lunes, 15 de enero de 2018

LITERATURA DE PASADO MAÑANA

La profesión de profeta está desprestigiada hoy y las brujas de Macbeth no vienen ya a leer el porvenir en las entrañas humeantes. Debe excusas preliminares, pues,  quien como yo pretendía leer claros destinos en la humareda de tanta sangre moza. ¡Cuál va a ser, después de esta loca vendimia, el vino nuevo?
Adivinar la embriaguez del pasado mañana, fue durante meses, es hoy mismo, un juego inocente de literatos con vagares. Hubo Alcestes de la Academia Francesa que anunciaron el futuro nublado de un París expiatorio y sin frivolidad. Hubo más simpáticos agoreros que sostuvieron la perenne victoria de la sonrisa.
Para nosotros tal examen del futuro literario no es sólo frívolo empeño. Puesto que por un siglo delirante, la literatura francesa ha guiado al mundo parece oportuno examinar el itinerario probable de nuestro guía.
Ya algunos lúcidos analistas-Remy de Gourmont fue uno de ellos- advirtieron que la guerra trocaba los valores literarios. Escritores de infantería, dragones del Regimiento de Pegaso como Rostand o Barrés-sin que pretenda ¡Dios Santo! compararlos- se fatigaron cuando llegó para Francia la hora de la gran ofensiva lírica.
Y hubo polemistas de artillería gruesa que no sirvieron cuando fue necesario movilizar también las inteligencias. La circular del ministro de la guerra pudo aplicarse a las letras. También ha sido preciso “rejuvenecer los cuadros”.



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La Literatura se expresa en libros.

EXITOS
Por el advenimiento de dos literatos casi desconocidos hasta ayer ¿podrá inducirse acaso lo que van a ser las letras de apresguerre? No me atrevería a asegurarlo.  Gaspard, de Rene Benjamín, el último “Premio Goncourt”, y l’Arrét sur La Marne, del encumbrado lírico Porché, son los dos éxitos recientes y exclusivos de literatura bélica.
A ellos convendría agregar “los tres poemas” de Claudel, un joven también, en el  sentido que tiene esta palabra en la ribera izquierda de París. Si no me engaño, se advierte en casi todos ellos, junto al lirismo de muchedumbre inaugurado en días próximos a la guerra por el unanimismo de Romains o el simultaneismo de Barzun, un renacimiento del habla popular, una fresca irrupción de giros plebeyos que son renuevo y suculencia.
Sin quererlo, alquitarando y depurando una lengua, los escritores la empobrecemos siempre o la decoramos con despojos óptimos de las otras sin volver al acervo rústico. Pero las lenguas tienen su destino. Las abundancias románticas reverdecieron aquí siempre cuando la literatura amenazaba sequedad
Y esta vez no será preciso que venga un hombre de Ginebra. Gran maestro y tesorero del idioma es el pueblo. En las trincheras no se crea sólo una Francia, sino un lenguaje nuevo.
HABLAR
Al elogiar el carácter universal de la lengua francesa, decía Rivarol de la nuestra que rehúye la simplicidad de la charla familiar y que Carlos V tuvo razón de reservar el español para los días de solemnidad, para las plegarias porque ningún otro idioma se presta mejor a hablar con Dios. A hablar con Dios, no con los hombres.
Acaso exageraba un tanto Rivarol. Pero este acento familiar, cordial y humano es para nosotros el mérito mejor de la literatura de Francia. No soportan largo espacio los oropeles ni el rostandismo decorativo o dengoso, muy semejante a esa pintura marcial que presentaba las batallas y su goyesco horror como escenas elegantes de montería.
De esta guerra se ha dicho con razón que es la más sincera de todas. El gran poeta que hace falta escandalosamente y que vendrá porque las hondas crisis engendran almas epónimas, no ha de cantar sin duda escenas decorativas ni siquiera como el abuelo Hugo, el pomposo egoísmo de un protagonista. En la tragedia moderna todos pueden serlo.
El coro entero está ahora en las colinas de Verdún, como en la cima antigua, sonriendo con las entrañas desgarradas. Literatura de muchedumbre y por lo mismo  literatura simplificada, pudiera ser la de  mañana.
Un feroz estadístico aseguraba recientemente que en las trincheras nadie pide “tajadas de vida”, sino los simples libros en donde estén contadas amenas aventuras o eternas crisis. Se lleva a cabo allí una cura de verdad.

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Rene Benjamín autor de Gaspard


VISION
La visión de la vida es más directa y nítida, más elevada también. Hay que leer la sobria, la admirable descripción de un ataque a la bayoneta por Henri Massis, para comprender la surgente de idealismo en las almas cuando la sangre y la pólvora, bajo la noche profanada, mezclan su hedor terrible.
Sólo que se preguntan ya cuerdos augures si los mejores espectadores de la tragedia querrán contarla, si las hondas emociones hallarán claras palabras ¿Recordáis un lindo símbolo de Wilde? Este era un pescador, un pescador que viera a las sirenas.
Las viera seguramente pues contaba, a su regreso de las riberas, el rielas de las escamas de plata y el don letal del campo. Pero un día en realidad vio a las sirenas y aquella tarde no supo decir palabras. Como el propio pescador, afligidos de realidad, ebrios de canto fúnebre, tal vez los mejores espectadores querían callar.
Pero otra vez un malicioso oráculo sugiere que harán bien porque pronto no se prestará a escucharlos el gran público. La burguesía, ha dicho últimamente Julien Benda, sentirá la náusea de cuanto le hable de la guerra y por otra parte tachará de insulso a cuanto no se ocupe en ella. 
COMENTARIOS
Parece pues, probable, que cesarán pronto los comentarios de la guerra. Pero ésta habrá removido las almas y las letras. Y al inducir cuál será la futura orientación, cada sectario acomoda ya el porvenir a su deseo y esperanza-
Los reaccionarios, los conservadores de la tradición francesa, dicen: Será la abolición de todo romanticismo. Ved cuán homéricamente cuentan estos soldados sus proezas. La victoria del Marne pudiera figurar en la Ilíada: tiene armonía y corte clásicos.
La magnitud del lirismo no estará en la hinchazón de las palabras, sino en la grandiosa verdad del escenario. Pero esta guerra no revolucionará las letras. “La sintaxis francesa es incorruptible”, como aseguraba el sutil ironista y contaremos hechos desmesurados con palabras medidas.
Pero otros amargamente niegan.
-No será el reino del espíritu crítico, sino del turbio lirismo; la literatura subjetiva va a suplantar, mas violentamente, que nunca a la literatura de observación. Nadie sabrá emanciparse de las pasiones humanas, verlas de altura para juzgarlas y describirlas. Esa linda ecuanimidad, esa armonía espiritual de nuestros grandes clásicos, van a sufrir completo ocaso. Amaga en el horizonte un nuevo romanticismo.

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Henri Massis: gran escritor

DIVISA
¿Quién tiene razón? Tal vez ambos a medias. Semejante cataclismo no puede dejar indemne a un pueblo ni sería bueno que fuera así. Pasará el diluvio de tres cincuenta en donde cada cual contará su guerra. Fluctuat nec mergitur, la simbólica divisa de París, pudiera serlo también de una literatura que en las peores tormentas halló su rama de olivo.
Parece natural que después de las sublimes luchas, ésta no tenga el dejo amargo y veraz de las vendimias naturalistas. El naturalismo fue sin duda una literatura de vencimiento. Esperemos jubilosamente los salmos de una literatura de victoria. Será bueno vivir cuando la amenaza de un sombrío feudalismo haya acabado.
Y recordad la suculencia de las vides en campos de osario maduradas. Omar Khayán tendrá más de una vez razón. ¡Con qué fieles y patéticos ojos contemplarán la primavera estos adolescentes que, en desfiguradas campiñas, vieron derrochar cada día tanta buena  gavilla de hombres
Tendrán sentido de Lázaro quienes tan cerca estuvieron de la agonía., Al salir de la sepultura de las trincheras deslumbrados aún por este don fugaz y pingüe de la vida, aprenderán a amarla desgarradoramente, según el consejo antiguo, como si fueran a morir cada mañana.

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París: cuna de vida del autor de esta nota.

GUERRA
Esta guerra pudiera señalar el renuevo de los valores ideales. Si nada parece confirmar los amagos románticos, en cambio si veo llegar-y sea tal renacimiento bienvenido- algo de ese romanticismo moral que atribuyó Renán exclusivamente a las razas celtas, ese desinterés caballeresco, ese idealismo  operante que no desdeña la realidad, sino la acepta como la tierra negra para la estatua divina.
Tal es cuando presumo cada vez que me acerco, con agitado corazón de coribante, a escuchar la voz que sale del abismo. Probablemente acierta apenas mi esperanza como esas sibilas del vaticinio vulgar que, por las calles de París en los primeros días de enero, nos prometen un año feliz y amor eterno.
Pero el mayor encanto de las profesías es que no lleguen a cumplirse. No valdría la pena de vivir, si el futuro no fuera siempre una sorpresa y un deslumbramiento. París, Marzo de 1916. (Editado, resumido y condensado del libro “Obras Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado intelectual peruano que, con sus estudios, rescata los orígenes culturales de este país. Nació por un azar patriótico en Paris, retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo cortos intervalos por aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió, siempre habitante de la ciudad luz)

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