El siglo XVI se cierra después de luchas tremendas entre los mal contentos ganadores de la tierra y comienza aquel siglo XVII de auténtico señorío, de gracia fluida, tan blando como algunos suponen en general la vida de la Colonia, pero más quieto y organizado. La tradición se afirma. Todos los gobernantes pasan por el Arco después de llamar a la fingida puerta y de jurar. Todos hacen el recorrido por la carrera hasta la plaza. Aumenta el lujo. Los arcos tienen el pavimento lleno de plata y sobre ellos se acumulan labradas y argénteas figuraciones. La ciudad parece querer asombrar a sus gobernadores. Mugaburo describe asombrado aquellas opulentas demostraciones. Lemos, Castellar, La Palata sienten, bajo los herrajes de sus caballos engualdrapados, el tintineo de las minas legendarias del Perú.
Algunas veces como don Gil de Taboada y Lemus, el Virrey de la cultura y, a la vez, del temor a las renovaciones se cambia el derrotero. En un manuscrito indito, de propiedad de la señora doña Mercedes Gallagher de Parks, he leído como después de recorrerse el Espíritu Santo, Gremios, Piedra, Valladolid y Las Mantas y rendidas las zalemas con los vítores de estilo en Mercaderes, frente al Consulado, el Virrey y su acompañamiento llegaron a la esquina de Jesús Nazareno (Guitarreros, antaño), doblaron por la Coca, siguieron por Ropavejeros (Bodegones) y entraron a la Iglesia por el Puerta del Perdón.
Calle, balcones bellos y al fondo el arco.
PERSONAJE
Desde comienzos del siglo XVII,
la casa de la esquina de Arco y Castilla-y no Castillo como por error
dicen algunas Guías y Fotografías-, nombre perviviente más de tres siglos, era
de un gran personaje, sobrino del Virrey don Luis de Velasco, después Marqués
de Salinas, con quien vino de México. Su mansión estuvo en esa esquina.
Una escritura de imposición de
censo, de 27 de junio de 1612, ante Cristóbal de Vargas, nos lo muestra así y
nos da el nombre de su esposa, doña Jerónima Espinoza. Fue Almirante al mando
del puerto del Callao se batió valerosamente varias veces en Chile, condujo
flotas de galeones con tesoros de Panamá.
Hombre de empuje, con sangre real
en las venas, pues descendía de don Pedro el Cruel y de doña Juana de Castro,
llamada como en un romance viejo, la reina de una noche, murió según dato de
Riva Agüero admirable conocedor de las gentes y de las cosas antiguas de Lima,
excomulgado en el Cusco. Precisamente, entre sus ascendientes, tiene Riva
Agüero a doña Bartolina de Castilla, Lugo y Recalde, de la progenie de aquel,
como hija de Gabriel de Castilla, Espinoza y Lugo.
El hijo de aquel, -don Gabriel de Castilla y Espinoza-. Y sus descendientes, los Castilla, vivieron durante muchos años en aquella casa y, tal vez, tuvieron otra en la inmediata o en la llamada Pastrana junto al santuario de Santa Rosa, pero el apellido quedó para ésta junto al Arco. En la misma manzana, la cuadra del respaldo, llamada Orejuelas, conserva también el apellido de una familia del siglo XVIII, pero ya mucho más avanzado, tal vez el XVIII, por el Licenciado don Bernabé, una de cuyas hijas casó con uno de los Malo de Molina, de la familia de los Condes de Monterrico.
Otra belleza histórica.
ESTIRPE
De aquella estirpe era también el
famoso piloto Manuel José de Orejuela, mencionado por Croix. A las espaldas de Castilla tuvo sus casas Gabriel
Fernández de Ubitarte casado con doña Antonieta de Castilla y Lugo y también
era por allí propietaria doña María de Castillo viuda de don Antonio Valdez de
Calatayud. Casi toda la manzana, en suma, era en el siglo XVII de aquella poderosa familia.
A mediados del siglo XVII, doña
María del Castillo viuda de don Bartolomé Martín Pardo tenía su morada frente a
la de los Castilla y Lugo y en aquella calle en el siglo XVII, tuvo también su
morada el Maestre de Campo Joseph de Bolívar.
En pleno siglo XVI entre el Arco y la cuadra hasta ahora llamada de
Cocheras tuvo propiedades Juan
Gutiérrez de Molina, Secretario de la Real Audiencia de Lima, Mayordomo
activísimo del Hospital de San Andrés y de la Capilla de las Cárceles,
personaje interesante muy vinculado a la historia del teatro en Lima y con
quien nos habremos de encontrar nuevamente.
Y más abajo colijo tuvo sus casas
Luis Vásquez y su mujer María de Esquivel. También tipo interesante pues era,
como encargado de catar los vinos y vigilar el pago del impuesto, denominado
“mojón” y por tal cargo encargado de todo lo concerniente a las tabernas y muy
especialmente, de cuanto se refería, como su título lo indica al impuesto del
mojonazgo.
El Puente
CERCO
Las cuadras antecedentes, durante
mucho tiempo debieron ser consideradas probablemente fuera de la ciudad misma,
por la tradición de fijarse allí la entrada donde se reconocía el fuero. Tal
vez por esto Arco pudo llamarse
alguna vez Cerco, aunque muy
posteriormente fue también conocida por Villanueva,
según parece en una antigua ordenanza.
Monserrate, hermita y hospedería pobre para los primeros beletmitas
venidos de Cataluña, solo adquirió prestancia en el siglo XVIII con la erección
de la Iglesia y Convento por el acaudalado comerciante de Lima, Alonso Pérez de
la Canal.
Al respaldo del Conventículo hubo una calle y un molino
con el nombre ambiguo de Remanga enaguas,
y así se ve en un censo de José Gamonal sobre tres casas con huerta cuya
esquina daba a tal vía. Hoy correspondería al Desaguadero. (Páginas
seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al
consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea).
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