Hombre de convicciones críticas y
controvertidas en todas las épocas. Era, inexplicablemente, un severo enemigo
de los usos y aficiones populares que consideraba bárbaras y repelentes. Por
eso lo llamaron anticuado y extranjerizante. Sin embargo, había mucho valor en
él como intelectual e incluso se convirtió
en la principal figura del género costumbrista con tesón y ejemplo, en
momentos claves: cuando, precisamente, se forjaba la Literatura peruana
republicana, la misma que estaba- si se
quiere- en pañales y emergiendo. He allí su gran mérito como protagonista en su
campo de acción primordial, las letras. Aunque también le gustó la política y
fue abogado, con una tarea constante y permanente de contribuir efectivamente a
la patria, la que por aquel entonces recién comenzaba a consolidarse.
Felipe Pardo y Aliaga, nacido en Lima el 11 de Junio de 1806
durante la colonia española y muerto también en la capital una víspera de
Pascua del 24 de Diciembre de 1868, era un convencido de que mediante lo que él
dominaba por completo, la cultura, se
podía lograr la transformación del Perú. No le faltaba razón añadiéndole, eso
sí, otros elementos de pleno desarrollo y de política adecuada y convincente
para el sentir efectivo de los pueblos.
Felipe Pardo y Aliaga
Felipe Pardo y Aliaga
Por eso mismo ejerció la vida
pública y criticó duramente la falta de civismo. Al mismo tiempo la ambición
personalista de los gobernantes. Cierto que sus ideas eran extremadamente
conservadoras. Pero ello no fue impedimento para prestar servicios al Estado,
con su posición aristocratizante como característica primordial, siendo
diplomático e incluso ministro de los presidentes Felipe Santiago Salaverry,
Manuel Ignacio de Vivanco y Ramón
Castilla.
Vino al mundo en el seno de una
familia distinguida. Sus padres fueron el magistrado español Manuel Pardo
Ribadeneyra, Oidor de la Real Audiencia
de Lima y la dama limeña Mariana de Aliaga y Borda, hija de los marqueses de
Fuente Hermosa de Miranda.
Sus primeros años de infancia
transcurrieron en la ciudad histórica del Cuzco y allí fue testigo del
ensañamiento con que trataron los revolucionarios patriotas de 1814 a su
progenitor, entonces Regente de la Audiencia de dicha ciudad, quien fue
apresado y sentenciado a muerte. Afortunadamente, la pena dejó de cumplirse
debido a la derrota de los rebeldes. Estos últimos fueron los hermanos Angulo, Béjar y Pumacahua.
En 1821, luego de ocurrir la
Independencia del Perú, la familia se fue
a residir a España. Pardo y Aliaga estudió en Madrid, bajo la dirección
de Alberto Lista en el Colegio de San Mateo y con el apoyo de aquel maestro
ingresó a la Academia del Mirto donde alternó con José de Espronceda, Ventura
de la Vega. Entre otros escritores notables.
El profesor Lista de notable
influencia en la época era considerado un romántico conservador, forjador de la
estabilidad de los valores tradicionales que se enfrentaba a las posiciones
liberales ligadas a los movimientos
revolucionarios. Por ende, el peruano Pardo recibió una formación
educativa enteramente clásica.
Regresó a su patria en 1828 por
exigencias de carácter familiar, dado que sus abuelos maternos habían
fallecido. Establecido en la capital, comenzó a trabajar como profesor de
Matemáticas y Filosofía en el Seminario de Santo Toribio. Paralelamente estudió
Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y se recibió de Abogado
en Arequipa
Por aquella época, tomó contacto
con el político José María de Pando quien había fundado “El Mercurio Peruano”,
importante diario de gran influencia desde un principio. Los dos formaron un
grupo de amigos que se fortaleció con otras figuras famosas como: Hipólito
Unanue, José Joaquín Olmedo, Manuel Ignacio de Vivanco y el español José
Joaquín de Mora, entre otros. Ellos se reunían constantemente para discutir,
sobre todo, temas políticos. Pardo, dicho sea de paso, ya era conocido por sus
ideas autoritarias.
Publicó su primer trabajo
literario en “El Mercurio Peruano” una oda titulada “Vuelta de Un Peruano a su Patria” Posteriormente en las referidas
páginas aparecieron poemas suyos y críticas literarias. Llegó a dirigir el
periódico, conjuntamente, con el periodista Antolín Rodolfo.
Lo nombraron Editor del periódico
oficial “El Conciliador” recomendado por su amigo Pando. De igual forma, fundó
con su peculio otro periódico titulado “La Miscelánea”. Eran los días del
gobierno de Agustín Gamarra. En 1830 estrenó la pieza teatral “Frutos de la Educación” que recibió,
dicho sea de paso, critica en contra.
En otra epoca de su fecunda vida.
En otra epoca de su fecunda vida.
Especialmente del cura José Joaquín de La
Riva, con quien mantuvo una polémica literaria de polendas. El defendiendo sus
singulares ideas y el sacerdote la ayuda a los pobres y los necesitados, aunque
el escritor no estaba directamente en contra de ello. Si de las costumbres tan
arraigados en los sectores de abajo de la población
Ejerció el cargo de Jefe de la
Legación Peruana en Bolivia. A su
retorno a Lima contrajo matrimonio con Petronila de Lavalle y Cabero, joven
perteneciente a una familia conocida de la elite limeña. Su actividad
intelectual proseguía y estrenó otra obra,
“Don Leocadio y el Aniversario de Ayacucho”
Comenzó su actividad política e
hizo oposición radical al gobierno del General Luis José de Orbegoso. A tal
punto que dictaron orden de deportación contra él. Lo escondieron sus amigos en
los interiores de diferentes buques
anclados en el puerto del Callao, para
evitar que lo obliguen a salir del territorio peruano. Hasta que se consiguió
la amnistía correspondiente. Publicó el periódico” El Hijo del Montonero” en
contraposición a otro de tinte orbegosista llamado “El Montonero”.
Colaboró decididamente con el
gobierno de Felipe Santiago Salaverry.
Incluso medió en la conciliación de éste con Agustín Gamarra, luchando por la
necesidad de unidad que tenía el país frente a la invasión boliviana encabezada
por Andrés de Santa Cruz. En esta oportunidad realizó una breve y festejada
obra de propaganda y ataque contra el invasor en los periódicos: “El Coco de
Santa Cruz”,” Para Muchachos” y” El Conquistador”.
Salaverry lo nombró Ministro
Plenipotenciario en España. Por lo que partió con sus familia desde el Callao,
haciendo escala en Chille. Ahí se entero de la derrota y fusilamiento del
Presidente. Entonces, decidió quedarse
en Santiago. En la capital chilena se dedicó a desencadenar una feroz crítica
contra Santa Cruz y la flamante Confederación Perú-Boliviana.
Promovió las Expediciones Restauradoras
que partieron de Chile para liquidar el gobierno instituido. Dichos grupos lo conformaban peruanos y
chilenos. Intentó desvincularse de la segunda campaña porque los generales
Orbegoso y Domingo Nieto se habían alzado contra Santa Cruz. Consideraba que la
presencia del ejército chileno en el Perú ya era innecesaria. Entonces, decidió
regresar de Chile. Mientras tanto, lo
que se logró es derrotar al orden instituido y desaparecer la Confederación.
Pasó a ser Vocal de la Corte
Suprema. Por aquel tiempo escribió su periódico más recordado, “El Espejo de mi
Tierra”, considerado como una valiosa obra del costumbrismo peruano. En esta
publicación aparecieron cuentos, poemas humorísticos y artículos del propio
Pardo. Entre ellos “Un Viaje” y “El Paseo de Amancaes”.
Del primero, el personaje principal es el niño
Goyito, un pituquito de Lima. Detrás del argumento se puede leer la crítica
mordaz a la educación consentidora de
muchos limeños y lo poco orientada que estaba para formar jóvenes
emprendedores.
Apareció en las calles de Lima
otro periódico cuyo nombre era “ Lima contra el Espejo de mi Tierra” que
contaba con la colaboración de Manuel Ascensio Segura, el otro escritor
fundamental de esta época. Pardo y Segura intercambiaron lances, letrillas satíricas, uno contra otro para
deleite de los lectores. En esta oportunidad, sus detractores y el propio rival
lo acusaron de posiciones antidemocráticas y de prejuicios raciales.
Durante el directorio de Manuel Ignacio
de Vivanco, Pardo se desempeñó como Ministro de Gobierno y Relaciones
Exteriores. La ocasión le sirvió para publicar el periódico “La Guardia
Nacional”, donde defendió al Presidente a capa y espada. Lo desterraron al caer
Vivanco.
Volvió y aceptó servir al
Gobierno de Castilla como Ministro de Relaciones Exteriores. Luego fue Vicepresidente del
Consejo del Estado. Hasta que se presentaron las enfermedades que fueron
minando su salud. Llegó a quedar inmóvil y perdió la visión
Sin embargo, continuó con sus
creaciones literarias. Ayudado por su hija Francisca, a quien llamaba de cariño
“Paca”, se dedicó a recopilar toda su obra en prosa y en verso, la misma que apareció al año siguiente de su muerte.
El libro salió con prólogo de su
hijo Manuel Pardo y Lavalle que, dicho sea de paso, en 1872 llegaría a ser el primer presidente civil del Perú. Toda una
celebridad. Lo mismo que su nieto, José
Pardo y Barreda hijo del primero, que también ocupó, en dos oportunidades, la
jefatura del Estado: de 1904 a 1908 y de 1915 a 1919.
Antes fue designado miembros de
la Academia de la Lengua Española y publicó sus poemas cívicos: “El Perú” y “Constitución Política”. Como se puede notar, la obra literaria de
Pardo fue nutrida y diversa. Hay infinidad de poemas, criticas de costumbre,
obras teatrales con predominio de comedias, artículos en prosa, letrillas y
epigramas. Asimismo escritos jurídicos y de política coyuntural.
Un lugar especial tiene su poesía
cívica donde su amor al Perú se manifiesta con elogios a la patria para
servirla permanentemente. Pero también hay censura a las malas prácticas
políticas, proponiendo cambios drásticos.
Sus más celebrados poemas
incluyen composiciones sobre: El
Carnaval de Lima, criticando los excesos de dicha celebración, La Nariz, como expresión satírica, Corrida de Toros, en tono de ácida crítica
a la fiesta brava. Fue clásico, purista, ágil, zumbón y caustico.
Para el pensador marxista Jose
Carlos Mariátegui, defendía sus intereses de clase. Sin embargo, otras
corrientes de interpretación aseguran que aspiraba, sinceramente, a corregir los defectos de las nacientes instituciones republicanas.
Lo que sí se puede notar es que
fue un conservador social y político dispuesto a no transigir con el
liberalismo porque le parecía que ello revuelve y anarquiza el país. Comprobado
está en que reaccionó en duras sátiras contra los excesos caudillistas y la
incipiente burocracia que, según él, no buscaba sino el acomodo para vivir a
expensas del Estado. Por si acaso, tal
defecto hasta ahora no ha desaparecido. Entonces, se podría decir que su
pensamiento tiene vigencia actual.
Cerremos el recuerdo a Pardo y
Aliaga con el poema dedicado a su hijo Manuel, hombre de invalorable valor público
que hasta perdió la vida por el Perú al ser asesinado cuando era parlamentario
y habiendo sido un presidente de la república de lujo, que textualmente dice así:
Dichoso hijo mío/que 21 años
cumpliste/dichoso que ya te hiciste/ciudadano del Perú/Este día
suspirado/celebra de buena gana,/y vuelvo orondo mañana/a la hacienda y
esponjado/viendo que ya eres igual/según lo mandan las leyes/al negro que unce
tus bueyes/ y al que te riega el maizal. (Edgardo de Noriega)
Su hijo Manuel Justo Pardo y Lavalle fue el mejor Estadista que ha tenido el Perú
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