Cuentista excepcional con valía
efectiva no sólo a nivel del Perú sino en la amplitud total de Hispanoamérica. Narrador
de la denominada generación peruana del 50. Conjuntamente entre otros con
valores de la talla del Nobel Mario Vargas Llosa, Enrique Congrains Martin y
Carlos Eduardo Zavaleta. Toda una vida en Europa donde hizo malabares para
subsistir, ejerciendo infinidad de
oficios: obrero, reciclador de periódicos, cargador de bultos en el metro,
vendedor, periodista, diplomático. Compensando la inseguridad de su principal
actividad, la de escritor calificada por muchos de genial. Sus últimos años los
pasó en el Perú donde decidió vivir permanente. Casi al atardecer vital. Casi
al final de su valiosa existencia. Todos vuelven y él retornó, aunque por poco
tiempo. Hasta que, desafortunadamente, se murió víctima de una penosa
enfermedad. Pero dejó, para la
posteridad, algo que nunca
desaparece y trasciende por siempre. Lo más valioso y tangible en la infinidad
del tiempo. Su obra literaria: incólume, admirable, excepcional. Si claro, toda
una vida dedicada a ello para deleite de la Literatura universal.
La producción de Julio Ramón Ribeyro es tan valiosa que ha sido traducida al francés, alemán,
italiano, holandés y polaco. Lo confirmó además cuando ganó muy poco antes de
morir el Premio de Literatura y del Cuento que lleva el nombre de otro escritor
excepcional como fue Juan Rulfo. Ribeyro trasciende fronteras, Ribeyro honra al
Perú. Ribeyro, definitivamente, es un valor. Lo estamos dando a conocer con
pruebas fehacientes.
Julio Ramón Ribeyro.
Julio Ramón Ribeyro.
NACIMIENTO
Nació en Lima el 31 de Agosto de
1929. Era el hijo mayor de una familia de clase media conformada por Julio Ramón Ribeyro Bonello y
Mercedes Zúñiga Rabines. En su niñez vivió en el apacible y agradable barrio de
Santa Beatriz para luego trasladarse a Miraflores. La muerte de su padre lo afectó mucho y
complicó la situación económica de su familia.
Cursó la primaria y secundaria en
el Colegio Champagnat de los hermanos Maristas
y quiso ser abogado para contentar a sus padres y adquirir cierta seguridad
económica. El intento lo hizo y pasó por las aulas de la
Universidad Católica. Pero, a la hora de la hora, la carrera de Derecho la
abandonó y se dedicó a lo que era su efectiva vocación, estudiando Letras en el
mismo centro superior de estudios.
Recibió una beca y aprendió periodismo en la Universidad
Complutense de Madrid. Fue, posteriormente, a París la ciudad luz que lo
deslumbró, donde preparó una tesis sobre Literatura Francesa en La Sorbona. En esta época, estuvo algunas
temporadas en Alemania y Bélgica. Por
entonces escribió su primer libro “Los
Gallinazos sin Plumas”, una colección de cuentos de temática urbana considerado como uno de sus más logrados relatos narrativos.
EMBAJADOR
En 1958 regresó al Perú y en
septiembre del año siguiente viajó a la ciudad de Ayacucho para ocupar el cargo
de profesor y director de extensión de
la Universidad Nacional de Huamanga. Allí organizó un instituto de cultura popular Por esos tiempos, publicó su obra “Crónica de San Gabriel” que lo hizo
merecedor al Premio Nacional de Novela de 1960.
Retornó a residir a Paris donde trabajo como periodista
durante diez años de la Agencia de Prensa France Press. En 1972, fue nombrado Agregado
Cultural del Perú en Francia y Delegado Adjunto ante la Unesco. Posteriormente Ministro
Consejero. Hasta llegar al cargo de Embajador ante esa agencia internacional para la Cultura y Educación
de la Organización de Naciones Unidas.
El escritor tenía un carácter
apacible y conciliador con muchos amigos e infinidad de allegados. Sin embargo y en honor
a la verdad, lo acompañaba una timidez en su modo de ser a tal punto que se
corría inclusive de las entrevistas periodísticas. Le gustaba mucho más
permanecer en el anonimato por completo.
Hace muchos años, lo encontramos
como un ciudadano común y corriente en el Café Haiti de Miraflores, acompañado
de sus familiares tomando un pisco sour y fumando empedernidamente, como era su
costumbre. Lo primero que le propusimos fue entrevistarlo. Pero declinó entre
sonrisas y levantando su copa diciéndome muy amigablemente, aunque cortante: “Salud
maestro, no me ponga en compromisos que no me gustan”.
Caricatura
Caricatura
DARDOS
Era generoso con sus amistades y
sobre todo con los escritores jóvenes. Nunca tuvo enemigos y fue valorado por
sus contemporáneos. Sin embargo, a finales de los 80 y cuando era Embajador
ante la Unesco chocó ásperamente con el escritor Mario Vargas Llosa, a raíz de la discusión desatada con
motivo de la estatización de la banca decretada por el primer gobierno aprista
de Alan García.
Ribeyro criticó a su colega. Consideraba que la actitud de apoyo del arequipeño al sistema financiero privado era de refuerzo a los
sectores conservadores del país, oponiéndose así a que las clases populares
progresen efectivamente.
Vargas Llosa no pensaba de tal
manera obviamente y le contestó duramente, en el libro de sus memorias titulado
“El Pez en el Agua”, cuando subrayó lo
que denominó su falta de coherencia. No solo eso, el Nobel sostuvo que había oportunismo en apoyar
barbaridades, de carácter económico, por el único hecho de conservar el puesto diplomático.
Mostrándose su contrincante enteramente servil con los gobiernos de turno.
Golpe duro para Ribeyro.
CENACULOS
La discrepancia se quedó allí y
no continuó. Muy por el contrario, MVLL, antes y posteriormente, alabó continuamente la obra literaria de quien
lo considera su amigo y lo ha puesto en el sitial de ser uno de los mejores
narradores a nivel internacional. Ambos incluso, en una época larga, alternaron
constantemente bajo el cielo de Paris. En todo orden de cosas e incluso
vivieron por un tiempo bajo el mismo techo. En la década del 60, Ribeyro es
operado de cáncer al pulmón y tras la experiencia se decide a plasmarla en un
libro titulado “Solo para fumadores”.
Comenzó en realidad su carrera literaria alternando
cenáculos de escritores que solían publicar sus obras y obsequiarlas
generalmente a sus amigos y familiares. Además de presentarlos en bohemios
lugares de la ciudad de Lima. Juan Ramón frecuentó esos sitios donde sus cuentos y relatos eran escuchados
con suma atención por los concurrentes que, en su mayoría, eran poetas,
novelistas, cuentistas, etc.
En 1958 publicó su libro “Cuentos
de Circunstancias”. Luego vinieron Cuentos de San Gabriel” y posteriormente, dentro del mismo estilo de
narrativa “Las Botellas y los Hombres”, de
inusitado éxito editorial.
CARACTER
El especial carácter de Ribeyro
tal como los personajes de sus escritos
lo alejan del protagonismo. Lo llamaba y le gustaba una existencia algo
marginal que en cierto modo privilegió constantemente. Aunque parezca increíble
detestaba la popularidad, las famas.
De Francia, Paris. Y de Lima,
Barranco. Esos eran los lugares de sus preferencias más recónditas.
Constantemente le gustaba recorrer el distrito limeño con sus antiguas casonas
y tradicionales callejuelas. Conspicuo cliente de los cafés restaurantes donde
estaba con los amigos envueltos en largas tertulias para luego irse a escribir.
En 1973 publicó “La Palabra del Mudo”, obra
que recoge todos sus cuentos publicados en cuatro volúmenes
El primer tomo compuesto por el relato
“Los Gallinazos Sin Plumas” (1955), “Cuentos de Circunstancias” (1958) y “Las Botellas y los Hombres” (1964). El
segundo consta de “Tres Historias Sublevantes”
(1964), “Los Cautivos” (1972) y “El Próximo Mes Me Nivelo”. El tercer
volumen, “Silvio En El Rosedal”
(1976) y por último el cuarto, “Relatos Santacrucinos”
(1992).
Asimismo, Ribeyro escribió en prosa, novelas y ensayos. Alguno de sus
trabajos más relevantes son: “Prosas
Apátridas”, “Dichos de Luder” y “La Tentación del Fracaso”. Esto último
publicado en tres volúmenes. En Ensayo,
“La Casa Sutil”, escrita en 1975. Novelas: “Crónicas de San Gabriel” (1960),
“Los Geniecillos Dominicales” (1965) y “Cambio
de Guardia” (1976).
PERSONAJES
Según los críticos especializados, el autor utilizaba un estilo
sumamente personal. Con un lenguaje muy bien empleado, sencillo, natural. Historias
basadas y ambientadas, la mayoría de veces en la ciudad. Los personajes
compartiendo una característica esencial de ser marcados por la frustración, la
tristeza y la discriminación. Sus principales influencias fueron los cuentistas
del siglo XIX y sus obras eran insertadas al realismo. Definitivamente, un
autor muy logrado.
A lo largo de su vida como
escritor y narrador, el intelectual consiguió numerosos y valiosos premios. En 1960: fue recompensado con el Premio Nacional
de Fomento a la Cultura. Tres años después obtuvo la primera distinción del diario
“Expreso” en la modalidad de Novela. Asimismo obtuvo dos incentivos importantes: tanto la
distinción más sobresaliente de
Literatura como el de Cultura. Uno en 1983 y el otro 1993. Lo último que
recibió fue el de Rulfo casi al borde de la muerte.
Ataviados de un estilo sencillo e irónico,
los personajes de sus historias, frecuentemente, pertenecieron a la clase media establecida o a los
sectores populares ascendentes. Las situaciones, casi siempre y constantemente,
de quiebre y fracaso.
Usualmente narraba las pequeñas tragedias
personales o cotidianas que se articulan con los discursos en constante pugna:
el racismo, los rezagos de una
Lima colonial anquilosada, la migración campo-ciudad. Así como sentimientos
personales como la soledad y
el fracaso. Lo hacía con calidad innegable.
Carátula de uno de sus libros.
Carátula de uno de sus libros.
MUERTE
Narrador eminentemente urbano. Logró una
amplia obra con un lenguaje fluido y discreto. Escribió novelas, cuentos. En
este último género alcanzó un dominio extraordinario de la técnica. Sus
personajes son trabajados, exhaustivamente, tanto en el nivel social como en el
psicológico.
Los dos últimos años de su vida los vivió
intensamente en el Perú, protagonizando largas jornadas de creatividad e
ingenio que contribuyeron en cuentos y relatos que, realmente, trascienden lo
imaginable.
Su vida se apagó el 4 de Diciembre de 1994.
Muy poco antes el Presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, en vano lo
esperó para el desvelamiento de la efigie con su busto por haber sido el
ganador del premio Rulfo.
Su salud estaba demasiado quebrantada como
para realizar el viaje a tierras aztecas. En su lugar estuvieron presentes en
el acto de sincero homenaje su esposa Alida Cordero y su único hijo de nombre
Julio.
Todos
estos son los méritos de este eficiente escritor que por obligación hay que
tomarlo en cuenta porque, evidentemente, destaca por su calidad. Fino escritor,
excepcional cuentista. Leerlo es, realmente, un placer. (Edgardo de Noriega).
Merecido homenaje para un autor peruano que cada vez adquiere mayor renombre universal. Miscelánea siempre se caracteriza por estas biografías ágiles y trascendentes. Ojalá algún día se reúnan en libro. Atención editoriales. Solo así se incentivará la lectura.
ResponderEliminarRibeyro,realmente honra a las letras nacionales. Cierto es que no le gustaba. Pero la tenia y a raudales. Merece,definitivamente, el mejor de los reconocimientos. Como el que se ha hecho en este articulo ponderado y tan puntual. Vale el esfuerzo y sigan por esa misma senda.
ResponderEliminar