En esta oportunidad, la dicha le
vino por dos lados fundamentales de la vida cotidiana: el ángulo intelectual y el
aspecto amoroso. Por el primero, ella ha confirmado su valía de renombrada
escritora al sacar a luz un valioso libro que narra la perdida, el dolor y el
desarraigo en su flamante novela de migrantes y refugiados titulada “Más Allá del Invierno”. Mientras que
por el segundo es una reafirmación de su existencia, con un amor maduro de por
medio. La renombrada escritora chilena Isabel Allende, a los 74 años tras
haberse divorciado hace un tiempo más o menos largo, está enamorada de un
abogado de Nueva York llamado Roger Cukras, que la encandiló por completo y la protegió
en el sentido de que valen la pena las ilusiones y sentimientos de primera línea que hacen mirar de frente, y
sin cerrar los ojos en ningún momento, cielos intensamente azules y
estrellados. La felicidad, según se asegura, que viene y va con intensidad
tajante.
Isabel Allende, nacida en suelo
peruano de Lima cuando su padre desempeñaba aquí un cargo diplomático
representando al país del Mapocho, evidentemente que está contenta por angas y por mangas. Tanto en su
producción literaria como en todo lo que
tiene que ver con el afecto. Una de la mano del otro, con flecha clavada allí en el corazón. Cupido en todo su esplendor.
No es para menos. En cuanto al primer punto, el
más reciente volumen de su creación reúne al azar a dos académicos sesentones y
una adolescente indocumentada: Lucía, Richard y Evelyn, respectivamente, con
vidas de intenso desconsuelo y hasta de desesperación. Sin embargo, todos ellos
con corazones calientes y buenos.
Isabel Allende: una escritora de agallas y de valor.
Isabel Allende: una escritora de agallas y de valor.
LA HISTORIA
Toda la historia ocurre bajo una tormenta
de nieve perfecta. Un frío intenso atrapa a los personajes y los obligue
a mirarse las caras. Comenzó a escribir, precisamente, cuando en la vida
real se desató en Nueva York una
borrasca climática, con temperaturas, desde 1869, jamás tan bajas,
Ella escribió estos temas, por
superstición y conveniencia, en una escuela tras terminar las fechas de fin de
año. Ella crea sus obras en una fecha de inicio clave: el 8 de enero. Lo hace
siempre así por la primera de estas
razones. Esta vez sí que le costó y
fracasó.
Resulta que no había ideas. Ni
menos inspiración. La computadora en blanco. Ni una línea escrita. Los días
pasaban y ella se sentía perdida. Las ideas estaban vagas y nada podía
concretar. No obstante, de que los temas los conocía a profundidad. Una
paradoja total.
La tempestad de la urbe norteamericana resultó la salvación de
Isabel. Lo gélido sirvió, de todas
maneras, para que venga la inspiración y
el impulso de escribir. Retornó a la escuela y así comenzó la gran tarea de trabajar disciplinadamente.
Como siempre lo había hecho.
DIFERENCIAS
Como lo hace desde hace 35 años
en medio de una vida complicada donde ella, según cuenta, tiene que separar
algunos meses de silencio y soledad para poder crear. “No podría hacerlo si no
le digo a todos que a partir del 8 de enero ya no me ven. Ni tampoco existo. Un decir pero, en
la práctica, con nadie estoy hasta acabar el libro”, dice al recordar la
producción de sus libros.
Allende diferencia al inmigrante
y al refugiado. Para ella, el primero, generalmente, es un joven que se va a
otro país para iniciar una nueva vida, sin mirar hacia atrás. En buena cuenta, ve
el futuro y está dispuesto a echar raíces.
Quiere aprender la lengua,
establecerse por completo en el país que
va. Mientras que el refugiado siempre está
mirando hacia atrás. Este ser humano se ha escapado para salvar su vida
y la de su familia. Espera que las cosas cambien en su tierra para retornar. No
salió por voluntad propia. Isabel Allende conoce a profundidad ambas
situaciones y sus respectivas diferencias. Las ha vivido plenamente.
Lo que propone la novela es es
fortalecer la solidaridad entre ambos grupos y para ello la escritora hace la
siguiente reflexión: “Vengo llegando de Europa donde arde el problema de los
refugiados sirios. Es curioso: en el mundo no hay fronteras para el crimen, las
armas, el dinero, ni las drogas”.
Luego añade con fuerte e
impresionante lógica: “Sin embargo, hay fronteras para la gente. Sólo ellos son
los ilegales. Hay que ponerse en la piel del que busca asilo. La situación de
los refugiados no se resolverá con fronteras, leyes o murallas como quiere el
Presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Se trata de resolver la situación
en los países de origen”
Con sus hijos Nicolás y Paula en 1970.
.
Con sus hijos Nicolás y Paula en 1970.
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AMENAZA
A propósito, considera a Trump
una tremenda amenaza, un asalto a la democracia. Pero opina que las
instituciones en Estados Unidos son lo suficientemente fuertes como para que no
pueda destruir la democracia.
Sostiene que en cada país hay un
elemento fascista que vota por un tipo como él mandatario americano,
Berlusconi, Mussolini o Franco. Si se dan malas circunstancias, eso emerge.
Pero los gobiernos pasan y los países quedan.
En la novela de Allende, un
crimen y la posibilidad del amor irrumpen en la tranquila vida de dos
académicos. Lucía es una mujer que ha pasado por todo: cáncer, exilio, la
desaparición de su hermano, la muerte de su madre y el divorcio, sin dejarse aplastar
por el sufrimiento. Por su parte, Richard vive clavado en el pasado y en una
vida cautelosa, protegido contra todo riesgo.
En eso, aparece pidiendo ayuda la
joven Evelyn que es una indocumentada hondureña, con un cadáver en la maletera
del auto. Richard tiene dos posibilidades: o se lava las manos o abre el corazón al riesgo. Con ello termina
perdiendo su coraza y está listo para el amor con Lucia.
EL DIVORCIO
En cuanto a su vida personal,
Isabel Allende se separó de su marido muy tarde en la vida. Vivieron juntos 18
años y el matrimonio terminó cuando ella
tenía 70 años. Tomar la decisión de divorciarse era muy arriesgado a su edad.
Pero pensó que más valor
necesitaba para quedarse en algo que no funcionaba. Todos esos temas: el amor
maduro, el vivir sola, la superación del sufrimiento estuvieron muy presentes
en su vida y por eso salen en este último libro.
La escritora inició su actual
relación de una manera inesperada. El libro está dedicado a él, a Roger Cukras.
Este caballero iba manejando a Boston a ver a su hijo y la oyó a Isabel por la radio. Llegó donde su vástago y
decidió mandar una nota a la oficina de la escritora.
Su asistente, que es muy
encantadora, le contestó automáticamente sin respuesta definitiva. Entonces, el
señor volvió a escribir al día siguiente y al otro. Cuando llegó otra nota con
un ramo de flores, allí recién respondió Isabel.
Desde ese momento, cada mañana le
llegaba una nota en la que le decía: “¡Buenos Días!, con una foto de su café
capuchino o de las rosas de su jardín.
En la noche, le enviaba fotos de la luna o de algún concierto clásico.
Roger Cukras, el novio. Isabel, la mujer enamorada a los 74 años.
Roger Cukras, el novio. Isabel, la mujer enamorada a los 74 años.
EL AMOR
Ella tenía que ir a Nueva York
para una presentación y decidió verlo por fin. El la invitó a cenar primero.
“Fue muy simpático porque a las siete personas de mi oficina les dije: ahora
voy a conocer a Roger, por favor, desaparezcan. ¡Qué va!. Estaban todos
escondidos en la escalera, con los celulares listos”
Salieron a comer y, al día
siguiente, a almorzar. Hasta que ella le dijo: “Mire tengo 74 años. No tengo
tiempo para perder. Dígame si tiene alguna intención de algo. El pobre se
atragantó con el raviol. Reaccionó y de allí se armó una relación que ha ido
progresando a pasos agigantados. El está vendiendo su casa y deshaciéndose de
todo lo que tiene para venir a vivir conmigo a California, en diciembre
próximo. El amor todo lo puede. Definitivamente.
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