jueves, 29 de octubre de 2015

UN RELOJITO CON HISTORIA

Haciendo un alto en las evocaciones republicanas nos remontamos hoy presurosamente y nos metemos en honduras coloniales, rememorando hechos de los galantes e inquietos días del Virrey Amat. ¿Por qué no? Aún subsiste la leyenda de que el gobernante un poco duro, pero hábil y reformador, y aunque aseguran que no muy cauto en manejo de caudales, evidentemente fue uno de los mejores virreyes que ha tenido el Perú.
La época se presta y por más que el inimitable Ricardo Palma, José Antonio de Lavalle y muchas gentes de gran valor y de ciencia histórica comprobada han dicho ya muy bellas y sabrosísimas cosas de aquellos días, la tentación no siempre puede resistirse y este sacristán, sin pretensiones, que ni siquiera es el del Instituto Histórico, se lanza a cometer el pecado, advirtiendo con valor que lo comete. Entonando el mea culpa por anticipado, pido perdón y comienza.
Entre la muchas crónicas que se han escrito y entre los muchos detalles que se conocen sobre la famosa expulsión de  los Jesuitas en 1767, algo queda sin saberse y algo de aquel algo, quedará aquí, como una curiosidad.
Se trata de un relojito que tiene que ver con la expulsión, de un relojito con historia y con tan buena fortuna que después de largos viajes, de peripecias sin cuenta, permanece intacto, dando la hora en Lima, revelando no sólo su buena calidad, superior sin duda a la de los hombres que tan pronto pasamos, sino su absoluta discreción, porque callado y modesto, a nadie ha revelado hasta ahora sus secretos.

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Todo tipo de relojes.

JOYA
El relojito, que es una joya, tiene tres cajas. La primera de cuerno de búfalo con áureos adornos, representando un bosque, que hace pensar en orientales estampas y las otras dos de finísimo oro labrado. En la esfera tiene el nombre de su antiguo señor y fue adquirido hace más de 150 años, habiendo costado muy buenas onzas, con un valor equivalente a unos mil soles de nuestra actual moneda, valor que en aquellos tiempos lo hacía un artículo de lujo.
El relojito se conserva admirablemente, aún puede servir y está en poder de linajuda familia, a uno de cuyos antepasados perteneció en el siglo XVIII. Es un primor como joya y a la vez una adivinanza, pues se encierra en tres cajas, como diciendo encuéntrame. Además de fino y curioso tiene, por antiguo, historia e historia muy interesante.
Como en los lindos cuentos de Andersen que comienzan “Este era un soldadito de plomo…”, podríamos comenzar esta evocación diciendo “Este era un relojito”…. Este era un relojito que se mandó a hacer en Europa, que vino a Lima y que, unido a una señora cadena, estuvo  en la bordada faltiqrera de un gran caballero, fue prestado después a un Provincial Jesuita, volvió a salir de Lima, recorrió el Mar Pacífico, dio la vuelta al Cabo, llegó a España, que tal vez a Italia y volvió, muy empaquetado, en pulcra cajeta, a la ciudad de los reyes donde hoy se encuentra descansando, silencioso y puntual, duradero como el tiempo que marca y coquetón como una viejita empolvada y cuidadosa.
EXPULSION
Cuando el señor Conde de Aranda, aquel discutido y enérgico hombre público español, de quien por su discreción y pocas dotes externas, se decía es “un pozo muy profundo con un orificio estrecho”, se le ocurrió expulsar de todas las provincias de España a los Jesuitas, porque parece que se entrometían bastante demasiado en las cosas del Gobierno, se encontró con que el problema era más difícil de lo que a primera vista suelen contemplar las cosas los hombres resueltos.
Hubo necesidad de dictar providencias extremas, de amenazar bajo pena de la vida a muchas personas y de tomar un sinnúmero de precauciones. A Lima, donde los Jesuitas tenían excepcional importancia, envió un comisionado con pliegos cerrados para el Virrey,  pliegos que además de las instrucciones suyas, traían carta especial del Rey de España, encomendando que la expulsión se hiciera un día determinado y con tal reserva que los Jesuitas sólo la conocieran en el momento designado.
Llegó el Comisionado a Lima y Amat vióse obligado a adoptar mil trámites para que no trascendiese la noticia, al punto que dice en su Memoria que además de preocuparse de las medidas para el caso de que los Jesuitas se soliviantasen, debía tener en cuenta las del secreto, asunto muy arduo, sobre todo en esta ciudad donde es “notoria la viveza de sus habitantes”.
Dice que sólo se confió a su secretario de cartas, que lo era don Antonio Eléspuru, a quien exigió juramento. Ricardo Palma recoge la leyenda de que la misma noche que llegaron a los pliegos, se reunió a la comunidad y en la mañana siguiente en la  madrugada, se le embarcó para España, pero no fue exactamente así.

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Cronómetros antiguos de mano

FECHA
El oficial portador de los pliegos llegó a Lima el 20 de Agosto de 1767 y la expulsión no se realizó hasta el 8 de Septiembre, porque era deseo del Conde de Aranda que simultáneamente se hiciese en todo el Virreinato la tal expulsión.
Cosa muy seria era mantener el secreto, en ciudad tan amiga del chismorreo como Lima. Pero con tal misterio se hizo todo, que es lo cierto que los habitantes no se enteraron, aunque se da por seguro que los Jesuitas conocían anticipadamente la situación y nada que al Nazareno atribuye Don Ricardo la gracia del  aviso.
Hay que tener en cuenta el inmenso poder de la Compañía, el carácter de los habitantes y las dificultades de las empresas para comprender que el encargo que recibió el Virrey era para preocupar al más tranquilo y seguro de los hombres. 
Los Jesuitas, que vinieron a Lima en 1568 por vez primera bajo la dirección del notable Padre don Jerónimo  Ruiz de Portillo, llegaron a ser los amos del Virreinato no solo políticamente diremos sino aún como comerciantes, al punto que Amat los acusó más de una vez de estos menesteres.
TEMBLOR
Vinieron sólo unos cuantos y entraron a Lima el 1° de Abril de aquel año, habiéndose considerado de mal agüero su entrada, porque el mismo día se sintió un fortísimo temblor. Pronto se propagaron formidablemente, al año ya tenían capilla y hospedaje propios, crearon cátedras, fundaron colegios, seminarios y noviciados y enseñaron en San Marcos, Filosofía y Teología.
En los 199 años y 5 meses que estuvieron en América progresaron de tal manera que se enriquecieron, tal influencia alcanzaron, que los hombres de estado de España, no obstante sus creencias religiosas llegaron a alarmarse y a tal alarma se debieron, sin duda y en gran parte, las medidas del Conde de Aranda.
Mendiburu y Saldamando defienden en muchos aspectos de su labor a los jesuitas y muy especialmente el último en lo que se refiere a enseñanza y adoctrinamiento civilizador de América. En verdad, tuvieron eminencias en historia y en ciencias y contribuyeron, dentro de las ideas dominantes en la época en que actuaron, a la cultura americana,
Al año siguiente de estar en Lima condenaron a varias personas, algunas de gran importancia como Pedro Mejía. El primer Jesuita peruano fue Martín Pizarro. A estos poderosísimos frailes tuvo que expulsar Amat.

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El Vurrey Amat

LA ESQUELA
El Virrey fue a la comedia como si nada ocurriese y a su regreso a Palacio, a las 9 de la noche, envió, de su puño y letra a algunos oidores y personajes de importancia, de toda su confianza, una esquelita que decía: Luego, luego y sin dilaciones, al recibo de ésta, véngase vuesamerced por la puerta de Desamparados, a las 10 de la noche para tratar asuntos del rey.
La esquela la recibieron muchos notables. Entre ellas  Mariana Mauricio Matute de Vargas Melgarejo, esposa a su vez de José Benito Moreyra  Bermúdez de Castro, propietario del relojito en cuestión, que vuelve por fin a nuestra historia.
La alarma fue grande pero nadie pudo maliciar delo que se trataba. En Palacio se reunieron alcaldes, funcionarios y oidores. Amat expuso la situación y dictó las órdenes. Los Jesuitas serán expulsados de todas maneras.
Los Jesuitas conocían de antemano las providencias dictadas y nada les sorprendió. En el Paraguay ocurrió otro tanto y encontraron a la comunidad lista, habiendo dicho el Superior irónicamente al jefe del sequito expulsador: “Tomad las llaves y ved que nos llevamos un tesoro en el brevario”. Don Pablo Matute de Vargas lleva consigo el relojito de su cuñado José Moreyra y como los Jesuitas no tuvieron reloj lo dio a su pariente el Padre Pérez de Vargas, quien lo recibió. 
NUMERO
El número total de expulsados fue de 799, de los que 230 eran peruanos. El destierro causó enorme sensación en Lima. Sobre los Jesuitas corrían leyendas. Se les creía más poderosos de lo ue efectivamente eran. La fama de su talento y habilidades era inmensa. Tenían muchas haciendas y un sinfín de propiedades en Lima y provincias. Todo quedó para el Estado.
El Padre Pérez de Vargas era un varón de altas prendas intelectuales y morales. Tanto pesar le produjo el destierro que enfermó gravemente. Y murió muy pocos años después. Como era pariente cercano de Matute de Vargas de Lima y por lo tanto de Moreyra, les escribía con frecuencia y su gran preocupación en todas sus cartas es el relojito, que estima tan precioso y tan rico, que teme que le cause mayores molestias.
Sobre el referido objeto dice que se lo ha encargado a Pedro Binolet en el puerto de Santa María para lo que entregue a un señor Holme que debería venir a Lima allá por 1770 o 1771 y repite que vendrá en una cajeta especial.
Por fin el reloj llegó a Lima y volvió a poder de sus dueños.  El objeto esta hoy en poder de los descendientes de la familia Moreyra y Paz Soldán y ha servido y sirve a cuatro generaciones. Ha hecho reír al esclarecido varón Carlitos Palacios Moreyra, importante personaje a quien como todos los caballeros de su índole, gusta enormemente del tic tac de un relojito tan venerable que para el no pasa de la esfera de un juguete.

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La Lima antigua de aquellos tiempos.

CONTEMPLADO
El relojito, en casa de los Moreyra fue contemplado por distintas personalidades como Felipe Pardo y Aliaga,, Vivanco, Vidaurre, Rodulfo, el doctor Solari, Orbegoso y otros. Ese relojito se salvó milagrosamente cuando la guerra con Chile.
La familia Moreyra mandó el reloj al establecimiento de un señor Alcorta que tenía su relojería en  la calle de Bodegones. Alcorta conocía el reloj porque en varias ocasiones había hecho limpieza de la maquina su padre, relojero como él.
Cuando la guerra Alcorta recordó que por inadvertencia había dejado la valiosa prenda en su establecimiento. Uniformado, porque perteneció a la reserva, se presentó a la casa de los padres de Moreyra y entregó el relojito, manifestando que dada su importancia y valor no se atrevía a dejarlo en su establecimiento. Alcorta murió combatiendo en Miraflores.
Sin la escrupulosidad nobilísima de Alcorta el relojito no estaría en poder de Moreyra y Riglos y que personalmente nos ha relatado el episodio simpático. La relojería de Alcorta fue saqueada en las horrendas noches de enero del 80. 
Relojito afortunado que te conservas admirablemente y aun te permites decirnos que pasamos: relojito feliz que viajaste y conociste mundos diversos y épocas distintas. Relojito precioso que has tenido la buena suerte que te compongan pocas veces. Joya artística que salvaste de un estólido salvajismo por la bella hidalguía de un patriota. Sigue durando con tu tic tac monótono, encanto de chiquillos, motivo de añoranza, cifra de amor hogareño en la noble casa donde vives. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea.)

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