No es posible deslindar escuelas
y definidas tendencias en la dispersa y lánguida historia de la literatura peruana. Mas que literatura hubo literatos.
Estos sólo fueron guerrilleros que hasta la “funesta edad” de los treinta años
amagaban dones únicos y bruscamente desmenuzaron su lirismo en triviales coplas
o se callaron. Preferiremos, pues, a la
historia de corrientes literarias, el orden cronológico de un “paseo entre
libros”.
Ornamental y confusa es toda la
literatura culterana del coloniaje; chirle y explícito es el romanticismo
tardío del Perú independiente. En general carecieron de buen gusto y reticencia
los culteranos y los románticos.
Enredaban los primeros el verso hasta llegar
al acertijo: propagaron los segundos esa poesía de estado civil que, cuando, no
se quejaba de un monótono dolor, cantaba al amigo que se casa, que tiene un
hijo o que se muere. Toda poesía debe ser de circunstancias, según Goethe. Pero
creo que abusamos de las circunstancias.
¿No se prestaba el medio?.
Aseguraba con sutileza Tocqueville que democracias incoherentes, en donde
priman la actividad mercantil y la afición política, permiten únicamente una
literatura inconexa, rápidamente concebida, literatura del libelo en general.
Ventura Garcia Calderon: impecable estudioso.
Ventura Garcia Calderon: impecable estudioso.
LIMEÑA
Sólo a medias son aplicables a
Lima sus curiosas observaciones sobre la América del Norte. Ese disgusto instintivo
de lo antiguo que señalaba aquí como simbólico de los primeros años
democráticos no lo sentimos en el Perú, puesto que nuestro literato
popular, don Ricardo Palma, era el
cronista colonial de una ciudad apenas transformada.
Limeña fue exclusivamente la
literatura peruana, y Lima no es el Perú: algunos dicen que es lo contrario del
Perú. Tardíamente Juan de Arona (después del ensayo descriptivo Al Perú de
Felipe Pardo) descubre la belleza rústica porque leyó a Virgilio.
Y para hallar la poesía tórrida
de la selva y de los ríos en avenida, hay que buscarla antes de ayer en José
Santos Chocano. No tuvimos siempre la
culpa de esta negligencia literaria. Era necesario improvisarlo todo, la
literatura como la vida.
Fuimos, según decía nuestro mejor
romántico, “soñadores de un mundo virgen, casi sin recuerdos, casi sin
tradiciones, sin héroes, sin artistas. Y la fatiga peculiar en nuestra
historia, la brusca vejez del hombre joven, la expresó muy bien Juan de Arona (Ver su semblanza biográfica en el archivo
de este blog de fecha 18 de Octubre del
2013, bajo el titulo “Controvertida valía de Juan de Arona”), cuando dijo lo siguiente:
CAE…
“Nos gastamos pronto lo hombres
de esta tierra…sea que demos nuestros
frutos precozmente y muramos lo mismo, sea, en fin, que, despachados ante la
inestabilidad fatigante del cuanto nos rodea, nos entreguemos al disgusto y al
desaliento…Nuestras obras buenas o malas; nuestros esfuerzos, más o menos
generosos, caen… como cae el balde de agua en el arenal sediento”.
“Ultramarinos” en el coloniaje,
seguimos la moda culterana que llegaba ese mes en el galeón. Comenzamos a ser
tributarios de Francia. Cuando los
barcos fueron más ligeros, las modas llegaron más despacio.
Tres años después de muerto
Góngora, compone nuestro Ayllón su culterano poema, que infiere antiguas lecturas
del maestro; nuestro romanticismo y nuestro simbolismo se rezagaron.
Afortunadamente en estos últimos años la literatura se liberta a veces de su
tutela exótica.
Y sin pretensiones, sin coturno,
cuando los culteranos enmarañaban el verso, cuando los románticos traducían sus
quejas una musa peruana y espontánea, la burlona musa de la saya y del manto,
vino siempre a castigar a los hombres
graves con la tunante efusión de su carcajada.
Nos falta una Araucana. No tuvimos Ercilla que resumiera historia y
canto, alabando lo que viera con encendido y lírico realismo. Pero nuestra
epopeya inicial hay que buscarla en el cronista Garcilaso de la Vega
(1539-1616), por ser hijo de español y
de india.
Con su padre don Francisco, Presidente del Perú.
Con su padre don Francisco, Presidente del Perú.
LIRISMO
El primer literato, porque sus
episodios de La Florida están escritos en lengua cálida y muy vecina al
lirismo. Parecido al de Ercilla, su propósito era contarnos “el valor, los
hechos, las proezas de aquellos españoles esforzados”
No puso en rimas la historia como
el otro. Más ¿por qué rehusaremos el nombre de epopeya a aquellas historias de
Hernando de Soto, en donde la realidad, por asombrosa, ha parecido novela a los
comentadores?
Si en el poema de Ercilla, sin
transiciones, suplanta el sueño a la verdad; si un mago Fitón conduce a parajes
de sueño, podríamos hallar fácilmente en Garcilaso la misma inquietud de
allende en la simpatía con que sigue las andanzas del héroe que aspira siempre
a más remota empresa.
Una fragosa poesía calienta
aquellas páginas. De epopeya son el himno oscuro a la voluntad: la historia de
la inquietud española, por ninguna ventura x colmada. Las melancolías de “la
valiente nación a quien tan cara cuesta la tierra”. La sorpresa de los mismos
audaces cuando habiendo conquistado su paraíso de tierra caliente, el jefe
Hernando de Soto los convoca de nuevo a ir más allá, a quien sabe que Dorado
pobre.
AMENISIMO
Los Comentarios Reales,
descripción del pasado incaico, son obra de madurez de Garcilaso, la que
escribiera con amor, por ser a medias la historia de su raza. Se le ha reprochado
muchas veces que hermoseara la
civilización precedente as la conquista, propagando la imagen de una
utopía realizada.
Desde el punto de vista
literario, no le podemos censurar la parcialidad. Merced a ella describe tan
cariñosamente la flora autóctona y las costumbres del Perú. Allí está en
ciernes la poesía de nuestras sierras. Su estilo es matizado, amenísimo.
Cuando nos da la versión española
de algún verso de haravico nos dice: “Para los que no entienden indio ni latín
me atreví a traducir los versos en castellano, animándome más a la
significación de la lengua que mamé en la leche que no a la ajena latina:
porque lo poco que de ella sé, lo aprendí
en el mayor fuego de la guerra de mi tierra, entre armas, caballos, pólvora y
arcabuces, de que supe más que las letras”.
Esto es sólo modestia de
Garcilaso. En realidad su elegante sencillez parece continuar la del
historiador de la Guerra de Granada. IndiOs y español resume cualidades de dos
razas: el lirismo del vencido y la sobriedad espiritual del vencedor. Mira con
ojos de poeta cuando sólo están atentos al oro por descubrir los
conquistadores.
El 18 de Enero de 1535 éstos han
fundado Lima. De las torres de sus templos, de las azoteas de sus moradas
pueden ver las naves en que vinieron a realizar su sobrehumano afán de gesta.
Uno de sus principales libros.
Uno de sus principales libros.
PARALELO
¿Es el clima, es el reposo lo que
ha mellado la voluntad? Cien años
después sus descendientes van a ser los criollos “amigos de burlarse” de que
nos habla Calancha. Un poeta del siglo XVIII hace más tarde el paralelo del
español moderno con el antiguo y le reprocha al primero: saber de todo serenos
aire y sol/guardarse de serenos aire y sol/Cotejad con el Cid a este español.
Para llegar al origen de tal
mudanza, un siglo entero transcurre, en donde no podemos hallar literatura.
Sólo fragmentos del Año Cristiano o la Leyenda Dorada, de tono lírico a veces,
porque ocurre que el devoto tiene levaduras de poeta.
Menéndez y Pelayo, el admirable
erudito cuyo estudio sobre la poesía peruana es hasta hoy el más completo, cita
varios poemas de buena voluntad como La Conquista de la Nueva Castilla,
manuscrito anónimo de la Biblioteca Imperial de Viena, publicado en París en 1848.
El Marañón (1578) de don Diego Aguilar y Córdoba y, en fin, la Epístola de una
poetisa anónima de Huánuco, aquella Amarilis que escribió a Lope de Vega.
Esos fueron sutiles conceptos y
las galantes finezas de un amor petrarquizado y sin esperanza. Con más sutileza
que verosimilitud. Menéndez y Pelayo pretende inducir el nombre de la autora:;
doña María de Alvarado, según él.
SUGERENCIA
Más ¿estamos seguros de que no
fuera la silva una añagaza? Nuestro Ricardo Palma, docto en malicias, lo
sugiere. Tal vez algún admirador peruano del dramaturgo, algún canónigo con
vagares y la discreta modestia de aquellos tiempos, enviara en homenaje esos versos que halagarían a tan
galante enamorado como fray Lope.
Enigma literario que será preciso
resolver un día, para honrarnos como México, con una décima musa. La
nuestra merecería mejor el nombre,
porque es más pagana la dama. Con una linda franqueza de Decamerón declara
amor: Amando a quien no veo y me lastima/¡Ved que extraños contrarios,/venidos
de otro mundo y de otro clima!
Superchería es también
probablemente el Discurso en loor de la poesía de la que dice el colombiano Pombo, citado por Menéndez
y Pelayo que “rara vez se ha discurrido más alta y poéticamente sobre el
verso”.
Se publicó en el Parnaso
Antártico del sevillano Diego Mexía y su supuesta autora es otra encumbrada
peruana. Verdad es que más tarde hubo limeñas latinizantes y doctas como
frailes. Pero entonces eran raras a la
mujer la cultura y la maestría literaria que supone el discurso.
Su hermano Francisco: otro fino intelectual.
Su hermano Francisco: otro fino intelectual.
PLATONISMO
Está escrito, como dice la
supuesta autora “en grave y sublimado verso”. Hallamos allí ese difuso platonismo,
armonizado con las doctrinas de la Iglesia, en donde Apolo y la “ínclita
María”, el evangelio y los mitos, se juntan en ardientes divagaciones, como
cuando levanta a Pedro Bembo un rapto de ultra terreno amor en las páginas vertiginosas
de Cortegiano. Para nuestra autora el metrificar “dulce y sabroso” tiene origen
divino. Pero viene: de espíritus angélicos perfectos,/ que por conceptos hablan
de continuo.
La poesía es alivio de penas y
pasiones, el arte preferido para dibujar “el bien del casto amor y su dulzura”.
El final nos deja dudas. La autora agrega: Y tu, Mexia, que eres del febeo/
bando el Príncipe…
Y ya nos parece menos creíble la
existencia de la anónima poetisa. Tal vez don Diego Mexía halló manera desviada
de alabarse como príncipe de ingenios inventando a una mujer panegirista. El
mentir del Perú era un lejano mentir entonces.
Nos hallamos en el periodo
medioeval de la historia literaria peruana. La cultura se refugia en los
conventos. Frailes son los intelectuales de la época, cuando hidalgos de rezar
y de holgar sienten desdén a las letras.
Muy difícil será, pues, deslindar
en las innumerables cartas edificantes o vida de santos lo que corresponde al crítico
literario. El propósito es pocas veces literario. Se quiere sólo alabar al
santo fundador de la orden, al fraile muerto en opinión y olor a santidad.
CANTO
Pero a veces el fervor místico es
tan cercano al poético que, cuando el alma se desborda, su efusión parece
canto. Son todavía obra religiosa los avisos y documentos espirituales. Muy
provechosos para el alma del padre limeño Antonio Ruiz de Montoya (1558-1652).
Pero ya los títulos mismos nos
indican el tránsito. Tratado Breve del dulcísimo nombre de María (1642) que
escribió Fray Francisco de Figueroa, limeño, o el Triunfo del Agua Bendita
(1642) que publicó Fray José de Santa María, también limeño.
Fueron muchos los esclarecidos
frailes que pasaban de España al Perú y se quedaban allí largos años. Solo
consideraremos como peruanos a los que nacieron en el Perú. Lo fue el padre
limeño Adrián de Alesio, miniaturista y poeta como en los mejores tiempos
católicos, autor de Una Vida de Santo Tomas de Aquino en quintillas.
Lo fue el padre Juan de Alloza
(1597-1666), jesuita de tan famosa virtud que se atrevió a reprender desde el
pulpito al Virrey porque charlaba en el templo y el Virrey le dio la razón. El
más literario libro de Alloza es el Cielo Estrellado de Mil Veintidós Ejemplos
de María, Paraíso terrenal y Tesoro de Favores (1654)
Los manuales para edificar las
armas suceden a las beatíficas biografías y una cándida floración de asombrosos
milagros llena los libros y las vidas con un rumor de preces, como un rosario
de santidad.
Toda la familia García Calderón
Toda la familia García Calderón
CILICIO
Siglo ardiente aún, en donde hay
tajos y cuchilladas por las calles, en donde hay desgarradas ascensiones por
las altas y crueles moradas en que el cilicio abre para la cruenta primavera de
Dios. Antes de ser vulgaridad retórica el tema de la rosa y la espina, había
sido en la flora mística de San Francisco de Sales la dualidad favorita del
triunfo místico y tuvo en Lima su santo retoñar.
Una poetisa se desgarraba en las
espinas de la rosa mística para eternizar su congoja, como en el mito melodioso
de Filomela, Isabel Flores y Oliva-Santa
Rosa de Lima en los altares (1586-1617- escribe a ratos o mejor dicho
canta.
Es nuestra santa virgiliana y
como una Galatea eclesiástica. Ella hace nacional la exótica poesía de Nazaret.
La celda de hojas que construyera con sus manos para los juegos de su divina
égloga, recuerda a la vez la choza de nuestros indios y el hospedaje de Belén.
Allí acogía al Cristo niño con
una corona de clavos en la cabeza monda
de mar para estar clavada. Dejó un recuerdo parecido al de San Francisco. A los
mosquitos de de su celda les decía, según nos cuenta ingenuamente el padre
Meléndez: “¡Ea amigos míos, alabar a Dios!” y ellos zumbaban en cadencia.
BENDICIONES
Una mañana de primavera prorrumpe:
“Bendecid, árboles y platas de la tierra al Señor”. Su poesía de loa y de
villancico tiene una ingenuidad de primitivo. No nos quedan poemas suyos, que
tal vez compuso, como Santa Teresa, sino balbuceos de excelsa pasión que
“aunque les falten los accidentes del metro, les sobra el tema de la caridad,
como dice un cándido comentarista:
Pajarillo ruiseñor/alabemos al señor/tu alaba a tu criador/y yo alabaré a mi
Redentor.
Si el amado no venía a la cita,
ella exclamaba, “dulcemente celosa” y ya maliciosamente limeña: Lasa doce son
dadas/mi esposo no viene/ ¿quién será la dichosa que lo enrtretiene. No
buscaremos en estos monólogos apasionados otra cosa que el ferviente testimonio
del alma limeña, todavía limpia y sin piedad y en su lirismo.
Con la decadencia de la fe y el
esplendor del culto coincide la elegancia precursora del boato manirroto del
siglo XVIII, Ya no tendremos santas rosas, sino exquisitas limeñas de saya y
manto. Ya no tendremos místicos, sino sensuales clérigos de misa y olla. Ya no
conquistadores, sino criollos-
Hay menos religión y más
iglesias. El alma limeña se refina, la literatura se festonea. Nace el
gongorismo. Por dos siglos, hasta las primeras veleidades de independencia,
hasta la literatura y el medio ofrecen
exacto parecido. Poco varía en dos siglos la vida suntuaria y jacaresca.
Nacio en Paris, estudióo en el Peru y volvio a la ciudad luz...
Nacio en Paris, estudióo en el Peru y volvio a la ciudad luz...
ARDOR
El bélico ardor de antaño esta
reducido a querellas de vecindad, a elecciones reñidas de un prelado de
convento o de un rector de universidad, por los cuales se apasiona todo el
mundo. Salen las gentes en tropa por las calles con bandera y matracas,
insultando, vitoreando. Lima sacude su marasmo por unos días. Quedan rencores
hondos.
El gusto comienza a ser
exclusivamente culterano. Si examinamos brevemente aquella vida, comprendemos
que la literatura no puede ser diversa. Una gran mudanza sorprende desde luego
al historiador. En el clemente clima donde, según la frase de nuestro Peralta,
“sólo es risa del cielo cada hora”, el hombre se ha tornado muelle y la mujer
gentilmente traviesa y casquivana.
Gozar, reír, son las
preocupaciones únicas del criollo. Con
amable tartufismo acomoda la tierra y el cielo de tan estrecha manera que pecar
no empece orar. La procesión es un sarao y la iglesia su pagano salón. ¡Qué
mucho, si los mismos adornos domésticos, mantones de seda, candelabros, “jaulas
de plata cuyos huéspedes de plumas juntan su voz a los sonidos imponentes del
órgano”, unas llenas de perfumes selectos, todo hace del templo un refugio
frio!
CULTO
“El culto es tan solemne como
general la relajación de sus sirvientes”, dice el autor de unos inéditos
Apuntes para servir a la descripción de Lima (British Museum). “Se ponen a
veces, cuenta el viajero Coreal bajo la protección de la virgen antes de ir a
ver a sus queridas.
Los sacerdotes son personajes de Bocaccio,
libertinos, madrigalescos, con los más lujosos hábitos de seglar bajo el manto
raído. Hijo de fraile, observa un malicioso viajero, ha llegado a no ser insulto.
En cuanto a las monjas, casi no
se pueden llamar reclusas. Son grandes
murmuratorios los conventos, quintas mundanas en donde las religiosas reciben a
hidalgos enamorados, visten ricas telas y tienen a su servicio indias y negras.
¡Cómo podía exigirse más cordura
a nuestras limeñas! Antes que Europa o al mismo tiempo, inventaron el flirt, un
flirt de singular audacia, porque las resguardaba de atrevidos su gracia y las
preservaba de indiscretos la tronera invención del manto.
Llego a tal punto el afán
suntuario a fines del coloniaje que un arzobispo se indignaba. En su “Pastoral
Contra el Lujo”, José Manuel de Moscoso y Peralta protestó más tarde
acerbamente contra la desnudez de brazos, pechos y espaldas, que se ha hecho ya moda. El uso de las ropas
altas para ir manifestando los exquisitos bordados de oro en medias y babuchas.
Bocaccio: personaje de la Literatura.
Bocaccio: personaje de la Literatura.
COSTUMBRES
Con esta vida, que favorecía la libertad
o el libertinaje, coincidía sin embargo el más absurdo rigorismo intelectual.
Toda licencia en las costumbres, pero ningún renuevo en el pensamiento. Los
libros son mal mirados cuando no son obras de piedad. La Inquisición cierne y
discierne la lectura.
Por lo demás no son muchos los
que sienten el prurito de leer. Las más veces el hidalgo está orgulloso de su
ignorancia. Cuando no comprende una
cosa, exclama, según nos cuenta un viajero: ¡Válgame Dios! ¡Estas son herejías luteranas!
Coreal refiere la graciosísima
anécdota del criollo que halló las Metamorfosis de Ovidio. Es digna de un
malicioso Decamerón. El criollo entrega el libro a un fraile de San Francisco, quien no
entendiéndolo, hace creer que es una Biblia inglesa y muestra la figura de cada
metamorfosis diciendo: “He aquí como estos perros adoran al diablo que los
transforma en bestias”
El libro, naturalmente, fue
quemado, ¡cuál no lo es! En una lista manuscrita de libros prohibidos el año
1765 existente en la Biblioteca Nacional de Lima no sólo están vedados-lo que
parecería casi explicable- Voltaire O Rousseau, sino una Historia de las Favoritas,
los libros de Bayle y Maquiavelo.
DIVERSION
¡Qué podía engendrar esta carestía
intelectual sino el culteranismo! Si Menéndez y Pelayo niega para España la
correlación entre la esclavitud del pensamiento y la decadencia de la
literatura-opinión sospechosa en un católico- no creo que podía negarla en el Perú
Literatura de gramáticos y
diversión de mandarines. Literatura canónica en dos sentidos, esclavizadores de
la palabra, debía ser aquella de donde estaban ausentes el libre juego de las
ideas y la espontánea floración del sentimiento
No era posible innovar en este
ambiente, ni los limeños sentían vocación de innovadores. A sus churriguerescos
templos, a su sensual molicie, a su amor por la elegancia pomposa, correspondía
exactamente esa poética formal que degenera en charada.
Hora es ya, sin embargo, de que
nos abrumemos al gongorismo con desdenes que no merece. Excelsa música tiene
Góngora. Y no está probado que la dórica simplicidad de ciertos clásicos deba
siempre anteponerse al arte abundante, como a los mondados jardines de Le Notre
prefieren muchos la frondosidad mediterránea.
Consideramos, pues, al gongorismo
como una forma umbría del espíritu humano, tan plausible como las claridades
griegas y lamentaremos sólo las desmayadas imitaciones de América. Al decir culteranismo hablamos
muchas veces del conceptismo. Los contrapone algún crítico, viendo en uno “el
triunfo de los elementos más exteriores de las forma poética”.
En el segundo, el predominio intelectual,
el refinamiento de la abstracción, una especie de escolasticismo trasladado al
arte” No se les puede separar fácilmente en el Perú. Aplicando una admirable
observación de Wilde al estilo de Walter Pater, podríamos decir que nuestros gongóricos
se ocuparon en hacer mosaico y nunca música.
Nada más intelectual y deliberado
que las páginas de nuestro Juan de Ayllón o las más leves de Echave y Assu.
Libros enteros que se dedican a escribir un altar de procesión, un juego de
artificio. Lo descrito y la prosa se parecen.
Ilustraciones religiosass antiguas.
Ilustraciones religiosass antiguas.
Nunca un arranque de emoción. La
poesía es entonces obra erudita y atributo de doctor de universidad. ¿A quién
le encomiendan la oración panegírica para celebrar al nuevo Virrey?. Al
catedrático de Prima de Teología o de Prima de Leyes. ¿Quién canta al muerto? Un
profesor.
Las procesiones, los
fallecimientos de soberano, los nacimientos de príncipe, son grandes ocasiones
para esta poesía docta. Con las guirnaldas de los templos subía al cielo una
fría vegetación de sonetos. “Tuvieron aquí-dice el autor de la Estrella de
Lima, hablando de una de estas festividades-, su Pindo y su Parnaso las musas.
En cuarteles vistosos que
entretenían lazos de púrpura y zafiro se veían, presas entre colonias de nácar,
hermosas tarjas orladas a flores de plata y oro acon varios jeroglíficos,
elegantes poemas y misteriosos enigmas…
a la gloria de Toribio.
Se mezcla, en la literatura como
en la vida, a los mayores extremos de piedad, un gusto renacentista por los
temas paganos. La Grecia clásica es un tema de actualidad. Junto a los ángeles
de alas desplegadas que decoran un altar de procesión arde en la Plaza Mayor un
fuego de artificio simbólico del Monte
Parnaso, donde Apolo está dictando a las nueve musas cláusulas de luz.
Más lejos un Phénix sobre una
pira compuesta de diversos troncos y ramos, tendidas las alas y el busto
convertido al cielo, como buscando al sol decuyos amores muere”. Todo es inspiración de los mandarines de la
universidad.
Creaciones muy antiguas.
Creaciones muy antiguas.
Un catedrático de decreto cuida
del ornamento de la fuente de la Plaza
Mayor en un dia de procesión. Esta es sólo un certamen de verso, el juego
floral de frailes literatos. Un altar puede ser una metáfora. Con figuras de
hombre, león, águila y buey erigen cuatro altares los jesuitas. En su manera
culterana de alabar a Toribio
¿Lo adivináis? ´En su nobleza y
humanísima piedad, hombre. León generoso al bramido de su predicación eficaz.
Buey trabajador… águila en el vuelo arrebatado de su contemplación altísima. En
otro altar callejero de la misma fiesta un phenix ceñida de astros la
tornasolada cresta sobre pira de llamas se abrazaba en su muerte vital con este
mote: Este Phenix del Pastor/no sólo es su caridad/sino su inmortalidad. Continuará (Editado, resumido y condensado del libro “Obras Escogidas de Ventura
García Calderón”, destacado intelectual peruano que, con sus estudios,
rescata los orígenes culturales de este país. Nació por un azar patriótico en
Paris, retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905
salvo cortos intervalos por aquí, Río de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que
murió, siempre habitante de la ciudad luz)
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