Nos
han dicho y llegado aclaraciones, tanto a nuestro mail personal y al propio
blog, que somos oficialistas y
humalistas. Todo ello, a raiz de nuestros últimos comentarios en esta
columna sobre el Presidente Humala y
su familia.
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Nos aseguran, equivocadamente,
que apoyamos a rajatable a Ollanta
Humala y Nadine Heredia. Nada de
eso, por supuesto, es cierto. Aquí somos
enteramente imparciales e independientes.
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Para justificar posiciones,
dentro de este contexto y de la tónica
cargada de convicciones, cabe recordar qué es lo que pensaba gran parte del Perú durante la campaña electoral, con
respecto a un posible triunfo de la candidatura Humala.
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Lo que se decía, en distintos sectores
representativos, era que algo tenebroso
venía para el Perú. Había mucho
temor y, en ningun momento, dudamos en darlo a conocer como lo hicimos con una
postura firme y convincente. Si se revisa el archivo del blog, eso es lo que
precisamente se encuentra.
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Mucho se hablaba y comentaba del corte de la
política económica acertada que se
desarrollaba en el país con
resultados efectivos, hasta la perdida
de autonomía y el propio sentido democrático.
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Existía el riesgo que nos
acercásemos hacia el chavismo de la Venezuela carente de libertad plena al lado
del gorila Chávez y la vieja
dictadura cubana de los hermanos Castro
que, precisamente, progreso y bienestar, no nos iba a proporcionar. Ni la primera, ni la segunda opción. Sí, el
retraso total.
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En el candelero de las
discuciones y posibilidades estaban, además, las
consabidas nacionalizaciones de
empresas y otros posibles atentados contra la propiedad privada. Además del cambio de la Constitución,
en batalla estéril y poco práctica.
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Asimismo de las inclinaciones hacia un gobierno
autoritario que pondría en duda las libertades públicas. De un regreso al
velasquismo nefasto. De los grandes problemas que iban a tener los empresarios
por invertir.
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Del
descalabro de descalabros. Eso se dijo y mucho más. Pero nada de ello
ocurrió. Reconocer que se fue por el camino acertado, de ninguna manera, es ser
oficialistas. Ni menos humalistas. Tan sólo consecuentes con la realidad.
Nadie puede decir lo contrario.
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Más aún cuando tales
posibilidades las denunciamos en su momento y fuimos muy claros en propiciar una linea enteramente democrática y
alli si que atacamos al nacionalismo, el antisistema y al propio Humala con sus aventuras golpistas.
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Tanto en la localidad sureña
de Locumba y el Andahuaylazo, que en un principio apoyo y
luego se echó atrás. La posición, tan clara como el agua y la luz, también está
en nuestros archivos y pueden revisarla.
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No ocurrió lo que tanto se
temía porque Humala, antes de ganar
las elecciones, se dio perfectamente cuenta de que iba a fracasar y no iba a
ganar las elecciones.
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Por eso es que, ese mamotreto trasnochado y poco coherente de
la gran transformación, fue cambiado
por la hoja de ruta. Acierto
evidente que no se puede criticar. La palabra empeñada se está cumpliendo.
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Políticamente es lo que mejor pudo hacer Humala. Por eso mismo ganó los comicios y ahora es el Presidente de
todos los peruanos. En esta columna, periódicamente, dimos cuenta de ello
porque no podíamos ocultar la verdad.
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Cuando el Gobierno hace las cosas bien, aquí encontrará apoyo. Pero si lo hace mal, de todas maneras la crítica implacable.
Insistimos, por ejemplo, que el Presidente Humala debe comunicarse con más
amplitud, con la población.
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A su estilo sí continuamente, sin dejar
vacios. Pero tampoco oscuridades. Menos misterios que a nada positivo conducen. No queremos loros gordos parlachines.
Pero si estar enterados de lo que efectivamente pasa en el país.
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La continuación de la
política económica es un acierto. Pero existe la obligación del gobierno de
persistir en soluciones de esta especialidad para que los beneficios de tal
plan, lleguen a todos los sectores de peruanos, sobre todo a los más pobres
para tener un mañana de prosperidad. Urge
el chorreo como necesidad prioritaria.
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Hay que solucionar, de una
vez por todas, la situación de los
sueldos y salarios de los miembros de las Fuerzas Armadas y Policiales,
conforme se prometió en la campaña electoral. No hacerlo seria una
inconsecuencia total, con quienes precisamente lucharon y nos salvaron del
terrorismo.
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Otra decisión acertada es
propiciar, con más fuerza, la inclusión
social que tanto habló desde su inicio este gobierno y fortalecer los
programas sociales para las grandes mayorias que requieren apoyo.
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Lo que encontramos por estos lares son errores, lentitudes y ciertos atisbos de
conveniencia y corrupción, que deben cortarse de todas maneras. Las
equivocaciones están a la orden del día y eso es inadmisible.
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Por su parte, Nadine Heredia realmente goza de
simpatía, tiene adeptos y un estilo propio enteramente peculiar de desempeñarse
como Primera Dama. Ello nadie se lo puede quitar y las encuestas la respaldan a
cada rato.
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Nos
parece tonto y poco coherente eso de estar criticándola
por su viaje al Brasil en el avión presidencial cuando cumple, efectivamente, labores que promoción
que pueden beneficiar al país. Si hay alguna irregularidad, cualquiera que
sea ella, bueno, pues, hay que denunciarla. Eso, dicho sea de paso, no se
ha presentado.
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Pero
si estamos vigilantes para ver si comete actos que trasgredan leyes
o funciones propias del Jefe del Estado. Por supuesto, si el caso se diese, lo
daríamos a conocer de inmediato, sin que nos tiemble la mano.
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Como también, y nos
opondríamos a raja tabla, que sea
candidata presidencial el 2016 porque
allí sí que se trasgrede la ley y los reglamentos electorales vigentes en el
país. Ella de ninguna manera puede ser postulante a la primera magistratura.
Cambiar los dispositivos seria un torpe error.
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Hay un hecho adicional que
debe tomarse en cuenta. Las sucesiones
de esposos, tipo monarquías, no son
coherentes para el sistema democrático. Este tipo de gobiernos casi siempre
tienden a ser problemáticos y lindantes en el manejo oscuro y nada transparente
de los asuntos públicos.
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Mucho
de fracaso, poco de éxito. Sino, pregúntenle a Cristina
Kirchner, la Presidente de Argentina, que reemplazó a su esposo Néstor y ha metido a ese país en
tremenda crisis, una de las peores de su historia.
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En el caso de Nadine, su postulación sería, realmente, un error garrafal.
Más aún cuando ella demuestra, efectivamente, habilidad y conocimiento
político. Aún está joven. No llega ni a los 40 años y tiene el techo
enteramente alto para buscar oportunidades en elecciones posteriores. Forzar la que se viene sería realmente
torpe.
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Desde el 2006, se habían
trepado al carro humalista y nacionalista, los
equivocados del pensamiento extremo. Los que ayer fueron marxistas
empecinados en el ultrismo de la peor
especie para dar, obviamente, una consistente posición de convenidos. Otra
denuncia persistente de este blog.
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Consiguieron su objetivo. Llegaron a los
cargos públicos unos por elección al Congreso, otros por nombramiento en el
aparato público. Sin Humala no hubiesen
conseguido absolutamente nada, por si acaso. Porque nada son electoralmente.
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Pero poco les duró el poder en vista de que el
camino ya había sido trazado hacia la posición de centro acertada. La que
precisamente anhela la ciudadanía. Cayeron
los diez cansecos, los sinesios, los dammert y tanto galifardo más. Pero
quedaron algunos y algunas.
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Como, por ejemplo, Aída “Mocha” García Naranjo, quien consiguió desempañarse como Ministra
de la Mujer, portafolio en el que fracasó por
completo y terminó bailando cinicamente en medio de muertes, dolor y duelo. Ahora
es Embajadora en Uruguay. Error de la Cancillería y el Gobierno nombrarla. Si
ella es diplomática, cualquiera puede ser astronauta.
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Mientras que Nicolas Lynch, estratega él, analista
él, maestro universitario él, con el mismo cargo en la Argentina. Ambos no sueltan, de ninguna manera, las mamaderas de los altos cargos
con sueldos jugosos.
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No es qué el gobierno que representan viró por
completo y ahora está en la peor posición de derecha que pueda haberse
concebido. Eso al menos lo que afirman sus camaradas, sus propias agrupaciones.
En este caso, el Partido Socialista de Javier
Diez Canseco. No se escucha padre. Ni en Montevideo. Ni en Buenos Aires. Qué tales convenidos.
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Mientras tanto, Lynch y Garcia Naranjo bien gracias y disfrutando de las embajadas. De un
gobierno que, precisamente, a la izquierda no está. Es decir que ellos, bajo ningún punto de vista, representan a un régimen de sus ideales, ni de sus
convicciones. Ni menos a un gobierno revolucionario y popular. Entonces, qué
esperan para renunciar.
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Hay en el Perú conflictos de carácter social que, evidentemente, deben arreglarse. No con la mano blanda y estéril, sino con la
habilidad de conseguir coincidencias que acaben con estas incongruencias tan
deplorables, sin abusos de ningun tipo. Esta es otra obligación priotaria de
este gobierno que estará en el poder hasta el 2016. Estemos atentos. (Noé)
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