Completamente
acertada la decisión de Nadine Heredia en el sentido de no
postular a la Presidencia de la República, durante las elecciones del 2016. Todo indicaba que, con sus declaraciones, se ponía punto final al tema que tanta
controversia causó, últimamente, en los
medios políticos.
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Sin
embargo, en forma sorpresiva cuando ya el asunto estaba arreglado entró a tallar en
forma realmente insólita, la Oficina Nacional de Procesos Electorales
(ONPE). Si la mismísima entidad pública que sostuvo, sin tapujos, la
factibilidad de la postulación presidencial de la Primera Dama.
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Para
colmo de males y como iniciativa legislativa el organismo, que se ha convertido por donde se le vea y juzgue en
controversial y nada imparcial, anunció que mandará al Congreso de la República el proyecto
de ley correspondiente con miras a aprobarse. La desfachatez duró menos de 24
horas porque, de un momento a otro, la entidad retiró el plan trazado al parecer entre gallos y media noche, como prueba
fehaciente de que se habían equivocado por completo.
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Cabe precisar que el intento no tenía ni pies
ni cabeza. En primer lugar, según los especialistas y juristas, la decisión era completamente
anticonstitucional y por ende inaudita, en vista de que el ente electoral
no tiene atribuciones legales que la
respalden en el cumplimiento de tales fines.
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Mientras que, la negativa de Nadine era aplaudible por ser expresión de una posición
enteramente democrática y al darla a conocer como lo hizo, ella
se inclinaba a ese lado, demostrando una profunda capacidad para analizar con
precisión los hechos políticos. Nada con
las reelecciones indirectas, semejantes o parecidas. Nada con los traspasos de
poder propios de las monarquías.
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Reafirmando así que
el 2016 no era su hora presidencial. A partir del 2021, muy probablemente que
lo sea así. Resultaría completamente obtuso no darse cuenta de ello.
Popularidad la tiene. Carisma también.
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Lo mismo que
personalidad, inteligencia y liderazgo. Condiciones
preferenciales, decisivas y determinantes para ocupar la Casa de Pizarro,
como mandataria. Cierto que sería
mezquino no reconocer estos atributos y cualidades, aunque no le queremos pasar la mano ni la franela a nadie.
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Pero seguir con la
cantaleta de la postulación significaba, de todas maneras, avalar cierta inclinación de carácter dictatorial
y autoritaria. Lo que daría lugar, evidentemente, a detentar el poder de una
u otra forma por años de años. Eso es, precisamente, lo que no se dio cuenta la
ONPE.
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Llevar la
candidatura al 2016 era, definitivamente, una
reelección encubierta o el ejercicio de ciertas dotes de reinado para seguir gobernando. Primero el cónyuge.
Luego Nadine. Eso es lo que estuvo en juego y, precisamente, no era lo más
acertado. Con ley electoral o sin ella.
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La tentativa del organismo estatal mereció el mayor de los rechazos. Más aún
cuando se veía a las claras que el Presidente del Congreso, César Isla, muy suelto de huesos, daba
su conformidad y anunciaba en buena cuenta que la ley saldría, tras su discusión
Lo tenían todo preparado. Felizmente que
la iniciativa pasó al olvido.
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Tales intenciones,
se convirtieron en elementos de burla total para la ciudadanía. Con la propuesta de la Onpe, no se sabía en qué quedamos y cuáles eran
las reglas de juego exactas durante las próximas elecciones presidenciales,
cuya característica primordial tiene que ser de consolidación democrática. Un nuevo presidente elegido, hombre o mujer por supuesto, que nada tenga que ver
familiarmente con el actual.
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Con dicha actitud si se hubiese seguido
adelante, evidentemente que se habría atentado contra la
transparencia. Sin fundamento legítimo de ningún tipo. Lo que podría haber
demostrado que la señora Heredia tendría una posición
completamente cínica.
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En efecto pudo haberse pensado que, ella dijo,
por un lado, de ninguna manera postulo y, por lo bajo, manda con la influencia que
tiene a los subordinados del Presidente, las autoridades electorales, en el
aparato del Estado para que hagan, precisamente, lo contrario. ¿O no?.
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Pareciera ser que estos burócratas de la Onpe, por sobones y querer congraciarse
con el poder de turno, pensaron en sacar leyes de carácter particular con
nombre propio y con determinados beneficiados que los conocemos por adelantado.
Afortunadamente ello no ocurrió.
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Hay adicionalmente otra
posibilidad. Creer en las declaraciones
de Nadine a pie juntillas en
el sentido de que de ninguna manera postulará a la presidencia. El problema
está que, con la intervención de los burócratas, lo cierto se convirtió en
dudoso.
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Ahora bien, las
dudas persisten y se acrecientan por completo cuando no hay una decisión final
de la Primera Dama y una opinión concreta sobre los últimos acontecimientos
ocurridos . Por donde se le vea, malo es
que deje de opinar después de haber ocurrido la gran metida de pata de la ONPE.
Quien calla, definitivamente, otorga. Las aclaraciones totales son enteramente
necesarias.
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Mientras tanto, el humalismo, con el Presidente de la República a la cabeza, sigue llamando la
atención con sus decisiones de carácter cambiante e incluso algunas veces
desconciertan por las transformaciones que han registrado, desde que se
iniciaron en estas actividades. Lo de
Nadine es otra de tantas equivocaciones.
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Como, hace ya 13 años, lo hizo el actual
Presidente Humala en Locumba. Allí
por esa época, teníamos a un hombre medio zafado de la cabeza completamente de
acuerdo con su hermano Antauro, de ideas
raras y peligrosas con enfrentamiento de
razas y actitudes completamente violentas. El
etnocacerismo de marras que era una equivocación, por donde se le mire y
analice.
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Asi vino el famoso
levantamiento de Locumba que incluso implicó una serie de fallas graves como el desconocimiento a la propiedad privada al
ocuparse el campamento de Toquepala de Southern Perú. Hecho que de por si era y
es rechazable. Además del acto violento en si que también es criticable
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Muy pocas
diferencias había en aquel entonces entre Ollanta
y Antauro Humala. Ambos pensaban casi igual. Luego, como hito histórico
negativo, vino lo del Andahuaylazo con cuatro policías muertos. Por si acaso,
lo primordial es que se trataba de golpear en contra de un gobierno democrático
elegido por el pueblo, como fue el de Toledo.
He allí la otra gran equivocación.
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Al principio de este entuerto Humala, que estaba en Seúl como
Agregado Militar, no se mostró en contra ni mucho menos. Lo que hacía era jugar
a la ambigüedad y de eso quedan pruebas como son las declaraciones periodísticas que hizo en su oportunidad. Cabe recordar además que el diario de
los reservistas que incitaba permanentemente a la rebelión se llamaba,
precisamente, Ollanta.
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Después, cuando las
papas quemaban y se comprobaron las atrocidades que se registraron, el actual
Presidente de la República dio un paso
al costado y se alejó por completo de lo que precisamente no le convenía.
Nunca se supo si hubo convicción plena o arrepentimiento.
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A partir del 2006,
con la primera candidatura presidencial, el militar que se unió a los sectores
de pensamiento extremo y los tenía de aliados indispensables, representó en
todo momento el antisistema. No pudo con Alan
García que se reivindicó con la historia e hizo un gobierno completamente
distinto al del primer periodo de 1985 a 1990 que, dicho sea de paso, fue el
desastre total.
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Ollanta Humala, durante el último proceso electoral presidencial, continuó siendo un peligro por las ideas que
enarbolaba con su plan de gobierno de la gran transformación, un mamotreto que
hubiese llevado al Perú al fracaso.
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Recién se dio cuenta en la segunda vuelta que
estaba completamente errado y cambiaron sus planes con la hoja de ruta que es
la que sigue ahora y que la mayoria de los peruanos acepta, donde la política económica es un acierto total.
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La misma o muy parecida a la que inició Fujimori allá por los años 90 y
continuaron tanto Toledo como García. No hacerlo hubiese sido la
perdición nacional. Aplicarla y continuarla, como se hizo, una virtud de todas
maneras que merece destacarse. Punto para
Ollanta
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El gran problema
del gobierno de Humala es que si
bien ha cambiado por completo y se ha deshecho del extremismo, no tiene obra ni
pensamiento propios. Por ejemplo, tanto habló de inclusión social.
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Pero hasta ahora no
se avanza a profundidad. Ni tampoco hay resultados concretos. Si los hay, que
se muestren de inmediato. El hecho
comprobado es que nadie los encuentra. Pareciera que todo quedó en el papel
y las buenas intenciones.
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Sin embargo, el
gobierno tiene aciertos y hay, de
una manera general, una tranquilidad entre la población. La que precisamente no
hubo ni durante la campaña electoral del 2011, ni al inicio del régimen nacionalista. No olvidemos que comenzaron con la tontería de la Constitución
del 79 que a nada bueno llevaba..
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Existen,
evidentemente, algunos problemas
latentes como los de carácter social y la situación de los planes mineros que están estancados. Conga, en Cajamarca, quedó allí y nada se sabe de Tia Maria, la ampliacion de Toquepala, obras importantes ubicadas
en el sur del país y que pertenecen a la empresa mexicana Southern Perú. Lo
mismo ocurre con el proyecto aurífero Pucamarca
de Minsur, cuyo propietario es la familia Brescia.
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Entre las fortalezas del gobierno,
evidentemente, destacan tanto la política exterior independiente como la
defensa ante la Haya del diferendo maritimo con Chile, estrategia legal internacional que es completamente aplaudible.
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Humala viajó a Cuba pero, en ningun momento, se confundió con los paises del
Alba que maneja a su libre albedrío dictatorial el Presidente venezolano Hugo Chávez, cuyo verdadero estado de
salud es completamente escondido con el apoyo de Cuba, la dictadura de los
hermanos Castro. Vamos bien y por
buena vía diplomática
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Lo mismo se puede decir con respecto a la
corrupción y la transparencia. De lo que va del Gobierno de Humala, muy pocos son los casos de este tipo que se han presentado
y ojalá siempre caminemos así.
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Aunque lo del hermanito Alexis Humala, sus viajes a Rusia y sus posibles aunque supuestos
negociados con el Estado nublan en algo el ambiente. Que hay logros, los hay. Pero hoy por hoy se
hace necesario aclarar por completo lo de Nadine.
Vale la pena.
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Muy lamentable la
muerte de Federico “Fico” Velarde
Valdivia, un político nato de convicciones progresistas y de avanzada que
demostró siempre, a lo largo de su vida, su apego al Perú con la convicción de
transformarlo en el que el bienestar de, sobre todo los pobres, sea una
necesidad prioritaria.
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Velarde comenzó en estas lides en los registros de la Democracia Cristiana
como un líder juvenil de capacidades. Posteriormente viró, por las circunstancias históricas y no por conveniencia, hacia el socialismo en actitud
que persistió hasta el final de sus días.
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Reconocer sus méritos no significa
compartirlos. Pero eso, de ninguna manera, da lugar a desconocer que actuó
siempre con inteligencia y transparencia,
en los acontecimientos de la vida nacional. La discrepancia es un hecho y otro
es el reconocimiento que sí se merece el homenajeado.
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Apoyó al gobierno
de Velasco convencido de que el país
tenía que cambiar por completo y formó parte de la famosa y controvertida “Aplanadora” de Sinamos, conjuntamente con Francisco Guerra García Cueva, Carlos
Franco, Héctor Béjar y Hélan Jaworski Cárdenas.
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En tiempos del
General Leonidas Rodríguez Figueroa
y dirigidos por el sociólogo Carlos
Delgado Olivera, el que le redactaba los discursos a Velasco y que en sus
años mozos había sido aprista, secretario de Haya de la Torre.
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Ellos, los de la Aplanadora, eran los pensadores
eminentes del cambio, los que proyectaban las transformaciones, los que creían en la revolución y para ello se enfrentaban a sus adversarios con vigor y capacidad. Célebres fueron sus intervenciones,
explicando sus convencimientos, en las
conferencias anuales de ejecutivos (cades), entre fines de los 60 y comienzos
de los 70.
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Estudioso profundo de las cuestiones sociales y a ello Fico se dedicó
como investigador mucho tiempo en Desco,
ONG de la cual fue fundador y varias veces Director. En los últimos años se
desempeñó como Asesor en cuestiones sociales de Pro Inversión. Laboró,
asimismo, en la Asociación Civil Transparencia, dedicada al análisis y la
observación de los procesos electorales.
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Pero antes lo último que se le vió allá por el
año 2001, en lo que se refiere a actividades políticas es apoyar la
candidatura presidencial de Jorge
Santistevan en Causa Democrática que, desafortunadamente, no cuajo ni llegó
a los resultados de triunfo que se proyectaron. Que Velarde descanse en paz.
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Hay placas de
homenaje y de recuerdo que no tienen razón de ser y de todas maneras deben
sacarse, si se quiere ser consecuentes. Resulta que en el edificio “Alzamora Valdez” del Poder Judicial, que
pertenece a la Corte Superior de Lima, están allí brillantes y enteramente muy
bien cuidadas esos pedazos de metal
dorado sobre cubiertas de madera, con los nombres de dos delincuentes: Alberto Kenya Fujimori Fujimori y Alejandro Rodriguez Medrano.
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Como se sabe,
el primero está actualmente en prisión y
purga una pena de 25 años incluso por delitos de lesa humanidad, después de
haber saqueado al país con sus robos y pillerias aliado a otro cleptómano como
es Vladimiro Montesinos Torres quien,
felizmente, también está bajo los barrotes de la Base Naval del Callao.
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El segundo, Rodríguez Medrano, fue el agente
principal del famoso Doc, el operador en el Poder Judicial para tanta
barbaridad, robo, coima y pillería por
los que ha recibido condena. Rendirles homenajes, hasta ahora, a dos truhanes
es realmente inconcebible.
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Las
placas deben ser sacadas de inmediato y mandarlas, de frente, a la basura. Qué
esperan para hacerlo las autoridades judiciales. Concretamente, el Presidente
de la Corte Superior de Lima, Iván
Sequeiros.
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Tal decisión, el de desaparecerlas, sería un
homenaje, precisamente, al mérito de alcanzar una eficiente administración de
justicia. Pongan allí y rindan homenaje a jueces probos. Lo otro, dejarlas, es decidía y peor aún, vergüenza total.
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Realmente es una
calamidad la atención al público en el local de la Asamblea Nacional de Rectores, ubicada en la calle Aldabas de Surco,
en la labor de inscripción de los títulos de los nuevos profesionales.
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Resulta que
diariamente se forman larguísimas colas
de personas que van por esos trámites y se atiende, conforme se comprobó, a
paso de tortuga con el mínimo de personal. En los compartimentos
correspondientes hay varias ventanillas. La mayoría de ellas cerradas.
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Tan sólo una o dos
operativas. Hay que esperar para todo. Es decir, en la revisión de documentos.
Cola para ello. Al igual que en el pago correspondiente y en la entrega respectiva
a la mesa de partes. Los usuarios, sin exageración, pasan las horcas caudinas que se agravan por
el trato duro e indeseable de la burocracia.
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Los empleados
atienden sin ganas, con un desparpajo de malacrianza y mal genio impresionantes.
Incluso trabajando escuchan música a todo volumen, parándose a cada rato de sus
sitios y haciéndose esperar. Nada les
interesa. No puede ser. El colmo. Urge el cambio total para bien del público
(Noé)