Hace unos 40 años llegó a Lima un personaje inigualable que pregonaba por el mundo entero un asunto que anhelan todas las personas que se puede sintetizar en tan sólo una pregunta: ¿cómo conseguir la felicidad? Eso, precisamente de forma muy peculiar lo explicaba y desarrollaba con sólidos fundamentos, un sacerdote jesuita llamado Narciso Irala.
Mucha agua ha pasado bajo los puentes, desde aquel tiempo hasta hoy. El Perú y el mundo ha cambiado notablemente. ero la necesidad de ese deseo persiste incólume. Lo que es más interesante aún, el pensamiento sobre este tema del insigne católico está vigente. Por eso mismo, lo ponemos a disposición de los cibernautas. Leamos con detenimiento el pensamiento de Irala.
Desde las épocas más remotas, la felicidad ha sido una de las principales y ansiadas metas del hombre por su espíritu de complacencia y la necesidad de satisfacción que es la mejor y más profunda expresión de su propio ser.
Tapa de uno de los libros de Irala.
Sin embargo, aún entre la gente optimista, la felicidad se presenta como algo oscuro. Cuando se le menciona se oyen preguntas como estas: ¿existirá la felicidad? Si no somos perfectos podemos ser felices? ¿Será verdad que este elemento de la vida es algo imposible de conseguir?
Pero, sin duda, lo que se puede notar a las claras es que no ha habido jamás generación más necesitada de conocer lo que es una vida sin problemas, como la actual que, dicho sea de paso, es tan convulsionada.
El número de suicidios aumenta considerablemente. El consumo de drogas es una contundente realidad. La fe religiosa atraviesa por una crisis gravísima, dando lugar a que el mundo se caracterice por su inestabilidad, angustia que le cierra al ser humano el camino por encontrar la tranquilidad.
Sin embargo, la felicidad no es imposible. No se da ni se encuentra. Se hace. El individuo puede crearla. Tal es el pensamiento del padre Narciso Irala. Aquel sacerdote jesuita que con su recortada barba blanca, su frágil y delgada figura ha recorrido el mundo siete veces inculcando alegría, ganándose el título de “misionero de la felicidad”.
Aquel sacerdote que llegó a la conclusión de que la meta ansiada por el hombre se hace combinando la salud con la eficiencia, controlando nuestras emociones para tener una existencia sin fatigas, alegre.
Aquel sacerdote-doctor en Filosofía y Teología- que ha llegado a tales conclusiones por medio de sesudos estudios encuadrados dentro de la sicoterapia aprendidos en la clínica del doctor Vittoz (Suiza) con el fin de hacer a todos los habitantes del mundo más sanos, más felices. Cree con convicción de que la felicidad es un fenómeno sicosomático.
¿Y la fórmula? Muy sencilla, se reduce-según sus palabras- a “vivir el presente con plenitud”.
Expliquemos: la gente es víctima de un sistema de vida relámpago sometida a presiones que no podemos soportar bajo tensiones y angustias que nos hacen sufrir, nos enferma funcionalmente.
Ante tal situación, el padre Irala recomienda “olvidarnos del pasado por ser casi siempre triste que nos trae un recuerdo negativo. Lo mismo que del futuro, sinónimo-en la mayoría de casos- de angustia.
El hombre no sabe ver ni oír en la verdadera dimensión que tienen estas sensaciones por efecto de la vida ya descrita. Con un poco de paciencia y de si mismo aprenderemos a “mirar viendo y oír oyendo”.
De esa manera tendremos sensaciones concientes poniendo de lado el “quisiera”, “deseara”, para decir “quiero”, “deseo”. Y esto no es otra cosa que el dominio de las sensaciones y la voluntad.
Requisito primordial para conseguir la felicidad, a juicio de Irala-nacido en Bilbao España, autor de libros, uno de ellos “Control cerebral y emocional” convertido en best seller- es creer en Dios. El ser supremo nos ha dado el instinto emocional y confiando en él, sin duda, conseguiremos paz, tranquilidad, alegría.
Casi siempre se creído que la felicidad se hace con dinero. Y eso es completamente falso. Irala explica: “conozco el caso de 8 millonarios norteamericanos que se suicidaron en menos de 8 meses. Esto prueba que el dinero no es un fin, sino un medio”.
Para el sacerdote la felicidad se presenta en la menta humana pero siempre es rechazada por medio de la ira al aparecer un obstáculo. El temor cuando hay peligro y la tristeza, ante determinado hecho.
Esto-agrega- produce una serie de enfermedades funcionales. Desde la simple dificultad para tragar, hasta el reumatismo, el asma y úlcera, convirtiendo al ser humano en una persona con ojos duros, fijos, voz áspera, temblorosa, sin tranquilidad ni alegría.
Entonces, debemos acordarnos que tenemos una clase de sentimientos que no son otros que el amor, la seguridad, la alegría. Así conseguiremos claridad, el buen funcionamiento del organismo y por lo tanto seremos felices.
Que lindo. Me emocioné. Y habrá que buscar la felicidad cueste lo que cueste. Mirtha López
ResponderEliminarClaro que la felicidad podemos crearla ya que depende de nosotros mismos. Quien está en paz con Dios y con todos sus semejantes, disfruta de este gozo constante que no tiene otro nombre que la felicidad.
ResponderEliminarTeresa Arispe.
Me gusta. Combina bien con los demás temas que en general no nos suben el ánimo, ojalá siguiera en esta línea.
ResponderEliminarPelusa Arosemena
¡Qué bueno que también toque este tipo de temas!, de todo un poco ¿no?
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