Aquella mañana del 8 de octubre de 1879 en la inmensidad del mar teñido de plomo y azul entre Mejillones y Antofagasta, el valeroso comandante de la nave peruana con el curtido rostro redondo y barbado miró al cielo opacado por el mal clima y no dijo una sola palabra.
En esos precisos momentos, tres humos aparecieron en el horizonte. Eran los barcos de la escuadra chilena que con su presencia hacían el enfrentamiento inevitable.
Allí quizá el joven lobo de mar de 45 años de edad, pensó en las palabras expresadas en el fragor de la guerra a sus amigos y allegados y que demostraban a las claras su modesto modo de ser y su decidido carácter: “Yo solo soy un pobre marinero que trata de servir a la patria”
No había lugar a la escapatoria ni a hundir o desaparecer su buque a pesar de la inferioridad del armamento, de los hombres, de las propias naves. Don Miguel Grau Seminario, legendario Caballero de los Mares, volvió a mirar al cielo nublado y decidió afrontar la lucha desigual.
Miguel Grau
Retumbaban en el ambiente otras palabras registradas por el mismo en un brindis que le ofrecieron hace muy pocos días: “se puede decir que si el Huáscar no regresa victorioso, yo tampoco he de regresar”.
A lasa 9 y 18 minutos comenzó el Combate de Angamos entre las escuadras del Perú y Chile. Los disparos del Huáscar hacían poco daño en el Cochrane, el pesado y robusto blindado de 3 mil 600 toneladas con gruesa armadura cuyas balas en cambio causaban terribles estragos en el viejo monitor peruano.
A poco, el Blanco Encalada entró en acción e hizo su primer disparo, muy cerca. A renglón seguido una granada reventó en la torre de mando del Huáscar. Grau quedó hecho pedazos. Eran las 9.35 de la mañana y a esa hora se inmoló, entró a la posteridad, a la historia.
Pero antes, a lo largo de su ejemplar vida, fue todo un personaje y no sólo eso: el pueblo lo admiró y lo quiso como pocos al igual que a la Armada, sobre todo por su valentía y porque puso en jaque al enemigo con su destreza y capacidad durante más de seis meses y así detenía como muralla, la inminente invasión chilena al territorio peruano.
LA MARINERA
Basadre registra en su monumental obra “Historia de la República del Perú" que una de las formas como se manifestó el cariño y la admiración tuvo insospechadas repercusiones hasta llegarse a cambiar el baile popular de aquella época llamado indebidamente “la chilena” por el de marinera, precisamente en honor del Caballeero de los Mares y por supuesto a la Marina.
El autor de la acertada denominación que hasta ahora se conserva fue el afamado escritor huamachuquino Abelardo Gamarra “El Tunante”, quien en su libro “Rasgos de Pluma” (1902) cuenta la historia:
“Sustituimos el nombre porque en aquel entonces llamaba la atención del mundo entero y el pueblo se hallaba preocupado por las heroicidades del Huáscar, cuanto porque en balanceo, movimiento de popa, etc. De una nave gallarda dice mucho de contoneo y lisura de quien sabe bailar como se debe el baile nacional”
Grau nació en Piura, tierra de hombres bravos y patriotas, el 27 de julio de 1834. Fueron sus padres Juan Manuel Grau y Berrío, colombiano y empleado de la aduana de Paita y Luisa Seminario del Castillo, dama de estirpe piurana.
El insigne marino careció de infancia pero la suya fue auténtica juventud aventurera. A los 9 años hizo un viaje a Buenaventura en un bergantín particular que naufragó dos años después comenzó a trabajar en la Marina Mercante donde fue desde grumete hasta piloto.
Apenas egresado de la Escuela Naval sirvió en el vapor Rímac, luego en el Ucayali y en la fragata Apurimac. De vuelta a la Marina Mercante, visitó China, India y Polinesia.
El Combate de Angamos.
En 1863 reingresó al servicio de la Armada Nacional. Luchó en la Guerra contra España. Cinco años después ya era comandante del Huáscar. Fue miembro conspicuo del Partido Civil y en 1876, representante del Congreso por la provincia de Paita.
Los ascensos obtenidos por Grau se registraron entre 1854 como Guardia Marina y en 1879 como Contralmirante, dos meses antes de morir recibió ese grado que honra a la Armada Nacional.
Fue, según sus historiadores, un piurano modesto, cristiano viejo y criollo auténtico. Tenía el corazón franco y sencillo del niño y la valiente altivez del león en el combate”, dice un despacho del corresponsal de un periódico de la época, Julio O Reyes de la Opinión Nacional.
Al lado de Grau murieron su ayudante Diego Ferré, Elías Aguirre y José Melitón Rodríguez. Otro de los jefes Enrique Palacios sucumbió mas tarde, luego de volver a poner la bandera al tope, después de caer en pleno combate.
La lucha acabó más allá de las 10 de la mañana cuando el Huáscar tenía el estado mayor exterminado, la tripulación reducida a una cuarta parte, fuego a bordo y la artillería paralizada. De las 216 personas a bordo del buque peruano murieron peleando 31. Ningún oficial entregó su espada porque todas fueron arrojadas al mar. Vale un Perú.
Viva la Marina de Guerra del Peru. Viva Grau
ResponderEliminarLo interesante aqui es saber que Grau fue parlamentario y por ello gozaba de apoyo popular. Lo de la marinera otra revelación. Así es que se llamaba chilena. Que tal contradicción
ResponderEliminarQue siga la marinera, con vuelta y todo...
Viva Grau,Viva el Peru
ResponderEliminarEl Peru esta orgulloso de Grau. Un gran hombre que entrego hasta la vida por su pais, recordemoslo siempre
ResponderEliminarEl insigne Almirante Grau fue congresista antes de ofrendar su vida en Angamos. Que los otorongos de ahora se midan con respeto ante la silente curul del Almirante, que les recuerda que aún en los peores momentos, se deben respetar los valores y principios...
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