viernes, 2 de marzo de 2012

CUANDO EL APRA ERA REVOLUCIONARIA

Este es un relato impecable del prestigiado escritor Eduardo Gonzáles Viaña que recuerda a Haya de la Torre y las posiciones progresistas y revolucionarias de ese partido. Lo que precisamente hoy no es.
Lo publicamos  porque da a conocer asuntos controvertidos y peliagudos que, indiscutiblemente, forman parte de la Historia del Perú. Entre ellos:  la Revolución de Trujillo, contada  de una manera muy peculiar por tal insigne intelectual
El recuerdo  del asilo del Jefe del Apra en la Embajada de Colombia, durante cuatro largos años y lo que hizo después en tierras colombianas. La forma como se comunicaba por la radio con el pueblo peruano. La añoranza a ese bello lugar que es Pacasmayo que, precisamente, es la tierra del escritor. Epocas de revolución con la cual está de acuerdo Gonzales Viaña que sirven para analizar la actual crisis del partido, una de las peores de su historia.
Leamos a Gonzáles Viaña:

El primer recuerdo de la vida política del Perú me llega hasta uno de los días amargos de la dictadura del general Manuel A. Odría.
En mi pueblo, Pacasmayo, no había servicio eléctrico sino durante la noche. Sin embargo, mi padre y un grupo de sus amigos instalaron una batería de carro en mi casa para poder escuchar por radio a un peruano de leyenda que les hablaba en esos momentos desde Bogotá.

Víctor Raúl Haya de la Torre había permanecido cuatro años asilado en la embajada de Colombia en Lima. El gobierno había cortado por meses el servicio de agua y desagüe de esa casa. En diversas oportunidades, se esperó el ataque final de las patrullas militares que cercaban esa sede diplomática.
SOLIDARIDAD
En ocasiones, el líder del Apra había renunciado al generoso amparo que le ofrecía el país vecino, pero sus anfitriones lo obligaron a quedarse. Más importante que las relaciones con una dictadura era el apego de esa nación a la libre expresión de las ideas y, por otro lado, habían comprometido su apoyo a un perseguido, y los colombianos son fieles a su palabra.

Con el "Viejo" a punto de ser liquidado físicamente y con sus líderes, encarcelados o el exilio, era peligroso ser aprista. Millares de peruanos que alzaban el pañuelo blanco y proclamaban los principios izquierdistas de ese partido vieron llegar la cárcel, la pobreza, la persecución e incluso las ejecuciones sin juicio como única compensación por su entrega a una causa de libertad y justicia.
REVOLUCION

En mérito de una política que por desgracia se ha repetido en diversos gobiernos del Perú-uno, incluso, autodenominado aprista-la lucha por la justicia social era satanizada como apro-comunista, y quienes se comprometieran en ella eran llamados "terroristas", y no podían tener seguros ni su libertad ni su vida.

La defensa por parte de los gobiernos de las haciendas -criminalmente feudales- y el petróleo y los recursos mineros- entregados a la "sagrada" inversión extranjera- se apoyaba en una política de militarización del país y criminalización de los movimientos sociales.

Para recordar tan sólo un hito de la tragedia de este partido, el 24 de diciembre de 1931 a medianoche el ejército ingresó en el local aprista de Trujillo y ametralló sin piedad a las mujeres y los niños que celebraban con chocolate la Nochebuena.

En respuesta a ese y otros crímenes, el 7 de julio de 1932, armados tan sólo de machetes y de su bravura, los compañeros de esa ciudad se apoderaron del cuartel militar para comenzar una revolución que acabara con la tiranía de Sánchez Cerro e iniciara el tiempo del cambio y de la justicia.
PAREDONES

Para aplastarlos, por aire, mar y tierra, las fuerzas armadas sitiaron a la ciudad insurrecta que opuso brava resistencia durante toda una semana. Al final, miles de trujillanos fueron fusilados frente a los paredones de Chan Chan.

Todo esto puede parecer historia pasada. Sin embargo, muchos apristas de hoy creen que la catástrofe actual del partido no es sólo electoral, sino ética. La vanguardia denuncia que la pasada administración fue aprista solo de nombre, pero que abandonó los principios revolucionarios del partido y terminó colocándose en una posición ideológica de extrema derecha, antagónica a la de sus fundadores.

Los "compañeros" fueron antaño la reserva moral del país. Eran la mayor parte de los peruanos y tenían razón para sentirse orgullosos. Además de la proverbial valentía del pueblo aprista, mucha de la gente más inteligente y generosa militaba en sus filas. Un filósofo que reveló la genialidad de Vallejo y que descubrió la razón de ser de nuestra América- Antenor Orrego había desechado toda posibilidad de éxito en cualquier universidad europea y, más bien, penaba una larga carcelería en la isla de El Frontón por razón de sus ideas.
HAYA

El propio "compañero jefe" era un intelectual respetado en todo el mundo. Además, pudo haber llegado a ser presidente del país por un camino más corto del que su pasión justiciera le ofreció, pero escogió la senda más difícil.

"A Palacio llega cualquiera, porque el camino de Palacio se compra con oro o se conquista con fusiles.-dijo una vez- Pero la misión del aprismo era llegar a la conciencia del pueblo antes que llegar a Palacio."

En los años 50, el doctor Fernando Viaña, mi tío, contaba en su consultorio odontológico de Lima con una paciente muy especial. Era la señora Mabel Farro, paisana suya y "amiga íntima" del general Odría.

"He notado que le falta un teléfono, doctor... Si usted lo desea, la próxima semana puede tenerlo."
DISCURSO
Mi tío sonrió ante lo que supuso tan sólo una fineza de la dama. En esa época, conseguir una línea tomaba dos o tres años. Sin embargo, la señora llegó a la próxima consulta con una enorme sonrisa:

"Ya se lo conseguí, doctor. He hablado con Alejandro (el director de gobierno) y me ha aconsejado que usted busque un aprista con teléfono... Usted lo denuncia y le entregamos un teléfono." (Nota de Redacción: El Alejandro al que se refiere Gonzales Viaña es el tenebroso y abusivo lugarteniente de Odria, de apellidos Esparza Zañartu, quien llegó a ser Ministro de Gobierno de la dictadura de Odria, el Cayo Mierda de la famosa novela "Conversación en la Catedral" de Vargas Llosa)

Mi tío sonrió, y por supuesto no aceptó. El también era aprista.
En el receptor de radio con batería de carro, mi padre y sus amigos escucharon a Víctor Raúl que llegaba a Bogotá luego de su largo y peligroso asilo.

"Es el jefe. ¡Qué bien está! ¡Qué bien habla!"-dijeron los compañeros. Yo solo escuchaba algunas palabras ininteligibles y perdidas entre los murmullos de la atmósfera. Ese día me enteré de lo que significaba guardar durante toda la vida una fe y una esperanza.

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