Lejos de advertirse una sensación
de cosa nueva, en la mayor parte de aquellos, parece viniera a visitarnos una
impresión muy lejana. Es la paradoja más interesante percibida por el cronista
al ver esos barrios incipientes. Parecen hechos a saltos con casitas
desperdigadas, sin aceras ni pavimento, las cuales deberían ser calzadas y
todavía no lo son.
Las casas de trecho en trecho,
los montones de adobes en rimeros con leyendas plagadas de falta de ortografía,
algunos trabajadores cantarinos, algunas cruces sobre construcciones a medio
levantar y en las callejas gentes de aspecto pobre y muchachos traviesos.
Un ambiente de libertad y de paz
a la vez, y una ausencia significativa de vehículos, traen al hoy una
modulación lejana, de cuando la ciudad tímidamente se alzaba sobre la
rusticidad campestre. El cronista ha visitado algunos de esos barrios y ha
creído ver en ellos no obstante la vertiginosa apariencia, un ritmo lento y un
color grisáceo, consonantes ambos con la evocación de la primigenia Lima
trayendo a los espíritus pensantes y sensibles estas cosas.
La Lima de principios del siglo
XVI, la primerísima de los conquistadores debió ser casi exactamente como
algunas de las más actuales urbanizaciones. Hay un momento en la evolución de
éstas con el cuadro, seguramente, en nada diferente del ofrecido por la después
pomposa ciudad visitada y admirada por Jorge Juan y Antonio Ulloa, con sus
millares de calesas, sus resonantes campanarios, sus alamedas y sus anchas
casonas detallados y portones y labradas rejas.
El impacto de un barrio de la Lima antigua.
El impacto de un barrio de la Lima antigua.
LIMA
Así, en desmigajamiento, aunque
gris y un poco sucio y con una sensación de abandono y de tranquilidad, semi
urbana y semi campesinas, se alzaría la Lima del quinientos con sus
construcciones incipientes, sin torres, sin ruidos, casi con tal fábrica
presuntuosa, pero dejando ver el alma pobre de barro y cañas.
Casuchas, rancherías, algún
modestísimo comercio, acequiones con matorrales, alturas y depresiones del
terreno y en alguna huaca la armazón airosa de lo que, andando los años y a
despecho de los terremotos, llegaría a ser la Catedral Basílica.
Bien miradas las cosas, lo mas
moderno tiene un instante exactamente igual, o por lo menos muy semejante, a lo
más antiguo. Cuando un vecino de Lima pasa por alguno de esos barrios nuevos y
pobres, está viendo seguramente el mismo cuadro visto por el padre Cobo y, aún
más atrás, por el propio Fray Vicente Valverde, y no deja de ser curioso y
sugestivo este fenómeno. Tiene su correspondencia espiritual en muchas cosas
del alma en las cuales también lo más reciente se liga con profundas correlaciones
a lo más remoto.
Una calle capitalina de aquellos tiempos.
Una calle capitalina de aquellos tiempos.
PIZARRO
Una tarde, cuando un tanto
fatigado el cronista paseaba más allá del antiguo Balconcillo de tan trágicos
recuerdos ferroviarios, pensó seriamente en lo mucho mejor, más a tono con la
realidad vital, estaría Pizarro, si resucitara, en esos lugares barrosos y
nacientes y no en la actual Plaza Mayor con su palacio arzobispal inconocible, su
remozada catedral y su palacio de entremezclados estilos
Y no sin cierta ironía, meditó;
lo más nuevo resulta, a veces, lo más cercano a lo viejo.
LA MARINERA. Una pareja alegre. Los pañuelos al aire/y los pies dibujando con
criollo donaire/toda la gracia popular; el mozo con un juego de daca y
toma/persigue a su pareja que finge una paloma/que no se deja
conquistar;/mientras bajo las frescas cortinas doseles de las parras/manos
nerviosas pulsan armoniosas guitarras/y una voz y otra rompen a cantar. En
tanto la voz grave a la aguda se junta/desliza el mozo un paso de talón y de
punta/que la moza replica con vivaz zapatear, / alza un punto la falda,
quebrando la cintura, y al girar grácilmente enseña con lisura/la curva de una
pierna y la vuelve a ocultar./ La moza burla, esquiva, la rueda que hace el
mozo,/un vibrar de palmadas enciende el alborozo/que aviva el golpe del
cajón;/el ritmo se apresura con sonoro revuelo, cual palomas en celo los
pañuelos se cruzan, ¡Hay un rumor de tentación! Juegan los pies del mozo vivo repiqueteo,
/la moza le responde con leve contoneo, /la voz grave y la aguda alzan su son;
y al callar las canciones y al morir las palmadas/aún hay en las miradas/fiebre
y luz de ilusión. ¡Y no sólo en las huertas; en saraos de otrora/entro la
marinera, aliada con la aurora, /a destronar el rigodón! (Páginas seleccionadas de las "Obras
Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político,
José Gálvez Barrenechea)
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