Haciendo un alto en las
evocaciones republicanas nos remontamos hoy presurosamente y nos metemos en
honduras coloniales, rememorando hechos de los galantes e inquietos días del Virrey
Amat. ¿Por qué no? Aún subsiste la leyenda de que el gobernante un poco duro,
pero hábil y reformador, y aunque aseguran que no muy cauto en manejo de
caudales, evidentemente fue uno de los mejores virreyes que ha tenido el Perú.
La época se presta y por más que
el inimitable Ricardo Palma, José Antonio de Lavalle y muchas gentes de gran
valor y de ciencia histórica comprobada han dicho ya muy bellas y sabrosísimas
cosas de aquellos días, la tentación no siempre puede resistirse y este
sacristán, sin pretensiones, que ni siquiera es el del Instituto Histórico, se
lanza a cometer el pecado, advirtiendo con valor que lo comete. Entonando el
mea culpa por anticipado, pido perdón y comienza.
Entre la muchas crónicas que se
han escrito y entre los muchos detalles que se conocen sobre la famosa
expulsión de los Jesuitas en 1767, algo
queda sin saberse y algo de aquel algo, quedará aquí, como una curiosidad.
Se trata de un relojito que tiene
que ver con la expulsión, de un relojito con historia y con tan buena fortuna
que después de largos viajes, de peripecias sin cuenta, permanece intacto,
dando la hora en Lima, revelando no sólo su buena calidad, superior sin duda a
la de los hombres que tan pronto pasamos, sino su absoluta discreción, porque
callado y modesto, a nadie ha revelado hasta ahora sus secretos.
Todo tipo de relojes.
Todo tipo de relojes.
JOYA
El relojito, que es una joya,
tiene tres cajas. La primera de cuerno de búfalo con áureos adornos,
representando un bosque, que hace pensar en orientales estampas y las otras dos
de finísimo oro labrado. En la esfera tiene el nombre de su antiguo señor y fue
adquirido hace más de 150 años, habiendo costado muy buenas onzas, con un valor
equivalente a unos mil soles de nuestra actual moneda, valor que en aquellos
tiempos lo hacía un artículo de lujo.
El relojito se conserva
admirablemente, aún puede servir y está en poder de linajuda familia, a uno de
cuyos antepasados perteneció en el siglo XVIII. Es un primor como joya y a la
vez una adivinanza, pues se encierra en tres cajas, como diciendo encuéntrame.
Además de fino y curioso tiene, por antiguo, historia e historia muy
interesante.
Como en los lindos cuentos de
Andersen que comienzan “Este era un soldadito de plomo…”, podríamos comenzar
esta evocación diciendo “Este era un relojito”…. Este era un relojito que se
mandó a hacer en Europa, que vino a Lima y que, unido a una señora cadena,
estuvo en la bordada faltiqrera de un
gran caballero, fue prestado después a un Provincial Jesuita, volvió a salir de
Lima, recorrió el Mar Pacífico, dio la vuelta al Cabo, llegó a España, que tal
vez a Italia y volvió, muy empaquetado, en pulcra cajeta, a la ciudad de los
reyes donde hoy se encuentra descansando, silencioso y puntual, duradero como
el tiempo que marca y coquetón como una viejita empolvada y cuidadosa.
EXPULSION
Cuando el señor Conde de Aranda,
aquel discutido y enérgico hombre público español, de quien por su discreción y
pocas dotes externas, se decía es “un pozo muy profundo con un orificio
estrecho”, se le ocurrió expulsar de todas las provincias de España a los
Jesuitas, porque parece que se entrometían bastante demasiado en las cosas del
Gobierno, se encontró con que el problema era más difícil de lo que a primera
vista suelen contemplar las cosas los hombres resueltos.
Hubo necesidad de dictar
providencias extremas, de amenazar bajo pena de la vida a muchas personas y de
tomar un sinnúmero de precauciones. A Lima, donde los Jesuitas tenían
excepcional importancia, envió un comisionado con pliegos cerrados para el
Virrey, pliegos que además de las
instrucciones suyas, traían carta especial del Rey de España, encomendando que
la expulsión se hiciera un día determinado y con tal reserva que los Jesuitas
sólo la conocieran en el momento designado.
Llegó el Comisionado a Lima y
Amat vióse obligado a adoptar mil trámites para que no trascendiese la noticia,
al punto que dice en su Memoria que además de preocuparse de las medidas para
el caso de que los Jesuitas se soliviantasen, debía tener en cuenta las del
secreto, asunto muy arduo, sobre todo en esta ciudad donde es “notoria la
viveza de sus habitantes”.
Dice que sólo se confió a su
secretario de cartas, que lo era don Antonio Eléspuru, a quien exigió
juramento. Ricardo Palma recoge la leyenda de que la misma noche que llegaron a
los pliegos, se reunió a la comunidad y en la mañana siguiente en la madrugada, se le embarcó para España, pero no
fue exactamente así.
Cronómetros antiguos de mano
Cronómetros antiguos de mano
FECHA
El oficial portador de los
pliegos llegó a Lima el 20 de Agosto de 1767 y la expulsión no se realizó hasta
el 8 de Septiembre, porque era deseo del Conde de Aranda que simultáneamente se
hiciese en todo el Virreinato la tal expulsión.
Cosa muy seria era mantener el
secreto, en ciudad tan amiga del chismorreo como Lima. Pero con tal misterio se
hizo todo, que es lo cierto que los habitantes no se enteraron, aunque se da
por seguro que los Jesuitas conocían anticipadamente la situación y nada que al
Nazareno atribuye Don Ricardo la gracia del
aviso.
Hay que tener en cuenta el
inmenso poder de la Compañía, el carácter de los habitantes y las dificultades
de las empresas para comprender que el encargo que recibió el Virrey era para
preocupar al más tranquilo y seguro de los hombres.
Los Jesuitas, que vinieron a Lima
en 1568 por vez primera bajo la dirección del notable Padre don Jerónimo Ruiz de Portillo, llegaron a ser los amos del
Virreinato no solo políticamente diremos sino aún como comerciantes, al punto
que Amat los acusó más de una vez de estos menesteres.
TEMBLOR
Vinieron sólo unos cuantos y
entraron a Lima el 1° de Abril de aquel año, habiéndose considerado de mal
agüero su entrada, porque el mismo día se sintió un fortísimo temblor. Pronto
se propagaron formidablemente, al año ya tenían capilla y hospedaje propios,
crearon cátedras, fundaron colegios, seminarios y noviciados y enseñaron en San
Marcos, Filosofía y Teología.
En los 199 años y 5 meses que estuvieron
en América progresaron de tal manera que se enriquecieron, tal influencia
alcanzaron, que los hombres de estado de España, no obstante sus creencias
religiosas llegaron a alarmarse y a tal alarma se debieron, sin duda y en gran
parte, las medidas del Conde de Aranda.
Mendiburu y Saldamando defienden
en muchos aspectos de su labor a los jesuitas y muy especialmente el último en
lo que se refiere a enseñanza y adoctrinamiento civilizador de América. En
verdad, tuvieron eminencias en historia y en ciencias y contribuyeron, dentro
de las ideas dominantes en la época en que actuaron, a la cultura americana,
Al año siguiente de estar en Lima
condenaron a varias personas, algunas de gran importancia como Pedro Mejía. El
primer Jesuita peruano fue Martín Pizarro. A estos poderosísimos frailes tuvo
que expulsar Amat.
El Vurrey Amat
El Vurrey Amat
LA ESQUELA
El Virrey fue a la comedia como
si nada ocurriese y a su regreso a Palacio, a las 9 de la noche, envió, de su
puño y letra a algunos oidores y personajes de importancia, de toda su
confianza, una esquelita que decía: Luego, luego y sin dilaciones, al recibo de
ésta, véngase vuesamerced por la puerta de Desamparados, a las 10 de la noche
para tratar asuntos del rey.
La esquela la recibieron muchos
notables. Entre ellas Mariana Mauricio
Matute de Vargas Melgarejo, esposa a su vez de José Benito Moreyra Bermúdez de Castro, propietario del relojito
en cuestión, que vuelve por fin a nuestra historia.
La alarma fue grande pero nadie
pudo maliciar delo que se trataba. En Palacio se reunieron alcaldes,
funcionarios y oidores. Amat expuso la situación y dictó las órdenes. Los
Jesuitas serán expulsados de todas maneras.
Los Jesuitas conocían de antemano
las providencias dictadas y nada les sorprendió. En el Paraguay ocurrió otro
tanto y encontraron a la comunidad lista, habiendo dicho el Superior
irónicamente al jefe del sequito expulsador: “Tomad las llaves y ved que nos
llevamos un tesoro en el brevario”. Don Pablo Matute de Vargas lleva consigo el
relojito de su cuñado José Moreyra y como los Jesuitas no tuvieron reloj lo dio
a su pariente el Padre Pérez de Vargas, quien lo recibió.
NUMERO
El número total de expulsados fue
de 799, de los que 230 eran peruanos. El destierro causó enorme sensación en
Lima. Sobre los Jesuitas corrían leyendas. Se les creía más poderosos de lo ue
efectivamente eran. La fama de su talento y habilidades era inmensa. Tenían
muchas haciendas y un sinfín de propiedades en Lima y provincias. Todo quedó para el Estado.
El Padre Pérez de Vargas era un
varón de altas prendas intelectuales y morales. Tanto pesar le produjo el
destierro que enfermó gravemente. Y murió muy pocos años después. Como era
pariente cercano de Matute de Vargas de Lima y por lo tanto de Moreyra, les escribía
con frecuencia y su gran preocupación en todas sus cartas es el relojito, que
estima tan precioso y tan rico, que teme que le cause mayores molestias.
Sobre el referido objeto dice que
se lo ha encargado a Pedro Binolet en el puerto de Santa María para lo que
entregue a un señor Holme que debería venir a Lima allá por 1770 o 1771 y
repite que vendrá en una cajeta especial.
Por fin el reloj llegó a Lima y
volvió a poder de sus dueños. El objeto
esta hoy en poder de los descendientes de la familia Moreyra y Paz Soldán y ha
servido y sirve a cuatro generaciones. Ha hecho reír al esclarecido varón
Carlitos Palacios Moreyra, importante personaje a quien como todos los
caballeros de su índole, gusta enormemente del tic tac de un relojito tan
venerable que para el no pasa de la esfera de un juguete.
La Lima antigua de aquellos tiempos.
La Lima antigua de aquellos tiempos.
CONTEMPLADO
El relojito, en casa de los
Moreyra fue contemplado por distintas personalidades como Felipe Pardo y
Aliaga,, Vivanco, Vidaurre, Rodulfo, el doctor Solari, Orbegoso y otros. Ese relojito
se salvó milagrosamente cuando la guerra con Chile.
La familia Moreyra mandó el reloj
al establecimiento de un señor Alcorta que tenía su relojería en la calle de Bodegones. Alcorta conocía el
reloj porque en varias ocasiones había hecho limpieza de la maquina su padre,
relojero como él.
Cuando la guerra Alcorta recordó
que por inadvertencia había dejado la valiosa prenda en su establecimiento.
Uniformado, porque perteneció a la reserva, se presentó a la casa de los padres
de Moreyra y entregó el relojito, manifestando que dada su importancia y valor
no se atrevía a dejarlo en su establecimiento. Alcorta murió combatiendo en
Miraflores.
Sin la escrupulosidad nobilísima
de Alcorta el relojito no estaría en poder de Moreyra y Riglos y que personalmente
nos ha relatado el episodio simpático. La relojería de Alcorta fue saqueada en
las horrendas noches de enero del 80.
Relojito afortunado que te
conservas admirablemente y aun te permites decirnos que pasamos: relojito feliz
que viajaste y conociste mundos diversos y épocas distintas. Relojito precioso
que has tenido la buena suerte que te compongan pocas veces. Joya artística que
salvaste de un estólido salvajismo por la bella hidalguía de un patriota. Sigue
durando con tu tic tac monótono, encanto de chiquillos, motivo de añoranza,
cifra de amor hogareño en la noble casa donde vives. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas"
que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez
Barrenechea.)
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