Nunca como ahora se podría
revelar el espíritu de esta ciudad, por cuanto la transformación cumplida,
permite percibir, desde la cambiante y atrevida actualidad, el fondo evocativo.
Su mejor decoro y su color más peculiar. Hasta hace poco tiempo Lima conservaba
una fisonomía abiertamente colonial y en sus hábitos apacibles, señoriales y
lentos, perduraban los aromas lontanos de jazmín y de sahumerio que le
hicieron, en medidas peores, una ciudad conventual y galante.
Pero desde hace unos lustros un
vertiginoso anhelo de mudanza le roba al discreto reposo de otros días y, precisamente
por la contraposición, el observador curioso puede admirar, como una antigua joya resaltante en una
vitrina sin carácter, el pintoresco matriz sobreviviente.
Es por eso tan interesante la
antítesis espiritual de esta ciudad alocada por modernizarse, y en ella domina
sin embargo, una vieja alma la cual no quiere irse y la ronda. Felizmente la
urbe tiene una leyenda y, para sus compromisos con el futuro, el blasonado
abolengo dejado en miniaturas coloridas en las “Tradiciones” de ese mago
cordial y amable llamado en la vida don Ricardo
Palma.
El, como un duende familiar,
asoma en todos los rincones legendarios de la ciudad, cuyas consejas,
canciones, refranes y donairosos decires recogió y fijó en inmortales azulejos,
en días en los cuales, tal vez, por conservarse más pura la raigambre de lo arcaico,
sólo el fue capaz de sorprender la veta áurea y fina ligadora del pasado.
MERITO
Como la vida colonial persistía,
la impresión poetizadora de lo ido, no era fácilmente perceptible para todos.
De ahí el gran mérito del tradicionalista. No necesitó se esfumara el cantando
ambiente para sentirlo y lleno de gracia, revelarlo.
Tuvo, como para el grande y
verdadero poeta lo quería Emerson, el don insigne de adivinar la poesía de lo
actual. Porque en los días de Palma estaba presente y actuante, pese a la forma
y ropajes republicanos, el alma entera de la Colonia
Pero hoy, con el Tradicionalista
han comenzado a irse, para no volver, seguramente, aquellas pintorescas
costumbres, Hoy en vórtices de modernidad se ahogan los recuerdos y ya no hay
casi tiempo para la divagación de los romanticismos y es mucho más fácil, por
razón del contraste, advertir el desnivel y desequilibrio entre lo venido y lo
fugado.
Parece, pues, llegada la hora de
recoger lo limpio de prosaísmos y reforzado por el tiempo, lo que queda
vibrando de aquella alma obsoleta perviviente y rondadora. Así creen entenderlo
todos los capaces de traer alguna misión entre nosotros. Y éste con la pluma,
ése con los pinceles, aquel con el lápiz, van rehaciendo los contornos y
relieves de la fisonomía, entre pacata y tenoriesca, entre monjil y pícara, de
la ciudad virreinal.
Belleza evidente pocas veces vista
Belleza evidente pocas veces vista
MOMENTO
Es tal vez, este momento, el más típicamente restaurador de
nuestra vida. Mientras se hacen caer
viejas casonas y descampar callejuelas retorcidas, se urbanizan huertas y a las
armoniosas mansiones de laboradas rejas y balcones tallados suceden
presuntuosas y desgarbadas armazones de varios pisos-como si a menudas majas
reemplazaran secas y lasgas Misses.
Mientras el vértigo mercantilista
cunde y destrozan y derrumban los signos materiales de la leyenda, damas y
caballeros de buen gusto rehacen los interiores hogareños a la anchurosa manera
antigua, regalándose las gentes con las sabrosas de la antañona repostería y hombres de corazón hurgan en los
escombros, escudriñan en los papeles de los empolvados archivos.
Con todo comienza a forjarse una
literatura y un arte buscadores de autonomía y su modalidad específica en los
tonificadores zumos de los más viejos
parrales. Pero hay algo más interesante. Paralelamente a la antinomia urbana,
también se advierte una paradójica convivencia espiritual entre los apresurados
atisbamientos de vanguardia de los
modernistas y las excursiones al pasado de los neorrománticos, quienes sin dar
las espaldas al mundo de hoy, procuran una obra de reconstrucción en la cual
quieren-novecentistas a su manera- hacer intervenir la documentación positiva
de un lado y el sentido poético de la resurrección, de otro.
Nunca como ahora, se han marcado
tan vivamente las oposiciones espirituales en nuestro medio. Porque nunca, con
más acusado realce, ha podido observarse una mayor suma de curiosidad y de
aventura. A unos lanza a inquirir la revelación en el ayer y a otros deriva
hacia las interrogaciones angustiadoras del porvenir.
La capital en la antiguedad.
La capital en la antiguedad.
POSTURA
Esta antagónica postura de
nuestro espíritu en la cual, sin controversia ostensible todavía, contienden
dos expresiones de inquietud juvenil, no se ha manifestado aún en
organizaciones delimitadas ni tiene caracteres muy sectarios.
No todos lo han visto así y por
eso, tal vez, no han chocado en debates caldeados aunque ya, y en agrio tono
por desgracia, comienzan luchas y divisiones en las cuales se marcan netas
posturas discrepantes. Hasta se da el tipo eclético.
Quizás sin saberlo, realiza en sí
propio, la armonía de sus contradicciones, pues cogido por la poesía del medio,
reconstruye el ayer y, contagiado a la vez por las anunciaciones augurales,
comulga en las capillas discordantes y hurañas, donde sin expresados responsos
todavía, hay el tácito acuerdo de desdeñar el pasado.
Pero, por lo mismo, aunque no
tienen tonalidades dogmáticas de secta, los parvos agrupamientos intelectuales,
van signándose por una inhospitalaria actitud individualista, la percepción de
este estado no ha llegado a la conciencia colectiva y son pocos quienes
ahondando en ella, la han advertido.
Aires republicanos en la construcción limeña.
Aires republicanos en la construcción limeña.
OPOSICION
Sin embargo, esa oposición puede
servir al propósito generoso de una amplia labor reconstructiva. Nunca como hoy
se ha sentido más agudamente la influencia del ayer y su penetrante poesía.
Cuando adquieren forma los dispersos anhelos y entre nosotros pueda canalizarse
la obra de organización restauradora.
Ello implicará que aparezcan los
férvidos afanes renovadores en la caracterización del conjunto. El alma misma
de la ciudad y del país conservará, con las más atrevidas y revolucionarias
perspectivas, como seguro y venerable fondo de cuadro, el sentido nacional
genuino-hijo de la naturaleza y de la historia. El cual dará color, aroma y
personalidad a nuestra cultura. (Páginas
seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al
consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea.)
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