Se va como un delincuente, huyendo, temblando, en la madrugada, mientras su pueblo automático reemplaza con un solo ademán el casco de punto por un gorro frío. Fuga el Rex Imperator, el mar grave de Brandeburgo, el hombre de la espada afilada que creía haber firmado con Dios, como David el pacto eterno que cantaban los Levitas en el libro de los Paralipómenos. A decir verdad, nos desconcierta porque esperábamos de este soberano de teatro una salida de quinto acto.
En vano Queiroz, sutil profeta, nos había prevenido que llegaría pedestremente a cualquier Hotel Metropole con la corona en la valija. Nosotros suponíamos una carga al frente de los húsares y la gran capa cuajada de sangre y lodo, mientras el moribundo balbuceaba una frase histórica. Le mirábamos en un avión enrojecido de poniente, subir más alto que las nubes, pero luego caer, en vuelo vertical como ave herida,
O siquiera Almirante de su flota
silenciosa con pabellones negros aparejar al norte de misterio y de bruma para
el poster combate naval que lo desposara con el mar. Pero escapa a Holanda en
su confortable vagón pulman envuelto en un cómodo abrigo de pieles, leyendo sin
duda en el trayecto, a su autor favorito Jorge Ohnet. El hombre de rapiña ha
engañado al mundo con su disfraz de león. Hasta ayer pertenecía a la tragedia,
hoy pertenece al vaudeville.
Puerta de Bradeburgo en Alemania
Es un figurante más en ese
carnaval de reyes sin destino que transitan-melancólicos y aburridos
haraganes-por la novela de Alphonse Daudet. Heine decía que la historia es el viejo
guardarropa del espíritu humano. Su viera conocido al soberano que aborreció su
memoria y desterró su efigie del palacio de Corfú, repetiría el irónico
pensamiento.
DISFRACES
Ningún cómico tuvo más disfraces.
Almirante nominal, jefe honorario de 20 ejércitos, no le bastaban los éxitos
locales a este primer tenor que buscaba por escenario el mundo. Cuando subió al
trono en 1888, Bismarck meneando la cabeza de mastín decía: “dará que hablar
este chiquillo”. Ha dado sobre todo que maldecir, pero fueron casi inocentes
los comienzos del romántico perverso.
Quiso, según el precepto de
Gautier, ser musulmán en Constantinopla y beduino en Arabia. ¿Con cuál disfraz
no se le ha visto en los periódicos ilustrados de veinte años? Su biografía es
verdaderamente un inventario de guardarropa.
Vestido de general de los tiempos de Federico
II, con el fez que adoptó en Constantinopla, bajo el casco del águila o su
gorro marino o la visera de terciopelo. yatchman, baja y cazador ante el
Eterno- cuando no fingía en los fiords del país de Ibsen la actitud de un
nórdico espectador de cisnes. O un romántico y tenebroso Werther de opereta
pasaba semi oculto en su conocida góndola para visitar en el Gran Canal, a su
Carlota de Venecia.
Pero súbitamente se acordaba de Dios, de su padre que estaba en los cielos fabricando reyes. Y he aquí a su asociado terrestre que arruga el ceño para recordar al mundo que Alemania ha inventado la pólvora.
Jorge Ohnet, novelista frances de exito
ALEMANIA
Al visitar las fábricas de
cañones solo piensa en entonar alabanzas al Altísimo, en hacer como dice la
Biblia “notorias sus invenciones en los pueblos”. Con su ayuda segura vencería
a todos los enemigos de Israel.
Tomaría, como el rey David, al
gigante de los 24 dedos y los mil carros de a cuatro caballos y todas las
tierras de Amon y de Moab. Y del oratorio donde afilaba su espada santa, pasaba
sin transiciones a su intimidad de sargento bromista, aficionado a la mala
literatura y la buena cerveza.
Alemania aceptaba sus
excentricidades, seducida por el estudiante de Heidelberg que parecía tener en
grado sumo lo que a ella le hace falta escandalosamente: flexibilidad de
espíritu y la fantasía que ha perdido. Le perdonaba lo que era más difícil
excusar: que fuera un estratega deplorable y un compositor mediocre en el país
de los grandes generales y de Wagner.
Porque en la vieja Alemania cataléptica solo este hombre parecía vivir: los demás eran autómatas. ¿No tenía acaso como el prusiano Mefistófeles, el don de la perpetua juventud y su maligna actividad? En todo caso, el demonio insolente de Goethe lo ayudaba en sus empresas temerarias y el doctor Fausto, su amigo y cómplice terrestre, estaba inventando gases asfixiantes en su laboratorio de Berlín. (Para mí el genio de Goethe no consiste solamente en haber creado el tipo representativo de Alemania, sino en adivinar que este representativo es un doctor)
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Alemania antigua
FATIGA
El Emperador se fatigó muy pronto
de la admiración de los siervos de la gleba alemana. Yo no sé si, como su regio
cómplice, Fernando de Bulgaria murmuraría en su balcón, cuando la multitud lo
aclamaba en la calzada obscura: “¡Cómo hiede mi pueblo!”. En todo caso, cuando
desfilaban sus soldados rígidos, debía pensar: “¡Qué gansos!
Entonces cortejaba a los
políticos de Francia en su yate lírico, ibas a los bastidores de un teatro de
Berlín a felicitar a los artistas parisienses. Y la imperial pareja se extasiaba
ante los trajes llevados, en tren especial por una costurera de París. Así
Nerón prefiere la enhorabuena de Petronio al favorable delirio de su plebe
romana en la cloaca del circo.
Y no al azar y de paso recuerdo
este nombre condenado. Nada me ayuda a comprender el alma del romántico
perverso de Berlín como las soberbias páginas sobre Nerón en el Anticristo de
Renán. Se parecen-¡hasta en las cualidades!- como puede parecerse un latino
nervioso a un alemán macerado en cerveza
La misma hipérbole, igual cabotinismo exasperado que lleva al circo o a Bagdad, la misma afición al arte colosal que notaba Renán-Laocoonte en Roma, gigantes palacios en Berlín-y la urgencia de acaparar todas las disciplinas citarista o compositor de ópera, pero mal “corega” siempre. Nerón acabó por odiar a los romanos, prefiriendo, por más artistas, a los griegos.
Guillermo II con la mirada en París,
FRASES
Con la mirada puesta en París,
soñando tal vez melancólicamente en haber sido Emperador de Francia, Guillermo
II, durante algunos años, solo tuvo frases afables para todo francés de
tránsito. Pero los griegos de esta Atenas se burlaron siempre del imperial
cabotín. En fin, las brutalidades con la Emperatriz nos recuerdan la muerte de
Popea: aquella bata bordada con que Nerón daba audiencia en el Senado es tan
famosa como los uniformes del otro. Y la cuadriga victoriosa equivale al
triunfante yate de las regatas.
Roma y Berlín aceptaban todo de
su príncipe y el príncipe lo creyó todo permitido. ¡Que digo! Almas esclavas
del mundo entero admiraron los trajines internacionales y las inesperadas
actitudes de este Frégoli emperador. Al todo poderoso Señor de los cañones no
le bastaba, sin embargo, con esta admiración de unos cuantos, sino exigía la
arrodillada veneración del Universo. Entonces su insolencia ilimitada provoca a
duelos de pueblos, entonces se detiene en unas maniobras de Inglaterra para
decir en alta voz, cuando acaba de pasar el “despreciable y menudo ejército de
mas tarde:
-Muy bien, pero ¿en dónde están
los otros?
Y como un excelente cómico, después del chiste final se va por los bastidores a galope. Entonces, disfrazado, llega un día a la Embajada francesa de Berlín, entreabre el manto para que el lacayo lo reconozca y pasa enseguida a exigir al Embajador que no sea presidente de la República un candidato favorecido ya por los sufragios.
La casa Krupp
AMO DEL MUNDO
Todavía es el comediante, el
tragediante vendrá luego. Sabe que el mundo le teme porque su pueblo es fuerte,
afortunado. El mundo le ve afilando su espada en la rueda de la fortuna. Como
un ademán puede destrozar la frágil y temerosa paz. Ya el olímpico destino que
nadie podía dominar según el sentir griego, parece residir en la casa Krupp.
¿Qué fiesta pueden darle a Nerón fatigado de omnipotencia? El reinado de Roma o la catástrofe de Europa.
La guerra, “la guerra fresca y
alegre, como el decía, iba a completar el guardarropa del viajero. Entraría a
capitales aterradas, en un caballo blanco, erizado el casco argentino de nuevos
penachos con mantos de nunca vista rutilancia. Y, bajo el arco de Hugo, mirando
al pueblo magno en servidumbre se sentiría amo del mundo
Pero el Dios invocado y aliado
era Jehová cambiante que humilla o levanta del polvo, según el humor de cada
día, al pueblo de la dura cerviz. El angel del señor fue haciendo estragos en
todos los términos de Israel-la frase no es mía sino del Viejo Testamento- y se
derrumbó el imperio como esas construcciones de sus metafísicos, esos palacios
espirituales de Hegel que son hoy ruinas pintorescas.
Abandonado y maldito como el
romano, huye este Emperador sin dignidad y sin “penacho” que pudo ofrendar su
vida después de haber malgastado tantas. Pero yo estoy seguro de que al partir
en el vagón confortable en que llevaba sus uniformes-y para el largo tránsito
las novelas de Jorge Ohnet mientras le saludaban militarmente los mariscales
fieles, los cómplices de la vasta iniquidad, él dijo suspirando-como el otro:
- ¡Que artista
pierde el mundo! Editado, resumido y condensado del libro titulado “Obras
Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado intelectual peruano que,
con sus estudios, rescata los orígenes culturales de este país. Nació por un
azar patriótico en Paris, retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió
a Francia en 1905 salvo cortos intervalos por aquí, Rio de Janeiro y Bruselas
hasta 1959 en que murió, siempre habitante de la ciudad luz)
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