Los mandos de bombarderos de la
RAF y de la Luftwaffe, pertenecientes a Inglaterra y Alemania respectivamente,
se dieron cuenta claramente de que era necesario llevar la guerra hasta el
corazón del país enemigo. Pero en 1940, la RAF sólo disponía de medios
anticuados y de aviones de autonomía media. Antes de que pudiera contar con
aparatos más potentes y modernos, tendría que adquirir una experiencia decisiva
en cuanto a los futuros adelantos, experiencia que casi siempre se consiguió a
muy alto precio. Esta es la historia de cómo esta experiencia sirvió de lección.
A principios de 1940, el puesto
de mando de la aviación de bombardeo, hábilmente oculto en un bosque, cerca de
High Wycombe, estaba ya preparado y el Comandante en Jefe sir Edgar
Ludlow-Herwitz, asumió el mando.
Era el único mando general del Aire
constituido para este fin preciso y además estaba en comunicación directa con
los grupos y bases de bombarderos, con el mando de la aviación de caza y con el
Ministerio del Aire. La primera preocupación de sir Edgar Ludlow fue examinar
las fuerzas de que disponía y estudiar la forma en que podían ser empleadas
para continuar el esfuerzo bélico.
Los oficiales del Estado Mayor y
los comandantes de las bases y unidades no le preocupaban: eran hombres leales
y competentes, con una experiencia de 20 años y casi todos escogidos entre los
supervivientes de la Primera Guerra Mundial. Sus colegas alemanes no tenían la
misma experiencia.
Un bombardeo de precisión.
Un bombardeo de precisión.
TRIPULACIONES
Por lo que respecta a las tripulaciones y el personal de
servicio, eran similares en los dos países adversarios. El entusiasmo por la
aviación atraía a los jóvenes más valientes, decididos y resueltos de Gran
Bretaña y de Alemania, los cuales entraban como voluntarios en sus respectivos
ejércitos del aire.
En la fase inicial de la guerra,
casi todos los pilotos del mando de bombarderos eran oficiales efectivos, pero
además se había montado una gran organización capaz de acoger y adiestrar
militarmente a la gran masa de pilotos voluntarios de la reserva de la RAF, que
estaban haciendo su aprendizaje básico en los dominios, de acuerdo con el plan
de entrenamiento aéreo único para todo el imperio.
De acuerdo con este plan, el mando de
bombarderos había formado en la metrópoli, al estallar la guerra, 13
escuadrones, que posteriormente fueron reorganizados en unidades de
adiestramiento operativo, a las órdenes de un mando autónomo (6° Escuadrón
de Abingdon).
ESCUADRONES
Al estar destinados estos
escuadrones y misiones de adiestramiento al mando de bombarderos había quedado
reducido a un total nominal de 33 escuadrones operativos. Pero una división
entera, dotada con aparatos Fairey Battle (aviones anticuados y ya superados)
fue enviada a Francia junto con el Cuerpo Expedicionario británico y sirvió como formación avanzada de
combate.
Las otras unidades estaban
repartidas del siguiente modo: la División 2 compuesta por seis escuadrones de
bombarderos ligeros Blenheim, tenía su base en el East Anglia, desde podía
intervenir rápidamente para apoyar las operaciones del Ejército. La División 3, formada por 6
escuadrones de Wellington, tenía su base en Suffolk. Cinco escuadrones de Whitley
de la División 4 se hallaban en Yorkshire y seis escuadrones de Hampden, de la
División 5 en LIncolnshire. Este era el núcleo del que derivaría la posterior
organización del mando de bombarderos.
A excepción de los Blenheim, que
no eran apropiados para el bombardeo estratégico a causa de su limitada carga
de bombas de 500 kg. El mando de bombarderos
podía disponer, para la ofensiva contra Alemania, de un máximo de 17
escuadrones operativos, con un total de 272 aviones que, a consecuencia de la
escasez de tripulaciones, se reducían a una media de 140 bombarderos
(Septiembre de 1939). En cambio la Luftwaffe poseía entre 1200 y 1600
bombarderos, sin contar los bombarderos en picado. La diferencia era grande y
enteramente marcada.
Vista aérea de los destrozos.
Vista aérea de los destrozos.
AVIONES
No obstante, los Wellington, los
Whitley y los Hampden eran buenos aviones en aquel tiempo, iguales e incluso
superiores a los alemanes que bombardeaban Gran Bretaña. Afortunadamente para
Inglaterra, el Alto Mando alemán no había considerado la posibilidad de una
ofensiva por parte del enemigo, por ello concentró su producción de tipos de
aviones destinados a operaciones de apoyo al Ejército.
A causa de su velocidad máxima
limitada, los Whitley se empleaban casi exclusivamente en operaciones
nocturnas. En cambio se consideraba que los Hampden y los Wellington eran
capaces de realizar sus misiones tanto de día como de noche. Especialmente en
los segundos se cifraban muchas esperanzas basadas en su estructura
“geodésica”, es decir, formada por pequeños elementos curvos de metal prensado,
atornillados entre sí, que daban al fuselaje una apariencia de cesto.
Este tipo había sido realizado por la empresa
Vicker, después de la experiencia conseguida con la fabricación del gigantesco
avión R-100. Los Wellington poseían asimismo un armamento muy completo,
consistente en seis ametralladoras, dispuestas en torretas móviles, que
protegían el avión por delante y por debajo.
POTENCIA
En términos de potencia, los
Wellington y los Hampden podían lanzar fácilmente sus bombas sobre Berlín, Múnich
o Turín, pues habían sido proyectados para transportar cargas de hasta dos
toneladas en un radio de acción de casi 1000 kilómetros de las bases inglesas. Por su parte, los Whitley podían llevar casi
cuatro toneladas de bombas a una distancia de más de 1000 kilómetros.
Estos cálculos se basaban en la
hipótesis de que los bombarderos siguieran la ruta más breve, tanto a la ida
como a la vuelta, lo que no era posible mientras Holanda y Bélgica se
mantuvieran neutrales. En este caso,
para bombardear eficazmente las instalaciones y fábricas de la cuenca del
Ruhr y de Renania, se necesitarían bases
avanzadas en el continente, pero, como veremos más adelante, el consentimiento
francés llegó tarde.
Durante los ocho primeros meses
de guerra, estas consideraciones eran completamente teóricas ya que, después de
los acuerdos políticos, las ofensivas aéreas debían limitarse estrictamente a
los objetivos militares.
El 1° de Septiembre de 1939, el
Presidente Roosevelt había dirigido una llamada a los beligerantes a fin de que
desistieran de llevar acciones aéreas contra ciudades y como una advertencia de
esta clase, efectuada por Roosevelt, equivalía a una orden, ambas partes se
apresuraron a dar su inmediato consentimiento ya que, en algún momento, les convenía
a todos para sus proyectos. Hitler no había efectuado ningún preparativo para
la guerra aérea. Sin duda, pensó que
cuando los Aliados se encontraran frente a una Polonia dominada a la que no
habían podido salvar, se retirarían una vez más de la lucha.
La secuela y lo que efectivamente queda.
La secuela y lo que efectivamente queda.
ATAQUES
Así pues, el mando de bombarderos orientó
rápidamente su acción contra los objetivos indicados por esta política. El 4 de
Septiembre, un día lluvioso y con niebla, algunos barcos de guerra alemanes
fueron atacados en la bahía de Helgoland por diez Blenheim y nueve Wellington.
Los Blenheim lanzaron sus bombas desde 150
metros de altura y fueron gravemente afectados por el fuego de la artillería
antiaérea alemana. En efecto, cinco aviones fueron derribados. El Emdem y el
Scheer resultaron alcanzados, pero desde
aquella altura las bombas no consiguieron perforar las cubiertas y sólo
ocasionaron leves daños. Los Wellington se enfrentaron con los aviones de
caza Messerschmitt y dos de aquellos no
regresaron.
El resultado de este primer
encuentro con el enemigo no fue decisivo ni alentador. Pero por lo menos los
barcos de guerra alemanes se mantuvieron alejados hasta Diciembre.
INDEMNES
Tres acciones sucesivas,
efectuadas los días 3,14 y 18 de
Diciembre de 1939, demostraron que no se podía atacar los buques de guerra
alemanes cuando éstos disponían de protección antiaérea y estaban defendidos,
además por los cazas. No obstante en la primera ocasión, el 3 de Diciembre, el
éxito resultó fácil: el mal tiempo impidió un bombardeo en gran escala, pero los
cazas alemanes temían las ametralladoras de cola de los bombarderos y así los
24 Wellington empleados en la acción regresaron indemnes a su base.
La segunda vez pasaron todo el
tiempo volando sobre algunos navíos fondeados en la rada de Shillig. Aún
cuando no podían bombardear, 12
Wellington continuaron su vuelo de reconocimiento de acuerdo con las órdenes
recibidas, exponiéndose así, durante media hora, a un pesado fuego antiaéreo y
a los ataques de los cazas. Cinco bombarderos no regresaron a la base y un
sexto cayó a tierra, pero no se supo si estas pérdidas fueron ocasionadas por
el fuego antiaéreo o por los cazas. Se impuso entonces evitar acciones
arriesgadas que costaban tan caras.
La tercera acción se desarrolló
bajo un cielo límpido y la buena visibilidad resultó decisiva. Los bombarderos
fueron localizados por los radares y los cazas alemanes los atacaron sin cesar
mientras se acercaban al objetivo y a su regreso. Algunos cazas tenían armas de
mayor alcance que las ametralladoras de
los bombarderos.
Avion de reconocimiento de la RAF.
Avion de reconocimiento de la RAF.
INCENDIOS
Otros atacaron por los lados, por donde los
Wellington no estaban protegidos. Al proyectar estos aviones se supuso que esta
forma de atacar no resultaría eficaz, ya que el avión de caza no podía mover su
armamento y, por lo tanto, no podía apuntar al punto futuro.
Los Wellington se incendiaban con
facilidad y los depósitos de gasolina, situados en las alas, resultaron
extremadamente vulnerables. (Más tarde para remediar este inconveniente se instalaron
depósitos que no permitían la fuga de carburante a través de los orificios
producidos por la metralla, o bien depósito con revestimiento acorazado). El resultado fue desastroso, ya que de los 22
Wellington que intervinieron en la acción solamente regresaron 10. Un precio
inaceptable para tan exiguo resultado. Cuatro aviones alemanes destruidos y
nueve dañados.
Los alemanes estaban muy
satisfechos por el éxito obtenido y presumían de haber derribado 34 Wellington.
Consecuencia de todo ello fue que las incursiones diurnas de bombarderos
pesados en formación fueron tácitamente abandonadas y se ordenó a los
Wellington y a los Hampden que se agregaran a los Whitley en sus incursiones
para el lanzamiento de octavillas, a fin de adquirir experiencia de vuelo
nocturno sobre Alemania.
RIESGOS
Pero esta empresa de las octavillas
de propaganda era ridiculizada por todo el mundo, por amigos y enemigos. Los
franceses lo consideraban como parte de una broma. No obstante, para las tripulaciones que efectuaban estas incursiones no se
trataba de una broma. El tiempo era el
mayor obstáculo. La temperatura podía bajar hasta 30°, lo que provocaba
peligrosas incrustaciones de hielo en las alas, en las hélices y en los
cristales de la cabina, reduciendo la visibilidad y el rendimiento de los
aviones.
Las torretas de las armas a veces quedaban
bloqueadas y lo peor era que los motores se clavaban y hasta llegaban a arder. Para evitar las nubes el avión se elevaba
sobre ellas, el hielo aumentaba y la tripulación llegaba a perder el sentido a
causa del frío y por la falta de oxigeno.
Además de estos peligros se
producía una tensión continua ante la dificultad de establecer la propia
posición de noche con el oscurecimiento.
Para seguir una determinada ruta nocturna, era
necesario conocer exactamente la velocidad y la dirección de los
vientos, que siempre están sujetos a cambios.
Así pues en un vuelo largo, aún
después de precisos cálculos, la suma de los errores podía desviar el avión a
muchos kilómetros de su ruta. En tal caso, las únicas ayudas eran un sextante
para calcular la posición guiándose por las estrellas y una antena de radio orientable
para establecer la dirección de las señales, que se recibían de las estaciones
terrestres.
Los ataques han finalizado.
Los ataques han finalizado.
GEE
Pero no se podía confiar
plenamente en ninguno de estos dos recursos y además se requería mucha práctica
para poder emplearlos, por lo que los pilotos si no podían efectuar sus
cálculos fácilmente identificables, nunca estaban seguros de su posición. Ningún
progreso efectivo se obtuvo en este aspecto hasta el invierno de 1941, cuando
se puso en práctica un sistema de radio ayuda llamado convencionalmente GEE (sistema
de radionavegación para distancias medias)
Uno de los organismos que trataba
de influir en la estrategia de los ataques aéreos y quizás el más importante,
era el Ministerio de la Guerra Económica y sus comités adjuntos.
Indudablemente, los bombardeos sobre la industria alemana hubieran sido más
eficaces de haber estado coordinados con otros medios destinados a ejercer una
presión económica. La valoración de que este ministerio hacía de la situación
económica e industrial de Alemania estaba muy a menudo lejos de la realidad,
pero tenía una importancia decisiva para determinar los objetivos,.
También el Almirantazgo expuso
sus propias ideas de cómo se podían emplear los bombarderos a fin de asegurar el
dominio de los mares: por ejemplo, los Hampden de la División 5 fueron
empleados para colocar minas en las aguas costeras de Alemania, lo que obstaculizó
considerablemente el tráfico en dichas zonas.
Seguimiento e intento para abatir.
Seguimiento e intento para abatir.
REALISMO
Desde el principio se había
previsto que Hitler sería el primero en violar el pacto sobre la limitación de
los ataques aéreos a objetivos militares, por lo que se intentó llegar a un
acuerdo con Francia respecto a las medidas que se tomarían llegado el caso. La
idea del Estado Mayor del Aire era que, cuando empezara realmente la invasión
alemana, todos los bombarderos deberían efectuar un gran ataque sobre el Ruhr. Pero
esto era demasiado para sir Edgar Ludlov Hewit, que reservaba un paternal
cuidado para sus tripulaciones y que valoraba con mas realismo sus posibilidades.
Los franceses tenían una opinión
muy distinta en cuanto a la estrategia de los bombardeos. Los consideraban como
elementos auxiliares que sólo se limitaban a proteger las operaciones de tierra
y los empleaban contra las tropas de invasión, las vías de comunicación
utilizadas por éstas y los aeródromos. Pero según el Estado Mayor británico del
Aire, esto significaba “malgastar” la fuerza de ataque en objetivos inútiles.
Los franceses estaban alarmados por los
daños que los bombarderos alemanes, como represalia, pudieran ocasionar a su
industria y, teniendo en cuenta la triste decadencia de sus unidades aéreas, se
mostraban escépticos-y desde luego con razón- acerca de su capacidad para
causar a los alemanes un perjuicio equivalente al que hubieran recibido.
OBJETIVOS
El 13 de Abril de 1940, el
General Portal, que había elevado en el mando a sir Edgar Ludlow Hewit, recibió
nuevas órdenes. En el supuesto de una invasión alemana de Bélgica o de Holanda,
los objetivos de bombardeo serían: concentraciones de tropas, comunicaciones
del Ruhr (como por ejemplo, los nudos ferroviarios y las estaciones de enlace)
y establecimientos petrolíferos. El peso principal de los ataques debía
concentrarse en este último objetivo. Los bombarderos pesados tenían que actuar
sobre todo de noche.
Se había producido ya la invasión
de Escandinavia por los alemanes y por lo tanto se acercaba el momento de poner
a prueba, en el campo de batalla, los planes dispuestos. Pero, mientras se produjo
también un hecho que hizo que el nuevo comandante en jefe cambiara de opinión
respecto a las incursiones nocturnas. El 19 de Marzo en represalia por un
ataque alemán a Scapa Flow, se ordenó 50 bombarderos que atacaron la base de Hörnum, en la isla de de Sylt, a unos 700
kilómetros de la costa inglesa.
Este primer ataque realizado por
el mando de los bombarderos sobre un objetivo terrestre, dictado por unas
consideraciones de tipo político, se efectuó en condiciones favorables. Fue un
ataque por sorpresa, y durante seis horas, 41 aviones de los que participan en
la operación arrojaron sus bombas sobre obras e instalaciones aeronavales,
iluminadas por una luna en cuarto creciente.
Escuadrón inglés.
Escuadrón inglés.
BOMBARDEO
Informaron las tripulaciones que habían hecho
blanco en muchos objetivos y que habían dejado dos hangares en llamas. Todos
los aviones menos uno, regresaron a la base. Este fue un bombardeo de precisión
de los más fáciles y sin embargo, un posterior reconocimiento fotográfico de la
isla, efectuado el 6 de Abril, reveló que todos los edificios de Hörnum y de
otros puntos aparecían intactos. Naturalmente, los daños podían haber sido
reparados o disimulados, pero el mando de bombarderos tenía sus dudas al
respecto. Lo difícil era localizar los daños
El 10 de Mayo, El Ejército alemán
y la Luftwaffe atacaron a Holanda, Bélgica y Francia, pero el nuevo gabinete de
guerra de Churchill aún no se decidía a dar la orden al mando de bombarderos. El bombardeo masivo sobre Rotterdam inclinó la
balanza hacia el lado opuesto. El 15 de mayo el Ejército holandés se vio
obligado a rendirse. Y aquella misma noche, el mando de bombarderos efectuaba
un ataque en fuerza sobre el Ruhr
Fueron atacadas las refinerías de
petróleo ubicadas bajo nubes de humo que
allí se producían, con la ayuda de setenta y cinco aviones ingleses. Veinticuatro
de ellos fueron los que más atacaron. Sin embargo, los aparatos no tenían los
instrumentos necesarios para efectuar un buen trabajo.
CAPITULACION
En Junio, con la capitulación de
Francia, la situación estratégica cambio completamente en perjuicio de Gran
Bretaña. Con un semicírculo de aeródromos que se extendían desde Stavanger (Noruega)
a Brest ( en la costa francesa), la Luftwaffe podía atacar Gran Bretaña desde
cualquier punto.
Por lo tanto, la iniciativa de la
acción aérea estaba en manos de los alemanes y
pronto se manifestó con la batalla de Inglaterra y con el
correspondiente Blitz (ofensiva
relámpago) sobre Londres y otras ciudades. La misión de los bombarderos
alemanes era obligar a los cazas de la defensa inglesa a aceptar el combate y
poderlos derrotar.
Los alemanes perpetraron cada vez
más incursiones nocturnas, especialmente sobre Londres. Los resultados de estos bombardeos eran
espectaculares a causa de los daños e incendios que ocasionaban.
Los ingleses reaccionaron con una
incursión nocturna sobre Berlín efectuada el 25 de Agosto. Con 81 aviones al
mando de bombarderos y como represalia por las bombas arrojadas sobre Londres.
Esta vez Hitler recogió el guante y ordenó una serie de ataques de respuesta
sobre la capital inglesa. El cambio de
táctica fue intempestivo.
Refugio antiaéreo.
Refugio antiaéreo.
CHURCHILL
Los buques procedentes de todas
partes de Alemania y que se reunían en los puertos de Holanda y de Bélgica eran
sistemáticamente atacados y bombardeados. A fines de Septiembre, la Batalla de
Inglaterra había sido ganada por los cazas ingleses y de momento se había
alejado el peligro de la invasión. No obstante, las incursiones nocturnas de
los alemanes sobre las ciudades continuaban sin descanso.
Los ingleses estaban en la
estacada. Su Marina seguía manteniendo la hegemonía en el mar. Mientras que los
alemanes dominaban gran parte de Europa. Es más, los U-Boot e disponían a
bloquear Gran Bretaña.
Por tierra, Inglaterra no contaba
con medios ni con hombres para invadir Europa. Churchill resumió así la
situación: “La Marina puede hacernos perder la guerra, pero solamente la
Aviación puede ganarla. Por eso hay que dominar el aire. Los cazas son nuestra
salvación. La victoria será asegurada con los aviones de bombardeo. La ofensiva aérea es el único medio para
continuar la guerra”.
NECESIDADES
Para realizar bombardeos de
precisión era necesario:
·
Poder situar los aviones sobre sus objetivos
después de haber penetrado varios centenares de kilómetros en territorio enemigo.
Pero aquí existía un elemento básico: la
visibilidad que siempre era difícil de encontrar
·
Una vez situados en la zona determinada, las
tripulaciones tenían que localizar el objetivo, confundido o hábilmente
enmascarado entre otros muchos semejantes, mientras les cegaban las luces de
los reflectores y el resplandor de los proyectiles antiaéreos al estallar. Era
difícil identificar el objetivo.
·
Luego el piloto tenía que volar unos 15 kilómetros en línea recta y a una altura
tal que pudiera identificar el objetivo previsto y arrojar las bombas en el
punto preciso, mientras se hallaba física y mentalmente turbado por las
explosiones y los ataques de los cazas
enemigos.
Los hombres capaces de actuar en
estas condiciones constituían una minoría. Muchos se consideraron capaces para
la prueba, pero sucumbieron en el intento. Lo efectivamente comprobado es que
las explosiones influían en la moral de la población.
El 25 de Octubre, sir Charles
Portal fue nombrado Jefe del Estado Mayor del Aire y en el mando de bombarderos
lo sustituyó sir Richard Peirse. Esta sustitución no produjo los efectos que se esperaban.
Pierse insistió en las dificultades técnicas, mientras que Portal se convirtió en el promotor de una victoria
rápida que se conseguiría mediante bombardeos de precisión sobre las industrias
petrolíferas alemanas.
Los alemanes sobrevolando Londres para bombardear.
Los alemanes sobrevolando Londres para bombardear.
ALTERNATIVA
Como alternativa había que
efectuar ataques regulares y concentrados sobre objetivos de ciudades
importantes y en centros industriales con el fin de ocasionar una gran destrucción
material. Así se minaba la voluntad del
pueblo alemán para continuar la guerra.
El día 12 de Agosto, cinco
Hampden fueron enviados a bombardear el canal de Dortmund- Ems. Los dos primero
aviones fueron derribados antes de alcanzar el objetivo. Otros dos casi lo alcanzaron
y resultaron gravemente dañados. Finalmente se alcanzó un objetivo situado en
la orilla de un canal y la acción resultó victoriosa. Fue preciso desecar el
canal y, por espacio de dos días, las barcas no pudieron transitar por él.
Las dudas empezaron a
generalizare el 7 de Noviembre, después de una incursión sobre las fabricas
Krupp en Essen, efectuada por aviones Wellington, Hampden y Blenheim.
Cada uno de los escuadrones dio una versión diferente. Se considero probable que ninguno de los
aviones hubiera estado donde creía haber realizado el ataque, y que, engañados
por la falsa iluminación del enemigo, hubieran arrojado sus bombas en pleno
campo. No había un reconocimiento fotográfico exacto.
CIEN APARATOS
La incursión sobre Mannheim del
19 de Diciembre, efectuada por 134 aviones, fue el comienzo de una nueva fase.
El bombardeo fue realizado por aviones Wellington. Cien aparatos se vanagloriaron
de haber arrojado sus bombas sobre el objetivo, por lo que se creyó que la
incursión había sido un éxito. Pero unas fotos obtenidas algunos días después
por un Spitfire dieron una versión del suceso completamente distinta.
Los daños habían sido considerables,
pero en zonas alejadas entre sí. Probablemente muchos de los incendios se
produjeron muy lejos de la zona fijada y los aviones de bombardeo, siguiendo
las órdenes recibidas, arrojaron sus bombas
sobre ellos, pero sin lograr destruir el potencial industrial.
Poco tiempo después se acrecentó
la desilusión cuando se publicaron las fotos de las refinerías de petróleo de Gelsenkirchen, en el Ruhr. Ninguna de las dos
refinerías sufrió daños a pesar de que 196 aviones, en sucesivas incursiones,
arrojaron 260 toneladas de bombas explosivas e incendiarias. Evidentemente la
mayor parte de los aviones atacantes arrojaron sus bombas a varios kilómetros
del objetivo y aunque se hubiera alcanzado alguno, el caso era que las
refinerías continuaban en pie.
CAMARAS
El Ministerio de la Producción
Aérea fue requerido para fabricar mayor cantidad de cámaras fotográficas
destinadas a los bombarderos. Asimismo se tenía conciencia de que era necesario
disponer de bombas mejores. En efecto, las bombas inglesas eran, sin duda,
menos eficaces que las alemanas: su contenido en explosivo, el anticuado amato,
equivalía a la mitad de una bomba alemana del mismo peso y además se reveló
poco eficaz, pues muchas de las bombas no llegaban a estallar.
Se decidió producir mejores y más
pesados artefactos. Pero todavía debió
de pasar mucho tiempo antes de que pudiera disponerse del número suficiente. A
fines de 1940, el mando de bombarderos estaba buscando todavía el modo y los
medios para llevar la guerra al frente interior de Alemania.
Ya que
era evidente que las tripulaciones no eran capaces de localizar y alcanzafr los
objetivos previstos, la consecuencia lógica era asignarles otros objetivos más
amplios y más fáciles de identificar y de conseguir. Como más tarde diría sir
Charles Portal, “no vale la pena perseguir el fin más conveniente desde el
punto de vista económico si no es tácticamente alcanzable”.
Muy interesante tu columna Edgardo
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