Definitivamente era un hombre muy
movido, temperamental, poco dócil y si se quiere díscolo. Pero con una virtud que predominaba por
completo y a raudales su personalidad: un corazón de oro y de sentimientos
plenos que precisa y paradójicamente por fallarle de un fulminante ataque al miocardio,
lo llevó a la muerte hace poco, dejando tristeza y desolación para todos quienes lo conocieron, con su familia, por
supuesto, en primer lugar. Amigo
entrañable, amigo consecuente, amigo incomparable
Luis Barúa Maldonado, mi camarada Lucho de una punta de años, con
quien trabajé en la misma institución y me divertí, en los ratos libres y los
fines de semana. Hay la obligación de reconocerlo:
ejerciendo una bohemia intensa de noches estrelladas, de placeres múltiples
juveniles.
Pero también nos peleamos muchas
veces cuando había incumplimientos laborales de su parte. Me cuentan que
últimamente evitaba acudir a auscultarse donde los médicos, o visitar para lo
mismo, una clínica u hospital .
No obstante de que se sentía mal e incluso con
dolores en el pecho. Que era empecinado y
muy difícil de cambiar de opinión cuando se le metía algo debido o
indebido en la cabeza , claro que lo era. El pobre, en este caso, no se daba
cuenta que se estaba jugando la vida.
RECUERDOS
Al nosocomio, el Casimiro Ulloa de la avenida Republica de Panamá, llegó llevado por su hermano prácticamente a
la fuerza. Allí se presentó la crisis
definitiva que no pudo superar y falleció a los 59 años.
Medianamente alto, de pelo ensortijado casi
rubio, barba tupida y poblada, con una sonrisa reluciente, bromista y alegre constante. Todos esos atributos tan característicos
en él ya no lo veremos más y,
evidentemente, ello conmueve por completo.
Muchos recuerdos hay de por medio
de este hombre que nació en Lima, creció en el barrio La Aurora en Miraflores,
estudió en el Colegio Roosevelt y trabajó muchos años en la Corporación
Financiera de Desarrollo (COFIDE)
Muy jovencito se dedicó a viajar
por el Perú al estilo de los hippies dedicado a vivir intensamente y sin
respaldo económico fijo. Su admiración
por el Cuzco lo hizo estar, prácticamente a salto de mata, allá
por un valle serrano de intenso verdor y de belleza impresionante ubicado
en ese departamento, acompañado por
grupos de amigos y amigas que dormían en carpas y pensaban que la vida había que tomarla sin
responsabilidades. Pasado un tiempo, el muchacho cambió de
parecer y retornó a Lima.
FOTOGRAFO
Ingresó a trabajar como fotógrafo
del Departamento de Relaciones Públicas de Cofide. Allí lo conocí y, desde un
principio, nos hicimos entrañables amigos. Lucho tenía un talento innato para
captar vistas de lo que fuese posible con la cámara. Había evidente
calidad en sus fotografías que, casi
siempre, se convertían en impecables.
Muchos años cumplimos comisiones periodísticas-yo
como redactor y el como reportero gráfico- visitando infinidad de proyectos financiados por Cofide en Lima y a lo largo
y ancho del país, donde entrevistamos a los empresarios y representantes de las
obras para promocionarlas en el boletín informativo que la Corporación
publicaba cada mes.
Otra de sus funciones, entre diversas obligaciones gráficas, era enviar
vistas a los medios de comunicación con las consabidas notas de prensa que estaban a mi cargo y
responsabilidad. Sus fotos, evidentemente, eran muy periodísticas e incluso el
podía practicar-y lo hacía con precisión- la vista artística. Mucho destacaba en
este campo.
Sin embargo, en sus últimos años
en la Corporación, dejó este tipo de
habilidades para ponerse a trabajar en diferentes departamentos enteramente técnicos de la
financiera que en ese tiempo era la más
prestigiada del Perú, con profesionales de primera línea de promedio de 35 años
entre su personal cuya mayoría era profesional con maestría, doctorado y PHD. Cifra record de competitividad muy difícil de alcanzar y que en COFIDE si fue una
realidad palpable, valiosa.
EL PADRE
Precisamente uno de los
principales forjadores de la
institución, con méritos propios innegables por aquella época, fue uno de
sus primeros presidentes del directorio quien, dicho sea de paso, era el padre de
Lucho: el doctor Luis Barúa Castañeda, un economista de renombre y kilates que
incluso se convirtió en el primer ministro civil de la Junta Militar de
Gobierno en tiempos de la Presidencia de la República que desempeñaba el General Francisco Morales Bermúdez,
ejerciendo la cartera de Economía y Finanzas. Allá por los años 1974 y 1975.
El doctor Barúa trabajo, con la
brillantez de siempre, en el sector público y privado como el Instituto
Nacional de Planificación, el Banco Popular del Perú durante su liquidación y
varias financieras que competían en el mercado, poniéndolas con su capacidad y sapiencia en el primer lugar de movimientos y colocaciones y ganando prestigio evidente.
El distinguido profesional,
casado con Hortensia “Hota” Maldonado Larrabure, tenía un don de gentes incomparable y, por eso mismo, el
personal de COFIDE le guardaba un afecto
muy especial que se lo expresaba constantemente. Lucho padre murió relativamente
joven, de un momento a otro tras haber realizado sus ejercicios cotidianos
diarios y que coincidencia, igual que su hijo, de un ataque al corazón.
A mi compañero de trabajo
entrañable lo vi por última vez hace unos cuantos años un domingo de elecciones
generales en el país. Lo encontré en la puerta de su casa en la Avenida Ricardo
Palma, frente al Colegio San Jorge en
Miraflores.
LOS NIETOS
Conversamos placenteramente
algunos minutos y pudimos recordar nuestras experiencias de vida del pasado,
recordando por supuesto a COFIDE y los amigos en común: nunca presagié que esa
iba a ser la ultima vez de encontrarlo. Las decisiones del destino,
evidentemente, son durísimas.
Lo que si recuerdo clarísimo de
nuestra conversación es que me contó, expresando realmente felicidad, que ya tenía nietos y que, por supuesto
eso, le llenaba por completo el vaso de sus deseos de existencia
Por otro lado, tal era nuestra confraternidad
entrañable que en una oportunidad
vivió alojado en mi casa cerca de
unas dos semanas. Le llamaba la atención que en mi vivienda, ubicada en aquel
entonces en la calle Santa Teresita de San Isidro, no hubiese televisor.
Llana y sencillamente porque al dueño del
inmueble no le gustaba la caja boba que en aquellos tiempos era no a colores, sino en blanco y negro. Lucho se
entretenía, entonces y en los ratos libres, con los libros de mi biblioteca,
aunque renegando de vez en cuando porque añoraba el famoso aparatito
comunicativo que muchos años después, por fin, lo compré.
El velorio de Lucho, al que asistí
para darle el ultimo adiós, sirvió para reencontrarme con sus hijos:
Claudia y Lucho a quienes, prácticamente,
vi nacer y hacía mucho que no sabía nada de ellos. El encuentro con Claudia fue muy
especial, enteramente fraternal. Pero sobre todo doloroso con un apretado abrazo y lagrimas de por medio.
A ella, de chiquita, la engreía mucho cada vez que
la encontraba. Y de eso nos acordábamos ambos precisamente, en un momento muy singular: el día posterior de la muerte de su padre y frente a su cadáver
yerto al interior del ataúd de color marrón, el mismo que-dentro de poquísimas horas- iba a ser cremado. Eso explicaba, evidentemente, la tristeza y el dolor que reinaba.
El amigo se fue de la faz de la
tierra. Que descanse en paz. Que Claudia y todos sus familiares, hoy muy acongojados, toleren su ausencia con resignación. Por el afecto que le tuve a Lucho se los pido, aunque también muy triste. (Edgardo de
Noriega)
Muy sentido artículo mi querido Edgardo. Si que lograste, una vez más, que salgan algunas lágrimas por el deceso de nuestro común amigo Gracias por tus tromes palabras hacia o de Lucho. Muchos cariños para ti y tu familia.
ResponderEliminarLourdes Escudero Valdivieso
Hola Edgardo:
ResponderEliminarTe contaré que leí el blog, no lo pude leer en ese momento ya que estaba en la oficina, así que el sábado lo leí, es un lindo homenaje a Luchito,: muy emotivo y tal como era. Como comprenderás derramé algunas lágrimas y tuve que volver a leerlo, mientras lo leía era como una filmación: Lucho su modo de ser tan peculiar y tan bueno, las épocas en Cofide, sobre su papá; y cuando mencionas a Claudia me acordé de ese día en el velorio.
Tal como me pediste, les llevé a su familia el artículo y el nombre del blog, se lo entregué a Pepe su hermano para que lo leyera y se lo iban a entregar a su mamá, tan fuerte Hota pero que tiene momentos de mucha tristeza y desolación, para que lo leyera, no hemos comentado nada porque ayer no los he visto. Estoy enviando a la gente de COFIDE el blog para que lo puedan leer.
Gracias Edgardo por estar en ese momento con la familia de Lucho y te puedo decir que Lucho siempre te tuvo mucho aprecio.
Cariños,
Cheli Sanguinetti
Edgardo muy sentida tu semblanza de Lucho, lo recuerdo, trabajé con él poco tiempo y no se me olvida que alguna vez por una dolencia estuvo en la Clínica Montefiori y fui a visitarlo con Aurora Dolmage, conversamos , lo alentamos, luego regresó al trabajo con su sonrisa, sus bromas, cómo no recordrlo.Un saludo pra ti, Marioti Cárdenas
ResponderEliminarHola Edgardo, desde algunos años estoy viviendo fuera del Perú y hoy me comunicaron el fallecimiento de Lucho Barua. La noticia me consternó y tratando de hallar información sobre este suceso encontré tu Blog con la nota sobre nuestro amigo Lucho Barua.
ResponderEliminarTus líneas lo han retratado con mucha fidelidad y me han hecho recordar los momentos que compartimos en COFIDE. Por mi parte no cabe agregar nada a lo que has dicho y siempre lo recordaré como un muy noble amigo quien siempre estuvo lleno de muy buenos sentimientos.
Descansa en paz querido Lucho y que Dios te tenga en su Gloria.
Javier A. Loret de Mola L.
Estimado Edgardo te felicito por el Blog y sobre todo por este articulo que me trae a la memoria a nuestro alegre amigo Lucho Barua, siempre sonriente, bromista, jovial, amiguero y buena persona, que Dios lo tenga en su Gloria....Saludos y un abrazo!! y te invito a visitar nuestra web oficial para los excofides www.somoscofide.com
ResponderEliminarQué bonito y sentido artículo Edgardo, hace pocos días me enteré del fallecimiento de Lucho y a pesar de que no lo veía muchísimo tiempo tengo un grato recuerdo de él, siempre risueño, viviendo el momento, riéndose de la vida, siendo feliz a su modo. Recuerdo un día que estaba que estaba misio, solo tenia una cuantas monedas en su bolsillo ,que solo podían alcanzar para el desayuno, pues grande fue mi sorpresa al día siguiente, ya sin el apuro económico me contó que había apostado todo lo poco que tenia a los caballos , con tan buena suerte que ganó un buen dinero. Ese era Lucho, vivía el momento pero vivía feliz y contagiaba su felicidad. Muchas gracias por tu artículo, me trajiste al amigo entrañable de aquellas épocas cofidianas tan bonitas. Que Dios lo tenga en su gloria. Hugo Salazar
ResponderEliminarEdgardo. Elocuentes palabras, claros sentimientos, gracias por compartirlo con todos. A Lucho, nuestro recuerdo cariñoso.
ResponderEliminarEduardo Prada