El mes de noviembre de 1941
señaló un periodo crucial en la guerra del desierto: los dos adversarios
estaban reuniendo sus fuerzas para decidir a quien correspondía la supremacía
en Cirenaica y en Egipto. Los ingleses asestaron el primer golpe al lanzar la
Operación “Crusader”. Pero sólo pocas horas antes había tenido lugar uno de los
episodios más audaces y dramáticos de la guerra: la incursión de un comando
para capturar a Rommel. El fracaso de la operación y el sacrificio de los
hombres que la intentaron fueron la trágica consecuencia del trabajo imperfecto
desarrollado por el Servicio de Información. La concesión, a título póstumo, de
la “Victoria Cross” al jefe de la patrulla fue una pobre compensación.
En el otoño de 1941 y en el
desierto occidental egipcio, los dos contendientes estaban preparados para
lanzarse a la ofensiva. A lo largo de la frontera egipcia el Ejército 8 inglés,
a las órdenes del General Cunningham se
disponía a llevar a la práctica los planes elaborados por el nuevo comandante
en jefe de Oriente Medio General Auchinleck,
con el propósito de poner fin al asedio de Tobruk. La fecha fijada para la
ofensiva era el 18 de Noviembre. En el otro extremo del desierto, el General
Rommel proyectaba atacar Tobruk el 23 del mismo mes, siete días después de la
fecha escogida por Auchinleck.
A fin de apoyar el avance del
Ejército 8, los ingleses prepararon algunas acciones para desorganizar las comunicaciones en la retaguardia enemiga y
crear un estado de confusión que
obligase a alemanes e italianos a vigilarla constantemente. La misma noche en
que se desencadenaría la ofensiva, unidades del SAS (Special Air Service,
Servicio Aéreo Especial) se lanzarían en paracaídas tras las líneas enemigas
para poner fuera de combate a los aviones del Eje que se encontrasen en tierra.
Pero el plan más ambicioso y más audaz de todos era el desembarcar algunos
comandos detrás de las líneas alemanas, con el objeto de destruir el puesto de mando
de Rommel y capturar al propio general.
Rommel.
Rommel.
PLANES
A principios de octubre, seis
oficiales y 53 hombres entre suboficiales y tropa del 11° Comando escocés, a
las órdenes del teniente coronel Geoffrey Keyes, pasaron a depender del mando
operativo del Ejército 8. Formaban parte de la Layforce, reducida ya al mínimo,
porque sus unidades habían sido parcialmente disueltas para hacer frente a la carencia
de personal combatiente en el mismo Ejército 8.
El trabajo preliminar de
investigación para la incursión de Keyes lo realizó el Capitán J.H. Haselden,
figura ya legendaria en el desierto. Desembarcado el 10 de Octubre en una playa
próxima a Hamma junto a un árabe de la Libian Arab Force, Haselden dedicó algunos días a la observación
de la región circundante, regresando el 27 del mismo mes. Mientras tanto, en
otra playa cerca de Alejandría, Keyes y
sus hombres se adiestraban en las técnicas de desembarco y elaboraban el plan
final de la incursión.
CAPTURA DE ROMMEL
Ya desde el principio la opinión
del Coronel Laycock, jefe de la Layforce, sobre las posibilidades de éxito de
la incursión fue pesimista.
El Capitán Haselden volvió a la
zona de desembarco (esta vez lanzado en paracaídas) y el 10 de Noviembre, la
patrulla destinada a llevar a efecto la acción embarcó en los submarinos Torbay
y Talismán. Dos días después de haber
dejado Alejandría, Laycock y Keyes
explicaron a los hombres el plan, subrayando que el objetivo primordial era
capturar a Rommel. En el Torbay se encontraban, además de Keyes, otros dos oficiales
del comando y 25 soldados entre ellos un palestino en calidad de intérprete y
dos guías senusis. Keyes llevaba consigo
una carta de Seyed Idris, en la que el jefe de los senusis-que se encontraba
exiliado en Alejandría- daba instrucciones a sus súbditos para que le prestasen
toda la ayuda posible.
El día 13 de Noviembre, Haselden
llegó a casa del Mudir de Slonta (un árabe anglófilo) pidió un caballo y
acompañado por un guía árabe, se dirigió a Hamma, desde donde debía guiar a los
hombres del comando hacia el interior. Aquel mismo día el Torbay y el Talismán
llegaron frente a la costa. Hasta aquel momento todo se había realizado según
los planes. Únicamente el tiempo había
empeorado. El mar estaba agitado y las condiciones eran muy distintas de aquellas
en las que se había desarrollado los ejercicios en la pacífica playa de
Alejandría. Al oscurecer el Torbay se acercó a la costa y allí, pese a las
malas condiciones atmosféricas, pudo ver la señal luminosa intermitente lanzada
por Haselden.
Las condiciones se hicieron más
desfavorables para un desembarco. No obstante se lanzó uno de los botes
plegables para efectuar un reconocimiento. Luego se hicieron pasar a través de
la escotilla delantera los botes neumáticos y se cargó el material cubierto con
envolturas a prueba de agua.
Planeamiento para la guerra.
Planeamiento para la guerra.
SEÑAL
Mientras tanto el Talismán
permanecía en observación frente a la Costa y el Coronel Laycock ya estaba a
punto de aplazar el desembarco cuando captó la señal de que había llegado la
patrulla del Torbay. Y aunque ya sólo quedaban tres horas y media de oscuridad,
decidió arriesgarse. El mar arrojó al Talismán contra un bajío y siete
embarcaciones y once hombres cayeron al agua. Cuando terminaron las operaciones
de rescate, la luna ya estaba muy alta en el cielo y el oficial que mandaba el
submarino decidió retirarse. Así, solo cuatro botes del Talismán alcanzaron la
playa. Entre ellos figuraba el del Coronel Laycock.
Pero el equipo con que Keyes
contaba para llevar a cabo su misión habado
muy reducido: la mitad de los efectivos previstos, lo cual imponía una
rápida modificación de los planes. En un principio, la operación tenía cuatro objetivos: atacar la villa de Rommel,
y el puesto de mando retrasado alemán, sabotear el puesto de mando italiano en
Cirene, interrumpiendo las líneas telefónicas y telegráficas.
ARABES
Hacer una incursión en las oficinas del
Servicio Secreto italiano en Apollonia e
interrumpir las líneas de enlace entre El- Faidia y Lamluda. Keyes decidió
entonces renunciar a los ataques contra Cirene y Apollonia y concentrar sus
esfuerzos sobre el puesto de mando alemán y sobre la “villa de Rommel”.
Alcanzaron la cima del primer
talud, unos 800 metros hacia el interior, alrededor de las 21 horas del 15 de
Noviembre. A medianoche el guía árabe abandonó la patrulla, pues temía
aproximarse demasiado a un enemigo cuyo modo de tratar a los “traidores” y a
los “descontentos” árabes era muy duro. Desde aquel momento, Keyes sólo
contaría para orientarse con un mapa mediocre y un compás. Las condiciones
atmosféricas reducían casi a cero la posibilidad de orientarse observando las
estrellas
Pero antes de apuntar el día los
hombres del comando se dispersaron por entre la maleza para estar a cubierto y
descansar, pues estaban agotados. En el transcurso de aquella jornada un grupo
de árabes se acercó a Keyes y uno de ellos aceptó guiarlos hasta el puesto de
mando de Rommel a cambio de una compensación de 100 liras. Cuando se hizo de
noche, los hombres se pusieron de nuevo en marcha hacia Beda Littoria, donde se
hallaban el puesto de mando retrasado y la “villa de Rommel”. Después de dos
horas y media de camino llegaron a una gruta que, según los árabes, distaba
unos 8 kilómetros de Beda Littoria y que Keyes le pareció buen sitio para pasar
la noche.
Un tanque con combatientes en la inmensidad del desierto.
Un tanque con combatientes en la inmensidad del desierto.
LLUVIA
A la mañana siguiente, Keyes
salió de reconocimiento con un pequeño grupo para preparar el ataque final.
Pero la lluvia torrencial le obligó a volver a la gruta, enviando a un muchacho
árabe para que observase la naturaleza del terreno. Los informes del muchacho
le permitieron trazar un mapa del enlace existente entre el puesto de mando y
la villa, a la vez que entre éstos y el parque de automóviles.
Aquella misma tarde Keyes resumió
brevemente el desarrollo de la operación, especificando que hombres deberían
entrar en la casa, quiénes habrían de inutilizar la instalación eléctrica y
quiénes vigilar la carretera que conduciría al puesto de mando y sabotear los
automóviles. La contraseña era Island- Arran (del nombre de la primera base del comando). A las 18 horas de aquella tarde los hombres
se pusieron en marcha, con las caras ennegrecidas y con zapatos de tenis para
hacer el menor ruido. Keyes se concedió seis horas de tiempo para alcanzar el
objetivo. Después de la última detención, a unos 500 metros de Beda Littoria,
prosiguieron su marcha a lo largo del sendero que conducía a la parte posterior
del poblado. Cuando los hombres del poblado llegaron a la casa, los guías, convencidos
sin duda de que ya se habían ganado su dinero, rehusaron ir más adelante y
quedaron allí a esperar la vuelta de la patrulla.
BOTE
Poco después ocurrió un incidente
que puso a dura prueba los nervios de los ingleses. Mientras Keyes y el
sargento Terry se adelantaban para echar una ojeada al edificio principal, un
hombre del grupo que quedó atrás, tropezó con un bote hojalata y a causa del
ruido que se produjo todos los perros del poblado comenzaron a ladrar.
Dos oficiales italianos salieron de una barraca
próxima para ver lo que ocurría y se encontraron con la patrulla inglesa. Pero
el intérprete palestino tradujo su pregunta al alemán y el Capitán Robin
Campbell, a quien Heyes había confiado temporalmente el mando, respondió con
suficiente arrogancia para convencerlos de que se trataba de una patrulla
alemana. Los dos oficiales volvieron satisfechos a su barraca.
Entre tanto, Keyes había cortado
la red metálica que rodeaba el jardín de la villa Como supuso el muchacho
árabe, la lluvia había inducido a la
guardia a abandonar la tienda y a refugiarse en la casa, por lo que en la
entrada del paseo había un solo centinela. Keyes se le aproximó y lo mató sin hacer
el menor ruido. Hizo entonces la señal convenida y la patrulla se adelantó para
el ataque final, llevando consigo una cantidad de explosivos suficiente para
destruir el puesto de mando y la central eléctrica vecina.
Keyes condujo a sus hombres hacia
la parte posterior del edificio. Pero una vez allí descubrió que la puerta trasera estaba bloqueada y las ventanas, muy
altas, cerradas con fuertes postigos. Así, pues, se vio obligado a lanzar el
ataque por la puerta principal. Cuando llegaron a ella, Campbell llamó, y en
alemán, solicitó entrar. La puerta se abrió y apareció un alemán con un pesado
capote y casco de acero, y sin perder el tiempo, Keyes le metió la pistola
entre las costillas. Pero como el hombre logró desasirse y empezó a gritar,
Campbell no tuvo otra alternativa que disparar sobre él. Y como ya no se podía
contar con el factor sorpresa, Keyes ordenó a sus hombres que se apresurasen a
entrar.
Hitler y sus oficiales.
Hitler y sus oficiales.
TIROS EN EL PATIO
Se encontraron en un gran patio,
con una escalera a la derecha que
conducía al piso superior. Numerosas puertas se abrían a este patio, y de una
de ellas, situada a la izquierda, se filtraba una rendija de luz. Allí, al cabo
de unos instantes, se organizaría una verdadera carnicería.
Un hombre descendió ruidosamente
por la escalera de piedra y, apenas llegó a ponerse a tiro, el Sargento Terry
lo abatió con una ráfaga de metralleta. Del jardín llegó otro hombre con una
linterna. Alguien lo derribó también de
un disparo. Keyes abrió de par en par
las puertas que daban al patio, hasta llegar a una habitación en la que se hallaban
unos diez alemanes. Después de haber disparado una ráfaga en el interior,
volvió a cerrar con violencia la puerta, esperando que Campbell quitase el
seguro de una granada de mano defensiva. Entonces volvió a abrir la puerta a
fin de que Campbell pudiera arrojar la bomba dentro. Pero, antes de que lograse volver a cerrarla, desde el
interior partió un tiro y una bala dio a Keyes justamente encima del corazón.
BOMBA
Cayó al suelo mortalmente herido. En seguida estalló la bomba. En la estancia se apagaron las luces y sobrevino un silencio de muerte. Campbell arrastró el cuerpo de Keyes al jardín y volvió a entrar. En la oscuridad reinaba un profundo silencio, quebrado tan sólo por algunos gemidos que procedían de la habitación donde había estallado la granada. No habiendo ningún ruido que denunciase la presencia de enemigos en el interior del edificio, Campbell volvió a salir para reunirse con el grupo que se había quedado atrás, en funciones de cobertura. Pero recordó demasiado tarde las órdenes que aquellos hombres habían recibido, y fue alcanzado por una descarga disparadas por uno de sus propios compañeros, hiriéndolo en una pierna.
Cayó al suelo mortalmente herido. En seguida estalló la bomba. En la estancia se apagaron las luces y sobrevino un silencio de muerte. Campbell arrastró el cuerpo de Keyes al jardín y volvió a entrar. En la oscuridad reinaba un profundo silencio, quebrado tan sólo por algunos gemidos que procedían de la habitación donde había estallado la granada. No habiendo ningún ruido que denunciase la presencia de enemigos en el interior del edificio, Campbell volvió a salir para reunirse con el grupo que se había quedado atrás, en funciones de cobertura. Pero recordó demasiado tarde las órdenes que aquellos hombres habían recibido, y fue alcanzado por una descarga disparadas por uno de sus propios compañeros, hiriéndolo en una pierna.
Como la patrulla no contaba ya
con oficiales, Campbell ordenó al sargento Terry que colocase algunas cargas de
explosivo para que saltara la casa entera y que se ocupase después de la
retirada. Se descubrió entonces que la lluvia había mojado las mechas,
inutilizándolas y todo lo que se pudo hacer fue lanzar una granada en el tubo de
ventilación del generador principal, a fin de inutilizar el sistema de
iluminación.
Después de haber lanzado otras
granadas en el parque de automóviles, los supervivientes se alejaron
abandonando a Campbell, ya que sería imposible transportarle hasta la playa. El
Sargento Terry hizo caminar a la patrulla todo el día y al caer la tarde
alcanzaron la playa, donde esperaba el Coronel Laycock. La segunda patrulla que
debía hacer saltar el poste próximo a Cirene, no había dado señales de vida. Luego
se supo que logró cumplir su misión con éxito, pero todos los hombres habían
sido capturados.
Soldados en un tanque planeando ataques.
Soldados en un tanque planeando ataques.
ATAQUES
Al anochecer el Coronel Laycock vio al Torbay completamente emergido,
muy cerca de la costa, y con ello pareció que así, por lo menos, una parte de
la retirada concluiría felizmente. Más con una gran desilusión de todos
aquellos hombres, las señales hechas por Laycock quedaron sin respuesta y el
Torbay no vio ningún bote. Evidentemente, las señales no fueron comprendidas. Transcurrió
la noche y pareció bien claro que la evacuación debería dejarse para la noche
siguiente. Los 22 supervivientes se retiraron a un wadi próximo para pasar el
día.
Allí hacia el mediodía del 19 de
Noviembre fueron atacados por una patrulla de árabes y más tarde por soldados
italianos. Laycock ordenó a sus hombres dividirse en grupos explicándoles que
podían escoger entre las siguientes alternativas: intentar alcanzar el Long
Range Desert Group, en el sector de Slonta.
Volver a la playa esperando que cualquier submarino los recogiese o esconderse
en los wadi próximos a Cirene con la esperanza de que el avance del Ejército 8
llegase más tarde o más temprano para ponerlos a salvo. Sin embargo, cualquiera
que fuera la alternativa escogida, todos ellos fueron capturados a excepción del Coronel Laycock y del Sargento
Terry, quienes 41 días después de haberse alejado de la playa, encontraron en
Cirene las vanguardias del Ejército 8.
FRACASO
¿Qué se logró con la incursión
contra Rommel? A juzgar por las apariencias, muy poco. Las pérdidas inglesas fueron muy superiores a
las alemanas y además el objetivo fundamental no se había conseguido. El
fracaso se debe atribuir, sobre todo, a la insuficiencia de las informaciones
preliminares recogidas.
En efecto, Rommel sólo de vez en cuando
utilizaba el puesto de mando de Beda Littoria. Y precisamente aquellos días se
encontraba donde hubiera sido lógico imaginar que se encontraría un general
como él y en la fase preparatoria de una ofensiva inminente: en su puesto de
mando avanzado de Ain el- Gazala. Cuando aparecía por Beda Littoria con los
oficiales de su Estado Mayor en el poblado se le reservaba una casa que en la
zona se conocía como “Rommel Haus”. Y de este hecho circunstancial las fuentes informativas
árabes habían sacado la conclusión de que Rommel residía en ella regularmente.
El haber puesto tanta confianza en informes de fuente árabe-notoriamente poco
fidedignas- fue uno de los errores decisivos de la operación.
En principio los alemanes
pensaron que el objetivo de la incursión había sido sustraer importantes documentos
que se conservaban en el primer piso de la “prefectura”. Pero cuando
comprendieron cuál había sido el verdadero objetivo no tuvieron reparo en
admitir que, de haber estallado todas las cargas explosivas colocadas en el
edificio, éste habría saltado por los aires, matando a cuantos en él se
encontraban.
Rommel con sus colaboradores. A el nunca lo encontraron.
Rommel con sus colaboradores. A el nunca lo encontraron.
EFECTOS
Los efectos secundarios de la
incursión presentan muchos aspectos difícilmente valorables. Como contribución
al plan general, destinado a crear confusión y nerviosismo tras las líneas alemanas,
no cabe duda de que tuvo cierto éxito.
En lo concerniente a la ejecución
del proyecto, es difícil imaginar de qué modo hubiera podido hacerse mejor en
aquellas circunstancias. La inexactitud de las informaciones preliminares y las
condiciones atmosféricas, inesperadamente desfavorables, no podían imputarse a
los hombres del comando. Y respecto de las críticas según las cuales el
elemento sorpresa había sido anulado por el disparo de Campbell, no se debe
olvidar que la situación no le ofrecía otra alternativa.
También se dijo que Keyes se
opuso a un riesgo inútil al disparar desde un patio iluminado hacia una
habitación. No obstante, todos los informes parecen demostrar que el patio
estaba muy débilmente alumbrado por una sola bombilla mientras que, por el
contrario, la habitación estaba totalmente iluminada. Un plan que tuviese como objetivo la muerte del comandante
enemigo era una cosa tan audaz como
nueva y por estos motivos se hubiera podido acabar con éxito.
Rommel quedó muy impresionado
ante la audacia de la incursión y lo demuestra el hecho de que envió a su
propio capellán a celebrar, con todos los honores militares, el funeral del
Teniente Coronel Keyes y de los cuatro soldados alemanes muertos en aquella
acción.
A Keyes se le concedió, a título
póstumo, la Victoria Cross. (Editado,
resumido y condensado de la Revista “Así fue la Segunda Guerra Mundial”).
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