El nervioso golpeteo del Morse, como sistema de comunicación, transmitía y recibía las noticias de rutina. “Sin
novedad a bordo”. “Entramos en el estrecho”. “Bien: comprendido”. La navegación
continuaba sin alternativas, aunque con nuevas precauciones. Se entraba en
aguas peligrosas, escenario de la gesta marinera que ensanchó el mundo en la
centuria de los descubrimientos. “Sin novedad: “Comprendido”…
Transcurrían lentamente las horas
de aquel atardecer del 21 de Septiembre de 1949. Y la noche llegaba con
peligros, erizada de puntas de roca y aguas embravecidas. A las 16.35, otro
mensaje: “Cruzamos frente a Punta Delgada”. Luego el silencio.Comenzó el
misterio del Fournier, cuyo hundimiento enluteció el pabellón de la Armada y consternó
al pueblo.
Dos días más tarde, un lacónico
mensaje del Ministerio de Marina anunciaba que el rastreador Fournier, esperado
en Ushuaía de regreso de una misión al mando del Capitán de Corbeta Carlos A.
Negri, se había retrasado.
El público comenzó a interesarse
por la suerte corrida por la nave, aunque se confiaba en que lo peor no había
ocurrido. Trascendieron rápidamente nuevos detalles. El rastreador cuyo nombre
recordaba a César Fournier, el marino francés que se incorporó a la marina
argentina había partido el 16 de Septiembre de Ushuaia con destino a Puerto
Gallegos para iniciar su habitual navegación por los canales interiores,
llegando hasta esta última base el 19.
El imponente buque antes del accidente.
El imponente buque antes del accidente.
REGRESO
El 21 inició el regreso. La ruta
del estrecho de Magallanes que seguía en su derrotero, indicaba que la travesía
se efectuaría normalmente en tres días. El primer paso fue la entrada al
estrecho a las 16.30 del mismo día y la última conocida por Punta Delgada.
Entre ese lugar y Segunda
Angostura, se concentró la búsqueda por otras naves y mediante aviones. A fines
de Septiembre, desde un avión se advirtió una gran mancha de aceite. Luego
restos de la nave.. Y por ultimo, el 3 de Octubre se tuvo la certeza del
naufragio.
Siguió una afanosa búsqueda por
las caletas y las costas cruzadas de peñascos de las islas, pero sólo pudieron
ser rescatados los cuerpos del comandante y de unos pocos marineros. La
consternación cundió en toda La Argentina.
El pequeño buque de 500 toneladas
que en 1947 había desafiado el Drake y los mares antárticos,sucumbió por las
furias de la tempestad en el gris amanecer del 22 de Septiembre. Buenos Aires
con el corazón acongojado recibió a las víctimas.
Y en ese acto al que se sumaron
los marinos hermanos de la fragata española Sebastián Elcano se pronunciaron estas
palabras que constituyen el pedestal de un recuerdo perenne a la memoria de los
marinos del Fournier.
El homnenaje y el recuerdo permanente.
RENOVACION
RENOVACION
“La grandeza y la gloria exigen
siempre sacrificios, siendo el mayor de todos el de la vida ofrendada en aras
de la patria. Ellos, Señor, con su sangre, han rubricado su libre y espontáneo
juramento y es el docel de su lucha el firmamento y es mortaja en su sepulcro,
el pabellón.“Del cumplimiento del deber esclavos, nacieron para el mar. Tal
fue su sino y unirse con las olas de su destino y como los otros bravos
luchando sucumbir”.
Todo el país que había a seguido
con honda congoja la tragedia se asoció al duelo de la marina, renovándolo en
la despedida a los restos que fueron embarcados en esos días para que cada uno
recibiera sepultura en el solar nativo
Los años como siempre ocurre
atenuaron la tremenda prueba emocional de esas jornadas aciagas pero no
pudieron borrar un nombre, símbolo de sacrificio, que formado con macizos de
flores, pueden leer los que llegan a Buenos Aires desde el Aeropuerto de
Ezeiza: “Fournier.
Es que a veces para la grandeza
de los pueblos, son necesarios estos episodios que al exaltar los valores
morales de un sector de la comunidad, imprimen un indeleble sello de heroicidad
que honra y enorgullece a todos.
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