Buenos Aires se vistió de gala,
en agosto de 1925 para recibir a Eduardo de Windsor, heredero del trono de Gran
Bretaña. Como lo había hecho el año anterior en el mismo mes de agosto, con
motivo de la visita que realizara el joven príncipe Humberto de Saboya. El de
Italia fue el primer heredero de un trono que llegaba a la Argentina, marcando
un verdadero acontecimiento de la vida ciudadana. Ahora ese acontecimiento se
repetía con el arribo del príncipe de Gales, que venía a ese país rodeado de
una aureola de popularidad que se puso de manifiesto en las entusiastas
recepciones.
El público, especialmente el
porteño, tuvo oportunidad de observar de cerca sus característicos rasgos de
sencillez. Era llevado a las fiestas poco menos de la mano. Concurría a
regañadientes como cuando los chicos van a la escuela.
Asistió, en el Teatro Colón, a la
representación de “Loreley” con Claudia Muzio y Beniamino Gigli. Dicen quienes
estaban cerca de él, que el príncipe de Gales se durmió durante la función. Dio
algunas cabeceadas. Evidentemente le gustaba más el deporte. Por lo mismo concurrió a ver
´partidos de polo en los que participaron los campeones olímpicos argentinos.
Además, en el Hurlingham Club,
dio algunos tacazos como para demostrar su habilidad en el deporte ecuestre.
Una noche asistió al Teatro Opera, donde se representaba “Fruta Picada”, en la
que Florencio Parravicini hacía un tipo de inglés. También actuó Roberto
Casaux, que interpretó un monólogo en inglés y Ana S. de Cabrera en números
folklóricos.
El principe en la revista a las tropas, el escudo y su foto.
El principe en la revista a las tropas, el escudo y su foto.
PARADA MILITAR
En la parada militar que se
realizó en su honor, el príncipe revistó las tropas, en compañía del jefe de la
formación general José F. Uriburu y luego presenció el desfile de las mismas
desde el palco oficial.
El tren especial en que el
heredero de la corona británica viajó a la estancia Huetel llegó a las 7 de la
mañana, pero el príncipe no quiso que lo despertaran y siguió durmiendo hasta
el medio día. Hubo, en esa estancia, desfile de gauchos entre otros
atractivos.. Luego asado con cuero rociado con buen Whisky.
Por la tarde un paseo a caballo
durante el cual sufrió una caída uno de los periodistas británicos que lo
acompañaban. Recordó entonces la difusión que se dio a sus numerosas caídas y
con su flema británica sonriendo dijo: “He ahí una noticia que no se dará a la
publicidad”.
Cantó después el dúo
Gardel-Razzano y el príncipe tocó el ukelele. Volvio a la capital desde donde
debía iniciar una gira por el interior. Un día desapareció.Durante una hora lo
buscaron por todas partes.
En una fiesta y listo para volar en un avion
En una fiesta y listo para volar en un avion
DESAPARICION
Había burlado hasta la vigilancia
de los agentes de Scotland Yard que lo acompañaron en su gira. Hubo el
consiguiente revuelo. Se pensó en un accidente, en un secuestro, en un
atentado. Pero no hubo nada de eso.
Una hora después apareció en su
residencia. Lo que había ocurrido es que quería estar solo. Sin compañía. Sin
agasajos. Absolutamente solo. Cumplió después una amplia girar por el país.
Visito varias estancias, entre ellas la de Chapadmalal. Un mes después de haber
llegado se embarco en el Repulse, fondeado en Mar del Plata.
Antes de partir firmo el retrato
de Genaro, modesto dueño de la trattoría de Playa Grande, donde había hallado
refugio cordial para eludir el protocolo. Se despidió con un “hasta pronto”,
que el principal cumplió, pues algunos años más tarde volvió a visitar suelo
argentino.
Con su primer viaje había
retribuido la visita que hiciera a su patria el doctor Alvear siendo Presidente
electo en 1922, circunstancia en que se honró a la Argentina con significativas
ceremonias.
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