viernes, 31 de marzo de 2017

LA NAVIDAD LIMEÑA

La costumbre de celebrar el nacimiento de Cristo tuvo en Lima características propias y ya van desapareciendo, quedando débiles rezagos de los días de la “Nochebuena” castiza, de la novela de aguinaldo, de todo aquel encanto colorido y hogareño en buena ley, transformado por el cosmopolitismo creciente, robando, así, a nuestras fiestas de Navidad sus matices peculiares.
Puede afirmarse: desde que recién llegados los españoles al Perú se inició el culto de la Navidad. Apenas fundada Lima, se alzaron en el mes de  diciembre de 1535 los altarcitos para adorar el sagrado misterio del Nacimiento del Señor.
En el capítulo 9, acción 4 del concilio presidido por Santo Toribio de Mogrovejo, se señalan las fiestas de guardar para indios y españoles y entre ellas están consideradas la Navidad  y la Epifanía.
Dato interesante es el que nos muestra, ya desde 1582, se  prohibía a las mujeres fuesen a las procesiones y ceremonias rituales con los rostros cubiertos. Parece haber sido que antaño, la preocupación era diferente a la de hoy.
Se predicaba afanosa y contundentemente todo lo contrario. Antes afanosas las mujeres se desatapaban, ahora para que se tapen, aunque no faltan contraventoras y no, precisamente del rostro.


Festejos de Navidad en la Lima antigua.

EL LIBRO
En el archivo arzobispal he  podido ver el  libro sobre los arzobispos y sus ordenanzas sinodales escrito por un famoso paisano mío, el canónigo Bermúdez, autor de una historia de Santa Rosa, y en aquel manuscrito de elegantes rasgos caligráficos, he leído en la “Consueta” de las ordenanzas de Santo Toribio, el capítulo titulado: “Quanto se ha de tañer la hora y a qué hora”.
Allí dice textualmente: A maitines se tañera una hora y la noche de Navidad se repicará con todas las campanas desde las once de la noche hasta las doce, con mucha solemnidad”. Desde entonces las campanas se echaban a vuelo y el bullicio de las broncíneas lenguas de la ciudad naciente, anunciaba el regocijo de los fieles por el advenimiento del Niño Rey de Reyes.
En aquel manuscrito se hace constar desde 1583 eran los padres franciscanos quienes debían decir los sermones de Navidad y de la Fiesta de los Reyes Magos. Por algo el hermoso templo está bajo la advocación del Niño Jesús.
En los sinodales del Arzobispo Lobo Guerrero también se alude a aquellas fiestas obligatorias en la ciudad y en el campo para indios y españoles. La de Navidad duraba en Lima antigua, tres días de los cuales dos eran de guardar. Un viejo verso lo confirma: Arre borriquito/Vamos a Belén/ Que mañana es fiesta,/ Pasado también. 
ANTECESORES
En los primeros tiempos, sin embargo, nuestros antecesores no pudieron divertirse mucho, porque la vida no era tan fácil como lo fue después. Aquellas mesas colmadas, aquellas sabrosas viandas, aquellos vinos, aguardientes, horchatas y licores con tanta fama para el sibaritismo limeño, no pudieron ofrecerse desde los primeros días, aunque muy pronto después  Lima, con su profusión de huertos y chácaras, en las cuales prendieron los ricos brotes de los frutos arribados de España, pudiese poner esuelas al paladar.
No en vano el Padre Cobo habla en su Historia de la Fundación de Lima de los “buenos bastimentos de la ciudad”. Al comienzo, repito, las cosas no fueron tan fáciles. El vino se dio por primera vez en 1560, en una estancia llamada Marcahuasi, cerca del Cusco y el afortunado mortal, o sea el Noé entre nosotros, fue un tal  Pedro Cacalla, quien se ganó dos barras de plata de trescientos ducados cada una, ofrecidas por el Emperador Carlos V, al primero capaz de obtener en el Perú el confortante jugo.
Era tan caro el vino, que en 1554 no podía conseguirse una arroba sino pagando por ella trescientos y aún quinientos ducados, por lo cual apenas podía usarse, con parsimonia, para darlo a enfermos muy necesitados y para el servicio del culto.
Y si del  vino pasamos al azúcar, veremos ocurría otro tanto. El Cabildo de Lima dictó en 1542, siendo alcaldes don Francisco de Godoy y don Francisco Rodríguez, una curiosa ordenanza, por lo cual prohibía hacer confitura, “por ser regalo ajeno a la templanza”.


Misa de Gallo en la Iglesia capitalina de la Merced  (1912)

MULTA
La amarga regla imponía 5 pesos de multa con decomiso de la confitura a los desobedientes por la primera vez y destierro perpetuo por la segunda, “por cuanto de hacerse confitura viene daño a la república y se hacen los hombres ociosos y vagabundos, pues habiendo venido mucha azúcar para cosas necesarias y enfermos, la habían gastado en confituras”.
No fueron muy propicios para el desarrollo a las gollorías aquellos tiempos de tan seca sobriedad, y tal vez, en tanto prohibición y dificultad, escondiese el secreto de las tentaciones causantes de una Lima esencialmente mazamorrera y gulusmeadoira.
Pero no se detuvieron allí las cosas. El segundo marqués de Cañete, Andrés Hurtado de Mendoza, prohibió el 28 de Julio de 1568 hacer y vender chicha de maíz cocido o remojado y fijó severos castigos para la ebriedad.
Precisa aceptar entonces fueron las primeras fiestas de Navidad muy tristes, ya que el vino era cosa de sacra regalía, la confitura costaba, como la política, un destierro y la chicha, más tarde con el nombre de “Orines del Niño” no podía hacerse. Pero prohibir ciertas cosas es como escribir en el mar. 
REPOSTERIA
Poco tiempo después, no sólo había vino en abundancia, sino se inventaba el aguardiente, la chicha se hacía de todas clases y colores y en cuanto a dulces, hasta las monjiles manos se encargaron, en sus  ocios sacros de enriquecer con sabrosísimas combinaciones la repostería limeña.
Valga por tratarse de prohibiciones, un aparte revelador de la fuerza< para sus caprichos de la mujer. Prelados y virreyes se afanaron para que las mujeres no emplearan la coquetería misteriosa de los mantos y rebozos y éstos duraron hasta la primera mitad del siglo XIX, desafiando penas y amenazas, entre las cuales no era pequeña la que prohibía, cuando anduviesen cubiertas, de hablar con los caballeros y ni aún les hicieran señas, con castigo para el caballero de “pérdida de la espada y de la daga”, lo cual habría de dolerles mucho a ellos, por lo tremendo de la ofensa, y no menos a ellas, porque perder armas, era también no poder hacer ni siquiera una morisqueta.
Tanto más si se tiene en cuenta eran maestras en las artes dolosas y donosas del sonreír y del mirar, como lo apunta una muy curiosa carta publicada en el antiguo “Mercurio Peruano”, sobre los gestos de una “tapada”, en la cual epístola se afirma con la más circunspecta gravedad: “las tapadas” tenían hasta 25 modos de reír y más de 40 de mirar”.
Parece nos fuéramos desviando, por más mucho nos plazca escribir desordenadamente cuando se trata de evocar, ya que los recuerdos de cosas viejas tienen una pintoresca tiranía de venir a su gusto, sin aparente concierto.


Los niños adorando al Niño en el nacimiento pascual casero.

COSTUMBRE
Decíamos sobre la costumbre de los nacimientos, debe ser muy vieja en Lima, porque muy antigua es en España, donde hasta el presente se conserva. Los llaman allá “Belenes” y de la coloreada fusión llena de anacronismos y paradojas con los cuales están hechos, debe venir la aceptación de la frase “se armó un belén” para indicar hubo lio, enredo y laberinto.
En  Barcelona observé en las tiendas llaman también “belenes” a los nacimientos. Pero los catalanes usan además la palabra “pesebres”, con lo cual se les conoce en Rosellón y Mallorca. En todos los tiempos se han dedicado a labrar y esculpir las figuras típicas de los nacimientos muy grandes artistas, entre los cuales uno de los más notables, ha sido Amadeu, de quien se conserva un maravilloso “pesebre” en la parroquia de San Francisco de Paula, de la ciudad condal.
En Cataluña fue mucha tal afición. Entiendo hasta llegó a haber una sociedad de “pesebristas”. En el Perú los admirables artistas anónimos de Huancayo, de Huamanga y del Cuzco-el doctor Aurelio Gamarra Hernández posee uno maravilloso- supieron hacer en trapo y en piedra y en cedro o roble admirables representaciones de típicas figuras indígenas y criollas.
La costumbre de cantar villancicos y de bailar delante del  altarcito del  Nacimiento está revelada en el famoso proceso seguido por la Inquisición de Lima a esa mujer extraña, vesánica seguramente llamada Angela Carranza.
COPLA
Entre las extravagancias místicas por ella relatada hay una sobre la noche de Navidad. Dijo haber bailado en el portal de Belén y el Señor “perecía de risa” al verla bailar. El padre Castillo llamado “el ciego de la Merced”, refirIéndose al celebérrimo orador Alonso Messía improvisó esta copla: Cuando la Virgen María/Al Niño Dios arrullaba,/la comunidad cantaba/ Y el padre Alonso… Mecía.
Ya en el siglo XVI se cantaban villancicos en Lima. Tan aficionada fue desde sus comienzos a los cantares y a principios del siglo XVII se importaron los muy notables de Alvarez Gato, uno de los mejores copleros de la España del siglo XVI. Seguramente un relacionado suyo vivió en Lima y dio su segundo apellido a una cuadra, cerca de San  Pedro de hoy.
Fueron muchos los nacimientos famosos en Lima. Los padres Betlemitas o Barbones llegados en los días del Conde de Lemos, tuvieron uno verdaderamente admirable y de mucha figurería, en una quinta de las afueras.
En los días republicanos fue de propiedad del General  Raygada.  La esposa del general, doña Juana Oyarzabal y de la Canal, prima hermana de una de mis bisabuelas doña Carmen de Maíz y de la Canal, conservó la costumbre de hacer anualmente un gran nacimiento el cual ocupaba todo un cuarto de la Quinta.. Notables también fueron los de las casas de Ejercicios, en los cuales se hacían las famosas novelas de aguinaldo, representándose lúcidos entremeses la víspera de Navidad.



El saludo comercial por el fin de año.

FIESTAS
Todo el mes de diciembre y parte del de enero, eran de fiestas en Lima. El 7 comenzaban las ceremonias en homenaje a la Purísima Concepción. El 13, día de Santa Lucía, se sembraban los “triguitos” indispensables de todo nacimiento. El 15 comenzaba la novena del aguinaldo, para lo cual, en 1713 concedió indulgencias el Arzobispo Escandón.
El 24, 25 y 26 eran  las festividades propias de la Navidad. El 28 se conmemoraba la  Degollación de los Santos Inocentes. El 1° de enero se celebraba la Circuncisión. El 5 se paseaba con gran solemnidad el Estandarte de la ciudad. El 6 era la Fiesta de Reyes, con paseo de alcaldes y cabalgatas a las lomas de Amancaes.
Las novenas y misas de aguinaldo eran de lo más pintoresco. En casi todos los hogares limeños se hacían y rezaban oraciones alusivas y se recitaban versos a la Virgen, a San José y al Niño. A San José se le decían coplas de este sabor: Por mandato superior/ Fuiste a Egipto “sin resuello”/Porque Herodes a degüello/Toco con grande furor.
La misa de aguinaldo era animadísima. Los muchachos llevaban pitos, matracas, y en el templo lucían sus habilidades de fonética zoológica, imitando el canto del gallo, el rebuzno y el mugido. Hasta zamacueca se tocaba en aquella misa bulliciosa y primitiva, mientras repicaban alocadamente las campanas y tronaban por todas partes los cohetones. 
LA VISPERA
El 24 por la noche terminaban las novenas por las casas y se descubría el nacimiento. Se invitaba a todas las relaciones familiares, comenzándose con oraciones y actos de contrición y terminándose al son del arpa o del clavecino, según la clase y proporciones de los dueños de casa, con los bailes, desde los más recatados y finos, hasta aquellos de los cuales se decía “no eran como para estrados serios”.
En la época de la República los nacimientos en las casas sonaron en rumbo y prestigio. En los últimos días coloniales había comenzado a iniciarse cierta vida nocturna. Los virreyes  Amat, Guirior y Croix se preocuparon mucho del alumbrado, vigilancia y aseo de la ciudad, facilitando así las tertulias después de los clásicos toques del ángelus y del cubrefuego.
Como las costumbres sobrevivieron casi por entero, puede decirse hasta 1895, año marcador del comienzo de una evolución decisiva, no es muy lejano lo relatado en esta crónica. Ocurrió con los nacimientos lo mismo que con tantas otras costumbres.
Se detuvieron en el  tiempo con una lentitud muy grande y aunque hoy nos parecen muy remotas, sin embargo, a quienes podemos recordar la vida de hace ocho o diez lustros nos sorprende a cada paso hallar una perfecta consonancia entre lo dicho por los papeles antañones y lo guardado en nuestra memoria.



 Papa Noel antiguo

ESPECIALISTAS
Desde los primeros tiempos hubo especialistas en armar nacimientos y con ellos nació una industria originalísima, obra de artistas anónimos y humildes. Hacían con madera, piedra de Huamanga y trapo figuritas netamente nacionales, para los nacimientos. Eran estos el conglomerado más pintoresco y sin orden inimaginable.
Un buen nacimiento debía  tener además del Misterio, o sea el portal con la Virgen, San José, el Niño, la mula y el buey, una serie de figuras y de pasajes peculiares. La anunciación, los pastores, dos grupos de Reyes Magos, unos muy bien montados con un sequito, a veces de llamas de oro y  plata, y otros, ya en la actitud de la adoración. La casa de Pilatos y el Palacio de Herodes, la degollación de los inocentes, la huída a Egipto, el sacrificio de Abraham, la disputa en el templo, el árbol del bien y del mal, el arca de Noé, etc.
Junto con los personajes y escenas bíblicas trabucabánse las más modernas figuras y los más genuinos personajes o personillas de la ciudad: la jazminera, la vendedora de tamales, el aguador, el bizcochero, el panadero, el bullidor vendedor de helados, la planchadora de los pañales del Niño, toreros, indios mercachifles, lagunas con patitos y hasta minúsculos ferrocarriles de cuerda. 
LUJO
Nacimientos lujosos hubo en Lima en los cuales se permitieron figurar escenas de acontecimientos notables ocurridos en Lima. Hubo uno muy antiguo con la entrada triunfal de Orbegoso a Lima y quien estas líneas escribe, alcanzó también a ver la escena de la entrada del caudillo Piérola por Cocharcas.
El ingenio picante de  limeños y limeñas llegó a caricaturizar a empingorotados personajes. El General Vivanco figuró en no pocos y hasta un comerciante Calzado, famoso  por un alto sombrero plomo de su peculiar uso, alcanzo cierta forma  de inmortalidad, porque aún después de desaparecido del escenario de la vida, figurando en su gracioso indumento en los nacimientos limenses. Santiago “El Volador” era otro de los personajes.
La literatura, el dibujo y hasta los títeres influyeron en tiempos de La República en los nacimientos. El poeta dramático y satírico Manuel Ascencio Segura, el acuarelista Pancho Fierro y el titiritero “Ño Valdivieso” colaboraron muchas veces en estas obras de fin de año y no fueron pocas veces animadas revistas, de lo ocurrido de lo más notable de enero a diciembre.
Casi todas esas cosas se han ido para no volver. Ya no hay la costumbre de visitar nacimientos, como se recorrían los templos el día de Jueves Santo. En las casas grandes se invitaba a los amigos  y relacionados para ver el nacimiento y había baile, cena y diversión de lujo.

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El Nacimiento de Jesús.

JARANA
 En los hogares pobres las gentes sencillas acoger solían ese sacro día a todos cuanto quisieran ver el nacimiento y se ponía a la puerta un platillo para recibir las limosnas para los “orines del Niño” y después de las canciones de los Villancicos, de los bailes, de las pallas-indios disfrazados abigarradamente- se hacía con arpa y cajón una jarana de esas de “rompe y raja” con zamacueca, agua de nieve, Punto y don Mateo, tres bailes como para decir aquello de: Así de repica punto/sacando lances al viento…
En los nacimientos populares se divertían todos desde el 24 de diciembre hasta el  día de Reyes y se armaban jolgorios grandes en los cuales se bailaban desde el fandango colonial ya muy modificado, hasta las boleras y tiranas de tiempos muy remotos y después el cascabelillo, el maicillo, el mis-mis, el negrito, el chocolatito, la cachucha, el valse de aguas, el paso de la sirenita, el ondú floreado, la polka raspada y la polka de cajón
Al clarear, a golpe de cajón, las niñas llenas de claveles y jazmines tejían en la alfombra con la gracia de sus pies diminutos los criollos arabescos de la “moza mala”. Frezier visitador de Lima muy a comienzos del siglo XVIII recogió y grabó en su libro junto a un cantar de tipo místico un zapateo airoso y rítmico en el cual ya apunta la gracia de la Marinera.
Eran los tiempos del buen aguardiente de uva, producidos en Motocachi, Pisco y Locumba y de las riquísimas chichas de maíz morado, de jora y de pan de Guatemala, en los cuales se brindaba en verso y los mozos se decían en rimados duelos, dimes y diretes intencionados e ingeniosos.


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Celebraciones en la calle.

PADRINOS
 De aquellos días es el verso: Ven aquí quitapesares,/alivio de mis congojas/nacido entre verdes hojas/y exprimido entre lagares./Tu que quitas los pesares/de aquel gran médico Baco/dame la mano, que saco/ para marchar viento en popa/esta saludable copa/con que mis penas aplaco.
Las fiestas de Navidad y de Reyes estaban de acuerdo con el dicho popular: Los tres reyes del Oriente/Vino, chicha y aguardiente. La jarana era de las gordas el día de la bajada de los Reyes, con los padrinos nombrados con anticipación.
Ellos obsequiaban algo para el nacimiento que iba a venir o corrían con el gasto de la fiesta en los hogares pobres. El ultimo día la zambra y el bullicio subían de punto y hasta de contrapunto y en presencia del  sagrado misterio los mozos malos hacían de las suyas y había riñas y cuestiones por miraditas o sonrisitas de menos de alguna coquetuela y solían a resonar aquello criollamente bravío de: Los rincones para los gatos/y las esquinas para los guapos/. A la calle se iban exaltados armándose zalagarda y marimorena menudeadora de golpes y palabras gruesas hasta la llegada de la policía
Todo eso ya no es. Apenas si en una u otra casa de las muy conservadoras, se conserva un pálido trasunto de las viejas costumbres. Lima ha cambiado en medio siglo de una manera prodigiosa. Antes las fiestas de Navidad y de los Reyes eran de lo más coloreado y algarero.

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La pileta arreglada por las fiestas.

YA NO…
Ya no son los reyes barbados y  solemnes los portadores de juguetes a los niños. Ya no el Rey blanco, el rey cholo y el rey negro. Ahora son Santa Claus o Papa Noel. Ya no la cena con tamales, empanada, dulce de convento, chicha morada y aguardiente legítimo. Ahora el champaña. Antes el ondú paspié  circunflejo. Ahora el fox, el tango, el jazz, la rumba y hasta el mambo.
La distante envuelve en halos de poesía todas las cosas y no hay nada tan magnificador como el recuerdo limando y puliendo cuanto hubo de ingrato en el ayer, pero de todas maneras, debemos convenir en el hecho: los cronistas del mañana encontrarán menos personalidad en los recuerdos de este prosaico presente, tan extranjerizante y descolorido.
El cronista del futuro no hallará en el hoy un tan rico venero del folklore netamente limeño, como  ha sido el de ayer. Aunque tal vez encuentre poesía también en estas cosas. Con nostalgia añoradora me complazco en rememorarlas de cuando en cuando. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea.)

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