martes, 28 de febrero de 2017

LA LITERATURA PERUANA (I)-1534-1914

No es posible deslindar escuelas y definidas tendencias en la dispersa y lánguida historia de la literatura  peruana. Mas que literatura hubo literatos. Estos sólo fueron guerrilleros que hasta la “funesta edad” de los treinta años amagaban dones únicos y bruscamente desmenuzaron su lirismo en triviales coplas o se callaron. Preferiremos, pues, a  la historia de corrientes literarias, el orden cronológico de un “paseo entre libros”.
Ornamental y confusa es toda la literatura culterana del coloniaje; chirle y explícito es el romanticismo tardío del Perú independiente. En general carecieron de buen gusto y reticencia los culteranos y los románticos.
 Enredaban los primeros el verso hasta llegar al acertijo: propagaron los segundos esa poesía de estado civil que, cuando, no se quejaba de un monótono dolor, cantaba al amigo que se casa, que tiene un hijo o que se muere. Toda poesía debe ser de circunstancias, según Goethe. Pero creo que abusamos de las circunstancias.
¿No se prestaba el medio?. Aseguraba con sutileza Tocqueville que democracias incoherentes, en donde priman la actividad mercantil y la afición política, permiten únicamente una literatura inconexa, rápidamente concebida, literatura del libelo en general.


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Ventura Garcia Calderon:  impecable estudioso.
LIMEÑA
Sólo a medias son aplicables a Lima sus curiosas observaciones sobre la América del Norte. Ese disgusto instintivo de lo antiguo que señalaba aquí como simbólico de los primeros años democráticos no lo sentimos en el Perú, puesto que nuestro literato popular,  don Ricardo Palma, era el cronista colonial de una ciudad apenas transformada.
Limeña fue exclusivamente la literatura peruana, y Lima no es el Perú: algunos dicen que es lo contrario del Perú. Tardíamente Juan de Arona (después del ensayo descriptivo Al Perú de Felipe Pardo) descubre la belleza rústica porque leyó a Virgilio.
Y para hallar la poesía tórrida de la selva y de los ríos en avenida, hay que buscarla antes de ayer en José Santos  Chocano. No tuvimos siempre la culpa de esta negligencia literaria. Era necesario improvisarlo todo, la literatura como la vida.
Fuimos, según decía nuestro mejor romántico, “soñadores de un mundo virgen, casi sin recuerdos, casi sin tradiciones, sin héroes, sin artistas. Y la fatiga peculiar en nuestra historia, la brusca vejez del hombre joven, la expresó muy bien Juan  de Arona (Ver su semblanza biográfica en el archivo de este blog de fecha  18 de Octubre del 2013, bajo el titulo “Controvertida valía de Juan de Arona”),  cuando dijo lo siguiente: 
CAE…
“Nos gastamos pronto lo hombres de esta tierra…sea que demos  nuestros frutos precozmente y muramos lo mismo, sea, en fin, que, despachados ante la inestabilidad fatigante del cuanto nos rodea, nos entreguemos al disgusto y al desaliento…Nuestras obras buenas o malas; nuestros esfuerzos, más o menos generosos, caen… como cae el balde de agua en el arenal sediento”.
“Ultramarinos” en el coloniaje, seguimos la moda culterana que llegaba ese mes en el galeón. Comenzamos a ser tributarios  de Francia. Cuando los barcos fueron más ligeros, las modas llegaron más despacio.
Tres años después de muerto Góngora, compone nuestro Ayllón su culterano poema, que infiere antiguas lecturas del maestro; nuestro romanticismo y nuestro simbolismo se rezagaron. Afortunadamente en estos últimos años la literatura se liberta a veces de su tutela exótica.
Y sin pretensiones, sin coturno, cuando los culteranos enmarañaban el verso, cuando los románticos traducían sus quejas una musa peruana y espontánea, la burlona musa de la saya y del manto, vino siempre a castigar a los  hombres graves con la tunante efusión de su carcajada.
Nos falta una Araucana.  No tuvimos Ercilla que resumiera historia y canto, alabando lo que viera con encendido y lírico realismo. Pero nuestra epopeya inicial hay que buscarla en el cronista Garcilaso de la Vega (1539-1616),  por ser hijo de español y de india.

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Con su padre don Francisco, Presidente del Perú.


LIRISMO
El primer literato, porque sus episodios de La Florida están escritos en lengua cálida y muy vecina al lirismo. Parecido al de Ercilla, su propósito era contarnos “el valor, los hechos, las proezas de aquellos españoles esforzados”
No puso en rimas la historia como el otro. Más ¿por qué rehusaremos el nombre de epopeya a aquellas historias de Hernando de Soto, en donde la realidad, por asombrosa, ha parecido novela a los comentadores?
Si en el poema de Ercilla, sin transiciones, suplanta el sueño a la verdad; si un mago Fitón conduce a parajes de sueño, podríamos hallar fácilmente en Garcilaso la misma inquietud de allende en la simpatía con que sigue las andanzas del héroe que aspira siempre a más remota empresa.
Una fragosa poesía calienta aquellas páginas. De epopeya son el himno oscuro a la voluntad: la historia de la inquietud española, por ninguna ventura x colmada. Las melancolías de “la valiente nación a quien tan cara cuesta la tierra”. La sorpresa de los mismos audaces cuando habiendo conquistado su paraíso de tierra caliente, el jefe Hernando de Soto los convoca de nuevo a ir más allá, a quien sabe que Dorado pobre. 
AMENISIMO
Los Comentarios Reales, descripción del pasado incaico, son obra de madurez de Garcilaso, la que escribiera con amor, por ser a medias la historia de su raza. Se le ha reprochado muchas veces que hermoseara la  civilización precedente as la conquista, propagando la imagen de una utopía realizada.
Desde el punto de vista literario, no le podemos censurar la parcialidad. Merced a ella describe tan cariñosamente la flora autóctona y las costumbres del Perú. Allí está en ciernes la poesía de nuestras sierras. Su estilo es matizado, amenísimo.
Cuando nos da la versión española de algún verso de haravico nos dice: “Para los que no entienden indio ni latín me atreví a traducir los versos en castellano, animándome más a la significación de la lengua que mamé en la leche que no a la ajena latina: porque  lo poco que de ella sé, lo aprendí en el mayor fuego de la guerra de mi tierra, entre armas, caballos, pólvora y arcabuces, de que supe más que las letras”.
Esto es sólo modestia de Garcilaso. En realidad su elegante sencillez parece continuar la del historiador de la Guerra de Granada. IndiOs y español resume cualidades de dos razas: el lirismo del vencido y la sobriedad espiritual del vencedor. Mira con ojos de poeta cuando sólo están atentos al oro por descubrir los conquistadores.
El 18 de Enero de 1535 éstos han fundado Lima. De las torres de sus templos, de las azoteas de sus moradas pueden ver las naves en que vinieron a realizar su sobrehumano afán de gesta.

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Uno de sus principales libros.

PARALELO
¿Es el clima, es el reposo lo que ha mellado la voluntad?  Cien años después sus descendientes van a ser los criollos “amigos de burlarse” de que nos habla Calancha. Un poeta del siglo XVIII hace más tarde el paralelo del español moderno con el antiguo y le reprocha al primero: saber de todo serenos aire y sol/guardarse de serenos aire y sol/Cotejad con el Cid a este español.
Para llegar al origen de tal mudanza, un siglo entero transcurre, en donde no podemos hallar literatura. Sólo fragmentos del Año Cristiano o la Leyenda Dorada, de tono lírico a veces, porque ocurre que el devoto tiene levaduras de poeta.
Menéndez y Pelayo, el admirable erudito cuyo estudio sobre la poesía peruana es hasta hoy el más completo, cita varios poemas de buena voluntad como La Conquista de la Nueva Castilla, manuscrito anónimo de la Biblioteca Imperial de Viena, publicado en París en 1848. El Marañón (1578) de don Diego Aguilar y Córdoba y, en fin, la Epístola de una poetisa anónima de Huánuco, aquella Amarilis que escribió a Lope de Vega.
Esos fueron sutiles conceptos y las galantes finezas de un amor petrarquizado y sin esperanza. Con más sutileza que verosimilitud. Menéndez y Pelayo pretende inducir el nombre de la autora:; doña María de Alvarado, según él.
SUGERENCIA
Más ¿estamos seguros de que no fuera la silva una añagaza? Nuestro Ricardo Palma, docto en malicias, lo sugiere. Tal vez algún admirador peruano del dramaturgo, algún canónigo con vagares y la discreta modestia de aquellos tiempos, enviara en  homenaje esos versos que halagarían a tan galante enamorado como fray Lope.
Enigma literario que será preciso resolver un día, para honrarnos como México, con una décima musa. La nuestra  merecería mejor el nombre, porque es más pagana la dama. Con una linda franqueza de Decamerón declara amor: Amando a quien no veo y me lastima/¡Ved que extraños contrarios,/venidos de otro mundo y de otro clima!
Superchería es también probablemente el Discurso en loor de la poesía de la que  dice el colombiano Pombo, citado por Menéndez y Pelayo que “rara vez se ha discurrido más alta y poéticamente sobre el verso”.
Se publicó en el Parnaso Antártico del sevillano Diego Mexía y su supuesta autora es otra encumbrada peruana. Verdad es que más tarde hubo limeñas latinizantes y doctas como frailes.  Pero entonces eran raras a la mujer la cultura y la maestría literaria que supone el discurso.

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Su hermano Francisco: otro fino intelectual.

PLATONISMO
Está escrito, como dice la supuesta autora “en grave y sublimado verso”. Hallamos allí ese difuso platonismo, armonizado con las doctrinas de la Iglesia, en donde Apolo y la “ínclita María”, el evangelio y los mitos, se juntan en ardientes divagaciones, como cuando levanta a Pedro Bembo un rapto de ultra terreno amor en las páginas vertiginosas de Cortegiano. Para nuestra autora el metrificar “dulce y sabroso” tiene origen divino. Pero viene: de espíritus angélicos perfectos,/ que por conceptos hablan de continuo.
La poesía es alivio de penas y pasiones, el arte preferido para dibujar “el bien del casto amor y su dulzura”. El final nos deja dudas. La autora agrega: Y tu, Mexia, que eres del febeo/ bando el  Príncipe…
Y ya nos parece menos creíble la existencia de la anónima poetisa. Tal vez don Diego Mexía halló manera desviada de alabarse como príncipe de ingenios inventando a una mujer panegirista. El mentir del Perú era un lejano mentir entonces.
Nos hallamos en el periodo medioeval de la historia literaria peruana. La cultura se refugia en los conventos. Frailes son los intelectuales de la época, cuando hidalgos de rezar y de holgar sienten desdén a las letras.
Muy difícil será, pues, deslindar en las innumerables cartas edificantes o vida de santos lo que corresponde al crítico literario. El propósito es pocas veces literario. Se quiere sólo alabar al santo fundador de la orden, al fraile muerto en opinión y olor a santidad. 
CANTO
Pero a veces el fervor místico es tan cercano al poético que, cuando el alma se desborda, su efusión parece canto. Son todavía obra religiosa los avisos y documentos espirituales. Muy provechosos para el alma del padre limeño Antonio Ruiz de Montoya (1558-1652).
Pero ya los títulos mismos nos indican el tránsito. Tratado Breve del dulcísimo nombre de María (1642) que escribió Fray Francisco de Figueroa, limeño, o el Triunfo del Agua Bendita (1642) que publicó Fray José de Santa María, también limeño.
Fueron muchos los esclarecidos frailes que pasaban de España al Perú y se quedaban allí largos años. Solo consideraremos como peruanos a los que nacieron en el Perú. Lo fue el padre limeño Adrián de Alesio, miniaturista y poeta como en los mejores tiempos católicos, autor de Una Vida de Santo Tomas de Aquino en quintillas.
Lo fue el padre Juan de Alloza (1597-1666), jesuita de tan famosa virtud que se atrevió a reprender desde el pulpito al Virrey porque charlaba en el templo y el Virrey le dio la razón. El más literario libro de Alloza es el Cielo Estrellado de Mil Veintidós Ejemplos de María, Paraíso terrenal y Tesoro de Favores (1654)
Los manuales para edificar las armas suceden a las beatíficas biografías y una cándida floración de asombrosos milagros llena los libros y las vidas con un rumor de preces, como un rosario de santidad.

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Toda la familia García Calderón

CILICIO
Siglo ardiente aún, en donde hay tajos y cuchilladas por las calles, en donde hay desgarradas ascensiones por las altas y crueles moradas en que el cilicio abre para la cruenta primavera de Dios. Antes de ser vulgaridad retórica el tema de la rosa y la espina, había sido en la flora mística de San Francisco de Sales la dualidad favorita del triunfo místico y tuvo en Lima su santo retoñar.
Una poetisa se desgarraba en las espinas de la rosa mística para eternizar su congoja, como en el mito melodioso de Filomela, Isabel Flores y Oliva-Santa  Rosa de Lima en los altares (1586-1617- escribe a ratos o mejor dicho canta.
Es nuestra santa virgiliana y como una Galatea eclesiástica. Ella hace nacional la exótica poesía de Nazaret. La celda de hojas que construyera con sus manos para los juegos de su divina égloga, recuerda a la vez la choza de nuestros indios y el hospedaje de Belén.
Allí acogía al Cristo niño con una corona de clavos en la cabeza  monda de mar para estar clavada. Dejó un recuerdo parecido al de San Francisco. A los mosquitos de de su celda les decía, según nos cuenta ingenuamente el padre Meléndez: “¡Ea amigos míos, alabar a Dios!” y ellos zumbaban en cadencia. 
BENDICIONES
Una mañana de primavera prorrumpe: “Bendecid, árboles y platas de la tierra al Señor”. Su poesía de loa y de villancico tiene una ingenuidad de primitivo. No nos quedan poemas suyos, que tal vez compuso, como Santa Teresa, sino balbuceos de excelsa pasión que “aunque les falten los accidentes del metro, les sobra el tema de la caridad, como dice un cándido  comentarista: Pajarillo ruiseñor/alabemos al señor/tu alaba a tu criador/y yo alabaré a mi Redentor.
Si el amado no venía a la cita, ella exclamaba, “dulcemente celosa” y ya maliciosamente limeña: Lasa doce son dadas/mi esposo no viene/ ¿quién será la dichosa que lo enrtretiene. No buscaremos en estos monólogos apasionados otra cosa que el ferviente testimonio del alma limeña, todavía limpia y sin piedad y en su lirismo.
Con la decadencia de la fe y el esplendor del culto coincide la elegancia precursora del boato manirroto del siglo XVIII, Ya no tendremos santas rosas, sino exquisitas limeñas de saya y manto. Ya no tendremos místicos, sino sensuales clérigos de misa y olla. Ya no conquistadores, sino criollos-
Hay menos religión y más iglesias. El alma limeña se refina, la literatura se festonea. Nace el gongorismo. Por dos siglos, hasta las primeras veleidades de independencia, hasta la literatura y el  medio ofrecen exacto parecido. Poco varía en dos siglos la vida suntuaria y jacaresca.

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Nacio en Paris, estudióo en el Peru y volvio a la ciudad luz...

ARDOR
El bélico ardor de antaño esta reducido a querellas de vecindad, a elecciones reñidas de un prelado de convento o de un rector de universidad, por los cuales se apasiona todo el mundo. Salen las gentes en tropa por las calles con bandera y matracas, insultando, vitoreando. Lima sacude su marasmo por unos días. Quedan rencores hondos.
El gusto comienza a ser exclusivamente culterano. Si examinamos brevemente aquella vida, comprendemos que la literatura no puede ser diversa. Una gran mudanza sorprende desde luego al historiador. En el clemente clima donde, según la frase de nuestro Peralta, “sólo es risa del cielo cada hora”, el hombre se ha tornado muelle y la mujer gentilmente traviesa y casquivana.
Gozar, reír, son las preocupaciones únicas del  criollo. Con amable tartufismo acomoda la tierra y el cielo de tan estrecha manera que pecar no empece orar. La procesión es un sarao y la iglesia su pagano salón. ¡Qué mucho, si los mismos adornos domésticos, mantones de seda, candelabros, “jaulas de plata cuyos huéspedes de plumas juntan su voz a los sonidos imponentes del órgano”, unas llenas de perfumes selectos, todo hace del templo un refugio frio! 
CULTO
“El culto es tan solemne como general la relajación de sus sirvientes”, dice el autor de unos inéditos Apuntes para servir a la descripción de Lima (British Museum). “Se ponen a veces, cuenta el viajero Coreal bajo la protección de la virgen antes de ir a ver a sus queridas.
 Los sacerdotes son personajes de Bocaccio, libertinos, madrigalescos, con los más lujosos hábitos de seglar bajo el manto raído. Hijo de fraile, observa un malicioso viajero, ha llegado a  no ser insulto.
En cuanto a las monjas, casi no se pueden llamar  reclusas. Son grandes murmuratorios los conventos, quintas mundanas en donde las religiosas reciben a hidalgos enamorados, visten ricas telas y tienen a su servicio indias y negras.
¡Cómo podía exigirse más cordura a nuestras limeñas! Antes que Europa o al mismo tiempo, inventaron el flirt, un flirt de singular audacia, porque las resguardaba de atrevidos su gracia y las preservaba de indiscretos la tronera invención del manto.
Llego a tal punto el afán suntuario a fines del coloniaje que un arzobispo se indignaba. En su “Pastoral Contra el Lujo”, José Manuel de Moscoso y Peralta protestó más tarde acerbamente contra la desnudez de brazos, pechos y espaldas, que  se ha hecho ya moda. El uso de las ropas altas para ir manifestando los exquisitos bordados de oro en medias y babuchas.


Bocaccio: personaje de la Literatura.

COSTUMBRES
Con esta vida, que favorecía la libertad o el libertinaje, coincidía sin embargo el más absurdo rigorismo intelectual. Toda licencia en las costumbres, pero ningún renuevo en el pensamiento. Los libros son mal mirados cuando no son obras de piedad. La Inquisición cierne y discierne la lectura.
Por lo demás no son muchos los que sienten el prurito de leer. Las más veces el hidalgo está orgulloso de su ignorancia. Cuando no  comprende una cosa, exclama, según nos cuenta un viajero:  ¡Válgame Dios! ¡Estas son herejías luteranas!
Coreal refiere la graciosísima anécdota del criollo que halló las Metamorfosis de Ovidio. Es digna de un malicioso Decamerón. El criollo entrega el libro  a un fraile de San Francisco, quien no entendiéndolo, hace creer que es una Biblia inglesa y muestra la figura de cada metamorfosis diciendo: “He aquí como estos perros adoran al diablo que los transforma en bestias”
El libro, naturalmente, fue quemado, ¡cuál no lo es! En una lista manuscrita de libros prohibidos el año 1765 existente en la Biblioteca Nacional de Lima no sólo están vedados-lo que parecería casi explicable- Voltaire O Rousseau, sino una Historia de las Favoritas, los libros de Bayle y Maquiavelo.
DIVERSION
¡Qué podía engendrar esta carestía intelectual sino el culteranismo! Si Menéndez y Pelayo niega para España la correlación entre la esclavitud del pensamiento y la decadencia de la literatura-opinión sospechosa en un católico- no creo que podía negarla en el Perú
Literatura de gramáticos y diversión de mandarines. Literatura canónica en dos sentidos, esclavizadores de la palabra, debía ser aquella de donde estaban ausentes el libre juego de las ideas y la espontánea floración del sentimiento
No era posible innovar en este ambiente, ni los limeños sentían vocación de innovadores. A sus churriguerescos templos, a su sensual molicie, a su amor por la elegancia pomposa, correspondía exactamente esa poética formal que degenera en charada.
Hora es ya, sin embargo, de que nos abrumemos al gongorismo con desdenes que no merece. Excelsa música tiene Góngora. Y no está probado que la dórica simplicidad de ciertos clásicos deba siempre anteponerse al arte abundante, como a los mondados jardines de Le Notre prefieren muchos la frondosidad mediterránea.
Consideramos, pues, al gongorismo como una forma umbría del espíritu humano, tan plausible como las claridades griegas y lamentaremos sólo las desmayadas imitaciones de  América. Al decir culteranismo hablamos muchas veces del conceptismo. Los contrapone algún crítico, viendo en uno “el triunfo de los elementos más exteriores de las forma poética”.
En el segundo, el predominio intelectual, el refinamiento de la abstracción, una especie de escolasticismo trasladado al arte” No se les puede separar fácilmente en el Perú. Aplicando una admirable observación de Wilde al estilo de Walter Pater, podríamos decir que nuestros gongóricos se ocuparon en hacer mosaico y nunca música.
Nada más intelectual y deliberado que las páginas de nuestro Juan de Ayllón o las más leves de Echave y Assu. Libros enteros que se dedican a escribir un altar de procesión, un juego de artificio. Lo descrito y la prosa se parecen.

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Ilustraciones religiosass antiguas.

Nunca un arranque de emoción. La poesía es entonces obra erudita y atributo de doctor de universidad. ¿A quién le encomiendan la oración panegírica para celebrar al nuevo Virrey?. Al catedrático de Prima de Teología o de Prima de Leyes. ¿Quién canta al muerto? Un profesor.
Las procesiones, los fallecimientos de soberano, los nacimientos de príncipe, son grandes ocasiones para esta poesía docta. Con las guirnaldas de los templos subía al cielo una fría vegetación de sonetos. “Tuvieron aquí-dice el autor de la Estrella de Lima, hablando de una de estas festividades-, su Pindo y su Parnaso las musas.
En cuarteles vistosos que entretenían lazos de púrpura y zafiro se veían, presas entre colonias de nácar, hermosas tarjas orladas a flores de plata y oro acon varios jeroglíficos, elegantes  poemas y misteriosos enigmas… a la gloria de Toribio.
Se mezcla, en la literatura como en la vida, a los mayores extremos de piedad, un gusto renacentista por los temas paganos. La Grecia clásica es un tema de actualidad. Junto a los ángeles de alas desplegadas que decoran un altar de procesión arde en la Plaza Mayor un fuego  de artificio simbólico del Monte Parnaso, donde Apolo está dictando a las nueve musas cláusulas de luz.
Más lejos un Phénix sobre una pira compuesta de diversos troncos y ramos, tendidas las alas y el busto convertido al cielo, como buscando al sol decuyos amores muere”. Todo  es inspiración de los mandarines de la universidad.

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Creaciones muy antiguas.

Un catedrático de decreto cuida del ornamento  de la fuente de la Plaza Mayor en un dia de procesión. Esta es sólo un certamen de verso, el juego floral de frailes literatos. Un altar puede ser una metáfora. Con figuras de hombre, león, águila y buey erigen cuatro altares los jesuitas. En su manera culterana de alabar a Toribio
¿Lo adivináis? ´En su nobleza y humanísima piedad, hombre. León generoso al bramido de su predicación eficaz. Buey trabajador… águila en el vuelo arrebatado de su contemplación altísima. En otro altar callejero de la misma fiesta un phenix ceñida de astros la tornasolada cresta sobre pira de llamas se abrazaba en su muerte vital con este mote: Este Phenix del Pastor/no sólo es su caridad/sino su inmortalidad. Continuará (Editado, resumido y condensado del libro “Obras Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado intelectual peruano que, con sus estudios, rescata los orígenes culturales de este país. Nació por un azar patriótico en Paris, retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo cortos intervalos por aquí, Río de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió, siempre habitante de la ciudad luz)

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