untuosas, ya los suavísimos
bizcochuelos. Nadie habrá olvidado aquella pastelería única en que hasta el pan
sabía a gloria.
Quien probó los alfajores de
Cubillas, de seguro tiene en revolución las pupilas hasta ahora. En aquellos
tiempos, especialmente en la temporada de verano, todas las personas de buena
posición, solían ir a la esquina de Bejarano, camino obligado a la estación del
tren inglés y compraban ya los piononos, ya los panetones, ya las galletitas de
dieta, ya los alfajores, ya los come y calla.
Un día envió a don Luciano un
bizcochuelo y sea que en su casa olvidaron decirlo o que el miso no recordara
el obsequio, el hecho es que se pasaron algunos días, sin que Cubillas
recibiera la frase amable de agradecimiento que un hombre tan fino como
Cisneros no olvidaba nunca para quien le hacía atención. No pudo contenerse Cubillas
y le preguntó por el bizcochuelo, y al acto don Luciano, le dijo con toda la
sal que se fue con él:
Cubillas: el bizcochuelo/tan excelente ha salido,/que comiéndolo he
creído/comer un manjar del cielo./ Por eso mi paladar/que sabe lo que es
sabroso/gracias se apresura a dar/ al amigo generoso;/ más gracias a
condición/de que el reloj imitando/como el reloj siga dando/ golpes de
repetición.
Chosica de esa época.
Chosica de esa época.
CABADA
Entre los amigos de Cisneros se
encontró siempre Eulogio Cabada, un cumplido y gentil caballero, que después de
haber tenido una gran fortuna, vino a menos como suele decirse, pero sin que
jamás descompusiera la línea de su hidalgo señorío. La confianza entre ambos
era ilimitada. En cierta ocasión, Cabada ganó, ya en su decadencia, un pleito
por valor de algunos miles de soles, de los que ofreciÓ abonar por concepto de
honorarios, 800 a su amigo Cisneros. Como una broma don Luciano dijo a Cabada
lo siguiente:
Antes que contrarios vientos/ quiten el cetro a tu mano/ haz que tu
amigo Luciano/muerda aquellos 800/ Si haz de hacerlo, se ligero,/porque después
de lo hab lado/ tan delicioso bocado/urge para fin de enero/y estando así
cancelada/tu deuda tendrá derecho/ para decir satisfecho/ ¡Qué caballero es
Cabada!
Cabada rió de la ocurrencia,
copio cuidadosamente los versos que enseñaba siempre a sus amigos y
naturalmente cumplió con su ofrecimiento, como correspondía a su distinción,
que eran los tiempos en que un ofrecimiento era cosa muy seria y una deuda,
sagrada cosa también. Ahora… Bueno ahora el que debe optar por un camino:
resentirse.
CHOSICA
Muy amigo suyo fue el doctor
Eduardo Sánchez Concha a quien con motivo de su cumpleaños y aludiendo a la
pasión que por Chosica tenía dedicó esta graciosa improvisación: Con Chosica o sin Chosica/con semblante
bueno o malo/ hoy la suerte te adjudica/ 50 años de regalo/Con el regaklito
goza,/con tu esposa y tus 5 hijos/que en ti con los ojos fijos/hacen tu vida
dichosa…/Que mas pides a la suerte/Esculapio Botijon?/Si en lid diaria con la
muerte/desde tu feliz rincón/en renombre vas creciendo/ y buenos soles
canchando,/deja que el tiempo volando/vaya la vejez trayendo/Y si fe a los
caballeros/otorgas como es forzoso/guarda los votos sinceros/que por verte aún
mas dichoso/hace tu amigo Cisneros.
Lo admirable de estas
improvisaciones era la espontaneidad y la ninguna presunción con que las hacía.
Hablaba en verso, cuando se le antojaba, y jamás se jactó de ello, ni al hacerlo
creyó que tenía mérito lo que para él era tan fácil.
Ocurrente en sus cosas, andan por
ahí muchas de sus frases. A un caballero que siempre estuvo al borde de hacer
algo, que ocasionalmente y por poco tiempo, fue ministro, que casi llegó a
vocal y que se pasó la vida siempre en vísperas, le decía con gracia : palo
encebado.
Una vez, un curioso le preguntó
por qué se le había ocurrido tal símil y don Luciano con mucha gracia le
respondió: No ha visto usted el juego del palo ensebado en que un muchacho está
ya para ganarse el premio, derrepente se resbala y cae y vuelve a comenzar y
vuelve a caer y está casi siempre en la meta de sus deseos. Pues así ha sido
fulano.
Dibujo del palo ensebado: nunca alcanzas lo que te propones.
Dibujo del palo ensebado: nunca alcanzas lo que te propones.
VIEJECITA
Tal era Cisneros poeta y hombre
de mundo. Si hubiese tenido un poco más de ambición y de espíritu de
continuidad, hubiera llegado a insospechadas cumbres. Murió apenas siendo Vocal
de la Corte Superior.
El cronista recordará siempre con
melancolía aquella hermosa mansión de la
Botica de San Pedro, donde la señora Oyarzábal, la viuda del General Raygada-la
más linda viejecita que recuerda, era como un hada de los niños, a los que
deslumbraba con uno de los más bonitos nacimientos que guarda memoria y a los
que regalaba con dulces sabrosos y suavísimas pastas, cuidadadosamente
envueltas en papeles de oro y plata.
Allí doña Pepa derramando bondad
por los ojos inmensamente bellos, imponía el suave imperialismo de su figura de
reina. Y donde don Luciano ágil y alegre, facilitaba el recuerdo de Cambises y
de Ciro, doraba el horror de la Gramática y hacía encantadora hasta la
Geografía.
¿Por qué no decirlo? Aquellos
tiempos que se fueron con sus alegrías y hasta con sus miserias, se nos antojan
mejores y el nudo que se hace en nuestra garganta, al rememorarlos nos dice más
elocuentemente ue todas las palabras, que el dulce dolor de recordar, siempre
es muy bello y tiene la fecundidad nutricia de hacernos un poco mejores de lo
que somos. (Páginas seleccionadas de las "Obras
Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José
Gálvez Barrenechea.
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