En la Puerta del Sol o en la
Plaza de Canalejas, medio Madrid está cada tarde con la cara asombrada en alto.
Hay tantas estrategas como transeúntes. Y las noticias se suceden en las
pizarras negras o en los carteles blancos, con una vertiginosa y obscura
grandiosidad de Apocalipsis. Predicciones a lo San Juan y a lo Wells, todo
fantástico y desmentido mañana, pero aterrador porque es posible. Y los
cincuenta naufragios y los cien mil heridos, el caos rojo que parece la
pesadilla de un Víctor Hugo en delirio, serán tal vez, dentro de poco, la fría verdad
de las estadísticas.
Yo no sé si hay tantos francófilos
como germanófilos. Francia ha contado con devociones ardientes. Pero la neutralidad es deseo unánime. Cuando
el Conde de Romanones, que sus turbios motivos tendrá, publicó, al descuido,
sin firma, en su periódico, un artículo “Neutralidades que matan”, la prensa
entera se aterró. ¡Se cometería la locura final? España se rehace de sus
catástrofes. ¿Iba a perder nueva sangre como si ya no bastara la que sigue
derramándose en Marruecos?
El gobierno aseguró rotundamente
la paz. España no quiere guerras. “Por las guerras ha dicho Azorín, nos hemos
arruinado los españoles. Y luego, ¿A qué grupo de combatientes sumarse? Algunos
periodistas, Maquiavellos y Talleyrands al por menor, empezaron a aconsejar una
taimada línea de conducta. Era preciso orientarse bien, calculando las
probabilidades del triunfador.
Si Francia parecía más feliz, una
invasión por los Pirineos, la paz rápida porque no podía la República distraer
sus tropas de la frontera alemana. Y como resultado, la adquisición expeditiva
de un trozo de Africa.
El Mar Mediterráneo en territorio español
El Mar Mediterráneo en territorio español
MAQUIAVELISMOS
Si Alemania parecía inclinar la
victoria, un bombardeo a las Carolinas, un contingente ofrecido a Francia. La Paz
sumaría también con un pedacito de Congo y algunos marcos suplementarios ¡Maquiavelismos
inelegantes en verdad!
No podemos suponer a España así.
Nunca la imaginamos como al obeso y
refranero positivista, preocupado sólo de merendar, asegurando con la inicua
lucidez del sentido común que los gigantes son molinos. Sino como aquel señor
de mala cimera y gran corazón, demócrata porque era español, poeta y romántico
por lo mismo, que siempre alzó la adarga para defender y cobijar. Y yo creo que
esta vez su Dulcinea hubiera sido la Mariana del gorro frigio.
No sin protestas en Barataria,
por supuesto. En esta simpatía de algunos españoles por Alemania, hay mucho de
ese amor sumiso al fuerte que es la vergüenza del débil, pero también razones más
obscuras, más tristes. Yo he escuchado decir, hablando del Emperador,, con
referencia de aficionado. Es el amo del mundo. La fuerza siempre fue en la
tierra un dios tan adorado como el becerro judío.
RENCOR
Y aquella Alemania blindada,
acuartelada, con tantas cervecerías como cañones, en que ha venido a parar el
país de los románticos alquimistas y las ilusas Margaritas, impone a muchos,
más que la serena razón y la fina gracia de una república socialista y no
guerrera.
Leyendo los periódicos descubro,
no sólo admiración al fuerte, sino un rencor muy hondo y motivado. La mitad de
los diarios por lo menos, comenta los éxitos de Francia con ironía, ve apuntar
con avidez en cada horizonte galo, junto a la flecha del campanario, el casco
de un fulano.
Los periódicos que así tienen
urgencia de ver sitiado a París se llaman El Correo Español, La Tribuna y tal
vez el ABC. Es decir que los católicos, apostólicos y romanos, defienden por lo
menos la tradición conservadora y monárquica: que Roma y los favorecidos del
Gotha tienen antigua alianza. En cambio favorecen incondicionalmente a
Francia El Liberal y El Imparcial.
¿Vais comprendiendo? La que fue
hija predilecta de la Iglesia no tiene buena prensa. Mi querido París sigue
siendo la Babilonia podrida, para quienes nunca aprendieron que las Margaritas
de Berlín no pueden compararse en urgencia impúdica a la peor Naná y nadie
supera en obscenidad a una “lady” en delirio. Francia es, además, el país
terrible que asesinó a su rey-su buen rey cerrajero- y va esparciendo como la sembradora
de las monedas, la mala semilla de liberalismo.
Manuscrito de tiempos de Alfonso X
Manuscrito de tiempos de Alfonso X
BANDERA
¡Ah cuan cara paga su gloria! Ved
si no hay motivo para odiarla. Cuando en la vieja Estambul de los crímenes
misteriosos cuyas trazas lava el Bósforo, derrotan a un tirano miedoso,
instalan un parlamento, ya los hombres de fez rojo están hablando de “los
principios inmortales del 90” y la bandera francesa flamea con la turca
En China, apresuradamente, los
libertarios van a casa del peluquero a ser occidentales en seguida, se despojan
de la túnica de seda, revisten una levita mal cortada. ¿Y cómo comienzan la
vida libre? No cantarán las viejas loas monorrítmicas a su Confucio negro, sino
la Marsellesa en chino, destrozada pero eficaz.
Cuando proclaman la república española,
le ponen en el acto el gorro frigio a la Virgen del Pilar, que siendo madre del
igualitario de Galilea era republicana fácilmente. En fin, recordad la Lisboa
de Queiroz, el lánguido Portugal de los fados y las bandurrias. ¿Qué se
apresura a hacer una república decente?
En vez del Oporto y del
astringente y rústico vinillo de Tormes que recordaba con dilección el maestro,
se bebe champaña, falsificado tal vez en Alemania, mas barato. Pero el
simbólico champaña que con la Marsellesa y la bandera tricolor, representa la
abolición de las tiranías y la sedienta inauguración de los parlamentos.
CANCAN
Después de la libertad y los
parlamentos, llegan siempre cuando no estuvieron ya instalados confortablemente
por los sostenedores del altar y del
trono-emisarias de la civilización con los cabellos teñidos y los modales desenvueltos.
Son francesas de Berlín, parisienses de Londres, que bailan mal el cancán- el
cancán que ya sólo recuerdan los abuelos- pero explotan el prestigio ya ganado
por el champaña, la libertad y la Marsellesa.
París les sirve como una marca de
fábrica reputada, la marca universal de la gaya locura y del placer fugaz. Pero
al mismo tiempo para las tías patrocinios que enmohecen en oratorios sombríos,
para los viejos salomones desengañados del mundo y sus vanidades, para quienes
ven la religión “un freno” y en el sacerdote “el centinela”,-todo está unido
con un lazo nefando, la mancebía y la república, la libertad y las cocotas. Y
con un negro rencor esperan que arda jubilosamente aquella gran “usina” de
pecado mortal.
Un rencor que encuentro en
algunos periódicos españoles. La misma aversión que siente el mundo entero por
Alemania imperialista y petulante, la sienten los reaccionarios del universo
por el país volteriano que expulsara a los frailes, para “aplastar a la infame”
en definitiva. “C´’est la faute á Voltaire”, podríamos repetir como en el
siglo diecinueve. Nadie puede perdonarle
a mi querida Francia, esa jovialidad irreverente que iniciara el feroz satírico
de Ferney, cuando logró ser afiliado a una orden religiosa para poder firmar “Voltaire, capuchino indigno”
.
La dama de Elche, gran obra del arte ibero.
.
La dama de Elche, gran obra del arte ibero.
FRANCIA
Tampoco se le excusa su
fanfarronería de Cyrano, aquella aventajada actitud de gallo galo que eleva la
cresta roja para clarinear la luminosa hegemonía de Francia y el silencio de las
campanas ancestrales, y la derrota nocturna, y la fuga parda de las cigüeñas
del campanario.
Acostumbrada a dirigir el mundo
hace más de cien años, Francia no puede callar su legítimo orgullo. El mundo
está recibiendo de París, el último corte de las faldas y el “derniercri” del
estilo o del pensamiento. Los sombreros, la literatura, las costumbres, los
vicios, toman el molde de la gran ciudad. El adulterio parece inventado allí.
No porque no existiera desde la
Biblia, sino porque los únicos novelistas que leemos y lo describen, son
franceses. De Sodoma y de Lesbos, que tienen sus mejores, sus más calladas
provincias en Londres y Berlín, sólo sabemos lo que permite pasar,
nacionalizado y elegante, con un cinismo peligroso, la criba de París
Llamamos Nanas a las prostitutas.
Claudinas a las chiquillas viciosas y señoras de Bovary a las mujeres
sentimentales de todas partes que aborrecen al marido vulgar. Se ve la
corrupción que es europea, universal, pero nadie o muy pocos quieren ver las
grandes virtudes de Francia, su intrepidez, su bonhomía, su resignación a
destinos adversos, su heroísmo que no es siempre fanfarrón sino sonriente.
MILAGRO
Sin contar con la gracia y el
buen gusto que algún día, si suponemos-por una ley a que nadie escapa, los
hombres ni los pueblos- la decadencia de esta raza admirable, quedarían
repitiendo el milagro de Grecia como norma lírica y pentélica: un mármol de
Rodin frente a la Venus, un soneto de Verlaine aparejado con una oda de
Píndaro, el pensamiento ingrávido de Platón renacido, continuado, en los diálogos
filosóficos de Renán.
Quizás me dejo llevar por mis
pesimismos, quizás hay muchos que participen de esta gratitud a Francia sin
aceptar los vulgares motivos de odio: el engreimiento del francés plebeyo para
quien todo forastero es bárbaro, su ignorancia agresiva de la vida extranjera,
su silueta inelegante, su fatuidad, sus barbas sucias.
Un antiguo teatro en Mérida
Un antiguo teatro en Mérida
Yo no estoy seguro de que fueran
más simpáticos el ciudadano de Atenas, ni aquellos tercios tabernarios que en
los tiempos de la España admirable, aterraban al mundo con el arrastrado rumor
de su espada sonora ¿En tales razones fundaremos la simpatía o el odio? En fin, acabo de leer un artículo de Azorín,
justiciero, agradecido a esa raza a quien debemos tanto.
Por el momento sin embargo, todo
es platónico: amor y odio. España quiere y debe mantener su neutralidad a todo
trance. Y como para todo se emplea aquí la imagen taurina, un caricaturista ha vestido
a Guillermo II con un traje de luces
capeando miuras. Y para expresar la anhelada neutralidad, las gentes dicen que
es preciso ver la lidia internacional, sin pasión, fumando un pitillo y coreándola cuando más, bien guarecidos de la arena,
en las barreras… Madrid 1914(Editado, resumido y condensado del libro
“Obras Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado
intelectual peruano que, con sus estudios, rescata los orígenes culturales de
este país. Nació por un azar patriótico en Paris, retornó al Perú donde
estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo cortos intervalos por
aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió, siempre habitante de
la ciudad luz)
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