Que fue lo que provocó
aquella júbilosa coincidencia
exteriorizada en la Argentina durante los días del Campeonato Mundial de Futbol
de 1978? ¿Fue un estado de euforia colectiva al comprobar que se había sido
capaz de asumir la responsabilidad a primer nivel internacional? Fue el resultado proveniente
de un estado de falencias o de un subestado de ánimo? ¿Fue el desahogo ante un
triunfo que no estaba en los cálculos o pronósticos?
Es difícil definirlo y seguirá
siendo un enigma para los sociólogos, pero los hechos y las coincidencias
indican que la explosión que se produjo en todo el ámbito argentino, tuvo una
chispa detonante en la necesidad de expresar al mundo la unidad de los
argentinos por encima de todo factor político.
Estuvo asentada, esto sin ninguna
duda, en un sentimiento que unánimemente necesitaba expresarse en una palabra.
Y no eligió el pueblo la de campeones,
sino la que identifica a la nacionalidad: ¡Argentina¡
Todas las gargantas la gritaron,
pero ninguna la hizo como un ataque, como una ofensa, ni como repulsa o defensa
ante rival o enemigo alguno. Fue el estandarte sonoro que convocó y la
movilización de todos, hombres, mujeres,
ancianos y niños, ricos y pobres, empresarios y obreros, funcionarios y hasta
extranjeros identificándose con el país en que se cobijan, que ganaron espontáneamente
la calle y gritaron jubilosamente, sin ningún rencor, la reivindicación de un
sentimiento.
Pasarella con la copa:¡Argentina campeón del mundo!
Pasarella con la copa:¡Argentina campeón del mundo!
DESAFIO
Y lo desahogaban como denunciando
un largo silencio y como sintetizando un acto de fe, un deseo de diálogo y de
unión. ¡Argentina, Argentina!, fue el desafío que brotó de las calles, autos,
colectivos, camiones, balcones repletos de hombres, mujeres y niños,
acompañando cánticos, estribillos y marchas.
Con versos improvisados por la
picardía popular, pero respetuosamente, con los colores celeste y blanco
presidiendo los frentes de los edificios como nunca jamás pudieron lograrlo
ordenanzas ni decretos.
Escarapelas, banderines, escudos
y enormes banderas argentinas cubrieron el país a todo lo largo y ancho del
inmenso territorio, uniéndose a la algarabía los músicos, mezclados con los que
con tapas de cacerolas, pitos y cornetas llenaron de alegres ruidos un festejo
que no se acordó de ideologías, sectarismos, credos o banderías.
Estadio Monumental de River Plate: allí se jugó el mundial 78.
Estadio Monumental de River Plate: allí se jugó el mundial 78.
Todo fue presidido, ahora, como
lo había sido antes por la cordura,
generosidad y cortesía en plena disputa del certamen, por el júbilo, la
celebración ruidosa pero sin afrenta y el respeto mutuo, mostrando al mundo y
demostrando que los argentinos forman un pueblo indisoluble, en el que es
lógico y natural disentir, pero en el que nadie puede lograr desunir.
El Mundial 78 fue ganado
trabajosamente en la cancha, pero también en cada casa, en cada hogar, en cada
calle y en cada argentino. Fue un hecho único, sin precedentes, que los
sociólogos definen como un espectro amplísimo que abarca desde el chico que
vende banderas, hasta el ciudadano más acaudalado, actuando todos de la misma
manera, compartiendo valores sin convocatoria expresa, en total coincidencia y
mostrando así una sociedad pluralista e integrada que festeja de una forma
nueva. ¡Porque fue una fiesta nacional nueva! ¡Y solidaria!
Yo solo espero que este año argentina pueda llegar muy lejos, mejor aun ganar el mundial 2018, ya estoy en busca del album panini de figuritas Rusia 2018 . Mi familia y yo estamos muy preparados esperando que empiece el juego.
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