No obstante, el éxito
japonés no fue completo: dos
portaviones americanos de la
“Pacific Fleet" escaparon del desastre, y más tarde, en el transcurso de los
meses que siguieron, desarrollarían una actividad de importancia fundamental.
Así y todo, se trató de un
triunfo indiscutible: transcurriría mucho tiempo, después de Pearl Harbor,
antes que los norteamericanos estuvieran de nuevo en condiciones de desafiar la
supremacía de la Marina de Guerra del Japón.
Según el plan original de
guerra japonés, el avance hacia el sur siguiendo unas directrices que
permitieran ocupar Tailandia, Malasia, Filipinas y las Indias holandesas
debería ser apoyada por toda la Marina de Guerra Imperial. La Pacific Fleet estadunidense
que, como era de prever, se apresuraría
para llegar a las Filipinas a fin de socorrer a los países atacados, hubiera
sido hostigada por aviones y submarinos, con base en las islas Marshall y
Carolinas, antes de entablar batalla con la superior flota japonesa.
Fotografía de Pearl Harbor al comienzo del ataque.
Fotografía de Pearl Harbor al comienzo del ataque.
YAMAMOTO
Sin embargo, el Comandante
en Jefe de la Flota japonesa, Almirante Yamamoto, considero este plan con
ciertas reservas. A diferencia del grupo militar del General Tojo Yamamoto se
percató claramente de que, si bien, gracias a su excelente preparación, el
aparato bélico japonés era capaz de lograr un franco éxito en las fases
iniciales, el inmenso potencial industrial de Estados Unidos frenaría muy
pronto la expansión nipona.
Cuando llegase este momento,
sólo sería posible negociar una paz de compromiso en el caso de que el Japón
estuviera ya tan firmemente instalado en el nuevo imperio recién conquistado
que la empresa de “desterrarlo” pareciera imposible a los aliados occidentales. Con este fin era
necesario asegurarse un periodo de tiempo de completa libertad de acción,
destruyendo para ello la "Pacific Fleet".
Habiendo advertido, desde
hace tiempo, el papel decisivo que los portaaviones podían desempeñar en la
estrategia naval, Yamamoto se convenció
de que los seis de que disponía constituían un elemento idóneo. Entonces,
el Contralmirante Takihiro Onishi, Jefe
del Estado Mayor de la 11ª Fuerza Aérea, recibió la orden de estudiar la
posibilidad de un ataque aéreo sobre Pearl Harbor.
Almirante Yamamoto.
Almirante Yamamoto.
SECRETO
TOTAL
Onishi llamó a su lado a un
héroe de la guerra de China, el General Minoru Genda. Trabajando en el más
absoluto secreto, a fines de mayo de 1941, habían ultimado un estudio del que
se desprendía que la operación ofrecía las mayores posibilidades de éxito. Siempre,
claro está, que se emplearán los seis portaaviones de la Flota y que se
consiguiera mantener el más absoluto secreto en torno a los preparativos.
En un principio, el plan fue
rechazado, alegándose que los portaaviones eran necesarios para apoyar el
avance hacia el sur y que, además, si la operación dependía totalmente del
factor sorpresa, resultaba muy arriesgado realizar la travesía de 3,400 millas.
No obstante, confiando en que las objeciones serían superadas, Yamamoto dio
órdenes a los grupos de portaaviones para que prepararan un programa especial
de adiestramiento basado en el ataque por torpedos, en el bombardeo en picada y en el de gran altura
sobre blancos situados en espacios muy reducidos. Exceptuando un limitado número de oficiales de Estado
Mayor, ultimaron el plan detallado. Nadie estaba al corriente de la finalidad
de estos ejercicios.
TORPEDOS
ESPECIALES
A los técnicos de la
principal base naval de Yokosuka se les confió la tarea de preparar los
torpedos aéreos de un modo especial, a fin de que aún siendo lanzados, desde
una cuota superior a lo normal, entraran en el
agua en posición horizontal y no se sumergieran demasiado al comienzo de
su recorrido. Desde luego, no se informó a nadie la finalidad de esta
adaptación. En setiembre, dichos torpedos, provistos de especiales aletas
estabilizadoras, se experimentaron con el más completo éxito, empezando su
producción en serie.
El dia l6 de octubre, cuando
cayó el gobierno presidido por Konoye, quien fue sustituido por el agresivo
General Tojo, Washington se apresuró a enviar al Almirante Kimmel y al General
Short a las islas Hawai, lo que indicaba claramente que la situación era grave.
No obstante, los políticos
americanos creían que el primer movimiento japonés sería un ataque contra los
territorios marítimos de Rusia. El detalle de que, en julio, hubiera
prevalecido el criterio de la Marina imperial en el largo debate mantenido con
el Ejército en cuanto a los planes de guerra, y que luego los japoneses
decidieran una ofensiva hacia el Sur, no llamó la atención del Servicio de
Información norteamericano.
Pearl Harbor el 30 de Octubre de 1941
Pearl Harbor el 30 de Octubre de 1941
SUPERFICIALIDADES
La posibilidad de un ataque
aéreo había sido considerada tan sólo de una manera muy superficial. Los
ejercicios con unidades de la Marina se efectuaron a un ritmo intermitente y
con el espíritu propio de lo tiempos de paz. Ciertamente los resultados no
habían sido brillantes.
A partir de Agosto
comenzaron a llegar a Hawai algunas instalaciones de radar móviles, bastante
primitivas, que el mando local situó en diversos puntos a lo largo de la costa
de Oahu. Aquellas instalaciones sufrían frecuentes averías y padecían lo que se
podría llamar “trastornos de crecimiento”.
A juicio de los comandantes
de la Marina tanto de Washington como de Hawai, la nueva situación era más bien
inquietante. Se consideraba que un ataque del Japón probablemente se produciría
contra Rusia. Pero no se descartaba la posibilidad de un ataque contra Estados
Unidos o Gran Bretaña. Por ello la "Pacific Fleet" recibió la orden de tomar
oportunas precauciones, comprendidos aquellos despliegues que no descubran las
intervenciones estratégicas y no constituyan acciones provocativas contra
Japón.
PRECAUCIONES
En caso de acciones hostiles
por parte de los japoneses contra la navegación mercante americana, todos los
buques que se encontraran en el Pacifico occidental deberían dirigirse a puertos amigos. Asimismo habiendo recibido
órdenes de adoptar todas las medidas de precaución para la seguridad de los
aeródromos de Wake y Midway, Kimmel envió a ambas islas refuerzos de marines,
convoyes y aviones de reconocimiento. Se tomaron también especiales medidas de
precaución con el fin de impedir que submarinos japoneses pudieran efectuar
ataques por sorpresa en la zona donde se estaban realizando maniobras.
Pero, por lo que parece,
nadie pensó en la posibilidad de un ataque aéreo contra Pearl Harbor.
Casi al mismo tiempo, a
bordo del portaaviones japonés Akagi, buque insignia del Vicealmirante Chuichi
Nagumo ante los ojos de los oficiales
pilotos y del mismo Yamamoto, se les dio la asombrosa noticia de que el
objetivo de su misión sería la base naval americana situada en aquella bahía. A
partir de entonces la actividad de adiestramiento se reemprendió con un ritmo y
un entusiasmo mucho mayores. El 1º de Noviembre, el Comandante en Jefe impartió
la orden ejecutiva, fijando que el domingo 7 de diciembre sería el día
decisivo. Dos días después, el Almirante Nagano
fue convencido, al fin, para que diera también su asentimiento.
RUTAS
TORTUOSAS
Entre el 10 y 18 de Noviembre, solas o por parejas, las unidades
de la fuerza de asalto de Nagumo-seis portaaviones, dos acorazados, tres
cruceros, 9 destructores y 8 petroleros- salieron furtivamente de sus fondeaderos
y, siguiendo rutas tortuosas, se dirigieron hacia un punto secreto de
encuentro: la desierta bahía de Tankan, en Etorufu, la mayor de las islas
Kuriles. Todas las unidades recibieron la orden de mantener el más riguroso
silencio por radio.
En Hawai y en Washington no
faltaron indicios que señalaban la inminencia de alguna importante operación
japonesa. El día 1º de Noviembre los centros de desciframiento informaron que
todos los códigos de llamada por radio de las unidades japonesas habían sido
cambiados. En realidad, este detalle no era muy importante, pues por lo
general, de vez en cuando dichos códigos se cambiaban. Pero el cambio ulterior
que se produjo tan sólo un mes más tarde, no podía ser otra cosa que un síntoma
grave por demás para los americanos, de que los japoneses estaban preparándose
para actuar.
En el transcurso del mes de
noviembre, el centro de desciframiento de los mensajes radiados consiguió
identificar de nuevo cierto número de unidades. Pero, en cambio, había perdido
todo contacto con los portaaviones japoneses. Basándose en el hecho de que las
hipótesis formuladas en análogas ocasiones habían demostrado ser exactas, los
americanos llegaron a la conclusión de que dichos buques debían encontrarse en
las aguas territoriales japonesas.
Pero de otra fuente de
información llegaban muy diversas noticias. Desde el 5 de noviembre en
adelante, una serie de mensajes dirigidos a los representantes de Washington,
advertían que el 15 de noviembre era la fecha tope del plazo improrrogable para
lograr un resultado positivo en las negociaciones.
Prepararon el ataque durante semanas sobre una maqueta.
Prepararon el ataque durante semanas sobre una maqueta.
FRACASO
DE LAS NEGOCIACIONES
El 22 Tokio aplazó aún el vencimiento hasta el 29.
Pero después de esa fecha, cualquier cosa sucedería automáticamente. La última
semana de Noviembre ya se podía considerar que las negociaciones habían
fracasado definitivamente. En consecuencia cabía esperar que la guerra
estallara en cualquier momento. Pero como los americanos habían decidido no ser
los primeros en abrir fuego, la elección del tiempo y del lugar quedaba en
manos de los japoneses.
El 24 de noviembre, los
marinos norteamericanos recibieron la siguiente advertencia: “es posible
cualquier movimiento agresivo basado en la sorpresa”. En cualquier dirección
comprendidas Filipinas y Guam. Luego se citaron los posibles objetivos. Pero
los mensajes no mencionaban las islas Hawai. Ni tampoco Wake.
LOS
NAVIOS SALEN
Precisamente antes del envío
de este despacho, los navíos del Almirante Nagumo habían salido de las aguas frías
de la Bahía de Tankan para dar comienzo a su misión. Uno tras otro, los buques
se fueron alejando hasta desaparecer en el tempestuoso mar septentrional,
apuntando hacia el este a lo largo del paralelo 43 y lejos de todas las rutas
normales de navegación.
A bordo de aquellos
portaaviones de navegación reinaba una atmósfera de gran excitación. Pocas
horas antes, todos habían sido informados de la naturaleza de la misión:
descargar un golpe mortal contra las fuerzas navales que se interponía entre el
Japón y su glorioso destino. Sólo Nagumo
estaba pensando en los grandes riesgos de aquella operación
Unas 3 mil millas más al
Sudeste, inmersa en su maravilloso clima y del todo ignorante de cuanto iba a
suceder, resplandecía Pearl Harbor. Los únicos síntomas aparentes del peligro
de guerra eran algunos movimientos de soldados y de camiones del Ejército. Había
sólo precauciones contra la posibilidad de
sabotajes. En las unidades navales no se tomó ninguna ulterior medida.
Las unidades de la escuadra americana permanecían normalmente en el mar.
EQUIVOCACIONES
Nada indicaba que Pearl
Harbor fuera un posible objetivo japonés. No había contacto con los
portaaviones japoneses. Los americanos creían que los buques japoneses estaban
fondeados pacíficamente en aguas de su país.
Pero la razón que, por encima
de cualquier otra, indujo a los norteamericanos a no tomar en consideración la
posibilidad de un ataque en Pearl Harbor, era la existencia de claros indicios
de que, más al Sur, los japoneses estaban a punto de iniciar una operación
anfibia. El 6 de diciembre, algunos aviones de reconocimiento ingleses y
americanos habían descubierto convoyes japoneses de tropas navegando por el
golfo de Siam y los comandantes americanos ni siquiera podían imaginar que los japoneses
tuvieran recursos-o audacia- para organizar en otro sector una operación simultánea
que exigiera el empleo de todos sus portaaviones.
Eso es lo que exactamente sucedía.
A unas miles de millas al noreste de la isla de Hawai, los portaaviones
japoneses consiguieron avanzar sin ser
descubiertos. En los buques todos estaban en cubierta donde se escucharon
inflamados discursos patrióticos. Estos hombres conmovidos y excitados
volvieron a sus puestos. La formación se dirigió al Sur, para alcanzar a toda
velocidad la posición elegida de despegue de los aviones.
Momentos precisos del acto bélico.
Momentos precisos del acto bélico.
MARSHALL
Mientras tanto, en
Washington, el General Marshall como Jefe del Estado Mayor General, de regreso
de su habitual paseo matutino, se enteró de la ruptura de las negociaciones.
Propuso que se transmitiera un especial aviso de guerra a todas las Fuerzas
Armadas. El mensaje fue enviado. Pero mucho antes que llegara a Pearl Harbor,
el estallido de las bombas y los torpedos japoneses fueron una realidad
contundente. Era el 7 de diciembre de 1941.
El primer ataque de la
primera oleada de aviones japoneses se lanzó con 50 bombarderos con una bomba
de 800 kg cada uno más 43 cazas Zerom capaz de perforar la más robusta coraza. Había
otros 70 provistos de un torpedo. Y 51 bombarderos en picada, cuya misión era
escoltar y atacar en vuelo rasante.
A lo largo de Pearl Harbor
ya estaban desarrollándose las acciones de guerra. El dragaminas americano
Condor en misión habitual de dragado, advirtió al destructor Ward, en servicio
de patrulla, que había divisado un periscopio. No obstante, no se transmitió
ninguna señal de alarma a la estación del puerto. Después de haber sido
inútilmente buscado durante más de dos horas por el Ward, el periscopio fue nuevamente
divisado por un hidroavión, que señaló su posición con bombas fumígenas.
EXPLOSION
Así el destructor pudo
entrar en contacto con el enemigo: se trataba de un submarino de bolsillo
japonés que a las 6.45 horas fue hundido con cargas de profundidad y algunos
cañonazos. La noticia llegó con cierto retraso al Almirante Kimmel. A las 7.50
mientras Kimmel se dirigía a toda prisa a su despacho, una explosión sobre la
isla Ford, que se encuentra en medio de la bahía, constituyó la primera
indicación de que Pearl Harbor estaba sufriendo un ataque aéreo.
Otra tremenda explosión
Otra tremenda explosión
En efecto, desde las 6.15,
la primera oleada de aviones japoneses volaba hacia el Sur, guiada por el
Comandante Mitsuo Fuchida, quien piloteaba el bombardero que iba en cabeza. Un
par de operaciones de radar que se ejercitaban en el manejo de la estación
móvil de Opana, vieron aparecer los aviones en pantalla, a una distancia de 220
kilómetros y, por curiosidad, calcularon la dirección en que se aproximaban. El
centro de información, recibido el mensaje del descubrimiento, les contestó
que, con toda probabilidad, se trataba de una escuadrilla de “Fortalezas
volantes” que llegaban del continente.
Fuchida condujo sus aviones
a lo largo de la costa occidental de Oahu,bajo las miradas perezosamente
curiosas de las numerosas familias que vivían junto a la playa y que lo
confundieron con aviones propios. A las 7.50 Fuchida vio, al fin, más allá de
la llanura central de la isla, la bahía de Pearl Harbor.
SORPRESA
Evidentemente el enemigo iba
a ser atacado por sorpresa. Entonces dio la orden de atacar. Cada piloto
japonés sabía exactamente lo que debía hacer. Pocos minutos antes de las 8, los
aviones fueron lanzados en picada casi vertical. Las bombas empezaron a
estallar entre los aviones americanos que se hallaban dispuestos en los
aeródromos ala contra ala.
Al mismo tiempo a bordo de
los acorazados, los hombres del turno de guardia que iban a izar la bandera vieron a los aviones torpederos
lanzarse y atacar los buques inmóviles e indefensos. Ni un sólo cañón había
tenido tiempo todavía de abrir fuego y ni un sólo caza americano había
despegado.
La sorpresa total,
conseguida por los atacantes en los aeródromos, quitó toda posibilidad de una
defensa eficaz por parte de los caza americanos. En la rada cinco de los siete
acorazados-West Virginia, Arizona, Nevada, Oklahoma y California- fueron
alcanzados por los torpedos en los primeros minutos del ataque. Solo el
Maryland y el Tennesse, que se encontraban fondeados en puntos más lejanos, asi
como el Pensnnsilvania, buque insignia, que se hallaba en el dique seco, se
libraron de momento de los torpedos. Otras unidades torpedeadas fueron el viejo
acorazado Utah y los cruceros ligeros Raleigh y Helena.
Un acorazado intenta escapar.
Un acorazado intenta escapar.
LA
REACCION
Pese a las violentas
sacudidas provocadas por las explosiones de los torpedos y de las bombas y a la
enorme confusión que el inesperado ataque produjo, casi todas las tripulaciones
americanas entraron en acción con rapidez y eficiencia, abatiendo algunos de
los aviones atacantes. Se hizo todo lo posible para que los buques no
escoraran. Repararon los aparatos
eléctricos, las tuberías de aguas, las líneas de comunicación y lucharon
esforzadamente contra los incendios
Un acorazado, el Nevada, consiguió incluso ponerse en movimiento y dirigirse hacia la salida del puerto.
Pero, entretanto, por encima del humo y en aquel primer momento casi increíble
de total ausencia de cazas y de un esporádico fuego de artillería, los
bombarderos de altura de Fuchida elegían sus blancos y apuntaban con fria
precisión. Una bomba perforó los 13 centímetros de coraza de una torre del
Tennesse y estalló en su interior. Otra, después de haber atravesado la
cubierta del Arizona, hizo explosión en los depósitos de proa y parte del buque
voló por los aires. Asimismo el Maryland y el California sufrieron daños.
AVERIAS
Y DESTRUCCIONES
Cuando a las 8.25 se retiró
la primera oleada de aviones japoneses, concediendo a los atacados una breve
tregua, casi todos los aviones americanos habían sido averiados o destruidos.
El acorazado West Virginia era presa de las llamas y estaba hundiéndose. El
Arizona ya se había hundido, con más de mil hombres atrapados bajo cubierta. El
Oklahoma había volcado recostándose en el fondo con la quilla fuera del agua.
El Tennesse con una torre destruida estaba ardiendo. Por último, el California
había sufrido daños tan graves que a pesar de los esfuerzos de su tripulación,
acabo por hundirse. Mas lejos todo lo que se podía percibir del Utah era su
quilla herrumbrosa. El Raleigh hundido a consecuencia de la inundación de unos
compartimentos.
Mientras ocurría todo eso,
un submarino de bolsillo japonés consiguió penetrar en la bahía, aprovechando
la circunstancia que la barrera que defendía la entrada del puerto había
quedado negligentemente abierta después de la entrada de las dragaminas. En una
pausa de los ataques aéreos, este submarino fue divisado mientras lanzaba un
torpedo contra un buque de apoyo. El torpedo erró el blanco y estalló en la
orilla, sin causar daños. Luego el submarino fue atacado y hundido con cargas
de profundidad. De los otros tres submarinos de bolsillo, dos desaparecieron
sin dejar rastro, el tercero embarrancó en la playa y su tripulación fue hecha
prisionera.
Los hangares en llamas.
Los hangares en llamas.
SEGUNDA
OLEADA
La segunda oleada de aviones
japoneses-54 bombarderos, 80 bombarderos en picada y 36 cazas, al mando del
Comandante Shimasaki del portaaviones Zuikaku- había despegado una hora después
de la primera. Esta segunda oleada se
encontró con una defensa más eficaz y, por lo tanto, sus resultados no
fueron tan brillantes.
Como durante la breve tregua
entre los dos ataques, los cañones antiaéreos recibieron la adecuada provisión
de municiones y los hombres destinados a servir las piezas habían sido
reorganizados y reforzados en número, se consiguió abatir algunos bombarderos
en picada. De todas maneras, la segunda oleada consiguió averiar al Pennsilvania, destruir dos
destructores que se encontraban a su
lado en el dique seco, hacer saltar por los aires otro destructor y obligar al Nevada,
que intentaba alcanzar la salida del puerto, a que se encallara.
De improviso a las 10 horas,
todo cesó. El zumbido de los aviones dejó de oírse de pronto, dejando tras
ellos un extraño silencio, roto únicamente por el trepitar de las llamas de los
incendios y por los gritos angustiados de los hombres que los combatían.
FUERA
DE COMBATE
Con la irrisoria pérdida de
nueve cazas, quince bombarderos en picada y cinco aviones torpederos de los 384
aparatos que intervinieron en el ataque, la Marina japonesa acababa de poner
fuera de combate a los buques de línea de la "Pacific Fleet"
Al preocupado Nagumo el
éxito le parecía tan milagrosamente completo o casi completo y el precio pagado
por él tan exiguo, que cuando Fuchida y algunos comandantes de escuadrón, le
pidieron que organizara un segundo ataque, consideró que eso sería como lanzar
un reto a la fortuna. Por lo tanto, ignoró su sugerencia y ordenó a la
formación que se alejara en dirección Noreste, para alcanzar a los otros navíos
y dirigirse después al Japón.
Esta decisión fue un grave
error. Pero hay que reconocer que Nagumo no era el único en aquel tiempo que no
se daba cuenta de que el armamento tradicional, como eran los grandes cañones
de los acorazados, ya no constituía el medio más eficaz para asegurarse el
dominio de los mares.
Sobre las bastas extensiones
del Pacífico, sólo los portaaviones tenían los “brazos largos” y eran capaces
de buscar y atacar a la flota enemiga donde quiera que estuviera. Desde luego
que un segundo ataque habría proporcionado una victoria mucho más completa,
pues el Enterprise estaba regresando en
aquellos momentos a Pearl Harbor y muy difícilmente hubiera podido sobrevivir a
un ataque aéreo en masa.
Bombardero destruido.
Bombardero destruido.
GOLPE
DURO
Asimismo también las
instalaciones de la base y sus grandes depósitos de petróleo, con los tanques
repletos de carburante, estaban aún intactos y virtualmente indefensos.
Destruyéndolos, la base naval habría quedado totalmente inservible durante
muchos meses, obligando a los restos de la "Pacific Fleet" a retirarse hacia la
base más próxima, en la costa occidental de América y, por lo tanto, fuera de
la inminente zona de operaciones en el Pacífico.
De este modo, el audaz y
bien preparado ataque de Yamamoto no alcanzó todos los resultados que se
esperaban, si bien el golpe descargado sobre la Marina de Guerra de los Estados
Unidos había sido muy duro. Sin embargo, tuvo un efecto indirecto mucho más
decisivo aún y es que indujo al pueblo americano a entrar en la guerra. (Seleccionado, resumido y condensado de la
Revista “Asi fue la Segunda Guerra Mundial”)
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