Como Lima tuvo tanto de morisca:
celosías, mantos de inviolable disfraz, muradas quintas con miradores, alelíes
y albahacas, esclavos negros, y baños secretos en patios floridos, entoldados de jazmines, los limeños y, especialmente, las
limeñas profesaron siempre ardorosa afición a los más capitosos aromas y
bálsamos.
Si en algo hemos cambiado mucho
es en este capítulo de la perfumería. Somos tal vez más refinados, pero nos
preocupamos menos de las fragancias caseras. Y ya es raro hallar mansiones con
aquel vago perfume de alhucema, malva de olor, aromito, azahares, sahumerio y
manzanas, como eran de antaño. Trascendían desde la entrada, en cualquier
casona de aquellas de claveteado portón y complicados ventanales.
Nuestras abuelas fueron amantes de
la fragancia y todo lo perfumaban. Usaban cajitas de Sándalo, baulitos de
alcanfor de la China, ponían en los armarios peritos y manzanas para aromar la
ropa, costumbre raramente conservada por algunas familias y empleaban
sahumadores para la ropa del niño abrigada y olorosita.
Pero el verdadero destino del
sahumerio era religioso. Allí se establecían las más grandes competencias pues
los sahumadores debían ser de maciza plata labrada con difíciles y enrevesados
dibujos.
Sahumerios artesanales.
Sahumerios artesanales.
SAHUMERIO
Hasta hace poco, sobre todo en la
procesión del Señor de los Milagros, se veía aquellas pavitas de plata, hoy
recogidas avaramente por los coleccionistas y negociantes en antigüedades y
hasta la gente de medio pelo sin grandes recursos se permitía ostentar, como
timbre personalísimo, aquellos sahumadores de labraduras finas y argentinas. El
aroma solemne del sahumerio se dedicaba sobre todo a Dios. Era un mensaje aéreo,
casi impalpable, de la muchedumbre a la divinidad.
Antiguamente no había persona
estimadora de sí misma, que se pusiera ropa interior sin sahumarla, antes, por
medio de unos vastos sahumadores de
paja, bajo los cuales colocaban los bracerillos de plata. Como un
recuerdo, conservan aún algunas ciertas coleccionistas y linajudas familias.
En la carta minuciosa de don José
Victorino Lastarria a don Bartolomé Mitre, se hace referencia a los pebeteros
de las grandes mansiones de Lima, como las del Mariscal Gutiérrez de la Fuente,
la familia Codesido y otras.
En los cajones de los grandes y
tallados armarios, donde se guardaban los lienzos y la ropa blanca, se ponían
aromosos palillos, manzanitas, membrillos, tambitos de ñorbo y una colección de
frutas fragantes para dar a la ropa el
buen secreto ofrecido suave y generosamente por los aromas.
PERFUME
En aquellos muebles de
maravillosas talladuras se guardaba un leve perfume de evanescente delicadeza y
cuando la abuela abría las grandes y enchapadas puertas, salía del interior al
encuentro del visitante, como la propia alma de la mansión, un deleitoso olor
patriarcal apacible y saludable, distante de nuestras modernas complicaciones.
Hasta ahora cuando se abre
algunos de aquellos muebles antiguos se aspira el hálito evocador del amable
ayer. En la inexplicable fragancia que retorna viva con un mensaje que no
sabemos descifrar todavía. Es el mismo aroma de ñorbos y de malvas y de
mixtura. Suelen guardarlo también las grandes alacenas empotradas en las
gruesas paredes seculares.
Antaño nada se perfumaba más, ni
requería más asiduos cuidados como “la ropita del niño”, unos lienzos albísimos
los cuales se hacían lavar en la casa y luego de sahumarlos cuidadosamente SEe
guardaban en los macizos y taraceados muebles con la benéfica compañ+ias de
membrillos y manzanas.
Cuando iban a servir volvían al
sahumador vaporoso y así biern calientes y aromáticos venían a cubrir las
privilegiadas carnes de algún niño Goyito, como el descrito por don Felipe
Pardo. Anters era desconocida la diversidad de esencias de hoy y muchos hombres
no usaban perfumes.
Las damas limeñas, en cambio,
gastaban con profusión desde el siglo XVI, las aguas de olor alquitaradas por
los azahares y rosales de sus patios y chacras. Algunas se contentaban si la
ropa interior trascendiera a huerto patriarcal y sencillo, a suntuosa procesión
por el capitoso olor del sahumerio o a jardín por la mixtura de jazmines, pero,
poco a poco, llegaron extranjeras y más complicadas mezclas.
Aromas y balsamos.
Aromas y balsamos.
OLORES
Uno de los olores que más fama
tuvo, con mayor celebridad alcanzada, fue el de la esencia de la bergamota,
perfume pegajoso y fortísimo, el encanto de los elegantes del año 1850. Casi no
se conocían las infinitas combinaciones químicas especiales y las esencias,
según se refiere, eran entonces legítimas destilaciones de flores.
En Lima se acostumbraba muchos
años (y aún viejitas que lo hacen) poner en la casa un platito de mixtura,
combinación consistente en juntar el
tumbo del ñorbo, un par de palillos, una manzana de las más olorosas,
algunos capulíes y,sobre todo, una gran cantidad de jazmines
No era era esta mixtura se
hiciera sahumar también. Es original la costumbre que alcanzó verdadera
importancia social. No hay en los tiempos modernos nada en su reemplazo. Servía
la mixtura para aromar las habitaciones, para ofrecer un puñadito a las
visitas, porque antaño una persona visitante “no podía salir de la casa con las
manos vacías”, para sacar de comadres y compadres en los jueves respectivos,
para mandarla como obsequio en los días
de cumpleaños de alguna colombroña.
CAMBIOS
¿Hoy quien se atreve en su casa,
sin el terrible riesgo de ganar fama de cursi, a ofrecer a una visitante un poquito de mixtura? Poco a poco fueron
llegando los perfumes europeos. Casi todos, salvo ciertas esencias ya
prestigiadas y con nombres de flores, fueron
bautizados estrafalaria y simbólicamente.
Hubo las llamadas Te Adoro, Soy
Linda, Mentirosa. Lentamente fueron abandonados los sahumazos, la misma esencia
de la bergamota quedó proscrita y adquirieron carta de ciudadanía, como se
dice, todas las destilaciones importadas.
Se hizo de buen tono perfumar el pañuelo y tener en los lavatorios una serie de
botecitos con untos y fraganciosas esencias.
Nada tan característico entonces
como el hecho de rociar en las casas el pañuelo a los visitantes. Era la
evolución del puñadito de mixtura. Cuando en una casa se despedía una amiguita,
se le rociaba el pañuelo, se le vertía en el pecho un Yo te amo o un Soy Linda
y se creía con esto haber realizado la más distinguida y simpática de las
atenciones sociales.
Llegaron también a Lima el Agua
de Florida, después el Agua de Kananga, mas tarde el Agua de Colonia. La
extraordinaria importancia del Agua de Florida casi no alcanzamos a
comprenderla hoy nosotros.
En busqueda del buen olor...
En busqueda del buen olor...
SERVICIOS
Realizaba una serie de tareas sociales: servía
de perfume, de remedio para el corazón, para los nervios, para las muelas, para
la garganta y los antiguos tan aficionados a hacer gárgaras no tenían reparo en
mantener en el garguero con postura de malabaristas, un poco de Agua de
Florida mezclada con agua tibia,
haciendo aquel glu glu particularísimo por todos conocido.
Que a la fulanita le había dado
mal y estaba con la pataleta, pues Agua Florida para el insulto, si a ella. Si
el niño se había hecho un chinchón en la cabeza, pues pañitos de Agua Florida. 1) así, para el corazón, para la
jaqueca,, para el reumatismo, para el dolor de bariga, para los golpes y hasta
para los callosa, nada había comparable al Agua Florida.
Hasta como medicamento interno se
administraba por gotas. Hoy la usan poco en Lima, reina en provincias. En Lima
la mezclan con agua para llenar chisguetes de carnaval, pero no faltan amantes
de los antiguos parroquianos del Agua
Florida para todo.
Justo es convenir, los perfumes modernos
sn más suaves, mas evanescentes, por lo general de los antiguos. Aquellas
fortísimas, pegajosas esencias de otro tiempo no pueden compararswe con las
finas y delicadas usadas ahora por nuestras damas.
De lasa aguas continúan siendo la
preferida la de colonia, naturalmente con miul combinaciones, lilas, rosas,
violetas y en parte sirve también de cúralo todo. Asimismo los títulos de los
perfumes de hogaño son novedosos y hasta grotescos y cursis.
Hierbas con diferentes propiedades positivas.
Hierbas con diferentes propiedades positivas.
SENTIDO
Se nos antoja, siguiendo nuestra
manía,-y no significa negar el progreso- comparar unos tiempos y unos aromas
con otros y no podemos negar: las viejas costumbres del braserillo de plata, el
sahumador de paja, de la mixtura, de la
cajita de sándalo, del baulito de alcanfor, de los palillos, peritas, capulíes,
ñorbos, aromas, tumbitos y jazmines daban a los hogares de antaño un aspecto
más sedante y delicado y denotaban un sentido más dulce y más profundo de la
casa y de los amores de la casa.
Las ropas de antaño trascendían a
huerto, a jardín, a salud y limpieza, su aroma era el buen aroma de las cosas
por su propia naturaleza. Todo aquello daba sensaciones de frescura y sencillez
saludables. Eran los hogares más amplios, más íntimos y a la vez había en ellos
más luz y más aire y sus gentes eran más ingenuas y más acogedoras.
Las mismas costumbres, las cuales
hoy nos parecen tontas, de regalar la mixtura, de rociar los pañuelos de los
visitantes, eran una refinadísima muestra de hospitalidad, sin herir con toscos
presentes materiales.
Se insinuaba con exquisitez obsequiando
esencias, agasajo mucho más poético y seguramente más revelador que la prosaica
tasa de té que, en five o´clock de cualquier hora, se ofrece en las tertulias
de hogaño.
Con determinadas plantas se consigue un oloroso ambiente.
MANOS
Con determinadas plantas se consigue un oloroso ambiente.
MANOS
Además, y esto es característico,
casi siempre el perfume era de arte doméstico: La ropa tenía el aroma
preparado por las manos de una buena mujer para el pariente, para el
hijo, para el ahijado, para el nieto.
El uso observado por los antiguos
de no ponerse la ropa tal como venía de la batea, aún cuando fuera lavada en la
propia casa patriarcal, demostraba cierta señorial distinción. No se permitía a
aquellos lienzos tocar la carne, sino cuando ya la mano familiar los había
abrigado cariñosamente, con el aroma de
la casa.
Todo tenía así un sentido
hogareño hoy casi ausente. Ahora en las casas se compra frascos de caras y
extravagantes combinaciones químicas en las cuales nada hay de jardín, de
verdadera fragancia pura y saludable, cada cual tiene su olor preferido y todos
trasciende diversamente, cuando trascienden, y a veces no es ámbar, como dijo
don Quijote de la Mancha.
¿Era ridícula la mixtura? ¿Era
necia la sahumada? Puede ser. ¿Pero cuál persona de veras delicada no ha de
apreciar y envidiar la conmovedora huella de cariño dejado en los lienzos de
batista y en los tallados y enconchados arcones por las manos balsámicas y
gentilicias de la madre, la abuela o la esposa? Y piensa el cronista todo esto
antojásemos hoy cursi pero lo uso la aristocracia de Lima, cuando Lima tuvo verdadera y genuina aristocracia. (Páginas seleccionadas de las "Obras
Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político,
José Gálvez Barrenechea.)
Mis respetos y mi agradecimiento señor Noriega, por su maravillosa, tierna y bucólica evocación que nos ha elevado el alma, retrotrayéndonos a nuestros amados mayores que están ausentes. Y haciéndonos reflexionar que todo tiempo pasado fue mejor.
ResponderEliminarY reafirmarnos en que aquellos elementos naturales que ellos con magia usaban y combinaban, no resisten comparación con los burdos productos de este mundo "adelantado".
Un abrazo y muchas gracias. Por favor, continúe con otros relatos.