jueves, 28 de septiembre de 2017

AROMAS

Como Lima tuvo tanto de morisca: celosías, mantos de inviolable disfraz, muradas quintas con miradores, alelíes y albahacas, esclavos negros, y baños secretos en  patios floridos, entoldados de  jazmines, los limeños y, especialmente, las limeñas profesaron siempre ardorosa afición a los más capitosos aromas y bálsamos.
Si en algo hemos cambiado mucho es en este capítulo de la perfumería. Somos tal vez más refinados, pero nos preocupamos menos de las fragancias caseras. Y ya es raro hallar mansiones con aquel vago perfume de alhucema, malva de olor, aromito, azahares, sahumerio y manzanas, como eran de antaño. Trascendían desde la entrada, en cualquier casona de aquellas de claveteado portón y complicados ventanales.
Nuestras abuelas fueron amantes de la fragancia y todo lo perfumaban. Usaban cajitas de Sándalo, baulitos de alcanfor de la China, ponían en los armarios peritos y manzanas para aromar la ropa, costumbre raramente conservada por algunas familias y empleaban sahumadores para la ropa del niño abrigada y olorosita.
Pero el verdadero destino del sahumerio era religioso. Allí se establecían las más grandes competencias pues los sahumadores debían ser de maciza plata labrada con difíciles y enrevesados dibujos.

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Sahumerios artesanales.

SAHUMERIO
Hasta hace poco, sobre todo en la procesión del Señor de los Milagros, se veía aquellas pavitas de plata, hoy recogidas avaramente por los coleccionistas y negociantes en antigüedades y hasta la gente de medio pelo sin grandes recursos se permitía ostentar, como timbre personalísimo, aquellos sahumadores de labraduras finas y argentinas. El aroma solemne del sahumerio se dedicaba sobre todo a Dios. Era un mensaje aéreo, casi impalpable, de la muchedumbre a la divinidad.
Antiguamente no había persona estimadora de sí misma, que se pusiera ropa interior sin sahumarla, antes, por medio de unos vastos sahumadores de  paja, bajo los cuales colocaban los bracerillos de plata. Como un recuerdo, conservan aún algunas ciertas coleccionistas y linajudas familias.
En la carta minuciosa de don José Victorino Lastarria a don Bartolomé Mitre, se hace referencia a los pebeteros de las grandes mansiones de Lima, como las del Mariscal Gutiérrez de la Fuente, la familia Codesido y otras.
En los cajones de los grandes y tallados armarios, donde se guardaban los lienzos y la ropa blanca, se ponían aromosos palillos, manzanitas, membrillos, tambitos de ñorbo y una colección de frutas  fragantes para dar a la ropa el buen secreto ofrecido suave y generosamente por los aromas. 
PERFUME
En aquellos muebles de maravillosas talladuras se guardaba un leve perfume de evanescente delicadeza y cuando la abuela abría las grandes y enchapadas puertas, salía del interior al encuentro del visitante, como la propia alma de la mansión, un deleitoso olor patriarcal apacible y saludable, distante de nuestras modernas complicaciones.
Hasta ahora cuando se abre algunos de aquellos muebles antiguos se aspira el hálito evocador del amable ayer. En la inexplicable fragancia que retorna viva con un mensaje que no sabemos descifrar todavía. Es el mismo aroma de ñorbos y de malvas y de mixtura. Suelen guardarlo también las grandes alacenas empotradas en las gruesas paredes seculares.
Antaño nada se perfumaba más, ni requería más asiduos cuidados como “la ropita del niño”, unos lienzos albísimos los cuales se hacían lavar en la casa y luego de sahumarlos cuidadosamente SEe guardaban en los macizos y taraceados muebles con la benéfica compañ+ias de membrillos y manzanas.
Cuando iban a servir volvían al sahumador vaporoso y así biern calientes y aromáticos venían a cubrir las privilegiadas carnes de algún niño Goyito, como el descrito por don Felipe Pardo. Anters era desconocida la diversidad de esencias de hoy y muchos hombres no usaban perfumes.
Las damas limeñas, en cambio, gastaban con profusión desde el siglo XVI, las aguas de olor alquitaradas por los azahares y rosales de sus patios y chacras. Algunas se contentaban si la ropa interior trascendiera a huerto patriarcal y sencillo, a suntuosa procesión por el capitoso olor del sahumerio o a jardín por la mixtura de jazmines, pero, poco a poco, llegaron extranjeras y más complicadas mezclas.

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Aromas y balsamos.

OLORES
Uno de los olores que más fama tuvo, con mayor celebridad alcanzada, fue el de la esencia de la bergamota, perfume pegajoso y fortísimo, el encanto de los elegantes del año 1850. Casi no se conocían las infinitas combinaciones químicas especiales y las esencias, según se refiere, eran entonces legítimas destilaciones de flores.
En Lima se acostumbraba muchos años (y aún viejitas que lo hacen) poner en la casa un platito de mixtura, combinación consistente en juntar el  tumbo del ñorbo, un par de palillos, una manzana de las más olorosas, algunos capulíes y,sobre todo, una gran cantidad de jazmines
No era era esta mixtura se hiciera sahumar también. Es original la costumbre que alcanzó verdadera importancia social. No hay en los tiempos modernos nada en su reemplazo. Servía la mixtura para aromar las habitaciones, para ofrecer un puñadito a las visitas, porque antaño una persona visitante “no podía salir de la casa con las manos vacías”, para sacar de comadres y compadres en los jueves respectivos, para mandarla como obsequio  en los días de cumpleaños de alguna colombroña.
CAMBIOS
¿Hoy quien se atreve en su casa, sin el terrible riesgo de ganar fama de cursi, a ofrecer a una visitante  un poquito de mixtura? Poco a poco fueron llegando los perfumes europeos. Casi todos, salvo ciertas esencias ya prestigiadas y con nombres de flores, fueron  bautizados estrafalaria y simbólicamente.
Hubo las llamadas Te Adoro, Soy Linda, Mentirosa. Lentamente fueron abandonados los sahumazos, la misma esencia de la bergamota quedó proscrita y adquirieron carta de ciudadanía, como se dice, todas las destilaciones  importadas. Se hizo de buen tono perfumar el pañuelo y tener en los lavatorios una serie de botecitos con untos y fraganciosas esencias.
Nada tan característico entonces como el hecho de rociar en las casas el pañuelo a los visitantes. Era la evolución del puñadito de mixtura. Cuando en una casa se despedía una amiguita, se le rociaba el pañuelo, se le vertía en el pecho un Yo te amo o un Soy Linda y se creía con esto haber realizado la más distinguida y simpática de las atenciones sociales.
Llegaron también a Lima el Agua de Florida, después el Agua de Kananga, mas tarde el Agua de Colonia. La extraordinaria importancia del Agua de Florida casi no alcanzamos a comprenderla hoy nosotros.

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En busqueda del buen olor...

SERVICIOS
 Realizaba una serie de tareas sociales: servía de perfume, de remedio para el corazón, para los nervios, para las muelas, para la garganta y los antiguos tan aficionados a hacer gárgaras no tenían reparo en mantener en el garguero con postura de malabaristas, un poco de Agua de Florida  mezclada con agua tibia, haciendo aquel glu glu particularísimo por todos conocido.
Que a la fulanita le había dado mal y estaba con la pataleta, pues Agua Florida para el insulto, si a ella. Si el niño se había hecho un chinchón en la cabeza, pues pañitos de Agua Florida. 1) así, para el corazón, para la jaqueca,, para el reumatismo, para el dolor de bariga, para los golpes y hasta para los callosa, nada había comparable al Agua Florida.
Hasta como medicamento interno se administraba por gotas. Hoy la usan poco en Lima, reina en provincias. En Lima la mezclan con agua para llenar chisguetes de carnaval, pero no faltan amantes de los antiguos parroquianos del Agua  Florida para todo.
Justo es convenir, los perfumes modernos sn más suaves, mas evanescentes, por lo general de los antiguos. Aquellas fortísimas, pegajosas esencias de otro tiempo no pueden compararswe con las finas y delicadas usadas ahora por nuestras damas.
De lasa aguas continúan siendo la preferida la de colonia, naturalmente con miul combinaciones, lilas, rosas, violetas y en parte sirve también de cúralo todo. Asimismo los títulos de los perfumes de hogaño son novedosos y hasta grotescos y cursis.

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Hierbas con diferentes propiedades positivas.

SENTIDO
Se nos antoja, siguiendo nuestra manía,-y no significa negar el progreso- comparar unos tiempos y unos aromas con otros y no podemos negar: las viejas costumbres del braserillo de plata, el sahumador de paja, de la  mixtura, de la cajita de sándalo, del baulito de alcanfor, de los palillos, peritas, capulíes, ñorbos, aromas, tumbitos y jazmines daban a los hogares de antaño un aspecto más sedante y delicado y denotaban un sentido más dulce y más profundo de la casa y de los amores de la casa.
Las ropas de antaño trascendían a huerto, a jardín, a salud y limpieza, su aroma era el buen aroma de las cosas por su propia naturaleza. Todo aquello daba sensaciones de frescura y sencillez saludables. Eran los hogares más amplios, más íntimos y a la vez había en ellos más luz y más aire y sus gentes eran más ingenuas y más acogedoras.
Las mismas costumbres, las cuales hoy nos parecen tontas, de regalar la mixtura, de rociar los pañuelos de los visitantes, eran una refinadísima muestra de hospitalidad, sin herir con toscos presentes materiales.
 Se insinuaba con exquisitez obsequiando esencias, agasajo mucho más poético y seguramente más revelador que la prosaica tasa de té que, en five o´clock de cualquier hora, se ofrece en las tertulias de hogaño.

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Con determinadas plantas se consigue un oloroso ambiente.


MANOS
Además, y esto es característico, casi siempre el perfume era de arte doméstico: La  ropa tenía  el aroma  preparado por las manos de una buena mujer para el pariente, para el hijo, para el ahijado, para el nieto.
El uso observado por los antiguos de no ponerse la ropa tal como venía de la batea, aún cuando fuera lavada en la propia casa patriarcal, demostraba cierta señorial distinción. No se permitía a aquellos lienzos tocar la carne, sino cuando ya la mano familiar los había abrigado cariñosamente, con el  aroma de la casa.
Todo tenía así un sentido hogareño hoy casi ausente. Ahora en las casas se compra frascos de caras y extravagantes combinaciones químicas en las cuales nada hay de jardín, de verdadera fragancia pura y saludable, cada cual tiene su olor preferido y todos trasciende diversamente, cuando trascienden, y a veces no es ámbar, como dijo don Quijote de la Mancha.
¿Era ridícula la mixtura? ¿Era necia la sahumada? Puede ser. ¿Pero cuál persona de veras delicada no ha de apreciar y envidiar la conmovedora huella de cariño dejado en los lienzos de batista y en los tallados y enconchados arcones por las manos balsámicas y gentilicias de la madre, la abuela o la esposa? Y piensa el cronista todo esto antojásemos hoy cursi pero lo uso la aristocracia de Lima, cuando  Lima tuvo verdadera y genuina aristocracia. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea.)

1 comentario:

  1. Mis respetos y mi agradecimiento señor Noriega, por su maravillosa, tierna y bucólica evocación que nos ha elevado el alma, retrotrayéndonos a nuestros amados mayores que están ausentes. Y haciéndonos reflexionar que todo tiempo pasado fue mejor.
    Y reafirmarnos en que aquellos elementos naturales que ellos con magia usaban y combinaban, no resisten comparación con los burdos productos de este mundo "adelantado".
    Un abrazo y muchas gracias. Por favor, continúe con otros relatos.

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