Mario Casós- el loco Casós- como
se le llama cariñosamente en Lima, ha
viajado mucho, y como se sabe siempre ha hecho gala de su ingenio y de su empaque. A don
Mario y un grupo de amigos peruanos, que estaba de paso en Madrid, se les
ocurrió s tomarse una fotografía y, para el efecto buscaron un establecimiento del género
Vieron un rótulo que indicaba uno
y a él se encaminaron todos, que eran, si no me equivoco, Javier Conroy, Héctor Ugarte e Ismael Rey. Preguntaron en la
portería y el portero les avisó que la fotografía estaba arriba.
Subieron todos y en el primer piso volvieron a darse con el
rotulito y la manecilla que indicaba que había que subir más. Llegaron al
segundo y les ocurrió otro tanto. Vencieron algo ya cansados ya, el tercero y el rótulo volvió a aparecer con
su indicadora manecilla al costado
Llegaron al cuarto y lo mismo.
Por fin en el quinto píso estaba el taller fotográfico. Tocó el timbre Casós y
apareció el propio fotógrafo complaciente y atento. Los hizo pasar y les preguntó:
¿En qué puedo servirlos? ¿Qué se les ofrece? ¿Un grupo? Una fantasía ¿Qué? Y
muy serio le dijo por toda respuesta: “No mi señor y amigo, venimos aquí en
representación de una empresa de ascensores”
Inútil parece añadir que al
madrileño le hizo la mar de gracia la ocurrencia de Casós y a la volástica hizo
un grupo estupendo, por el que cobró precio especial y directo totalmente. El
de los amigos de la casa.
La belleza de la Lima antigua.
La belleza de la Lima antigua.
PIENSA…
Estaba en el Club Nacional don
Pedro López Aliaga jugando billar y se le presentó una jugada difícil que lo
dejó meditabundo y un caballero que no mencionaremos se le acercó y le dijo:
¡Qué hace usted don Pedro? López Aliaga se lo quedo mirando un rato y luego le
contestó: “algo que usted no podría hacer
nunca: pienso”.
El primero que se suicidó en el
Club de la Unión, en la gran sala que da a la Plaza de Armas, fue en 1894 el
marino José Gálvez, el mismo que en la Guerra con Chile había hecho volar la
lancha enemiga “Janequeo”.
El Director de “El Minero
Ilustrado” de Cerro de Pasco, uno de los mejores periódicos de la región del
centro, tenía en la puerta de su casa una gran plancha de cobre en la que se
leía: Pedro Caballero y Lira, Minero Ilustrado”.
Una de las más irrespetuosas y
terribles mataperradas que se han hecho en Lima fue la que en el Portal de
Botoneros ideó y realizó Manuelito Zela Arriz, con el Ministro del Celeste
Imperio. Iba éste con su suntuoso traje
de seda amarillo, luciendo bajo el birrete de finas borlas la larga trenza que
a su rango correspondía, y Zela, no pudiendo resistir la tentación, se colgó con ambas manos del capilar apéndice
del Excelentísimo diplomático y dio con él en tierra.
RISAS
Gritó el chino, se arremolinó la
gente. Zela corrió como un gamo y el Secretario de la Embajada tras él,
blandiendo un garrote. Y mientras los celadores piteaban, hombres, mujeres y
muchachos reían a todo trapo y se armaba una bolina pintoresca en que menudeaban
chillonas y excitadas, protestas en chino y sabrosos comentarios en el más puro
léxico criollo.
En Mayo de 1568 llegaron al Perú
los primeros jesuitas, coincidiendo con su llegada al Callao hubo un gran
eclipse de sol, el primero después de la Conquista, y por tal causa se tuvo
como de mal agüero la llegada de los hijos de Loyola.
Sabido es que el Excelentísimo
señor don Jaime de Ojeda, simpático representante de España, pasó parte de su
niñez en Lima. Hace muy poco en el Club Nacional, un grupo de amigos del Señor
Ojeda hacía con él reminiscencias del buen tiempo ido y rememoraba aventuras y alegrías
de la infancia.
Alguno para probar hasta que
punto eran fieles los recuerdos limeños del tan querido ministro español, le
pregunto: ¿Se acordará usted señor de Ojeda de la melcocha? Y don Jaime le
respondió vivamente: “¡Que melcocha ni que melcocha! ¡Sí a lo que a mí me
gustaba era la carne de membrillo!.
Lucas Oyague y Noel, mozo-esto de
mozo es algo relativo- de finas prendas, don de gentes y caballerescas
costumbres-aunque demasiado soltero, estuvo como se sabe en París, hace ya unos
cuantos lustros y en París procuró conocer todo lo que de interesante y
placentero tiene la gran ciudad.
Edificios de cementos impactantes y bellos balcones coloniales
Edificios de cementos impactantes y bellos balcones coloniales
UN DIA…
Un día fue a un establecimiento
de baños turcos y se hizo servir. Le llamó la atención un turco, azambado él,
que lo miraba fijamente y hasta de cuando en cuando sonreía, llegando a escamarlo.
El turco, vestido a la usanza de los gineceos constantinopolitanos, insistía en
sus miradas y sonrisas y en un momento en que salió del cuarto de baño el otro
turco que servía al señor Oyague se acercó a este y a media voz le dijo: ¡Usted
no es el niño Lucas?”.
El asombro de don Lucas no tuvo
limites al oírse hablar en peruano legítimo y por un turco que parecía
auténtico y a su vez le preguntó: ¡Y tu quien eres? Yo señor-contestó- el
interpelado, estoy ahora de turco, pero en Lima he sido cochero. Guárdeme el
secreto.
En Ichocan, pueblo del
departamento de Cajamarca, famoso por la bondad de su clima, había en 1765 un
español, llamado Cristóbal de Tapia, que contaba 145 años de edad y tgenía una
descendencia de más de 800 personas.
Dicen que don Pedro Caravedo, tío
del doctor don Baltazar-por algo le viene al galgo tener las orejas largas- era
hombre de finísimo ingenio, frase pronta y pintoresca y conversación aguda y
amena.
BODA
Una vez estando en Huaraz, fue
invitado a una boda en la que la nota de originalidad la constituían las edades
de los contrayentes. El novio pasaba de los sesenta y la novia del mismo modo.
Como aún se estila en muchos lugares del Perú hasta ahora y como en todo fue
costumbre antañona, después del matrimonio hubo banquete.
Don Pedro asistió y a la hora de
los brindis, alguien que conocía la donosa fama de ingenios de Caravedo, pidió
que brindara. Fue tanta la insistencia del concurso, que el solicitante no pudo
excusarse y pronunció estas intencionadísimas palabras: “Señoras y señores brindemos por la
resurrección de la carne”.
Jorge Ernesto Villarán, el
gordito, como cariñosamente le llaman sus amigos es uno de los mozos más
criollos simpáticos y buenos, que comen eso que ahora llamamos pan, en Lima.
Conversando una vez en un grupo de amigos sobre su vida laboriosa (Villarán es
de los individuos que saben hacer cosas)
se ofreció alabar su espíritu de empresa que le ha llevado a tener una gran
instalación frigorífica con su correspondiente fábrica de hielo.
Contó entonces el gordito su
odisea, desde los lejanos días que tuvo una negociación de leche, hasta los
presentes que la tiene de hielo. Y Caravedo que estaba presente, le dijo
entonces con aire circunspecto y definidor: “¿De manera, que todos los
negocios, han sido siempre a base de agua?
La Alameda de los Descalzos en el Rímac.
La Alameda de los Descalzos en el Rímac.
MEDICO
Siendo médico de uno de los
hospitales de Lima, el doctor Eduardo Sánchez Concha tuvo una vez como interno
a un joven estudiante de Medicina, apellidado Chávez Velando. En cierta ocasión
estaba don Eduardo inquieto por un enfermo grave y recomendó al interno cuidase
solícitamente al paciente, de preferencia en las noches, porque el caso es muy
serio, y llevado de su inquietud, fue personalmente una noche, encontrando al
joven Chávez profundamente dormido. Lo despertó don Eduardo y con su gracia
socarrona le dijo como tomando aliento: “Mi amigo usted no es Chávez Velando,
usted es Chávez durmiendo.
Contaba una vez el gordito Villarán que en su frigorífico y
fábrica de hielo, por no se qué razones técnicas, le había venido al revés la
corriente eléctrica y no recuerdo si Caravedo o Manuel Gallagher, lo interrumpieron
con esta frase: “Entonces en lugar de hielo, te saldrá agua caliente.
La conocida institución de las
tres horas en el Viernes Santo fue ideada en Lima por un sacerdote jesuita y
después se hizo extensiva a todo el mundo católico por medio de una Bula
Pontificia.
Entro cierto día a la redacción
de “La Crónica” un joven Lora, haciendo unas llamativas medias verdes y Héctor
Argüelles, apenas le dijo por todo saludo: “Saca la pata”.
DRAMA
Era don Manuel Canaval hacendado
de Supe, hombre simple de costumbres aldeanas, exterior sencillo y amigo de la
buena vida y del sano reir. Venía de cuando en cuando a Lima y solía ir con su
familia al teatro a buscar esparcimiento.
En cierta ocasión se representaba
un drama, en que figuraba un cura al que perseguía cierto traidor de esos de barba cerrada, voz
ronca y terrorífico aspecto. El público seguía con cierto interés la trama y la
emoción se hizo aguda.
Cuando el cura, llegó y se escondió
tras un armario, apareciendo poco después el
perseguidor. Fue entonces cuando don Manuel Canaval desde su palco y a voz
en cuello, le grito al perseguidor: “Allí tras ese armario está el cura. Echele
mano”. Y como el público riera y una de
las hijas de don Manuel preguntara a éste, azorada, por qué había hecho eso, le
contestó, muy fresco: “para ver que
hacían y reírme más”.
Doy como una curiosidad, el
detalle de un inventario hecho en Lima
en 1815, de las piedras preciosas que componían la custodia y la corona de la
Virgen del Rosario en la Iglesia de Santo Domingo. La custodia tenía 1,300
diamantes, 1029 esmeraldas, 522 rubíes,
121 perlas grandes, 45 amatistas y 2 topacios. La corona 150 esmeraldas, 102 diamantes
y 012 rubíes.
Hasta hace poco existía en el
Hotel de La Oroya, hoy de la Compañía Americana, un curioso letrero que decía:
“Se prohíbe comer dos huevos juntos”,
debido a la frecuencia con por el mal estado de uno, el cliente resultaba
devolviendo los dos.
Otra belleza inigualable
Otra belleza inigualable
ADORNO
Un court de tenis establecido por
el señor Demetrio Olavegoya, es el único adorno que tiene la Plaza de Lircay.
Así como en la época de la
Colonia cuando algún atrevido quería dar un susto, decía: “Se sale el mar”. Así
hasta no hace mucho, cuando había inquietud política en Lima, se decía: “ Se
vienen los chalacos.
Efectivamente los hijos de la constitucional
y viril provincia vecina, tuvieron siempre fama de levantiscos y turbulentos.
No hay como los chalacos se afirmaba y el cronista recuerda el grito de guerra
y de amenaza que conmovía el comentario limeño.
Pues bien, hace ya algunos años llegó al Callao un pulsario y
boxeador francés, mozo de enjudia y notable en el manejo de sus puños. Anunció
un espectáculo de fuerza en el Teatro del puerto y desafió por carteles al más
guapo de los chalacos a una sesión de box.
Acudió mucha gente y con ella un
gallo de primera, moreno y hercúleo, doblemente prestigioso por su empuje y por
su nombre: Angel Valdez. Era uno de los hijos del célebre torerazo crioillo, para el que no hubo buey Apis que
fuese inmortal.
ANGEL
El francés hizo maravillas,
rompió naipes en cuatro, levantó pesas colosales y llegó, por fin, al momento
psicológico de pedir que subiera al proscenio
el campeón del público. En medio del desasosiego general, típico en
estos casos, subió al tablado el negro Angel, con esa balanceante lentitud característica de los mozos peruanos
fortachones y faltosos.
Angel se quitó el saco, sacudió
la mano del franchute y hasta dicen que le rascó la palma, y ante el admirativo
silencio de su público, se cuadró. Ducho el francés en estirar la mano, le
propinó a Valdez un golpe en la oreja, que enardeció al negro y a los
espectadores cuando comenzaron los gritos>: “A la chalaca, que bóxer ni que
boxer, asegúralo”.
Y como el francés menudease las
trompadas, alguien imperativo gritó: “¡Cabecéalo”. Oír esto Angel, acordarse de la pampa de la Mar Brava
y rebajarse fue cuestión de un segundo, yen el francés a caer sobre la primera
fila de butacas, en medio de un vocerío ensordecedor.
Intervino la policía, todo el
público gritó: “¡no va, no va”! y para evitar un serio conflicto, hubo de
dejarse a la gente que cargase con su ídolo, a quien sacaron del teatro en
hombres y en medio de grandes vítores.
Balcones a discreción de hermosura total.
Balcones a discreción de hermosura total.
HIPNOTIZADOR
El francés tardó en reponerse y
durante muchos años no hubo boxeador que se atreviese a lanzar proclamas de desafío
en el Callao, porque como se decía entonces: “¿No hay quien pegue con los
chalacos”.
Enrique Canaval y Bolívar fue una
noche al teatro con su primo el doctor Manuel Gallagher, a ver a Onofroff. El
célebre hipnotizador hizo varias pruebas y por fin llegó a la más culminante de
la transmisión de pensamiento
Seguramente los lectores
recordarán que uno de los sistemas que usaba era el defingir un crimen y cuyos
detalles luego descubría. Se fijaba una víctima, un asesino o se utilizaba para
que la cosa impresionara, un gran cuchillo que sirviese de cuerpo del delito.
Después se pedía a varios
concurrentes, que naturalmente debían saber donde se encontraba el asesino,
víctima y cuchillo, que dirigieranb sólo por la fuerza del pensamiento a
Onofroff que al fín y a la postre descubría todo, en medio de aplausos.
Cuando en esta prueba pidió
Onofroff un caballero que le encaminase para hallar el arma, Manuelito
Gallagher le dijo a Canaval que subiera, para reírse un poco. Enrique riéndose
se resistía, pero ante la exigencia que le hacía su pariente subió al escenario
y entre él y Onofroff se entablo el siguiente diálogo:
EL CUCHILLO
-Ya usted sabe que tengo que
descubrir el lugar donde han escondido el cuchillo.
-Si señor, dijo]Canaval un poco risueño.
-Pero ¿usted tiene fuerza de
voluntad, una gran fuerza de foluntad?
-Si señor, dijo Canaval mas risueño
todavía.
-Bueno. Pues a la prueba. Piense
usted intensamente y yo descubriré el cuerpo del delito.
Salieron Onofroff y Canaval, ante
la expectación del público que en gran parte conocía el sitio. Iba el hipnotizador nervioso, con su
paso felino y trasel Canaval, jadeante, riéndose, con su jocundidad bondadosa
que le es tan característica.
Pasaron una y otra vez por el
sitio señalado y nada. El público se impacientaba. Por fínOnofroff, se quito la
venda,-porque parta esta prueba se hacía antes vendar- y le dijo a Canaval:
-Señor, usted parece que no piensa
intensamente en el asunto.
-Si pienso en él
-Bueno señor.
El señorío de la capital peruana hace muchísimos años
El señorío de la capital peruana hace muchísimos años
PASEO
Y se reanudó el paseo. Más nervioso Onofroff, mucho más
jadeante y jocondo Canaval. Por fin inquieto y molesto aquel no pudo más, se
quitó violentamente la venda y dirigiéndose a Canaval en medio de la
expectación del público, le volvió a interpelar:
-¡Usted ha procedido con entera
voluntad?
Si señor
Pero, ¿Usted sabe donde está el
cuchillo?
Ante la inmensa carcajada del
público, Canaval ya muy serio y con una deliciosa cara de asombro, respondió:
-¿¡NI la menor idea!!
Se armó un gran jaleo en el
teatro. >Lacazuela silbó, aplaudió lass gentes de platea, reían a todo trapo
y cuando Canaval, jadeantísimo y coloradísimo bajo del proscenio se le tributó
una ovación,
Ya en su asiento, Gallagher le
pregunto: “¿Y si no saabías donde estaba el cuchillo, para que subiste?
-¿No me dijiste que querías
reírte…?
OSCURO
Una vez don José Vicente Oyague y
Soyer, llamó de la calle a su casa por teléfono y cual sería su asombro, cuando
escucho la voz del criado que le decía:
-No entiendo bien, porque está
muy oscuro.
-¿Oscuro lo que te digo? Replicó
don Juan Vicente
-No señor, oscuro el cuarto.
Don Sebastián Salinas, de quien
ya hemos recordado otgra anécdota que se relaciona con él, tenía entre sus
servidores a un negro muy dicharachero y que las daba de bien hablado. Una vez
le preguntó por un tal Gómez, a quien se habían llevado preso y el negro le
contestó
-“Como no le tengo idolatría, no
me causa indagación”
En una reunión amistosa, el señor
Van Lawen, Cónsul de Holanda, que fue el
primer holandés auténtico que vino a >Lima, y que por su carácter simpático
y su don de gentes ha sabido captarse gran estimación en todos nuestros
círculos- presentó a un compatriota suyo que tiene un nombre algo difícil
y Jorge Ernesto Villarán, el
incomparable gordito, como le decían sus íntimos, le dijo con toda la gracia del mundo:
La Plaza de Armas.
La Plaza de Armas.
EL HOLANDES
-Dado lo difícil de su nombre,
desde hoy se llamará usted entre nosotros, González… y González se quedó el holandés y tanto que el cronista
no puede recordar el niombre auténtico y González se quedará en el recuerdo de
cuantos presenciaron la escena.
Llevaron una vez un enfermo grave
al Hospital “Dos de Mayo”. Era un moreno robusto como un roble. El interno que
lo atendió de primera inrtención fue el hoy médico doctor Baltazar Caravedo,
quien dado el estado febril del paciente le tomo la muñeca para percibir la
pulsación.
El negro al sentirse tocado
preguntó alñ joven estudiante: “Qué me va usted hacer? A tomarte el pulso hijo.
Sacó trabajosamente el moreno el ancho y
nervudo brazo y mostrando a Caravedo un mollero formidable, le dijo sonriendo:
“Si me vas a tomar el pulso,, toque aquí, que es donde lo tengo”.
Cuando estaban arreglando, hace
algunos años, la plaza de Tarma, un subprefecto cuyo nombre no revelaré exclamo
enfáticamente: “ ¡Qué bien va a quedar la necrópolis.
Uno de los discursos más curiosos
que se han pronunciado en los últimos tiempos esel que en la ciudad del Cerro
de Pasco lanzó un señor que entre otras cosas dijo: “Las ninfas aguas que se
precipitan en ese río de que hablé anteriormente a usted, señor subprefecto,
hacxen caso omiso a las protestas que le lanzan los guijarros de la orilla”
CARTA
En la segunda temporada de Vico
cuando se representaba no se qué drama de Echegaray, en que todas la acción
depende de una carta que oculta un traidor de los clásicos, un joven Rissi muy nervioso,
se alzó de su butaca y señalando al actor que tenía la culpa lo denunció en voz
alta: “ ¡Ese, ese tiene la carta!”
Dicen que entre el doctor Villar
y el doctor Odriozola (el viejo) había una gran controversia sobgre si el
fierro tenía o no tenía acción sobre el organismo. Un buen día llevaron al
hospital de Santa Ana una mujer casi agonizante a consecuencia de varios tierrazos,
que le había propinado su conviviente.
Los dos grandes médicos estaban en la sala y
se enteraron del caso y ante el concurso bullicioso y novelero de los
estudiantes, el doctor Villar dijo guiñando el ojo a su colega: “¿Y todavía
seguirá usted negando la acción del fierro sobre el organismo?
En una tertulia de la Lima de
antaño, se hablaba de la importancia enorme que había adquirido cierto
personaje decorativo que sin gran valor sustancial y sin prosapia alguna, se
había elevado, arrastrándose un trato y a fuerza de audacia y prosopopeya, a
las más altas situaciones yt con su popular ironía limeña, dijo una señora: “Ay
hija ¡cómo ha crecido fulano!”
Y una señora Rávago relacionada
por cierto de las familias Moreyra, Varela, Riva Agüero, etc., que estaba allí presente,
dijo entornando los ojos y con sacerdotal unción: “ ¡Sí, como un muladar!”.
La Iglesia Matriz del Callao.
La Iglesia Matriz del Callao.
PALOMITA
En una acaloradísima sesión de la
Cámara de Diputado, allá por el noventaitantos, don Jerónimo de Lama y Ossa se
manifestaba uno de los más exaltados y en medio del bullicio su voz tronaba solicitando
la palabra.
Por aquel tiempo, don Jerónimo
tenía el rostro congestionado y con algunos granos. Un chusco que había en la
barra, al escuchar al señor Lama que insistentemente decía: ¿Pido la palabra!,
le grito: pída usted mejor
zarzaparrilla.
Don Sebastián Salinas, rico
hacendado de Chancay, varón simpático, culto, amigo de poetas, entre otros el originalísimo
Nicanor de la Roca de Vergalo, era hombre afable con todos y muy afectuoso con
sus servidores.
Entre estos últimos tenía uno,
chancayano y moreno él que la daba de bien
hablado y don Sebastián solía hacerle preguntas, proponerle cuestiones, para
gozar las respuestas que el oscuro solía darle. Una vez, le preguntó si
desearía ir a Europa y el negro, muy campante le contesto: “Psch, me es
inverosímil.
En la campiña de Cajamarca hay
una chinche voladora, a la que los campesinos llaman graciosa y cariñosamente
palomita.
EL TORERO
Jorge Luis Otayza, que murió en
1918 en Madrid, víctima de la gripe, estuvo siempre de salidas ingeniosas. Una
vez alguien amostazado porque Otayza le enamoraba la hermana, lo amenazó con
propinarle una paliza, a lo que Otayza, cortésmente le replicó: “Mejores
proposiciones me han hecho y no las he aceptado.
Conversaban en el Club de la
Unión hace ya algún tiempo sobre España varios amigos entre los que se
encontraba Carlitos Moreno y Paz Soldán. Belmonte-el gran torero- que también
estaba presente, contó cierta anécdota que se achacaba a Leopoldo Alas (Clarín)
y como alguien preguntase quien era ese Alas, Carlitos hundiéndose en su
poltrona como una etcétera y agitando nerviosamente las piernas como
acostumbraba, dijo con la mar de gracia: “Un banderillero”.
El primer auto de fe que se
celebró en Lima no fue hecho por la Inquisición, sino por el Arzobispo Loayza,
veintitantos años antes que se estableciera ese tribunal. Lo del primer acto de
la Inquisición data del 5 de Noviembre de 1573 y entre otras personas se quemó
a un francés llamado Mateo Salado, que el el primer achicharrado en nuestra
capital.
La primera Misa que se dijo
en Lima fue oficiada por el fraile
mercedario Antonio Bravo y se realizó en un altar portátil en el terreno que es
hoy nuestra Plaza Mayor.
Una construcción republicana en el centro de Lima.
Una construcción republicana en el centro de Lima.
MARISCAL
El primer gran Mariscal del Perú
fue Toribio de Luzuriaga y-¡caso curioso!- se suicidó.
El primer coliseo de gallos no
estuvo en la calle que hasta ahora lleva el nombre de Gallos como muchos creen,
sino en la Plaza Santa Catalina y se inauguró en 1762.
La primera corrida de toros que
se dio en Lima fue en la Plaza Principal el 29 de
Marzo de 1540 y en ella rejoneó un torero, nada menos que el gran conquistador
don Francisco Pizarro.
El primer escribano que hubo en
el Perú fue don Francisco Cuellar, que intervino en el juicio y ejecución de
Atahualpa, quien murió después a manos de los indios.
En Lima, a principios del siglo
XVII se realizó un hecho semejante al que heroicamente ha censurado el Alcalde
de Cork. UN presbítero portugués llamado Manuel Núñez de Almeida que fue
apresado por la Inquisición se negó terminantemente a tomar alimentos y murió
de inanición, por lo que el Tribunal se
contentó con ahorcarlo en estatua y quemar sus huesos.
Quien hizo, en época del Virrey
Monteclaros, los planos del puente de piedra sobre el río Rímac fue Fray
Jerónimo Villegas y el maestro de obras que lo construyó fue el arquitecto Juan
del Corral. (Páginas seleccionadas de las "Obras
Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político,
José Gálvez Barrenechea.)
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