domingo, 27 de diciembre de 2015

CLARO...CLARISIMO

Evidentemente que muchísimo ha llamado la atención, en diversos sectores de la ciudadanía, un  singular y controvertido hecho electoral registrado con bombos y platillos de indignación por la falta de coherencia y consecuencia, luego de conocerse a plenitud y de forma sorpresiva, los últimos vaivenes políticos de la ex alcaldesa de Lima, Susana Villarán de la Puente.
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En efecto, ahora la tenemos a la señora de la chalina verde que pretende y pregona ser amante de la naturaleza, la protección del medio ambiente y las causas nobles, monda y lironda, como candidata a la Primera Vicepresidencia de la República de la fórmula nacionalista oficialista, encabezada por  el General (r) Daniel Urresti.
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El postulante de talante autoritario es, como se sabe, nada más y nada menos que un militar del Ejército con características muy especiales: prontuariado judicialmente, acusado del supuesto asesinato del periodista Hugo Bustíos y ejecutor de una posible violación a una mujer humilde, delito que hasta ahora es investigado por las autoridades correspondientes.
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 Qué hace allí la señora Villarán de la mano del ex Ministro del Interior de este régimen. Sí ella se consideraba una luchadora social por sus cuatro costados que, precisamente, abogaba por los derechos humanos de los demás, desempeñando importantes cargos tanto en organismos nacionales e internacionales como en diferentes organizaciones no gubernamentales de corte humanístico.
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 Nadie lo sabe, efectivamente. Ella dice que así lucha contra el fujimorismo. Habrase visto. Que poca coherencia de justificación. Pareciera ser que la candidata ha perdido, por completo, la perspectiva de la lucha política.
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Dónde están los principios y también las consecuencias de aquella mujer que optó desde muy joven por posiciones de izquierda radical, progresismo y revolución. Del cambio total de las estructuras para alcanzar una justicia social plena. De ello, con su última actitud, ya no queda nada, absolutamente nada. Solo una postura, evidentemente, falsa.

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Lo cierto es que las decisiones públicas de la señora Villlarán son muy propias de ella que tiene el título profesional de profesora. Muchos la creen socióloga, pero no lo es. Tampoco abogada porque  no es justa. Sólo docente, aunque se comenta que con  reducido trabajo y poca experiencia en este campo.
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 Si revisamos su vida veremos que hay una constante permanente de sorprender de forma tajante y completa, dejando siempre una aureola de mentira, fracaso e incertidumbre a sus actos. Sin lógica explicativa alguna. Si de mucha desadaptación social ayer, hoy y parece que siempre con lo que ha hecho últimamente.
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Ello, que forma parte de esa conducta falsa que la acompaña, ocurrió desde tiempos lejanos. Cuando era una joven controversial y rebelde de 18 a 23 años, allá a fines de los 60 y 70, Susana se pasó  de las  entrañas de la aristocracia millonaria peruana que representaba su familia a las fauces arrebatadoras del marxismo extremo, en posición disfrazada de llamarse y definirse como cristiana radical para pasar piola.
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Ya ni se acordaba que había estudiado en el Colegio “Chalet” de Chorrillos  de las monjas francesas del Sagrado Corazón, educadoras allá en Europa de los sectores más altos de la sociedad. Incluso los borbones y monárquicos del viejo continente. Lo mismo hicieron aquí estas religiosas, generación tras generación. Una de sus predilectas discípulas, la Villarán
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Lo concreto es que Susanita estuvo en las filas de la izquierda ultra y extremista. En el filón de la navaja de los partidos Vanguardia Revolucionaria y el Comunista Revolucionario (PCR), cuyos militantes eran niñitos bien de su privilegiada estirpe que se portaban mal y traicionaban incluso a su propia clase social.
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 Alli estaban en este grupo, a quienes se les lavó la cabeza por completo, pitucones como Ricardo Letts Colmenares, Javier Diez Canseco Cisneros, Manuel Dammert Ego Aguirre y el que fue su esposo Manuel Piqueras, quien llegó a ser Congresista por Izquierda Unida de 1985 a 1990, en tiempos del  primer gobierno de Alan García, Entre muchísimos otros hijos de la gran burguesía peruana. 
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 Susana cambió de vida por completo. No quiso saber nada de la impresionante casona de lujo de sus familiares, ubicada en el exclusivo distrito de Miraflores, donde ahora están las tiendas conocidas bajo el nombre de "El Suche".
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Abdicó de las costumbres conservadoras  que le inculcaron sus padres. Era la mujer superada y con ideas profundas de realización, según su propia y singular concepción. Había ocurrido, de acuerdo a su sacro santa opinión errada, el cambio total para bien del pueblo que la necesitaba. Pero eso si, cuando se presentó la oportunidad, cobró alquileres del inmueble que fue de sus progenitores, tras convertirse en un centro comercial de lujo.
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Antes se fue a vivir a  la inmensidad de los sectores eminentemente populares. A una modesta vivienda de San Juan de Lurigancho. Caminaba y permanecía, buen tiempo, en los pueblos jóvenes donde también pernoctaba. Hasta vestía distinto con faldones largos, blusas de colores chocantes, ojotas de jebe, cabellos largos descuidados  y ni un arreglo estético en la cara. Toda una proletaria, la muchacha…
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Sin embargo, de vez en cuando, volvía a sus costumbres de clase. Le gustaba escuchar a los Beatles y, en una oportunidad, hasta se fumó un tronchito de marihuana en un cine de San Isidro, acompañada de un amigo periodista. Por si acaso todo esto lo declaró ante la prensa, durante la campaña municipal del 2010 que le sirvió para ganar la Alcaldía de Lima.
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De esos tiempos añejos y juveniles, la política poco habla. Pareciera que no le gusta esta etapa de su vida donde la pose era lo primordial para tan sólo impresionar, sin ningún tipo de convicciones plenas ni tampoco reales.  Sólo fórmulas falsas de poca convicción. La demagogia y el engaño en su máxima expresión.
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Cierto es que la salva su actuación como Ministra de la Mujer durante el gobierno transitorio de Valentín Paniagua en que integró un gabinete de lujo presidido por Javier Pérez de Cuéllar e integrado, entre otros, por: Javier Silva Ruete en la cartera de Economía, Marcial Rubio Correa en la de Educación y  Juan Incháustegui en Industria y en el de la Presidencia. Al menos en esta etapa no se le conocieron errores y parece ser que hizo una buena gestión.  La excepción de la regla

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Por aquella época ya se había arrepentido del marxismo extremo y coqueteaba con las ideas democráticas. Posteriormente siguió en la política con el partido Fuerza Social que fundó. Luego ganó la Alcaldía de Lima. Convirtiéndose, sin exageración, en la peor autoridad municipal de todos los tiempos que tuvo la capital. Su gestión, para tirios y troyanos, fue realmente pésima. En pocas palabras, un fracaso total.
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Sus fallas resultaron célebres y de almanaque con errores mil, incongruencias multiplicadas, infinidad de promesas incumplidas y tantísimos inconvenientes en contra de los vecinos. Como las del olón de la playa de La Herradura que se llevó toda la arena inmediatamente después de que finalizaron las obras de habilitación correspondientes que, dicho sea de paso, para nada sirvieron en ese  balneario de Chorrillos, añorado enteramente por los limeños.

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 Nadie olvida el engaño de los patrulleros  con circulinas alquiladas, sin placas ni soat, so pretexto de timar en el sentido de aparentar que, efectivamente, existía  seguridad  ciudadana. Tampoco las famosas escaleras de los pueblos jóvenes que  se multiplicaron en cuanto número y no era así.  Lo que se aseguró es que se construyeron 1,200 y la realidad es que sólo había 176.

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 El centro histórico de Lima siguió igual de mediocre e impresentable con ambulantes y sobre todo con asaltos, dominado por completo por la delincuencia. Esta parte de la capital fue, realmente, la tierra de nadie en tiempos de la Villarán.

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Durante su dilatada gestión, un hecho comprobado fue que  se registró el ingreso masivo de personas que no tenían las credenciales necesarias para desempeñarse. El patio de Ciencias  Sociales de la Universidad Católica se mudó en masa al Palacio Municipal, con gente que realmente  carecía de experiencia. 
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Esta tecnocracia mediocre, sin criterio  político formado, tuvo su contrapeso negativo en una Villarán que hablaba mucho y no decía nada, convirtiendo su administración en amorfa y casi siempre equivocada. Nada la hizo cambiar. 
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Lo de la Parada también fue otra barbaridad en la que se vio, a las claras, que todo se hacía improvisadamente, sin coordinación alguna. El traslado y el enfrentamiento de los delincuentes con la policía un espectáculo digno de la barbarie imperante donde, desafortunadamente, se registraron muertos y heridos.
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Las cosas se arreglaron posteriormente. Pero el inicio, realmente, trágico. Los acontecimientos tan controvertidos forman parte también de los disparates de la  Villarán que ahora la vemos abdicando por completo de lo que pregonó como miembro de una plancha presidencial que, felizmente, no ganará las elecciones. Las posibilidades del nacionalismo son mínimas, de acuerdo al veredicto de las encuestas. 
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 Esa agrupación nada tiene que hacer  en las próximas elecciones de abril. Para bien del Perú y lo que ha protagonizado Susana Villarán es la comprobación de que ella tiene una obsesión desenfrenada por el poder, a cualquier costo. No hay otra explicación. Y los principios, por supuesto, al olvido total.

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 Si, efectivamente, la señora profesora ha cambiado mucho en su peculiar vida política. Sus mutaciones son cíclicas y constantes. Roja, rojísima y desenfrenada primero, después verde, verdísima con visos falsos de demócrata y hoy indiscutible  camaleón. Sin ningún respeto por los peruanosSusana ha caído, definitivamente, en el fango de los fangos. (Noé)

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