domingo, 26 de octubre de 2014

LA HISTORIA REAL DEL SEÑOR DE LOS MILAGROS

La veneración es total con un record sin precedentes. Exactamente y con precisiones, la consideran como la procesión peruana más numerosa del mundo, de tradición y de multitudes, que se congrega anualmente por estas épocas aquí por las rutilantes y bellas calles limeñas. Su imagen del Cristo en la Cruz, pintada en una pared de adobe ubicada en el Altar Mayor del Templo de las Nazarenas en Lima, creada por un esclavo negro angoleño de nombre Pedro o Benito Dalcón. La precisión le pertenece al  insigne historiador Raúl Porras Barrenechea. Para todo  Lima, octubre es el mes morado imperecedero y mítico donde se expresa, con fuerza y por doquier, las más recónditas creencias por el salvador de la humanidad.
La Procesión, llamada también del Cristo Moreno  o de Pachacamilla, recorre las calles limeñas todos los años a  los diez meses de lo que  va el año. Trayendo consigo bendiciones de unión, esperanza, fervor católico y tradición permanente. La sagrada imagen mueve a millones de personas que se reúnen y salen en procesión fervorosa
Cuenta la historia que, a mediados del siglo XVII, el humilde mulato pintó al Cristo Crucificado en un paño de muro dentro del muladar de Pachacamilla, una zona donde los negros angolanos se agruparon viviendo en una pobreza absoluta.
Un terrible terremoto ocurrió en Lima y el Callao, el 13 de Noviembre de 1665 a las 2.45 de la tarde, derrumbando iglesias, sepultando casas y mansiones y dejando trágicamente miles de muertos e infinidad de damnificados.


La venerada imagen del Señor de los Milagros.

DOS FRACASOS
Todas las paredes de la cofradía se vinieron abajo. Excepto el débil muro de adobe en el cual se encontraba pintada la imagen de Jesús. La pintura quedó  sin ningún resquebrajamiento y, lo que es más admirable, intacta por completo.
La imagen inmediatamente atrajo gran cantidad de fieles que con sus cánticos y bailes escandalizaban a las autoridades políticas y religiosas. El Virrey ordenó la destrucción de este retrato del hijo de Dios.
En esos cometidos de desaparición, un pintor subió la escalera para borrar todo por allí. Lo que se asegura es que comenzó a sentir temblores y escalofríos que lo imposibilitaron en cumplir dicha labor. Al poco rato  intentó nuevamente ascender. Pero fue tanta la impresión causada que bajó raudamente y se alejó asustado del lugar, sin cumplir con la tarea encomendada.
Un segundo hombre, soldado de oficio y de ánimo más templado, también hizo lo mismo. Sin embargo, inmediatamente bajó. Lo primero que explicó es que, cuando estuvo frente al lienzo, vio que se ponía más bello  y que la corona se tornaba verde. Por esa razón, no cumplió con la orden dada al más alto nivel. 
PROTESTAS
Ante la insistencia por las autoridades de desaparecer la imagen, la gente manifestó su disgusto y comenzó a protestar con airadas voces  y actitudes amenazantes que obligaron a retirarse a la comitiva. La orden fue revocada y la multitud acordó que en ese lugar se rindiera veneración a la imagen.
Un maremoto arrasó con el Callao y parte de Lima el  20 de Octubre de 1687, derribando la capilla que se había levantado en honor a Cristo. Quedando sólo en pie la pared de adobe con la imagen correspondiente. De esta forma fue admitida por la Iglesia y se consagró el culto.
Una copia al oleo de la imagen fue confeccionada y a reglón seguido llevada en procesión por las calles de Lima, implorando al Cristo crucificado que apaciguara la ira de la naturaleza. Desde aquel entonces se estableció que los días 18 y 19 de Octubre tendrá lugar el culto de lo que se denominó, popularmente, el Señor de los Milagros.
Las procesiones que parten del Convento de las Nazarenas se desplazan por diversos lugares durante varios días. Hasta retornar a su punta de partida. A la difusión del culto contribuyó el esfuerzo  de Antonia Lucía,  del Espíritu Santo, sierva de Dios. Su apellido era Maldonado.
Ella siempre estaba ataviada de un vestido morado llamado hábito con un cordón blanco. Fundó el Beaterio de las Nazarenas  y la congregación vistió como la creyente. Las devotas se dedicaron, entre otras labores, a cuidar la imagen de Pachacamilla . Así, poco a poco, se fue asociando el traje morado al Señor de los Milagros.


La Iglesia de las Nazarenas.

El TURRON
 Desde entonces hasta hoy, los fieles hacen peticiones al Cristo Morado y le prometen a cambio vestir de ese color por un tiempo determinado (Ver en el archivo de este blog el articulo correspondiente  con  la historia del hábito, de fecha 21 de Octubre del 2010)
En cuanto al turrón que se prepara y come por estas fiestas, la tradición asegura que su inventora fue una morena de nombre y apellido Josefa Marmanillo, una esclava del  valle de Cañete. Doña Pepa, como la llamaban, resultó liberada porque sufría de parálisis y, entonces, prometió al Señor de los Milagros seguir la procesión si le aliviaba de su mal.
La creyente, durante el primer día de la peregrinación, recuperó milagrosamente el uso de sus brazos y manos. Esa misma noche, la mujer soñó la receta del turrón. Al día siguiente lo preparó y lo repartió entre los pobres de Las Nazarenas. Desde entonces, todos los meses de Octubre este dulce invade con su aroma la ciudad, a disposición de los comensales.


En plena e impresionante procesion.

Cabe precisar que en el siglo XVII Lima contaba con una población de 35 mil habitantes, cantidad que se incrementó con la llegada de miles de personajes atraídos por la prosperidad y riqueza. Además era común el tráfico de esclavos procedentes de Africa Occidental, clasificados por castas:  Congos, Mandingas, Caravelíes, Mondongos, Mozambiques, Terranovos, Minas y Angolas. 
ANGOLAS
Precisamente los Angolas fueron llevados a la zona de Pachacamilla en 1651 y, al estar instalados, se organizaron para construir sus cabañas o callejones divididos en habitaciones, donde rendían culto a distintas imágenes o santos. Estos actos les recordaban su libertad y cantaban siempre en su lengua nativa. Ellos también se preocupaban por los enfermos y que éstos tuvieran un entierro decente.
Los Angola era el grupo más numeroso entre los esclavos negros pero no muy valorados. Constituían los más baratos porque se les consideraba pusilánimes, enfermizos y poco propensos a la religión.
Un grupo de negros construyó una cofradía en el barrio de Pachacamilla llamado así porque habitaron allí unos indígenas de la zona  pre-hispánica de Pachacamac, según estudios realizados por la historiadora María Rostworowski
El negro  llamado por  unos  Pedro y por otros Benito pintó bajo inspiración divina la imagen del Cristo en una pared tosca, cerca a una acequia de regadío y con acabado imperfecto. El esclavo angoleño no tuvo estudios de Pintura y ejecutó la obra por su propia fe.
Pasaron 15 años y un vecino  de la Parroquia de San Sebastián, Antonio León, encontró la imagen abandonada y comenzó a venerarla. Según los relatos de la época, León fue el primero que se preocupó por arreglar la ermita, sin imaginar que a partir de entonces crecería el culto y la devoción al sagrado Cristo.


Los cargadores con el hábito morado.

MILAGRO
Esta valoración a la imagen se vio fortalecida por un hecho particular en la vida de  Antonio, pues, padecía de espantosos dolores de cabeza debido a un tumor maligno que los médicos no habían podido curar.
Fue entonces cuando acudió a la imagen y postrándose frente a ella imploró al crucificado remedie su mal. El deseo le fue concedido, acabando de inmediato su desesperado tormento. Esto se conoció a todo nivel y permitió que el culto creciera notablemente.
Entre los creyentes predominaba la gente de color, quienes iniciaron las reuniones los viernes por la noche y alumbrados por las llamas de sus ceras. Llevaban flores, perfumando el ambiente con el sahumerio.
 Todos al unísono entonaban fervorosas plegarias y ´cánticos al son de arpas, cajones y vihuelas. El 14 de Septiembre de 1671  se oficio la primera misa ante el crucifijo de Pachacamilla. Conforme pasaron los años, los devotos se multiplicaron por doquier. 
PATRONO
El español  Sebastián de  Antuñano, nacido en Vizcaya en 1653, fue el máximo benefactor de la imagen. Mientras la contemplaba, se cuenta, que repentinamente sintió que el Señor le iluminaba la frente y una voz interior que le susurraba con claridad: “ven a cuidar el esplendor de mi culto”.
Puesto de rodillas, le ofreció servicio incondicional hasta el final de sus días. Después del pavoroso terremoto de 1687, Antuñano tuvo la idea de sacar en procesión una copia fiel del Señor. Cuando sintió cercano el final de sus días reafirmó su fe en el cristo morado, a quien sirvió por espacio de 33 años. Sus restos reposan en la Iglesia de las Nazarenas.
El Cabildo de Lima declaró, el 21de Septiembre de 1715, al Cristo de los Milagros como “Patrono jurado por la ciudad de los reyes contra los temblores que azotan la tierra”. Desde aquel momento, quedó oficializado su culto entre los vecinos de Lima.
El Templo de las Nazarenas se construyó por decisión y apoyo incondicional del Virrey Manuel Amat y Juniet. Fue inaugurado, el 21 de Enero de 1771, ante el júbilo de las monjas de esa congregación como del  pueblo de Lima.
Muchos historiadores resaltan con precisión que la idea de esta obra religiosa le perteneció a Micaela Villegas “La Perriicholi”, la amante del gobernador español y  devota del Señor de los Milagros.
 Ella, un buen día, visitó la ermita y al verla en lamentable estado pensó en levantarle un templo digno para su culto e hizo las coordinaciones con su pareja sentimental. La obra se ejecutó con recursos propios y del pueblo limeño.

La parte posterior con la Virgen de la Nube.

LAS ANDAS
El edificio religioso se daño considerablemente  por efectos del terremoto de 1940. La reparación se llevó a cabo por completo, quedando la obra lista y flamante 25 años después en 1965. La inauguró el Cardenal del Perú, Monseñor Juan Landázuri  Ricketts.
Hubo otra restauración que  se efectuó entre 1994 y 1999. Hace pocos años se arregló la fachada  principal del  santuario que tiene un sistema de iluminación inaugurado con la presencia de los Reyes de España.
Las sagradas andas del Señor de los Milagros son las estructuras que permiten transportar la imagen venerada en procesión. Cargada en hombros pueden ser interpretadas como signo de realeza y evocan la litera de los reyes.
Los instrumentos permiten llevar en alto la imagen y están formadas por una especie de madera de caoba y refuerzos de metal, sobre los que se alza al Cristo de Pachacamilla. Hay una mesa  atravesada por cuatro travesaños que son pinos de Oregón.
Estos últimos tienen una longitud de 3 metros con 46 centímetros, están recubiertos  en la parte superior por planchas de plata y en los inferiores ligeramente acolchados en terciopelo color morado. Los terminales de las patas son de bronce.

Escapularios

En cada una de las cuatro esquinas del anda, un ángel macizo de plata de un metro de alto y 50 kilos de peso. Con alas desplegadas sostiene, entre las manos, una azucena  con trinches de acero donde se colocan los conos de flores.
La base de la imagen tiene láminas de plata talladas sobre madera. En las andas hay también jardineras del mismo metal para los arreglos florales con candelabros de las velas encendidas, durante todo el recorrido procesional. Las andas miden en total 4 metros de alto. 1.64 de lado. Pesan cerca de 1,700 kilos.
En la parte de atrás de la imagen del Señor de los Milagros, aparece  el lienzo de  Nuestra Señora de la Nube y allí está  desde 1,747. Según el experto en estas lides, Pedro Gjurinovic Canevaro, fue pintada, como advocación ecuatoriana, encima de la imagen de la Virgen de la Merced, conforme se comprobó cuando se hizo la restauración correspondiente en el Museo de Osma. (EdeN).

1 comentario:

  1. los santos son estatuas cualquiera en cambio DIOS puede hacer milagros

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