Ya se habían mezclado en Althaus
mismo, en Palma algunos años, hasta su ruptura con los románticos, esta vena
alegre y el lirismo más solemnemente triste. De tal contraste nace el humorismo
de Pedro Paz Soldán (Juan de Arona) (1839-1895). Lo que este hizo: es poco. Lo
que pudo hacer lo inducimos con melancolía de sus tanteos en diversos
géneros literarios. Su educación era
europea. Su actitud debía ser peruana. Quiere nacionalizar urgentemente una
literatura sin tradición, sin modelos propios.
Para obtenerlo incrusta en sus Poesías peruanas nombres que nadie ha
rimado aún y que parecerán quizás vulgares para su matiz de intimidad. Se
atreve más: en una traducción suya de las Geórgicas sale revoloteando su guarda
caballo, avene negra y peruana que Virgilio ignoró. ¿Sonreímos?
Más tarde un audaz pondrá en boca
de Hamlet al traducir el drama inglés, la familiar expresión cholito. Y ya
todos nos ponemos de acuerdo para la burla ¡Cómo vamos a hacerlo cuando se
trata de Juan de Arona?
Adivinamos en sus poesías, en su Diccionario de peruanismos, el
ferviente amor a cuantos giros y frases de provincia española algunos, y de
limeña prosapia muchos, evocan el pasado colonial y la realidad de cada día.
Este filólogo es un poeta y este poeta es un limeño.
Juan de Arona no pasa el examen del crítico.
Juan de Arona no pasa el examen del crítico.
GENIO
Sabe el origen de cada voz, le
autoriza con versos propios, hasta dudarse si las poesías peruanas fueron sólo
escritas como ejemplo para un manual de retórica nacional. Su genio era zumbón.
Sus desventuras fueron grandes. Uno y otras explican esa poesía rencorosa que
en sus famosos Chispazos hasta el
descaro agresivo: garrotazo y tente tieso,
/hasta no dejarles hueso.
Este lema de su famoso periódico de sátira y a él se los dan
dos negros emboscados en un portal. En guerra abierta contra todo el mundo, le
pegan y el responde en pareados, de que Lima entera ríe. El descalabro del ex
romántico es lastimoso. ¡Cuán duro fue el tránsito hasta allí! Ya en las
primeras horas de su juventud, pródiga en dones, la universal acidia del esplín
lo abruma: Hay unos días desesperantes/en que me carga la humanidad.
No estoy seguro de que el poeta
clásico de las ceñidas traducciones latinas, el romántico de Ruinas, hubiera concluido mejor en otra
parte. Pero sin duda melancolías de descastado, soledades ardientes de poeta,
lo convirtieron en el coplero venal y perseguido de sus últimos años
indecorosos.
TRADUCCIONES
Sus mejores poesías son
traducciones: Las Geórgicas de Virgilio
(1867), Poesía Latina (1883). Las
más interesantes son los Sonetos y chispazos (1885) y las Poesías peruanas (1887), los primeros,
porque ya la vena hiriente estalla (Vivir es defenderse acaba de titular a un
libro de burlas sobre la vida limeña y se defiende atacando).
Las Poesías peruanas, ensayo de nacionalismo lírico, precederán al
mejor libro de Paz Soldán, el Diccionario
de peruanismos (1883 y 1884). Lo que en esta maravilla no es sólo la
originalidad del ensayo, si se atiende a lo que iniciara Paz Soldán muchos años antes en 1861, en una
Galería de novedades filológicas, cuando casi no existía obras de tal género en
América, sino el cariñoso cuidado, la devoción de limeño y de poeta para
coleccionar giros y frases.
Una lengua nueva, o por lo menos
un vocabulario nacional, ha venido formándose desde los primeros tiempos de la
colonia. Fauna nueva que exige voces nuevas o giros provinciales de España, que
cobran autoridad en el Perú.
“El idioma español, decía Pardo
con gracia, es el que más encarnizada persecución ha sufrido en nuestras
grescas revolucionarias” Menos severo con los peruanismos es Juan de Arona. Se
consuela pensando en que “evolucionar dentro del mismo idioma es tal vez
evolucionar al porvenir”.
Libros de produccion literaria antigua
Libros de produccion literaria antigua
PROBLEMA
Adivinó el actual y apasionante
problema del castellano en América. Y sin duda por eso se esforzó en mostrar cómo
algunos que parecen neologismos podían autorizarse como españolas voces:
Baquiano, por ejemplo, un argentinismo, se deriva de la castiza voz baquía
(destreza). ¿Por qué no aceptarla?
Además ¿Cómo llamar diversamente a lo que no tiene
equivalente en castellano: nuestra llovizna peculiar, la garúa o el disfuerzo,
ese “peruanismo formidable”, dice Paz Soldán, que expresa la desenvoltura o la
monada de la peruana
Más lejos va cuando
descaradamente aboga por avalancha, superior en fuerza a alud, por neologismos
como editorial, por verbos de justificable creación americana, como solucionar
o dictaminar.
¡De cuántas otras voces se
declara partidario efusivo! El quite
airoso de la quimba, el desparpajo del palangana el “¡gua, que lisura”! En fin, adorable de gracia y de picardía en
labios de la mujer del Perú.
Después de Paz Soldán, los dos
líricos extremos son Rossel y Amézaga. Ricardo Rossel (1841-1909), injustamente
olvidado es el poeta filósofo, el único en este género ingrato, si no queremos
recordar los desaciertos del romántico Márquez.
ANALISIS
Pensar en verso puede ser una
manera de esterilizar la inspiración, el más deplorable ejemplo es Sully
Prudhomme. Si analizáramos, como un día inicuamente Faguet con Baudelaire, las
ideas incrustadas en rimas, pocas veces hallaríamos novedad o audacia
intelectual
Más si pensar es el íntimo y
apasionante debate del alma inquieta por su futuro destino, se rejuvenece eternamente el viejo monólogo de Hamlet,
porque es dolor actual en cada lírico. Pocos han respetado con más patética
unción que Rossel el antiguo ¿a dónde vamos? Por eso prefiero en su tomo de
versos, por la elegancia del pensamiento y de la firmeza de su forma bruñida,
el perfecto poema. En el cementerio.
Publicó en prosa y en verso
leyendas nacionales que como en Hima Sumac (premiada en un concurso literario
chileno, 1877) recuerdan en soltura y colorido determinadas páginas del maestro
de tan difícil género, Zorrilla.
Carlos G Amezaga era un
revolucionario sentimental, un jacobino bueno. Sin duda prestó oídos a la
perpetua elegía de los románticos. Hay
algo de ellos en Cactus. A la influencia del mexicano Diaz Mirón, a quien leyó
en su viaje a México se deben algunas de sus poesías arrogantes, como las
estrofas martilladas de Gloria.
RETOS
Son retos viriles a la humanidad o al destino, dos
poemas como los Más Allá de los cielos (premiado en un concurso de Buenos
Aires) amplió y elevó su lirismo, suprimiendo las juveniles turbulencias en una
serenidad reflexiva y pungente de gran poeta. Inferiores a su poesía son sus
dramas Sofía Perewskaia, el Juez del Crimen, el Suplicio de Antequera.
En estériles años, los que
suceden a la guerra, poco propicio, a las letras con excepción de Amezaga, de
Ricardo Palma y de González Prada, no hallamos literatura sino en una escritura
de escandalosa reputación y de gran talento
Reputación que agravaron las
mujeres. Talento que envidiaron los hombres. Mercedes Cabello de Carbonera es
la primera novelista que tal nombre merezca. No faltaron ensayos interesantes. Nuestro satírico Segura había
escrito en 1839 una novelita sin importancia, Gonzalo Pizarro.
Narciso Aréstegui obtuvo pasajera
nombradía con el Padre Horán, episodio cuzqueño. Segundo Pruvonena (seudónimo
de Jose de la Riva Agüero, según dicen) mezcló curiosamente personajes
ficticios a los episodios ciertos de su “romance” libelo Los hombres de bien
(primera parte de El Becerro de Oro (1874), donde pretendía según dijo en
dudoso castellano, hacer “una reseña histórico-política saturada con un ligero
enredo para imprimirle una portada romanesca y literaria”.
La opinión hacia todas las obras del periodo 1535-1914
La opinión hacia todas las obras del periodo 1535-1914
NOVELAS
El mismo punto de vista es el de
Fernando Casós en sus Romances históricos del Perú (1848-1873). Los amigos de Elena (1874). Lo que yo hago-dice- es una revolución
literaria en la novela o romance
contemporáneo que necesita cierto coraje para poner con todos sus pelos y
señales son defectos y virtudes, nuestros hombres, nuestros hechos, nuestras instituciones
y nuestras cosas”
Luis Benjamín Cisneros había
escrito la novela romántica en Edgardo y
en Julia. Se lee con agrado La
hija del contador, de José Antonio de Lavalle (1893, publicada con el
seudónimo de Perpetuo Antañón) Mostraba dones singulares de observador y
narrador José María de la Jara (Gil Paz) en su Grano de arena (1878). En fin,
Emilio Gutiérrez de Quintanilla escribiera, a ejemplo de Montalvo, y sin su
talento, la cervantesca evocación de Peralvillo y Sisebuto.
Sólo Mercedes Cabello reincidía
con gran talento. Un talento desigual, incorrecto y masculino. Aclimata el
naturalismo en el Perú, intentando crudas descripciones zolescas en nuestro
medio, que casi sólo se prestaba a la novela amena y mitigada.
El mismo escrúpulo del maestro la
induce a agravar la página con descripciones prolijas, a buscar siempre la
tacha original, el vicio oculto, la iniquitud. Como ha vivido en un medio
romántico. Como en su juventud oyó llamar a las mujeres ángeles y querubes,
admite junto a limeñas de rompe y rasga el más puro tipo seráfico (Sacrificio y recompensa, El conspirador)
Pero la humanidad que describe la
preferencia es la de Zola. El juego (Las
consecuencias ), la ambición (El
conspirador), el deseo de parecer (Blanca
Sol), son los móviles únicos de estos Rougon.Macquart limeños.
PERSONAJES
Sus personajes discuten las leyes de la herencia, la plaga burocrática,
los riesgos de la política. La novela, desgarbada a ratos, no carece nunca de
rasgos felinos y de clarividencia. Pocos tuvieron semejante audacia para la
acerva delación de vicios. Cuando se haga en el Perú la critica literaria
retrospectiva, se juzgará sin duda a Blanca
Sol como el primero y legítimo
acierto en la novela.
Tres escritores viven actualmente
representantes de tres generaciones sucesivas y los más famosos en la historia
literaria del Perú independiente: Ricardo Palma (nacido en ¿1835?) Manuel
González Prada (nacido en 1844 y José
Santos Chocano (nacido en ¿1875?)
Si González Prada es el menos
nacional de nuestros literatos, Ricardo
Palma es el más peruano. Extremas las cualidades y los defectos del
limeño. Por eso tuvo tanto éxito en el Perú. Hay lindas mujeres que sólo
conocen las rimas de Bécquer y las Tradiciones de don Ricardo, las menos
picantes por supuesto.
Trascendió pronto su fama. En España y en
América se le ha leído y se le imita. Y el género debe ser imitable, o sólo la
vieja Lima se prestaba a esa historia disimulada y risueña, pues las ajenas “tradiciones” son mediocres.
Uno de los libros de José Santos Chocano
Uno de los libros de José Santos Chocano
EL MEJOR
Comenzó por romanticismo este
burlador. Fue amigo juvenil de nuestro mejor romántico, Salaverry. En la Bohemia de mi tiempo ha narrado las quimeras de esa juventud y en Armonías (1865) su libro primigenio de versos, está la
huella de las lecturass apasionadas.
Mejores lecturas que los otros.
Imita Orientales de Zorrilla. Conoce familiarmente la
poesía de Víctor Hugo y traduce a Heine.
Más ya junto a chispazos de ajena hoguera aparecen Cantarcillos tunantes. Se los inspira Trueba, a quien admira. De
esos cantos populares, de ese lirismo familiar, puede salir y sale la
tradición.
No le busquemos ascendencia, como
tantos, en las reconstrucciones históricas de Walter Scott. Son estas obras de
un romántico empedernido y Palma dejó de serlo pronto. La Edad Media es un
próvido almacén de accesorios románticos.
¿Podemos decir lo mismo del
coloniaje? Si a aquella le conviene perfectamente los dos adjetivos famosos de
Verlaine, enorme y delicada, sólo el
segundo se aplica a nuestra colonia. Y precisamente el literato y su época
favorita concordaban
Palma es un desterrado de aquella
edad galante que sumaba con tan cínico abandono la santa credulidad y el
libertinaje. No le pidáis grandes frescos de novela a lo Walter Scott a lo
Víctor Hugo. El sólo puede y quiere limitarse a los menudos hechos desportillados a la historia pasada por
cedazo.
VERSION
De semejantes menudencias, como
del prolijo museo de los Goncouert, surge una versión impresionista de menudas y
exactas pinceladas. Estos hermanos literatos que hicieron en cierto modo para
el siglo de Watteau y de Fragonard lo que para la Lima antigua Palma, decían,
con su habitual exactitud: “La historia es la novela que ha sido. La novela es
la historia que pudiera ser”.
Y si no supiéramos tan personal
el arte de don Ricardo, supondríamos que pretendió reaccionar, a ejemplo de los
otros contra el romanticismo de la historia.
Desfachatadamente y con el más tumultuoso genio, la falsificaron los
románticos
Nuestro eminente amigo el señor
Martinenche ha mostrado como Víctor Hugo le prestaba al Cid español imaginarios
sentimientos o emociones huguescas. Son dos maneras plausibles de evocar. ¡Como
negarle la emoción del pasado a Michelet!
Taine restituye el sentido
positivo de la historia procede por pacientes acumulaciones de hechos, como infinitas
madréporas sobre cuya base calcárea podrá elevarse un día la rotunda afirmación de la isla
La historia que era en Bousset
lección moral, y en los románticos, según el pensamiento de Heine, solo”un viejo guardarropa del espíritu humano”, va a
inspirar el deseo de reconstruirlas exactamente.
¿Prada el menos nacional de los literatos?,
DESTACABLE
¿Prada el menos nacional de los literatos?,
DESTACABLE
Es singular y admirable que
nuestro Palma sintiera en Lima la misma necesidad de verdad. 1861, en un
estudio sobre Salaverry, censuraba “el desbordamiento de pasiones con que
Víctor Hugo y Dumas han manchado en nuestros días a la humanidad”.
“Quédese-agrega- para las sociedades
europeas la necesidad de fuertes emociones de sangrientos y terribles cuadros”.
Para los virginales pueblos de América, como él dice, sólo quiere episodios
mesurados. ¿No se diría que es el prospecto de sus futuras tradiciones? Y su
ruptura con los”contrabandistas del pesar” como apodaba a los poetas de la
época, la manifiesta en estos versos: En
buena hora siguen los románticos/lanzados de gemidos un tropel;/para mí el
mundo pícaro es poético;/ poco en el hoy, y mucho en el ayer.
Comienza entonces Palma a
investigar el pasado. Tuvimos admirables eruditos. Ninguno que fuera poeta. Y
por primera vez, de los rancios manuscritos, de las enrevesadas crónicas, de
toda esa Lima que hubiera podido creerse extinguida en el arte, sale un museo
viviente.
Sólo que Palma no se aventura-y
es nuestro primer reproche- a derribar el andamiaje después de haber edificado.
De esa “novela que fue” conserva la escoria del dato. Cuando va a trasladarnos
por entero a otro siglo, nos recuerda bruscamente bajo el número II de casi
todas sus tradiciones, que no nos cuenta patrañas amables, sino verdad
fidedigna.
CREDITO
Ahora bien, no concebimos a una
Salammbó con notas marginales para probarnos que Cartago era así. Le damos
crédito al narrador, le exigimos únicamente esa verdad del arte, muy distinta
de la probada exactitud. Hubiéramos querido que llevara Palma sus materiales a
otro libro. Y así, mondado el cuento, realizaría algo semejante a Les puits de Sainté Claire, de Anatole
France.
Está a punto de hacerlo alguna
vez en la historia de El virrey hereje y
el campanero bellaco, en El Alacrán de Fray Gómez. Se acerca
entonces a los grandes cuentistas italianos, un Bocaccio, un Bandello…
Si toma la novela picaresca algún
acento o tal o cual forma de burla, hace muy rara vez la truhanesca, historia
del mundo que pintara Caviedes. Su
estilo es amena charla de ciego ladino, de
abuelo centenario, que a cada paso se enreda en nuevas anécdotas, que cuenta
por el placer de contar, imitando a veces, en su lenguaje alocado, la historia
desfigurada de las viejas. ¡Aquellas beatas que venían en nuestra infancia con
sabrosas pastas y sahumerios a referirnos, como en un coloniaje redivivo, el
último escándalo de salón o la historia de Cristo que ha sudado!
Palma desterrado de la edad galante, según Ventura.
Palma desterrado de la edad galante, según Ventura.
AVERIGUACIONES
A todas las escuchará don
Ricardo. Al mismo tiempo que leía a Calancha les averiguaba el por qué de un
mote, la historia de un blasón. Con los años ha
llegado a parecerse a ellas. En su figura volteriana, los ojos por
encima de los lentes, miran socarronamente, y en los labios se afirmó un
pliegue de malicia tan natural, que no parece arruga. Su charla es un venero de
anécdotas.
Conoce Lima como un antiguo
cronista las prerrogativas y los milagros de su convento. Pocas veces una
ciudad tuvo más sentimental archivero.
Con melancolía asiste al derrumbamiento, a la decadencia de las “tres veces
coronada villa”. ¡Coronas de gracia, de
elegancia y de galantería!
El ha iniciado en el Perú el género
amable de Anatole France. La irreverencia para poner en escena a santos,
beatos, obispos, vírgenes, mártires y confesores, todos los personajes del Año Cristiano y la Leyenda
Dorada, haciéndoles hablar, reír, decir inocentadas como los hombres. Tiene
su misma socarrona seriedad para contar historias de aparecidos, de duendes, de
milagros autpenticos e increíbles, entrecortando la relación con reflexiones
que arañan…
Otros cascabeles tienen su burla.
Ha creado o recogido del pueblo un semillero de expresiones picarescas,
exageradas o extravagantes, a menudo inconexas, pero que causan la sensaciónde
una charla traviesa Y dislocada.
Así, decir, por ejemplo, para
exagerar la sutileza de un alcalde que sería “capaz de sentir el galope del
caballo de copas” o de una barba más crecida que “deuda pública”, o de un
pobretón “sin más bienes raíces que los pelos de la cara”.
FRASES
A él le pertenecen frases que se
han tornado usuales. “Contemporáneo de los tirantes”, “Los arrabales de la
garganta! Y otras más, otras mil imposibles de citar casi todas, pues
cabrillean en cada frase.
La frase larga, incidentica, se
pimenta de refranes y apelativos vivaces como cohetes. Y es así una música
retozona que sólo por su sonido alegra. Se recuerdan, sin quererlo, la novela
picaresca española o las bromas locuaces de ese abuelo despechugado que se
llama Rabelais. Solo quiero citar dos páginas al azar.
“Mala pascua me dé Dios y sea la
primera que viniere, o deme longevidad de elefante con salud de enfermo, si en
el retrato, así físico como moral, de Tijereta he tenido voluntad de jabonar la
paciencia a miembro viviente de la respetable cofradía del ante mí y certifico,
y hago esta salvedad, digna de un lego confitado, no tanto en descargo de mis
culpas, que son pocas, y de mi conciencia de narrador, que no es grano de anís,
cuanto porque esa es gente de mucha enjudia, con las que ni me tiro ni me pago,
ni le debo ni le cobro.
CONSEJA
Y basta de dibujos y requilorios
y andar andillo, y siga la zambra, que si Dios es servido y el tiempo y las
aguas me favorecen, y esta conseja cae en gracia, cuentas ha de enjaretar a
porrillo y sin más intervención de cartulario. Ande la rueda y coz con ella”
Galán de capa y espada e hidalgo de relumbrón en
ocasiones, y en otras legítimo mozo cunda y de todo juego, era en el primer cuarto
del siglo XVII un don Pedro Mexía de Ovando, que así lucia guantes de ámbar,
chapeo con escudete de oro y plumerillo y parmesana azul de paño determinado
con acuchillados de raso carmesí, en los opulentos salones del señorial palacio
de los virreyes marqués de Monte Claros y príncipe de Esquilache, como
arrastraba su decoro en los chiribiteles de la Barranquita.
Pampa de Lara y Tajamar de los
Alguaciles, a la sazón cuarteles de los hampones, tahúres, bajamaneros,
proxenetas, pecatrices y demás gentuallas de pasaporte sucio y vergüenza
traspapelada.
Como se ve por tan simpáticos
ejemplos, Palma se acerca más en su burla a la locuaz manera española que a la
concisa ironía de Francia. No es la suya la frase incisiva de Voltaire en que
más se adivina que se lee, esa sonrisa apenas insinuada. Casi no intenta ser
irónico.
En la ironía hay siempre una escondida
hostilidad y Palma, amante sincero de la colonia, no puede reír de sus hábitos
y escarnecer sus supersticiones. Por esta mezcla de emoción y de travesura,
en que hay bastante entusiasmo para
evitar la malevolencia y mucha lucidez para dejarse cegar por el entusiasmo.
Micaela Villegas, la Perricholi.
Micaela Villegas, la Perricholi.
VERSION
Palma consigue que su versión
parezca la más veraz: los novelistas que después de él exploten la realidad
pasada deberán someterse a su evocación si quieren ser creídos. ¡Edad
cautivante de encantadoras sutilezas y devaneos!
¿Fue así fútil y encantadora? ¿No
son mentiras del cronista? Lima es allí
un Versalles diminuto, donde cada balcón cerrado es un Trianón reducido, donde
en vez de las fuentes irisadas hay un
paseo de aguas y bien podemos parangonar a la Perricholi con la señora de
Pompaduor.
Pero entendámonos: un Versalles
que concilia a veces la austeridad calderoniana
con los abates beaux parleurs y Ninón. La Inquisición no ha enseñado a
las bellas inconstantes sus zozobras teologales, pero si su metódica crueldad.
En las tradiciones de Palma saben
deshacerse de un marido, suprimir a un amante infiel, las mismas manos hechas
para manejar el abanico. Mientras sus hermanas de Versalles ensayan un lunar en la mejilla o
una elegante genuflexión a la pavana, ellas se obstinan y conspiran como
hombres, mienten amor a un virrey para
vengarse. Se amotinan porque otro legisla sobre los mantos.
JUSTICIA
Se hacen justicia por sí mismo
hasta esgrimir las uñas. O las navajas se alocan por una frivolidad. Se retiran
a un claustro por un capricho y cuando don Féliz de Montemar les ha quitado la
honra, van a purgar a un convento el delito de haber sido sinceras.
¡La honra! Es la obsesión de esa
edad, su enfermedad y su imagen. Ella hace matar al virrey que baja
furtivamente la escala de seda, eterniza los odios familiares por todas las
Elviras infortunadas. En el noble se llama orgullo del abolengo.
Si efectivamente el orgullo que
detuvo a dos calesas en una calle de Lima porque dos linajudos se disputaban la
derecha. El orgullo profesional que prologa las disensiones de virreyes y de
arzobispos hasta que decida su Majestad.
Se derrocha el patrimonio por un blasón.
Se pelea a muerte por si se
tienen o no se tienen capítulos comprobados a sentarse en una silla elegida y
¡curioso contraste de esta edad paradójica! A pesar de la religión que es
inflexible, a pesar de la honra, que es tirana, no es raro el delicioso relajamiento de Versalles. Se rie y
se peca en abundancia. Los mismos virreyes arriesgan la vida por un beso.
La señorita Perricholi, virreina
de la galantería, tiene tantas perlas como pecados mortales. Abades
madrigalistas pulsan tan bien la guitarra como la lira. No importa que la
Inquisición amenace con sus llamas terrenas y la Iglesia con su infernal
quemadero: las limeñas se van al Purgatorio sonriendo.
Un libro notable: lo escrito sirve a la humanidad.
Un libro notable: lo escrito sirve a la humanidad.
VEJEZ
El auto de fe es una fiesta como
los toros y aquella sombría austeridad
que tornó a la España del taciturno Felipe en un inmenso claustro, aquí,
bajo el sueño risueño, se convierte apenas en una inocente hipocresía.
Los últimos años de su vejez los
ha dedicado Palma, agotadas las tradiciones y sus fuerzas, a su afición
filológica. Sus Papeletas lexicográficas continúan el Diccionario de
peruanismos de Juan de Arona.
Propuso voces peruanas a la
Academia Española. Pero no le aceptaron su jugoso vocabulario. Festejado últimamente en cordial y unánime homenaje
como una gloria viviente, ha tenido la fortuna de ver que, si no deja
discípulos, tendrá por lo menos lectores y admiradores siempre.
Un ensayista, un pensador
apasionado, un pagano místico a la manera armoniosa de su maestro Luis Menard:
un soñador situado a igual distancia de la pura especulación y del lirismo sin
medula, este parece representar González Prada en la literatura del Perú.
Es presumible, puesto que tiene
más de 70 años, que no escribirá muchas obras. Pocas son las publicadas para
juzgar a uno de estos altos espíritus as quienes siempre exigimos la completa
definición de sus almas en algún libro homogéneo.
Famoso libro del gran radical
Famoso libro del gran radical
PRADA
El más completo de Prada es el
tomito de versos Minúsculas, Paginas
libres, y Horas de lucha, sus colecciones de artículos, parecen misceláneas
de un admirable escritor cuyos libros centrales se perdieron.
La juventud de González Prada apenas se extravía en el quejumbroso
pleonasmo de nuestros líricos. Este si nació sincero. Con sus lecrturas
favoritas de Fray Luis de León o de Leopardi se compone el más singular estado
de ánimo: un sosiego sombrío y nihilista.
Si se retira al campo, no será para descansar,
como el divino fraile, en la certidumbre que eun Dios bondadoso preside a
nuestra pereza, sino para repetirse, como un incrédulo ermitaño desesperado, el
desamparo del hombre bajo un cielo sin dioses y entre una naturaleza sin oídos.
Este será su tema predilecto y su invariable
melancolía.
En 1871 sólo es poeta: diez años
después talla su prosa rotunda. En esta forma lisa, donde la dórica simetría
hiciera presumir el alma olímpica, los adjetivos furentes y los estallidos de la oración recuerdan los
desvíos del cincel o las indecisiones del compás que en suaves mármoles de
mujer atestiguan la excelsa cólera de crear.
Ya ha empezado a ser enemigo de
todo el mundo. Una leyenda. Una rencorosa leyenda lo aleja y lo aísla como la
nube de azufre a Satanás Paginas Libres merece entonces los honores de un auto
de fe. Curas y dueñas queman el libro. UN pazguato fraile responde Páginas razonables, en nombre de Santo
Tomás y de Sancho Panza.
RELIGION
Ataca Prada a la religión, y todos somos católicos
presumibles mientras se nos pruebe lo contrario. Vamos a misa aunque sólo sea para ver a la novia:
transigimos con el sacerdote que pudiera embarazar nuestros amores, y los
furibundos liberales de mocedades adoptarán al cabo la amable hipocresía de
todo el mundo.
Nadie comprendía, pues, las
obstinación de Prada: rebeldía de madurez, y ya no pecado juvenil. Le acosaron,
le abrumaron con la más taimada conspiración de silencios… Aquello fue una
triste historia.
Con su actitud quedaba probado lo
que tal vez no necesitaba demostraciones. Prada es el menos peruano de los
escritores. Perpetuo iracundo en un país donde los años docilitan las
rebeldías. Inquieto por hallar un sentido religioso al mundo donde nadie conoce
la inquietud metafísica y se acogen todos, porque no tiene levaduras el alma a un catolicismo de ceremonia.
Capaz de indignación donde la
sonrisa basta. Pesimista incrédulo donde los negadores románticos coinciden en
la afirmación del principio divino. Sarcástico donde la sátira fue rasguño.
Grave donde tantos ríen. Patético en la criolla fiesta. Escritor viril donde la
prosa es amable desmayo. Sobrio y escueto donde los literatos sintieron en
general el frenesí y el pleonasmo.
OSADIA
Fue naturalmente el no conformista,
el refractario de Jules Vallés que al margen de la sociedad a quien
arrostra, maldice, niega y se obstina.
Como era extranjero, en cierto modo, vio con temible lucidez. Esa invitación al
odio, que fue su célebre discurso sobre la guerra del 80, se recuerda siempre
como el más hermoso espectáculo de osadía.
Su genio le llevaba a
indisponerse. Ya casi no podríamos reconocer al horaciano desesperado de sus
primeros versos. En las más furibundas cóleras de anarquistas hay casi siempre
un lirismo estrangulado, el rencor por una juventud que fue generosa e
ilusionada
Odio y amor son sólo grados, nos
dicen los psicólogos, y porque fue grande el amor es terco el odio…¡Rencores de
González Prada, que van dejando al
desnudo las aristas del estilo y del alma como el ácido en el cobre del agua
fuerte!
Su prosa llega en capítulos como
Valera y Castelar, a una sequedad flamígera. “Abofetear con rosas mojadas en
vitriolo”, dice en alguna parte. Es su programa. Como el admirable ecuatoriano
Montalvo, vierte veneno en puras ánforas.
Es común este cuidado del estilo
a casi todos los grandes libelistas, cual si temieran desaliñarse en la cólera,
o si a la sátira pasajera como los hombres a quienes castigaba, quisieran
eternizarla en el arte, enfriando en molde brusco, para la crispada actitud
del Perseo iracundo, el bronce ayer
candente.
Foto poco conocida de González Prada.
Foto poco conocida de González Prada.
REGLAS
Por primera vez en el Perú la
prosa tiene reglas. Crispada ajena al abandono, monótona alguna vez la
rotundidad de la cadencia, sin esas profundidades de música que nuestro
exigente lirismo quisiera a ratos. Prosa
escultural ha sido y quiso Prada que
fuera.
Por donde llegamos al punto
central de esta alma apasionada. Como Leconte de Lisle o Flaubert, a quienes
recuerda por su belleza nórdica de vikingo, v que pusiera el oído atento al
clamoroso derrumbamiento de Grecia, como los dos grandes teóricos del parnasianismo
impersonal y anti romántico, combatía esa impúdica afición a mostrar el alma al
transeúnte con cinismo elegiaco de lupanar
Dirá en Minúsculas: Suspira, oh corazón tan silencioso/que
nadie sienta el eco del suspiro/A cobardes almas deja el lamento y el sollozo/
es del altivo y del fuerte sonreír en la agonía.
Resume así el estoicismo
literario de los maestros Sustine et abstine. No des tu corazón al vulgo. Hay
una pagana santidad en el dolor sin frases y la reticencia puede ser una
cortesía. La Grecia maternal nos enseña a esculpir nuestro silencio abrumado
con el ejemplo decorativo de la
Cariátide…
RECUERDOS
No sé si siempre fue
deliberado el intento. En todo caso,
hallamos en la prosa de Prada reminiscencias de Leconte, de Lisle y de Flaubert,
mientras la lucha interior del parnasiano y del romántico es la misma: Aborrecemos esta vida/mas no quisiéramos morir…
Así dice en Minúsculas. ¿No es
exactamente la frase del Manfredo de
Byron?! Cuántas otras contradicciones se le señalan! Cuanto después de haber
sido en Páginas Libres, el profesor de odio a Chile, exclama en Minúsculas:
Patria feroz y sanguinario mito/execro yo
tu bárbara impiedad;/yo salvo las fronteras, yo repito: ¡humanidad!
Cuando condena lo que adoró, ¿no
hace la amarga confesión del solitario que desfallece? Para este inquieto la
verdad no es el hito inmóvil de los otros, sino el clavo de veleta en donde
herirse. Y la mariposa que los antiguos encerraban simbólicamente en el cráneo
vacío, queda también batiendo el ala terca y musical, sin esperanza.
Quienes leyeron versos suyos en
1861 en el Parnaso peruano de Cortés
y hacia 1877 en los Anales del Circulo Literario, no suponían, sin duda, que el
polemista famoso continuaba mudando, según el precepto de Heine, sus grandes dolores en canciones menudas.
Conozcamos el saber de los libros.
Conozcamos el saber de los libros.
SENTIMIENTO
El que tanto se encolerizara como
Cellini, hacía en verso la paráfrasis de aquella mínima y magistral orfebrería. Minúsculas se llama el libro. Ya no
son canciones románticas, aunque subsisten algunos piélagos, algunos blandos
arrullos de mansa paloma o ritornelos de Bécquer.
Los metros son antiguos,
(rondeles o pantums casi siempre) y los acentos modernos. Si ronsardiza, es para quejarse de querella
más grave que la del fugaz
esplendor de la rosa: Los
bienes y las glorias de la vida/o nunca vienen o nos llegan tarde;/lucen de
cerca, pasan de corrida/los bienes y las glorias de la vida.
Y su patético sentimiento de las
horas que pasan no le sugiere el tunante consejo del francés a su dama: el de
ceder al amor ¨”cependant qu’etes belle”, sino una melancolía reticente: Decirte querría mi pena/más dudo, me
arredro y me callo. /A ti la piadosa y las buena, decirte querrías mi pena.
Su inspiración hay que buscarla
más lejos en la Antología griega y en los cuartetos del lánguido poeta de
Nichapur. Su flauta es de Meleagro y su guzla de Omar Khayám. Conoce la
melancolía del placer y el estéril consuelo de la copa de vino. Más tarde en
sus Exóticas, los mejores versos son
traducciones de los cuartetos del Rubayát, cuya
filosofía adoptará.
MORAL
¿Oh primavera ¡oh juventud! ¡oh engaños!/¡oh bien fugaz! ¡oh perdurables
daños!/Hoja por hoja se desnuda el tronco,/día por día se nos van los años./¿A
qué la austeridad? Si joven eres,/corre a pedir el beso a las mujeres/tal vez
el súmmum de la ciencia humana/es agotar la miel de los placeres./No dejes por
el fruto de verano/la flor de primavera; el bien cercano/es el mejor, el único;
no vayas/tras el redoble de un tambor lejano.
Renunciamos a creerle. Es un
consejo patético, como el de Renán, anciano, cuando dudaba de la trascendencia
de la virtud y establecía con la belleza una equivalencia de cosa inútil, por
donde el santo y el poeta fueron sólo sublimes egoístas de la orgía interior.
Después de haber escuchado el
redoble de ese lejano tambor que resuena en su verso, González Prada no ha
abdicado y no olvido la triste campaña de hace pocos años. Séanle permitidas,
pues, estas boutades de pesimista a quien dio ejemplo siempre de una intachable
belleza moral. Contrastes son incomprensibles para críticos nuestros, que
juzgan con alma inconmovible lo que escribió el alma candente.
En los últimos años González
Prada extrema los iniciales pensamientos. En un país donde los hombres
envejecen tan cuerdamente, este anciano tiene frescas indignaciones de joven, ¡qué
digo! Crece en años y en locura. ¡Oh corazón de delirar nacido!, confesó alguna
vez.
Biblioteca de aprendizaje, de lectura y de valía
Biblioteca de aprendizaje, de lectura y de valía
PATRIOTAS
Para Carlos Augusto Salaverry
escribir versos románticos era una manera de ser patriota. Algo semejante
piensa Prada. En su primer libro, Paginas
libres, combatía el catolicismo y a la gramática. Negaba a Dios y a las
metáforas del antiguo régimen.
Había allí jotas sediciosas y
palabras sincopadas que son motines. Olvido después estas querellas ortográficas. Pero en Minúsculas seguía combatiendo el morboso “purismo
académico” y Exóticas, su última obra, es su tentativa frustrada de
verso libre.
¿Por qué no decir la verdad de
quien la ha amado tanto? Este libro es
un error, este libro parece un manual de poética con ejemplos y lo es en cierto
modo. Prada ha escrito un tratado de métrica que será sin duda admirable.
Más no es posible fabricar versos
ejemplares, deliberar la poesía como la prosa. Dijo sólo un humorado Edgardo
Poe cuando pretendía haber escrito El
cuervo sin rapto lírico alguno, calculando y razonando las punzadas de su
demente melodía.
No sabemos si volverá Prada a las
fluidas quejas de Minúsculas, si aún tendrá acentos broncos de admonición o de
cólera. Pero las obras publicadas bastan para su gloria durable. Allí
aprendimos, con sorpresa cordial, a los 20 años, que la prosa no era sólo un
arte exótico.
AFECTO
Contábamos con un hermano de Montalvo y de Martí, de cuantos
supieron dar a las erupciones de su cólera justa una erizada blancura de lava.
No nos faltaba ya el espectador clarividente de nuestra vida. Y la común
incomprensión del público nos apenaba como una pérdida irreparable.
Alentado por muchos, ¡cuántas
obras maestras hubiera escrito! En cambio trabajó solitario y vejado,
acorazándose en su arrogancia, que pudo parecer sólo sequedad agresiva a
quienes no le vieron nunca en la intimidad-como yo, por fortuna alguna vez, cuando
quiso agradecerme un filial elogio-mudar el rostro leonino para un urgente
disimulo de lágrimas. (Editado, resumido y condensado del libro “Obras Escogidas de
Ventura García Calderón”, destacado intelectual peruano que, con sus
estudios, rescata los orígenes culturales de este país. Nació por un azar
patriótico en Paris, retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió a
Francia en 1905 salvo cortos intervalos por aquí, Rio de Janeiro y Bruselas
hasta 1959 en que murió, siempre habitante de la ciudad luz)
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