La extensísima obra
describe las etapas de una conversación. Olavide nos quiere convencer con
argumentos, cuando Chateubriand seducía con imágenes. El interés de la obra se
restringe a una erudita disertación de fundamentos de la creencia. Su propósito es hallar en la fe una certidumbre
y esto hace patético el pesado libro. Según Olavide, el corazón humano trae al
nacer un insaciable deseo de felicidad y una necesidad irresistible de amar:
débil e incierto, le hace un punto de reposo. ¿Quién no ve encerrada en esta
confesión la vida entera de nuestro lánguido criollo?. Se acoge a sagrado en la
vejez, aturdido por tantas cosas que se derrumban.
Años y desengaños lo
abruman. La Inquisición dejaba de ser terrible- Nuestro compatriota sólo quería
un rincón de paz en donde morir y el Rey Carlos IV le permitió volver a España
en 1798. Tienen el acento de quien huyo para siempre del ruido mundanal los
Ecos de Olavide, anteriores al Evangelio en triunfo, y el Salterio español, o
versión de los versos de David que publicó en 1800.
En su destierro de
Sahagún, cuando cumplió la condena del Santo Oficio, había escrito ya, hablando
de las manchas de mis muchos vicios”:
Lávalas más, Señor. Haz que tu
sangre/borre y no deje más, de mis delirios, /que tu gloria de haberlos
personado/y mi dolor de haberlos cometido.
Olavide: El criollo ilustrado
Olavide: El criollo ilustrado
PENITENCIA
El Salterio es sólo una
larga penitencia poética. No tuvo dones líricos. El texto y la persona del rey
David, por su pompa y sus salaces extravíos, le tentaban seguramente como un
recuerdo propio. También volvió temeroso de castigos eternos, el salmo ardiente
y desolado, después de amenas de orgía y de voluptuosidad. Tres años después de
publicado el libro, se extinguió dulcemente en su retiro provincial, casi
olvidado.
El nombre de
Olavide-nos cuenta su mejor biógrafo, Lavalle, sufrió completo ocaso en el
Perú. Este vio una vez, en una galería de retratos de peruanos ilustres, que una
limeña se acercaba a descifrar el nombre de uno de ellos, el de Olavide,
murmurando: ¿Sería algún virrey!
La fiesta colonial iba
extinguirse. A pesar de la Inquisición, se filtraban rumores de la fulgurante
libertad europea, y, como en Europa, explicaba la revolución un sordo rencor a
la tiranía. Era ésta en el Perú irresponsable y más odiosa, porque eras más
lejana.
Jorge Juan y Antonio de
Ulloa, que vinieron al Perú a mediados del siglo XVIII, advertían ya, en sus famosas Noticias Secretas a que grado
llegaba la aversión de criollos y españoles. A fines del siglo, Terralla y Landa, en su “Lima por Dentro y Fuera”, cuenta que le enseñan al niño: a ser mortal enemigo/de cualquier hombre
europeo.
AVERSION
Aversión justificada
algunas veces. Para el español eran las prebendas. Al pariente pobre, al
soldado truhán, al hijo indigno se les enviaba a América. Su vanidad de
advenedizos iba a afrontar la inflada vanidad del criollo.
Y el limeño
inteligente, pospuesto casi siempre, sería el mejor propagador de la
independencia. Por natural reacción, vinieron con ella casi exclusivamente
modas de Francia en literatura y en política. Angel Ganivet llamaba con acierto
as este estado de ánimo “la escarlatina de las ideas francesas”.
Treinta años, por lo
menos, hasta consolidarse la independencia, la oraoria militar o política
suplanta a toda literatura. No es el mejor momento esta larga batalla para
ponerse a escribir libros y en realidad no los hay: sólo proclamas, bandos,
arengas. La literatura que va a preceder al romanticismo ya está exaltada.
Se observa en ella la
más sorprendente mezcla de motivos clásicos con el acezado lirismo de Rousseau.
Roma y Grecia son actualidad inmediata y familiar. Algo más tarde, en una
rimbombante Victoria del Lago Negro canto a Santa Cruz (Cuzco 1835) se dice a
cada instante: “cual Aquiles, cual Solón. Los guerreros elogiados son “los romanos
de Numa en el hogar doméstico y los esparciatas de Leonidas en el campo de
batalla.
Lima antigua por esta época.
Lima antigua por esta época.
CURIOSO
Y aquel curioso
“ciudadano Vidaurre, que llena los primeros años de la república con su
actividad discutidora y beligerante, después de hablar, una arenga, de la
“inmortal romana”, dibuja la estampa sentimental como Rousseau: “¡Qué momento
aquel en que se dio la mano a la amada y se la retiro para tomar el fusil”
De tanto rumor no queda
nada. Entonces y en mayor grado que nunca el literato es político. Si queremos
buscar un acento de veras patético, alguna poesía personal, en los primeros
años del siglo, la hallaremos en el arequipeño Mariano Melgar, nacido en 1796,
fusilado en 1814.
Sus versos son
preludios de una melancolía autóctona, donde a españolas guitarras se mezclan
ya sones de quenas. De su breve vida-una vida sin opresión- nos quedan dos
imágenes prestigiosas: el poeta ocupado en fundir cañones y sus restos
trasladados en Arequipa con el gorro frigio encima de la urna fúnebre.
Le debemos el haber querido
fundar un genero nacional, el yaraví, que hubiera podido ser nuestra dolora. En
la aterida sierra peruana, cuando el indio se queja en la menos pánica de las
flautas, porque exhala un dolor desnudo y sin consuelo.
MELGAR
Cuando en rotundas
montañas sube aquella estridente congoja que se quiebra para volver a elevarse
infatigablemente, podemos imaginar su
transposición en coplas: dos ritmos breves y un sollozo como en Manrique.
Lo intentó sin completa
fortuna nuestro Melgar. Dejó escritos en lengua tersa canciones y yaravíes,
algunas de aquellas encantadoramente simple: Donde quiera que vayas/te seguiré, mi dueño/así en eco halagüeño/mi
bien me consoló/ ¡Oh suave! ¡Oh dulce acento!/Pero…¿para qué canto?/Callado
placer tanto/guste mi corazón.
Y tiene un eco peruano
inconfundible este yaraví, el mejor de Melgar a mi juicio: ¿Con que al fin tirano dueño,/tanto amor, clamores tantos,/ tantas
fatigas/ no han conseguido en tú pecho/más premio que un duro golpe/de tiranía?
Tú me intimas que no te ame, diciendo que no me quieres.¡Ay, vida mía, y que
una ley tirana/tenga de observar, perdiendo/mi triste vida!/Yo procuraré
olvidarte y morir bajo el yugo/de mi desdicha:/pero no pienses que el
cielo/deje de hacerte sentir/sus justas iras./Muerto yo, tú llorarás/el yerro
de haber perdido/una alma fina,/y aún muerto sabrá vengarse/este mísero viviente/que
hoy tiranizas./ A todas horas mi sombra/llenará de mil disgustos/tu fantasía,/y
acabará con tus gustos/el melancólico espectro/de mis cenizas.
CLIMA
El favor constante de la hipérbole política, la oratoria
iracunda y generosa a la vez, nos harían pensar que se propagaba un clima
espiritual muy favorable a la encantadora aberración romántica.
La realidad es
diferente. Poco ha cambiado la vida de Lima. Además de ciertas novelas
políticas como Los Amigos de Elena, de
Casós, el documento más interesante para juzgarla son “Las Peregrinaciones de Una Paria” de Flora
Tristán.
Flora, la nieta de
aquel último virrey sin virreinato, es
francesa de educación y alguna vez peruana de vocación. Con Santa Rosa y
Miquita Villegas-se me excusará la irreverencia del paralelo,- compone una
trinidad de gracia en una ciudad tan favorecida por el ingenio de la mujer.
Y la anexaríamos con
gusto a nuestra literatura si no hubiera
escrito en francés sus libros. Flora que estuvo en Lima y en Arequipa de 1833 a 1834, nos dice de la
primera: “Lima es juna ciudad enteramente sensual y la belleza se disputan allí
el imperio, como en París bajo la regencia o en el reino de Luis XV.
Mariano Melgar: poeta arequipeño
Mariano Melgar: poeta arequipeño
LIMEÑAS
Parece que las limeñas
acapararán la débil porción de energía que esta temperatura cálida, embriagadora, permite a sus felices
habitantes. Nos cuenta luego la perpetua fiesta: nos presenta a esos hombres
que hablan elocuentemente de abnegación y de patria, más sólo piensan en sus
menudos intereses. Acerbo es el cuadro, pero veraz la narradora.
Y en ese ambiente
templado de sociedad, en esa molicie mesurada de las almas y de las horas, va
a estallar la tristeza huracanada, la
desesperación ceñuda y solitaria, la demente cólera, toda la desmedida
“tempestad bajo un cráneo” de los privilegiados del dolor.
¡Los románticos! “Ser
byroniano, decía Barbey d’Aurevilly, no
es formar parte de una escuela, sino de
una raza”. Nuestros románticos fueron una raza y querían serlo aparte,
más aristocráticamente tristes que los demás humanos.
Siempre las mujeres
(“ingrata” o “querub”) les hacen daño. Ellos no se contentan con bostezar su
vida”, como el vizconde de Chataubriand: la lloran tan aparatosamente que su
llanto no parece literatura. Si sufrieran de veras, tal no se quejarían. Hay
una decencia estoica, una gan decencia moral a la de Vigny, en aguzar las
puntas del más fiero dolor sin degradarlo en quejas fútiles. Ofende, en cambio,
la poesía redundante y lastimera que fue la nuestra.
CONTINUIDAD
No maldecimos de los
románticos porque fueron románticos. En general les faltaba precisamente lo que
distingue a los grandes en Europa: continuidad en el delirio, sincera
correlación de vida y obra. Escribieron, pero no vivieron en hipérbole.
Una nueva escuela de
críticos, presidida por el admirable Charles Maurras, combate en Francia el
romanticismo en nombre de la tradición de mesura y de gracia, de clasicismo. No
es extensiva esta crítica al Perú.
¿Qué tradición
teníamos? Censuremos, pues, a nuestros románticos porque no hicieron locuras
por Teresa, porque en nupciales venecias no extraviaron un aturdido amor,
porque no eran capaces, como el don Juan inglés, de ir a pelear en Grecia
cuando el lirismo y la libertad tocaban a rebato.
Los sentimientos que
inspiran a esta poética-las ideas, si es lícito investigarlas en los poetas-son
los mismos que los críticos franceses señalaron en los románticos, un
individualismo ezxasperado, su extremada vejez de adolescentes aburridos (“Yo
he vivido diez siglos en un dia”, dice nuestro Salaverry): el sentimiento de
una grande y vaga injusticia que con ellos comete un destino oscuro.
AUTORES
La vanagloria del
hastío. La juvenil jactancia de la melancolía. La urgencia de morir. La pasión
de morir. Concilian esta desesperación con la creencia en un Dios providente. “Preferimos la fe de
nuestros antiguos poetas a la negación de creencias, al escepticismo
desconsolador de los modernos dramaturgos de Francia, dice juzgando un drama de
Salaverry el que pasaría más tarde por volteriano feroz, Ricardo Palma.
Sólo en depuradas
antologías puede leerse sin tedio nuestro romanticismo y entonces no
discernimos nombres o tendencias en esta comunidad de melancolías. Comienza un
poco tarde. De 1858 son ”Las Cartas a un
Angel”, de Salaverry. “La Lira
Americana” de Palma (1868) y “El
Parnaso Peruano” de José Domingo
Cortes (1871) nos presentan como reciente esa literatura.
De 1850 a 1870 ocurre
su mayor intensidad. El cataclismo político ha influido en las letras
acerbamente y romanticismo es casi sinónimo de libertad para el escritor. Y el
mejor orientado de nuestros poetas, Salaverry, lo ve con toda sutileza.
“El clasicismo en el
mundo literario es como la anarquía en el mundo político. El clasicismo no es
otra cosa que el despotismo del precepto literario y la poesía de nuestros
jóvenes vates, el canto de la América no puede someterse a otro yugo que al de
la razón, ni a otro imperio que al del genio de la libertad.
Carlos Augusto Salaverry: vate del amor
Carlos Augusto Salaverry: vate del amor
POETAS
Ser romántico es, pues,
una manera de ser patriota y por dos rutas paralelas vamos a Francia. Así se
juntan curiosamente en esta literatura los cantos marciales de la libertad
recuperada y la desesperación de la vida sin sentido, la exaltación y el
decaimiento, el entusiasmo y su antídoto. Y así no nos sorprende que nuestros
revolucionarios fueran tan a menudo poetas en ruptura de lira.
Tenían como el lánguido
personaje de La Martine, “alas que abrir pero no aire suyo para sostenerlas. La
literatura conducía a todo, hasta a ser diputado y ministro ¿Fuimos
revolucionarios porque éramos poetas o viciversa? Enigma de aquellos tiempos
afiebrado.
La división del trabajo
nunca fue ley peruana ni en economía ni en política. Lirismo y acción se
acumulaban, por donde tuvimos tantos políticos y románticos y tantos literatos
extraviados en la política.
Y, sin duda, a causa de
esto fue la nuestra una literatura inexperta alocada y exorbitante. La poesía,
y la más intencionada y la más romántica, comenzaba a no ser sólo patrimonio de
los poetas.
YARAVI
Son cantores de jarana-los negros Código o Mereñeque de la novela de
Casós-quienes prepararon la abolición de la esclavitud con subversivas coplas.
En saraos alegres en donde acaba de bailarse la moza-mala, en donde los
elegantes de frac negro y camisa a lo Luis XV, no han adoptado todavía las
actitudes fatales, una limeña coge la vihuela y despunta con el melancólico
yaraví:
Cuando en mi sepulcro frío/esté después que no viva,/con fuerza la más
activa/revivirá el amor mío;/cuando todos los amores del mundo hayan acabado,/y
cuando no haya quedado/sombra de los amadores…
Influyen, sin duda, en
los poetas Bécquer, Espronceda, Meléndez Valdés, pero sobretodo Víctor Hugo,
Lamartine y Musset. Como Palma,
Salaverry y Cisneros, algunos de nuestros románticos vivieron años de juventud
en París.
Todos conocen el
francés. ¿Nombres? Pueden citarse innumerables o ninguno. Las antologías de los
críticos citan a Corpancho García, Márquez, Castillo, Villarán, Fernández, etc.
etc. En realidad, sólo merecen retenerse los nombres de Clemente Althaus
(1835-1881), Luis Benjamín Cisneros (1837-1904), Carlos Augusto Salaverry (1831-1890) y más tarde Pedro Paz
Soldán y Unanue, Juan de Arona
(1839-1895).
TRANSICION
Althaus ofrece la
mezcla singular de clasicismo y romanticismo que podría señalar la transición.
Alguna vez el romántico puro como Salaverry, le reprocha su “inspiración encadenada
a la antigua forma de los clásicos”.
“Cantas a España,
agrega, cantas a una espada, y ni una sola palabra de libertad, ni un solo
pensamiento republicano, ni un solo grano de incienzo para el altar de la democracia”. Mezclados en su
heteróclito libro “Composiciones
poéticas”, hallamos un lirismo empapado en lágrimas, una casta personalidad
del Siglo de Oro y hasta una amena sonrisa.
Había publicado en 1862
Poesías religiosas y patrióticas y Poesías varias. Sus maestros eran a la
vez Fray Luis de León y Chateaubriand.
Inspiración religiosa siempre (Las Cautivas de Israel o Canto Bíblico).
Alguna queja noble detiene al lector por un instante: Cuando en mi
muerte próxima y temprana/en la vecina iglesia triste doble/de los agonizantes
la campana;/cunado sin alma esté mi cuerpo innoble/y cual cera amarillo;/cuando
al sonoro impulso del martillo/el postrer clavo mi ataúd taladre/cuando por
fin, en indolente priesa/escondan mi cadáver en la huesa, me llorarás tú
solamente, madre.
Luis B. Cisneros incluido en este estudio
Luis B. Cisneros incluido en este estudio
PREDECESOR
Epico fue el hermoso
poema El Dos de Mayo; y debemos encomiarle
por esa poesía “A América”, donde el
poeta canta el continente destinado a futuros asombros. “Tuyo será el
porvenir”, dijo Althaus mucho antes que Chocano.
Predecesor inmediato de
éste en la épica. Romántico juvenil en dos novelas, Edgardo y Julia. Preparsiano, como si más que en Víctor Hugo se
inspirara en los flamígeros acentos del padre Dante.
Luis Benjamín Cisneros
escribe en su juventud “Aurora Amor” y una admirable Elegía a la Muerte de Su Majestad el Rey Alfonso XII . No todo es
excelente en aquel poema incompleto, que la parálisis le impidió concluir. Pero
los fragmentos que podía balbucear en las treguas del mal nos indica, como los
acentos de La Elegía, al gran poeta
que perdimos.
El más sincero, el
único admirable sin reservas es Carlos Augusto Salaverry. Hijo del popular
caudillo Salaverry, que pereció fusilado cuando nuestro poeta tenía sólo seis
años, parece que llorara siempre esta orfandad.
LIRISMO
Su aparición en la
literatura tiene la búsqueda de un Musset. En 1851, a los 21 años, cuando hace
representar su drama “Arturo”, es un desconocido en el Perú.
Mientras que, en 1858, cuando comenzó a publicar sus “Cartas a un Angel”, las interrumpió -dice Palma- “ a pesar de la ansiedad con que era
esperada por el público cada carta, porque creía, en lo que tal vez estamos de
acuerdo, que se profanan ciertos misterios del alma lanzándolos a los cuatro
vientos del mundo”.
Esos “misterios” los
supo velar y nos conmueve su reticencia en el universal diluvio de lágrimas. A
este militar poeta le supongo haber querido seguir el ejemplo de Vigny.
Espolvoreadas de cenicienta melancolía algunas páginas, entre ellas, “Acuérdate de mi”, pudieran ser los
ápices del lirismo peruano.
Nuestra literatura, tan
terrestre, conoce allí el arranque para el vuelo durable. Dejo sonetos
redondos. Su amigo Manuel González de La Rosa me contaba un día el encanto y
vanidad de Salaverry al compoinerlos, pues se jactaba de ser inimitable en esa
fina labor de alfarero verbal.
Prefiero algunos de sus
poemas de aliento y en todo caso ningún romántrico nuestro dejó un libro tan armonioso
como Los Albores y Destellos” de
Salaverry. ¿Era todo lirismo mientras tanto? Sospechamos que no, y don
José Pardo, poeta menor, nos lo señala: En
romántica canción,/¿quién te dirá angel de luz,/y te traerá a
colación,/herética maldición,/una tumba y una cruz?/Yo no, chica, pues
confieso,/aunque inocentada tal/puede costarme un proceso/que nunca con buen
suceso/he sido sentimental.
La Lima que fue inspiración de versos y creaciones
La Lima que fue inspiración de versos y creaciones
GUITARRAS
Con buen suceso como
dice el simpático galicista, fueron pocas veces sentimentales los peruanos. Su
género favorito-lo hemos dicho era la musa de Caviedes o de Palma. La Lima que
describiera Terralla ha cambiado apenas.
La iglesia está más desierta que el coloniaje. Pero es tan
suntuosa como antaño. En la Alameda resuena el mismo son de jácara, la
encendida querella de guitarras acordes en noches áticas y aterciopeladas.
Aún hay tapadas que
saben danzar la zamacueca y aguzar un donaire, beatas de convento que son ve corre
y diles de enamorados, sospechosos veteranos de cien combates y mixtureras y
aguadores, y procesiones festivales en donde ya no podemos lamentar miserias de
Nazaret, porque trescientos años de obsequios hicieron al Cristo rico y a la
Dolorosa millonaria.
Vida criolla que
encerraron en comedias de corte español y limeña gracia Felipe Pardo y Manuel Ascencio
Segura. Preceden a los románticos, propagando casi al mismo tiempo que
éstos gemían, el realismo y la sátira irreverente.
Contemporáneos
semejantes en aguda vena y sentido realista, ellos realizan la más interesante
tentativa de nuestra literatura: la fundación de un teatro criollo, que se va a
extinguir con ellos. Felipe Pardo (1806-1868) es nuestro mejor satírico.
Felipe Pardo y Aliaga creativo impecable de aquellos tiempos
Felipe Pardo y Aliaga creativo impecable de aquellos tiempos
GUSTOS
Pretextos justificados
tuvo en su agitada vida para amargarse y le sobraron a este peruano educado en
España que volvió sólo al Perú a los veintidós años con gustos clásicos y
europeos. Siete años antes se instala la
flamante república peruana.
“Viva la Libertad” murmura
Pardo en sorna. Y en realidad ésta es por el momento una mentira convencional.
A Pardo, educado en la doble aristocracia de la España tradicional y del
clasismo, le ofenden a la vez la hipérbole literaria de entonces y la forzosa
mezcla de clases que iguala al noble de ayer-decía a su hijo en un verso- “con
el negro que unce tus bueyes”. Y al
pueblo soberano le asesta el famosísimo soneto que comienza: Invención de estrambótico artificio/existe
un rey que por las calles vaga/rey de aguardiente, de tabaco y daga/a la
licencia y el motín propicio.
Igualdad ilusoria es la
del Perú. Más que a ningún limeño debía sorprenderle a Pardo, como le
sorprendió a Flora Tristán el contraste de las grandes ideas pregonadas con los
menudos intereses perseguidos: la mentira ciudadana, cuando la profunda
separación de clases continúa. En su felicísima “Constitución Política” aconseja al ciudadano de entonces: tener un pantalón y una camisa./que aunque
no es ilegal votar en cueros,/ guardar conviene al qué dirán sus fueros.
COMEDIAS
Vio la comedia peruana
y se río. Más no se mantuvo indemne. Se mezcló a ella fervientemente, tomó
parte en nuestras revoluciones, continuó. El que comenzara siendo limeño de
importación lo era ya cordial y dolorosamente. Con los años y las amarguras se
va acedando la sátira. Es política sobre todo social a veces.
En sus comedias “Una Huérfana
en Chorrillos” o “Los Frutos de la
Educación”, censura la libertad de esta vida: carnaval de rompe y rasga,
“zamacueca de borrasca”. Y quizás por esto, porque el propósito del moralista
era visible, las comedias no tuvieron gran éxito.
En cambio ciertas
prosas de “El Espejo de mi Tierra” y
las admirables letrillas conservaron constante actualidad en nuestra Lima.
¿Quién no conoce allí el famoso viaje del niño Goyito? Y sus letrillas Qué guapo chico o El
Ministro son ejemplos de la más leve
y salada caricatura peruana.
Menos intención tiene
la burla de Segura. El coronel Manuel Ascencio Segura (1805-1871) sigue el
intento de Pardo puesto que su primera comedia “El Sargento Canuto” es de 1839 y aquel estrenara diez años antes.
Segura es el criollo
nato. No ha observado, ni puedo hacerlo, con ojos imparciales de espectador, con
reticiencias de español habituado a la comedia elegante, como Pardo. Describe
en el más fácil verso la festiva vida que adora, con infatigable saturnal de
limeñas de “medio pelo”, solo avezadas, como en Los Lances de Amancaes, a echar cintura en el baile, a la más
aviesa lisura en réplicas mordaces, a beber chicha, a seducir siempre con la
antigua travesura de la tapada.
Famoso libro de Pardo
Famoso libro de Pardo
OPINIONES
Critica la burocracia
en “La Saya y Manto” o nos dibuja en “Ña Catita” a la vieja
entrometida de los conventos, mentidero ambulante y cronista menor de la
ciudad. Más todo le hace gracia, ¡qué digo!
Probablemente no querría vivir en una Lima sin
taimados burócratas y viejas entrometidas, sin novios lánguidos que suspiran
bajo un balcón, sin mujeres de genio
alegre y deplorable vida, sin beatas santurronas que se detienen en la calle a
deshacer, para que nadie pueda pisar el santo símbolo, la cruz formada por dos
astillas de madera.
Ama como Ricardo Palma
a su Lima vieja y se comprende que
colaborarán ambos en una linda comedia: “El
Santo de Panchita”. Los
artículos de “El Espejo de mi Tierra” de Pardo, que Segura continúa en sus
cuadros de costumbres.
Las comedias de ambos y las letrillas del primero. La chispeante poesía de Ricardo
Palma. Las sátiras en prosa y verso de un infatigable y temible burlón, como
Manuel Atanasio Fuentes, autor, con Palma y otros de uin agudo “Juicio de
Trigamía”.
AUTORES
AUTORES
Los chispazos de Juan
de Arona. Las más modernas agresiones festivas de Federico Blume y José María de la Jara, hasta las más
actuales jocosidades de Leónidas Yerovi,
constituyeron una literatura del mismo acento, surgente continua de franca
risa, cuyo abolengo esta en Caviedes, la más nacional sin duda, la única propia,
porque el ingenio en hombre y mujeres fue siempre la virtud o la flaqueza de Lima. Literatura anónima
muchas veces y casi siempre política se extravía en periódicos de pasajera
vida: El Moscón, El Murciélago y La Neblina. Continuará. (Editado, resumido y condensado del libro “Obras
Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado
intelectual peruano que, con sus estudios, rescata los orígenes culturales de
este país. Nació por un azar patriótico en Paris, retornó al Perú donde
estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo cortos intervalos por
aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió, siempre habitante de
la ciudad luz)
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