El 12 de Octubre de 1904 asume la
Presidencia de la República Argentina Manuel Quintana, quien se había distinguido
como Ministro del Interior de Luis Sáenz Peña, como un hombre recto y enérgico.
Bien pronto debe afrontar el problema social creado por el descontento de la
clase obrera en su lucha por la conquista de mejoras. No era sólo el Partido
Socialista el que alentaba las aspiraciones de los trabajadores, pues conviene
tener presente que comenzaba a experimentare en el campo social argentino la
influencia extremista del exterior, de acentuada tendencia izquierdista, que
algunos años más tarde tendría expresiones violentas con la difusión de las
ideas y doctrinas del dirigente italiano Malatesta.
Por supuesto que existía también,
por parte de las autoridades, la fácil propensión a exagerar el sentido de las reclamaciones
obreras y la orientación de la prédica social de sus dirigentes al punto de
considerar cualquier reclamación gremial, como una tentativa contra el orden
público.
El aporte inmigratorio traía, sin
embargo, consigo resabios de luchas sindicales de otras latitudes y con otros
horizontes, que ya durante la presidencia del General Roca, habían determinado
la sanción por el Congreso de la Ley 4144 llamada de residencia.
Su aplicación al parecer o se
orientaba con un criterio discriminatorio que pusiera a cubierto de la
persecución policial a los esfuerzos legítimos por la conquista de mejoras necesarias
para las fuerzas laboriosas y así fue que el Presidente Quintana debió afrontar
una creciente oposición del movimiento obrero.
Manuel Quintana: presidente argentino.
Manuel Quintana: presidente argentino.
CAMPAÑA
Juan B. Justo inicia contra las
autoridades una enérgica campaña desde “La Vanguardia” y se producen algunas
huelgas y otros conflictos gremiales, que no alcanzan con todo a perturbar la
tranquilidad del gobierno.
En las filas del radicalismo, en
cambio, se están percibiendo síntomas de creciente inquietud. Era que Hipólito
Irigoyen, después de pacientes trabajos, había decidido afrontar la
responsabilidad de ir a la revolución para el derrocamiento del régimen.
El caudillo, aleccionado por la
experiencia que le proporcionó el fracaso del movimiento de 1893, había pensado
dar a esta revolución un carácter netamente militar para asegurar su éxito.
Había tenido contacto con jefes del ejército adictos a la Unión Cívica Radical,
dispuestos a sublevar sus tropas y contaba asimismo con la colaboración
decidida de algunos hombres nuevos en estas lides, pero de probada decisión,
como José Cailo Crotto y Vicente C. Gallo.
El 4 de Febrero debía estallar el
movimiento, pero desde días antes, las autoridades estaban advertidas de los
preparativos por infidencias que definían la traición de algunos de los
complotados.
MEDIDAS
La Policía tomó, en consecuencia,
medidas precautorias, realizó allanamientos y procedió a la detención de algunos
dirigentes en la Capital Federal y el interior del país. Pero a pesar de todo
la revolución estalló el 4 de Febrero de 1905.
En la Capital Federal, los
rebeldes toman durante la madrugada algunas comisarías que la policía, numerosa
y bien armada, tarda en recuperar. Por la mañana se decreta el estado de sitio
y, rápidamente, queda asegurado el éxito de la represión.
Muchos revolucionarios son
detenidos entre ellos José Luis Cantilo y Fernando Saguier. Crotto consigue
huir a Montevideo e Irigoyen distrae a
las comisiones policiales destacadas en su búsqueda. Su paradero será un
misterio hasta meses más tarde.
No son más afortunados los planes
revolucionarios en el interior del país. Carlos F. Melo, jefe civil de la
rebelión de Santa Fe, no puede superar la acción de las fuerzas leales
destacadas en su contra y abandona la lucha.
Algo parecido le ocurre a José Nestor Lencinas en Mendoza. En Córdoba, los radicales con la
participación de las tropas sublevadas tienen un éxito inicial. Dominan algunos
puntos estratégicos y llegan a tomar prisionero al Vicepresidente de la
República Figueroa Alcorta y a Julio a Roca, hijo del General.
Hipólito Irigoyen, jefe de la revolución
Hipólito Irigoyen, jefe de la revolución
FRACASO
Pero las autoridades consiguen dominar la
situación tras algunas incidencias. La revolución armada, tan paciente y
minuciosamente preparada por Hipólito Irigoyen, había fracasado rotundamente y
los planes del caudillo sufrían una nueva postergación, en la lucha de la causa
contra el régimen.
El paradero de Hipólito Irigoyen
continuaba siendo un misterio, cuando el 13 de Mayo publica un manifiesto
apostrofando la traición de los delatores, explicando el fracaso del movimiento
y sosteniendo, una vez más, la necesidad
de que sus correligionarios perseverarán en la lucha que era la razón de
existencia de la Unión Cívica Radical.
La policía lo detiene y el
caudillo asume espontáneamente ante la justicia la responsabilidad absoluta de
la revolución del 4 de Febrero, pero recobra rápidamente la libertad bajo
fianza. La dificultades no habían terminado a esta altura de los
acontecimientos para el oficialismo, que debía enfrentar la oposición tenaz de Carlos
Pellegrini, que como se recordará se había separado del Partido Nacional, cuya
dirección política había compartido con el General Roca.
En los corrillos políticos
circulaban asimismo algunas anécdotas que traducen un estado de espíritu contrario
a los hombres de la Casa de Gobierno por parte de Marcelino Ugarte, Gobernador
de la provincia de Buenos Aires.
El pueblo sale a las calles a protestrar.
El pueblo sale a las calles a protestrar.
MITRE
A todo esto se acababa de
producir el fallecimiento del General Mitre, que provocó una verdadera congoja
popular y se acercaban las elecciones de diputados de Marzo de 1906. Con el
objeto de congregar a sus partidarios, un tanto dispersos, Quintana secunda los
trabajos de amigos íntimos para organizar un nuevo partido que se constituye
con el nombre de Unión Electoral.
Entretanto, Carlos Pellegrini no
permanecía ocioso y de común acuerdo con Bernardo de Irigoyen, reúne a los
disidentes del mitrismo y del roquismo y funda la Coalición para presentarse
con una lista de distinguidos caballeros en los comicios de renovación
parlamentaria.
Como se preveía por la calidad de
los candidatos que presentaba y la intensidad de la propaganda desarrollada, la
Coalición obtiene el triunfo en las elecciones y conquista las bancas de la
mayoría en la Capital Federal, llevando a hombres como Pellegrini, Bernardo de
Irigoyen y Benito Villanueva.
Cuando se celebra en Buenos Aires
el triunfo de la Coalición en esta jornada electoral se esparce por la ciudad
la noticia de que el Presidente de la República agonizaba. Así era. Al día
siguiente fallecía Manuel Quintana, asumiendo en consecuencia el ejercicio del
Poder Ejecutivo, el Vicepresidente Figueroa Alcorta, cuya actuación no tardaría
en dar abundante tema a la crónica política.
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