El Marqués de Cañete, Chinchón,
el Conde de Lemos y Amat se cuentan entre los virreyes más ocupados en las
pulperías, en los lejanos días coloniales situados siempre en las esquinas y
entre otras cosas vendían la cera tan buscada entonces por necesidades del
alumbrado.
En el Gasophilacio de Escalona se
cita la orden real de comienzos del XVII para que hubiera no más de quince en
Lima y cuatro en el Callao. Lemos, tan imperativo y metete, dictó bando para
que los pulperos todos fueran casados y dio plazo angustioso a los solteros
para buscar conjunta.
Los pulperos en la época colonial
tenían obligaciones edilicias en relación con el alumbrado público y las
quemazones, lo cual he mencionado en las estampas Candiles y reverberos y el
Incendio-
Entre los artículos de cuya venta
estuvieron encargados, además de la cera, sobre la cual hubo bandos en tiempos
del Duque de la Palata, estaba también la leche y así viese en una ordenanza de
Cañete en la cual prohíbe sea mezclada con agua.
Se consideraba a los pulperos un
poco revoltosos y enamoradizos y esto explica el Bando de Lemos y muy
posteriormente los versos de Larriva en los cuales alude a las mezclas con los
vincos, chichas y aguardientes.
MISIONES
Nuestra pulpería colonial, en
suma, tuvo misiones sociales muy interesantes. Hubo ordenanzas obligatorias
para los pulperos de poner candiles en sus puertas para el alumbrado público y
botijones con agua para los incendios.
Debió, por lo tanto, la pulpería
de las primeras épocas ser muy diversa de la actual. La con pocas variantes
subsistente, por más haya evolucionado en los últimos tiempos en esa pulpería
correspondiente al colmado español.
Hasta antes de la República
estuvo casi siempre en manos de catalanes, los cuales como se sabe, comenzaron
a venir con facilidad a América en el siglo XVIII, en el cual curiosa coincidencia,
hubo también los dos únicos virreyes de aquella época, región española, entre
los 40 gobernadores del Perú.
Después, con la inmigración
europea, estuvo casi siempre en manos de hijos de Italia. Esa fue una de las
primeras ilusiones de nuestros muchachos, la enriquecedora de nuestro folklore
con una serie de italianismos y llegó a matizarse tanto, como ocurre con
ciertas ideas multifacéticas, expresables en sinónimos diversos y pudo ser
clasificada en pulpería propiamente dicha, bodega, chingana y encomendería.
En los establecimientos se atendía bien y había de todo.
En los establecimientos se atendía bien y había de todo.
TERTULIA
La pulpería fue exponente
peculiar de un barrio, de una plaza, de una calle, y, para ser genuina, debía
estar generalmente en esquina, tener comunicación con la casa o el callejón
vecino y abarcar mayor espacio de la pobre chingana.
Era, además, una especie de sala
de tertulia del cachaco y constituía con sus puertas a dos calles picante
atracción de los chiquillos. Con entrar por una y salir por la otra,
apropiándose de unos cuantos frijoles del saco, creían haber realizado la más
atractivas de las aventuras.
Aunque aún subsiste, no tiene los
prestigios de la de antaño. Sufrió dos revoluciones: una de arriba, otra de
abajo. La bodega presuntuosa por las facilidades de tránsito atrajo
parroquianos de todos los barrios.
La encomendería del chinito
vendía más barato y era más generosa en las llapas. La disminuyeron en parte,
así como las leyes económicas de la distribución del trabajo provocadoras del
establecimiento de pequeñas casas especializadas en artículos los cuales hasta
entonces se habían vendido siempre en pulperías.
Las gentes no trepidaron en salir
de sus barrios para buscar mucho más lejos lo necesario y se multiplicaron
tiendecitas de variados giros. La pulpería dejó de ser el establecimiento
colmado de toda clase de artículos desde la mechita para lámparas hasta el más
o menos floreado artefacto de loza y desde el juguete barato hasta los
socorridos frijolitos de Castilla.
DULCERIAS
Las dulcerías acabaron con el
prestigio de la pulpaya en la cual se podía comprar-cuantas veces al fiado, a
pesar de la llamada oleografía del hombre gordo y sonriente entre talegas de
plata contrastando con el esmirriado y macilento ante su caja llena de
telarañas- desde la melcocha, el Garibaldi, la carne de membrillo, la acuña, el
trompo, el imán, las bolas, el bolero, la matraca, el rondín, la trompa o
birimbao, hasta el pan, el queso, el jamón, las cometas voladoras, las
menestras, los sopladores, cuanto podía necesitarse en una casa.
En las pulperías hubo cuanto
podía satisfacer antojos sencillos del paladar, ilusiones del vuelo, ansias de
lucha, primitos anhelos musicales. Tuvo la pulpería significación
especialísima. Como el antiguo café y la botica acogedora. Fue también entro de
tertulias de la muy humilde de las gentes pobres y en sus saloncitos decorados
con retratos de GarIbaldi, Cavour, Mazzini, D´Azeglio y cuadros con arrogantes
asaltos de bersaglieris, se jugaba al briscán con señas, se hablaba de penas y
de maleficios, de agorerías y milagros
Muchos fines llenó la pulpería.
En días de revolución el bachiche y sus pichines rozagantes y benévolos,
servían a las casas vecinas y de puerta en puerta falsa, establecían
gradaciones dee mandaderos recibidores por las ventanillas, colindantes o
abiertas hacia los interiores de las casas o callejones continuos, galletas y
conservas, menestras y chalonas.
Y así como tenía de bazar, de
mercado, de juguetería y hasta, en cierto modo, de café y fonda, tuvo mucho
devotica y herbolería, porque nunca faltó en ellas el unto sin sal, la yerba
luisa, el cedrón, el cúlen, la goma.
Otra tienda antigua que marcó época.
Otra tienda antigua que marcó época.
FACILIDADES
La pulpería antigua prestó
facilidades a los pobres a quienes fiaba, llevando minuciosas cuentas
corrientes acotables en centavos. Hizo con los ejemplares falsos la historia de
la moneda en los lustrosos mostradores donde aparecían clavados soles, medio
soles, pesetas reales, medios y hasta cuartillos, monedas miradas por los
muchachos no sin pensar con vehemencia en las buenas tejas útiles para jugar al
Mundo, Demonio y Carne.
Sirvió mucho más. Fue centro de
vinculaciones raciales. Cuando el bachiche no tenía madama, terminaba por
enamorarse de alguna zambita pizpireta y limpia con quien se casaba,
contribuyendo a mejorar la raza.
Sirvió como ejemplo de
laboriosidad y discreción. Expedita desde las primeras horas del día hasta las
diez de la noche cuando cerraba la puerta principal para dejar abierta la
ventanilla de las ventas de última hora, mostraba siempre al rozagante pulpero
quien escuchaba todos los comentarios de la servidumbre.
Ya no hay pulperías. Los
italianos se han ido batiendo en retirada o subiendo en la escala de sus
negocios hasta la bodega casi suntuosa, de gran aparato y el negocio mismo ha
sido tomado por chinos y japoneses
Se extrañan sus
juguetes baratos, sus dulces de todas clases, sus vistosas camisas, sus
coloreadas cacerolas, sus bracerillos y sus rústicos ataditos de alfalfa con su
pulpero rubicundo y acriollado, perpetuo enamoradizo de las criollitas. (Páginas
seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al
consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario