José Santos Chocano comienza cantando en Iras Santas las grandes cóleras que
nuestras pequeñas revoluciones provocan. Continúa la cívica tradición de
nuestros épicos. Las epopeyas de vuelo torpe, el poema de Oviedo, La Lima Fundada de Peralta, fueron tanteos. Iras Santas es ya armoniosamente una “Lima indignada”. El
poeta se enfurece más lejos que su lánguida ciudad. Ofrece castigar a los
tiranos, poner ligas por rejas a sus prisiones un tanto fabulosas. ¡Ay, es el
menos Silvio Pellico de los hombres! Sus quejas y amenazas son exuberancias
encantadoras de un adolescente amado de los dioses.
Ha cambiado el eje de la poesía
para los vates. Se callaron aquellos antiguos lastimeros de la tumba y la cruz. Pero el poeta tiene una misión
parecida a la de los románticos. Cuando Chocano nace a la vida literaria, las maldiciones
de Mármol continúan en un discípulo exorbitante, el mexicano Díaz Mirón.
¿Quién no leyó en América las
estrofas epistolares a Gloria? La convence el poeta de que ha nacido “como el
león para el combate”. El combate se redujo a querellas de campanario, cuando
no a las vulgares escaramuzas del presupuesto…Actitud inicial que influye en
toda la poesía de Chocano.
Su “Iras Santas” exagera como el
dolor exageró. Es un romántico extraviado en la épica. Lleva allí su desmedida
y epónima personalidad de cantor incierto y no orientado aún. Entonces, nace la
leyenda mentirosa del literato que no ha leído.
Chocano: icono de la poesía peruana.
Chocano: icono de la poesía peruana.
FRONDOSIDAD
En realidad, los grandes épicos,
por lo menos, lo acompañan. “Homero y yo” nos dice señalando el volumen que
lleva el gabán. En Hugo encuentra, con simpática vanidad, metáforas
chocanescas, y de este hallamos influencias en cierto vago mesianismo
socialista: en el canto, por ejemplo, a esa “miserable” que es la “Madre
haraposa”.
…tú que a las puertas/vas con las manos siempre tendidas, /y ves las
arcas siempre desiertass/y las conciencias siempre dormidas…
Su ardor triunfante, su robusta
literatura de epinicio, hallan asunto digno en la guerra del 80 y escribe su
hermosísima Epopeya del Morro. Después
va a Chanchamayo, descubre nuestra zona tórrida, se asombra como un
conquistador y empieza a cantarla como un romántico.
En el frenesí de esa naturaleza
vista y soñada se transparenta el alma de quien la mira. El que sólo quiere
“forjar su verso para las cosas grandes”, va a hallarlas desmesuradas: la
selva, virgen como el picacho andino, el río en avenida, la ubérrima
frondosidad de cafetales en el país de la cornucopia, en Canaán.
ACENTO
Por el Derrumbamiento de Chocano pasa el gran calofrío de la selva
amazónica. Ya se diferencia de los antiguos épicos en cantar el paisaje local, en
no verlo como un decorado del héroe. Más no es contemplativo su sentimiento de
la naturaleza.
Exagera las visiones temblorosas
de Hugo. Mira vertiginosamente. Casi tiene razón cuando grosera y torpemente dice
entonces que Chocano “parece escribir colgado de los pies”. Su acento se eleva
y el poeta errante ya por tierras de España y América, comprende que no puede
limitarse a la exigüidad de una patria sin Fausto.
Kipling y d’Anunzio le servirán de tentación y de pesadumbre.
Para que el canto sea digno de su bocina necesita un continente “el poeta de
América”. Para arriesgarse más en ésta y motivar su amor casi ancestral al
nuevo mundo, va jurando que es “mitad
indio”, cuando todos sabemos que es solo española su prosapia. Reconcilia a dos
repúblicas menudas.
Pacifica con la lira este Orfeo
elegante. Se casa repetidas veces, probando así los diversos amores de América.
Es ya “continental”, como le llaman con cariños sonrisa en el Perú. Dos
influencias contrarias lo han madurado: la de Whitman y la de Heredia. Alma América estaba dedicada a JosÉ
María de Heredia, con una linda alegoría de versos que van al poeta francés: las alas rotas,/ya se van a estrellar
contra tu genio/como contra los faros las gaviotas.
Tapa de uno de los más famosos libros del poeta.
Tapa de uno de los más famosos libros del poeta.
ADMIRABLES
Heredia es su maestro de
clasicismo. En Alma América el Derrumbamiento está mondado y las
supresiones son felices. Trata de hallar el adjetivo preciso y el exacto molde rítmico,
que se afirman en su afición al soneto.
Los escribe ya admirables:
anécdota ardiente de Cuauhtémoc o descripción de una magnolia, todos tienen la
sobriedad rotunda de los Trofeos.
Casi repudia su pasado. En Fiat Lux hace
la más severa antología de juventud.
Y orientado tal vez por Whitman, volviendo el alma por
donde solía gratamente perderse, llega Chocano a su tercera manera, la mas
reciente. El ponderado clasicismo de la inspiración subsiste casi siempre. El
metro se desborda.
Es whitmaliano este aliento
inmenso, este deseo decantar cuando nace a la vida de la América libre, sin
temor a ser plebeyo, porque en el pueblo
está la fuerza. Más patricia de calidad y de abolengo es, sin duda alguna, la
poesía de Chocano.
Desde su juventud le ha dado al
verso curvas de madrigal. Aconsejará arrogantemente a los poetas modernistas
que arrojen sus baratijas a los hervores nuevos de sus futuras dianas: como los viejos nobles echaban sus
sortijas/al bronce destinado para fundir campanas.
POEMA
¡Desdén sonoro que esconde, el
velado afán de escribir elegías! Recordad Aves
de Paso, o este desmayo: Sentí un
amor que vino/como caricia suave./Mujer, tú fuiste a modo de pájaro
marino/caído en la desnuda cubierta de mi nave.
¡Cuán distinto es ese gigante
Whitman, a quien tan de continuo quiere evocar Chocano! El amor es para Whitman
más que el “dulce roce de manos”, el “poema en acción de los senos y las
caderas” y los hijos sembrados patriarcalmente en la excelsa brutalidad del
rito furente
Es el bárbaro farmer, el panida emigrado que rompió
los siete carrizos porque sus flébiles canas sólo soportan la elegía del río
helénico-. “Soy vasto, contengo multitudes”, dice él. En la pradera, donde se
enarca la “colosal belleza del potro fogoso”, le adivinamos avezado a sembrar y
a arar, y cuando la bruma bovina y una humareda con la cabeza del Tío Sam
ascienden juntas, el colono patriarca eleva el canto del agro emancipado, la geórgica de una
democracia libre.
Sólo una vez, en una admirable Oda Salvaje alcanza Chocano este acento
desbordado de Whitman, que sacrifica la rima o la entrevera arbitrariamente
cuando es necesario su redoble. Y tal diríamos que es el sentido de su nueva
poética, si en un libro inédito, Arte
Vida, no pareciera ensayar un meditado lirismo, ya distante de la Danza griega, de la Elegía
del órgano de los poemas dislocados por donde no pudo hacer pasar el ágil y
misterioso frisón melódico de José Asunción Silva y Edgardo Poe. Son estas de Arte vida sobrias quejas de madurez. Nocturnos: Quiero fe en esta noche de dolor solitario…
Enrique Diez Canedo, finísimo poeta español.
Enrique Diez Canedo, finísimo poeta español.
ACENTOS
Persisten allí acentos de silvano
galán, La lírica es su “violín de Ingres” y no se le puede negar en ella
habilidad. No es opinión común. Sus broncas sonoridades alejaron a muchos
poetas y tiene adversarios enconados, los del oficio.
Cuando alabé a Chocano por
nuestra más cierta gloria literaria, un finísimo poeta español, mi amigo
Enrique Diez Canedo, escribía: “No es o
no. Si algún reproche serio se puede hacer a la Literatura del Perú, es el de
haber producido tal vez. Sus versos compendian todas las malas cualidades
viejos, todos los oropeles falsos.
Sus imágenes absurdas o pueriles.
Todas sus cualidades se habían dado ya con todo esplendor en –Salvador Rueda y
en Salvador Diaz Mirón”. Como si hubiera adivinado esta critica anticipándose a
diversas censuras, Chocano había dicho a quienes, negaron sentimiento a su
líra, que él cantaba: de gigantes modos/
ellos cantan por uno, y tu cantas por todos.
¡Querella antigua de líricos y
épicos! Ya el Condestable de las letras ofendió a Víctor Hugo con el título de
“Tambor mayor”. Puede concebirse una épica de corte griego y de ellos son
ejemplo los laudi de d’Anunzio o algunas odas de Claude más a menudo es algo
basta y elocuente en el sentido de resonancia exterior y no de acorde íntimo,
la voz dirigida a muchos.
RUDEZA
No se exceptúa siempre el
admirable cantor de las Fuerzas tumultuosas.
Y en cuanto al Canto a la Argentina, de Darío, se compone
como el mismo me decía alguna vez, de temas líricos incrustados en la oda del
italiano magistral, misurata al respirar
del mare.
Admitida esta forzada rudeza del
épico sería grave injusticia negarle a Chocano la priomacía en español y
comparar su “Pegaso que da saltos, como dice la excusa de Rubéwn, con el
jumento pancesco en cuyo lomo exhibe Rueda los
cacharros de la más rancia alfarería.
Y para él, además, como en la
frase oriental citada por Nietzsche y por d’Anunzio, “hay auroras que no han
nacido”. Por las felices transformaciones de Chocano en diez años, podemos
inferir una madurez que será admirable.
Después de González Prada sólo
podemos hallar acentos líricos en la generación que comienza a escribir en
1900. Le antecede una generación que no quiso afirmarse, si exceptúanos a
Chocano, por supuesto.
En la crónica ligera, en el
periodismo, sobresalió Octavio Espinoza (Sganarelle), en la poesía, José
Fiansón, parco en obras, escribió el mejor poema modernista: Faederis Arca. Historiador sagaz,
elegante y agudísimo periodista es Luis Varela y Orbegoso.
Una de las obras de Manuel Beingolea.
Una de las obras de Manuel Beingolea.
NOVELISTAS
En el género novelesco triunfaron
algunos años Manuel Beingolea, Aurelio Arnao y Enrique A. Carrillo, autor de
una lindísima novela Cartas a una
turista, donde por primera vez aclimatada la leve y femenina literatura de
Francia, se cuenta en estilo de Prévost, con bruscos desfallecimientos de
solterona, la fiesta amable de la ciudad, ya casi en nada parecida a otra Lima
de mis soñares.
La mejor obra en el género se la
debemos a Clemente Palma. En Excursión literaria, en Dos tesis se orientaba, hacia 1890, a
la literatura “fin de siglo”, cuyo rimado Eclesiastés
eran las Flores del Mal y cuyo
experto guía fue el autor de (A rebours)
En los relatos breves y fantásticos
como Cuentos malévolos, no le halló
a Palma rival americano. Prologa en nuestra América española a la familia
nórdica y europea de los grandes arbitrarios- Hoffman, Poe, Hawethorne,
Villiers-, de todos los espíritus ardientes y desilusionados que del claro
soñar antiguo hicieron triste empleo y transformaron las Mil y una noches en no sé qué paraíso artificial.
El mejor dotado y más negligente
de toda esta generación es, sin duda, José María de la Jara y Ureta (Gil
Guerra). Crítico literario, poeta festivo, chroniqueur de salada gracia, todo
lo ha sido con la misma perfección distante y señorial este gran escritor de
silueta agarena, que dispersa en charlas un talento destinado a obras durables.
Cuando él quisiera, nadie le disputaría el primer puesto. Más no querrá…
En la generación de 1900, la
nuestra, el iniciador, el más admirado, es un escritor cuyo examen no podría
hacer sin parcialidad, Francisco García Calderón. Siguiendo a éste en la críticas, de el (lo
que no es pequeño elogio), José de la Riva Agüero combina en hermosas páginas la imitación de
su maestro Menéndez y Pelayo con la de
los eruditos alemanes.
Recipiente de toda sabiduría,
cerebro archivo como el de los hombres de la luna de Wells, no quiere siempre elevarse en sus
obras “Carácter de la Literatura del
Perú independiente” o “La Historia del Perú” a encumbradas síntesis
Le resta dones literarios su
animosidad eremítica a leves o apasionadas literaturas. En historia, su lúcida
eficacia para desenmascarar la verdad es sorprendente. En Literatura juzga
cálidos versos o ardientes prosas desde lejos, sin conmoverse nunca, ajeno
siempre a nuestros entusiasmos y nuestras melancolías.
Los poetas de esta generación son
Luis Fernán Cisneros, José Gávez y en el
género festivo Leónidas N. Yerovi. Cisneros no ha reunido hasta hoy su obra
dispersa y ya copiosa. Ardiente, hiriente, cuando en sus ágiles maledicencias
de periodista se burla de la comedia política, olvidada su sonrisa en la casta
melancolía del verso.
Poesía es la suya y nunca huraña,
pero altiva y reticente, que conserva la
nobleza de Aurora amor. Para las más
altas latitudes tiene pulmón y ala. Su Elegía
a la muerte de Jorge Chávez es admirable
Desigual, exorbitante o fatigado,
José Gálvez repite versos como un desabrido en su noria, para sorprender de
pronto con un arranque. En su alma, como en el mar fino pedernal entregado por
la mano del mundo, la chispa tarda a veces. Pero hay versos de antología en Bajo la luna y Jardín cerrado.
Enrique A. Carrillo: poeta destacado.
Enrique A. Carrillo: poeta destacado.
VERSOS
Son éstos quejas nocturnas de un
alma extraviada a ratos en las heroicas rutas de la epopeya. Cariñosa solicitud
de muchos, unánime deseo de un vocero común, le obligaron a cantar a la
juventud, a España en odas. El había nacido para la silva, de Silvano menor, al
borde de un río musical como su caña y sus versos.
Esperemos todavía algunos años..
Ya nos dirá su quimera domesticada, sus chapuzones de pescador de luna, la
admirable melancolía de quien estuvo abrumado por un “vasto ideal y cuidados
pequeños”.
Leónidas N. Yerovi olvida
literalmente las melodías, “aprendidas a Rubén”, para retozar en dislocados
versos. Su facilidad para el sainete, para la copla leve, es prodigiosa. He
aquí que de nuevo, incesantemente, inextinguiblemente, continúa la vena de Caviedes,
de Fuentes, de Ricardo Palma. A veces
eleva el tono para contarnos apenas, sin insistir, “a las volandas”, una
melancolía heiniana, la de su vida, la de todas las vidas, porque es fugaz el
amor y el alma inquieta.
SON DOS…
Aclimatados en España, Felipe Sassone
y Manuel Bedoya siguen rumbo parecido con cualidades diferentes, casi opuestas.
Quieren ser sólo dramaturgos y el tema de sus dramas es español, por lo que
interesan menos a quien estudia restringidamente la literatura nacional.
En una cálida rima, en la
voracidad amatoria de sus noveles, Sassone se delata como italiano. Lo es en
tipo, en morbideza, en su afición a la barcarola. Un romántico sensual se llama
él. Malos amores, Vórtice de Amor,
lo confirmaron por novelesca de altos dones.
Eran las obras primigenias,
cuando ferviente Casanova limeño dejó en Italia su mandolina, renovó en Paris
su lectura de Murger y se extravió en Madrid por los trigales del trigo. Linda
inquietud errante que estos libros revelan. Con injusticia notoria le
reprochaba yo entonces que sus perversiones no fueran perversas. Tenía y
acierto de gran prosista. Después ha sentado la cabeza en hermosísimos dramas
que Buenos Aires y >Madrid aplauden.
Manuel Bedoya agresivo cronista
en su mocedad, acaba de publicar una novela policiaca: las aventuras del
detective Mack Bull, muy celebrada
por la prensa madrileña. Pero el no estás contento. Sólo sueña mientras escribe
versos de confuso y melancólico ritmo, con poner en escena sus acerbos dramas españoles.
Bríos y talento no le hacen falta para las grandes travesías. Sólo el viento
eminente del éxito.
Yerovi otro de los grandes creadores.
Yerovi otro de los grandes creadores.
CUENTOS
Raymundo Morales de la Torre
elabora menudos cuentos donde hallan consuelos espirituales lindas limeñas ue
tienen du vague á’ lamé. Sus Paisajes íntimos
nos revelan sobre todo, la intimidad en las Vírgenes de las rocas,, de D’ Annunzio. En un libro de Versos a Iris, Adán Espinoza y Saldaña
(Juan del Carpio), olvidando los
habituales modernismos ensaya acentos pastoriles como las églogas de Garcilaso y suspira la rima becqueriana.
Antonio G. Garland representa-un
caso más en América- la admirable inquietud del alma nómada. Asciende su linda
frase impaciente, vertiginosa, como un cohete de fuego de artificio. Y se
deshace en el chisporroteo de una sonrisa o queda balanceándose-luz suspensa de
la noche azul. Pronto nos dará, estoy seguro, libros cordiales y anhelantes.
Novelista incipiente pero
inspirado es el autor de la Ciudad de
los Tísicos, Abraham M. Valdelomar. Alberto J. Ureta un poeta destinado
quizás a grandes éxitos, vuelve también a la antigua simplicidad, al ritornelo
de una pena que se obstina evocando.
Julio Hernández y Federico G More
se anuncian solamente.
En fin, el alma juvenilmente
enmarañada de Enrique Bustamante y Ballivián obtiene acentos de felices en sus Elogios, ritmos de alta elegancia
espiritual en La evocadora,
divagación de prosa lírica. Y dos poetas muertos, José Lora y Jaime Landa, han
dejado la imagen de una temprana y refinada melancolía.
Enrique Bustamante y Ballivián: elegante poeta
Enrique Bustamante y Ballivián: elegante poeta
LECTURAS
Orientaciones, rumbos próximos,
no se pueden colegir por esta literatura de última hora. Los prosistas leyeron
en traducciones inconfesables a Maupassant, a Queiroz a d´Annunzio y recuerdan
su lectura alguna vez.
Los poetas casi nunca han leído
¡lástima grande! al revolucionario de la lírica, Verlaine, sino en la
paráfrasis de Rubén Darío. El modernismo continúa en provincias. No tienen
discípulos Palma y González Prada. Chocano es un extranjero. A ejemplo suyo,
emigran muchos. Y otra vez, como en los mejores tiempos románticos, todo poeta
es un diputado que se ignora. FIN. (Editado, resumido y condensado del libro
“Obras Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado
intelectual peruano que, con sus estudios, rescata los orígenes culturales de
este país. Nació por un azar patriótico en Paris, retornó al Perú donde
estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo cortos intervalos por
aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió, siempre habitante de
la ciudad luz)
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