Marcelo T. de Alvear se enteró
que había ganado las elecciones cuando estaba en París, ejerciendo el cargo de
Ministro Plenipotenciario argentino. No tuvo ni antes, ni durante los comicios,
contactos con sus electores-un hecho bastante inusual en la política- y recibió
en cambio la gratificación y el homenaje de los mandatarios de los principales
países de Europa que avizoraban el enriquecimiento y desarrollo de la Argentina
en el contexto latinoamericano
Triunfó en los comicios del 2 de
Abril de 1922 con 235 votos, superando a los candidatos conservadores Norberto
Piñeiro-Rafael Núñez que lograron 60. Los socialistas Nicolás Repetto- Antonio
de Tomaso con 22 y los demócratas progresistas Carlos Ibarguren-Francisco
Correa con 10 votos de la minoría de Santa Fe.
El nuevo Presidente fue elegido
por Irigoyen como su sucesor, pese a que representaba la corriente opuesta al personalismo avasallante del
veterano caudillo y a pesar también que no hablaban, ni él ni sus adictos, el
mismo idioma que las huestes del
radicalismo personalista.
Alvear era un aristócrata
prolijo, distinguido y rico. Tenía juicios equilibrados, era mesurado en sus
actitudes y comprometido con una ética heredada de su prosapia. Representaba,
en gran medida, a los sectores que
fueron violenta y sistemáticamente
atacados por el “irigoyenismo”.
Alvear: Presidente de lujo en la Argentina
Alvear: Presidente de lujo en la Argentina
GARANTIA
Sin embargo se constituyó por su capacidad
política en la máxima garantía para el retorno del caudillo. Fue, como alguna
vez se lo definió el rostro del radicalismo sin exaltación. Logró el influjo de
circunstancias económicas internacionales que Argentina ocupara un lugar de
privilegio en el mundo. El tiempo político de ese país transitaba por el
radicalismo y Alvear lo sabía.
Eso sí tuvo cuidado de enfrentar
los desbordes y mantenerse por encima de innecesarias violencias, reiterando su
intimidad democrática. Esto quedó evidenciado en su discurso pronunciado ante
el Congreso cuando prestó juramento.
“MI profesión de fe democrática
se ha fortalecido con la experiencia, no obstante los obstáculos que encuentran
siempre las transformaciones propias de todas las iniciaciones. Algunos de sus
efectos accidentales, inquietantes no han logrado aminorar los presstigios de
la doctrina constitucional que la impone como fuente de las representaciones
públicas
Si una alta inspiración y una
intención generosa fueran suficientes para asegurar una obra benéfica, nada
malo podría esperarse de mí. Todo lo que me falte vendrá de vosotros, de todos
mis conciudadanos”.
RETRATO
Ese discurso inaugural fue el
retrato de Alvear y de su gobierno. Prudencia, mesura, modestia en su abierto contraste con el afecto al poder de Hipólito
Irigoyen. Pese a sus disidencias, Alvear era fiel. Lo había sido con Alem y no
defraudó a Irigoyen a pesar de que en su gestión tuvo que superar una feroz
oposición parlamentaria de los personalistas, que se acentuó en los tres
últimos años de su gobierno
Ya antes, las escaramuzas entre
las tendencias radicales se habían manifestado cuando surgió el proyecto de
intervenir a la provincia de Córdoba, gobernada por Julio Roca y único baluarte
antiradical que el caudillo no había logrado derribar.
Alvear mantuvo una actitud pasiva
que benefició a los conservadores en esa instancia. Pero el mismo criterio
sustentó cuando su propio sector, el antipersonalista, propició la intervención
de la provincia de Buenos Aires gobernada por sus rivales.
El Presidente fue fiel a su claro
sentido de la ecuanimidad y a la necesidad de evitar irritantes situaciones.
Sin embargo, en 1926, el Congreso no pudo iniciar sus sesiones por las intrigas de los
personalistas que impedían la formación del quórum.
Alvear afrontó la emergencia con
medidas acordes a la tensión planteada, retiró los proyectos presentados y puso
en vigencia, por decreto, el presupuesto del año anterior. Sin apartarse de los
mandatos del buen gusto, el aristócrata tuvo entonces una especie de alivio
personal cuando dijo:
Politicos de aquella epoca.
Politicos de aquella epoca.
DISCURSO
“MI gobierno defiende al
radicalismo del concepto que lo deforma como una organización viciada por una
tendencia malsana de predica agraviante como medio de propaganda y por la
ausencia de correlación entre los propósitos enunciados en sus promesas y la
realidad positiva de su conducta en el ejercicio del poder público”
Fue una alusión clara y
contundente al radicalismo irigoyenista. Pese a las desgastantes luchas
internas del movimiento, la Argentina se desenvolvió en prosperidad, orden y
progreso. Hubo buenas cosechas que fueron bien vendidas a una Europa ávida de
alimentación, luego de las limitaciones de la guerra.
Comenzaron a afluir en el país
capitales extranjeros atraídos por las imponderables posibilidades que ofrecía
un país con una envidiable riqueza natural. Los mismos atractivos sedujeron a
más de 2 millones de inmigrantes, en su mayoría españoles, que llegaron en los
6 años de la presidencia de Alvear.
Se crearon centenares de fábricas
y talleres menores y la valorización de la moneda “superó el límite-como lo
señalo Alvear- que le indicaba la equivalencia legal con relación al dólar y a
la libra”. Se respiraba un clima de bienestar, lujo y esplendor en las clases
altas y en la incipiente burguesía mercantil e industrial.
EPOCA
La época estuvo signada por grandes fiestas, banquetes y recepciones
a las que asistían las personalidades políticas más descollantes del mundo,
herederos de ilustres monarquías como el Príncipe de Gales y Humberto de
Saboya, soberanos destronados como el zar Fernando de Bulgaria, el nieto del ex
Káiser Guillermo II.
Luis Fernando de Hohenzollern,
Einstein, Lord Curzon, Pirandello, Keyserling. Buenos Aires era la vidriera del
mundo occidental y su mejor testimonio estaba conformado por los vitrales, bombos, tapices y muebles del
esplendoroso Jockey Club.
Sin embargo, una gran masa
popular permanecía ajena al proceso, apenas asomaba al escaparate de ese mundo
deslumbrante, bello y barroco. De ese silencioso desconcierto surgió primero
tímidamente y luego como una invocación reiterada la frase: ¡Cuándo vuelva el viejo!
En los tejidos de las masas
populares se estaba gestando el retorno de Hipólito Irigoyen. Era la recreación
de aspiraciones postergadas sumadas a
los deslumbramientos y el carisma del caudillo, por encima de una gestión sana
que reglamentó el trabajo de las mujeres y menores, sancionó la jubilación de
los maestros y reconoció los derechos civiles de la mujer.
A pesar de la acción de un
gabinete probo e inteligente, en el que descollaron Tomás Le Breton
(Agricultura) y el General Agustín P. Justo (Guerra y Marina). Durante el
sexenio de Alvear se compraron cruceros, destructores y submarinos, material
para el Ejército, se construyó la fábrica de aviones en Córdova y se instaló la
base de submarinos en Mar del Plata.
AGITACION
Tiempo después, en 1927, comenzó
a agitarse el panorama político ante la inminencia de los preparativos
electorales y Alvear intuye, siente y alerta contra los personalismos. Dice a principios de 1928:
“Tenemos que concluir con la
paradoja de que un país como el nuestro sano, inteligente, laborioso, que nada
teme a las peores crisis de nuestra economía o de sus finanzas, viva poseído de
la obsesión de considerar irremplazables a los seguidores de Irigoyen”.
La apreciación
irritó a los irigoyenistas y aglutinó a los antipersonalistas conservadores
en un mismo frente que proclamó la fórmula Leopoldo Melo-Vicente Gallo. Del otro lado se erigió
como antorcha la figura del “viejo” acompañado por el doctor Francisco Beiró,
quien falleció antes que el Congreso verificara el escrutinio de la elección
que dio el triunfo a Irigoyen.
Para reemplazarlo, el caudillo de
77 años, convocó a una reunión del Colegio Electoral que eligió al doctor
Enrique Martinez, como Vicepresidente en un procedimiento que fue muy
cuestionado.
Las esperanzas de los
antipersonalistas quedaron sepultadas, el triunfo de Irigoyen fue aplastante y
se inició en el país una nueva etapa con un rebote de las aspiraciones de los
caudales populares, inteligentemente prohijadas por el veterano líder radical, a pesar de su aparente exilio político
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