Una de las figuras del periodismo nacional fue Raúl Villarán Pasquel, a pesar de sus excesos, fobias y su incipiente preparación académica. Talento, sin exageración, lo tenía y un magnífico “olfato periodístico”.
El muchacho de conocidas familias limeñas, de genio endemoniado y casi siempre subido de peso fue toda una revelación en “Ultima Hora” del 50 año del mambo, de las noches bohemias con el reinado y las luces de Anakaona, Betty di Roma y del dominio gubernamental de la dictadura de Odría.
A ese medio de comunicación nacido como diario político con periodistas como Eudocio Ravines y Jorge Luis Recavarren, Villarán-a los 22 años- lo convirtió en un vespertino de impacto, de gran tirada y de éxito sin precedentes.
Lo mismo hizo con Expreso que salió a las calles voceado por los canillitas en 1961 con la plata del filántropo y mecenas, Manuel Mujica Gallo. Allí el periodista dejó aureola y estilo.
Se fue donde otro empresario de gran visión, Luis Banchero Rossi y forma la mas grande cadena de diarios en el país de aquel entonces: Correo de Tacna, Piura, Huancayo, Arequipa y Lima.
El matutino del logotipo rojo de los innumerables éxitos y las ediciones choque con periodistas de la talla de Mario Castro Arenas, Guillermo Thorndike, Jorge Donayre Belaúnde, Jorge Merino, Fernando Flores Araoz, Julio Higashi, Humberto Castillo Anselmi y muchos otros valores.
Todos ellos dirigidos por Villarán, ese obsesivo hombre que también creó el diario Ojo allá por marzo de 1968, de ágil diagramación y papel característico color verde de tiradas impresionantes.
Aunque suene a pecado revelarlo, Villarán no escribía ni una sola línea de una cuartilla periodística. La que se usaba en aquella época, sin computadora que no existía. Tan sólo la máquina de escribir.
He aquí su contradicción pero sí era un excelente “creador de títulos”, se rodeaba de periodistas talentosos, tenía gran habilidad para que los dueños de los periódicos inviertan y sabia, a la perfección, lo que la gente quería leer. Murió pobre cuando trataba de transformar el vespertino “Extra” al lado de su discípulo Ricardo Cervera, con quien también ideó varias revistas que, si no nos equivocamos, nunca salieron. La muerte se lo impidió.
Raúl Villarán Pasquel
A continuación una semblanza en base a sus anécdotas, su modo de ser y su vida misma tan intensa y original:
Y de pronto ingresó a la redacción de "Correo" en medio de un silencio total por el respeto y miedo que inspiraba la figura obesa, rechoncha y las manos en los bolsillos. Va hacia una cara desconocida y le pregunta con sorna:
-¿Periodista?
.-El chico vestido impecablemente con terno a la moda, camisa almidonada y corbata ancha de intensos colores que recién hacia sus pininos en esta profesión, respondió como mucha seguridad: “si señor”.
Claro-contesta el Director- para luego añadir: “Si se le manda a Comas porque hay un incendio que es una magnífica noticia, el señor no puede cubrirla porque tiene que cuidar la vestimenta”.
Al día siguiente, el muchacho aprendió la lección. Estaba vestido sencillamente con blue jeans despintado, polo ajado y botas viejísimas que no tenían ningún atisbo de limpieza.
El director volvió hacia el mismo escritorio a idéntica hora del día anterior, hizo la misma pregunta y sentenció a gritos: “Sin duda si el Presidente de la República llama a conferencia de prensa, usted no puede ir. Simple y llanamente es un rocanrolero”.
No hubo respuesta aunque algunos reporteros protestaron por lo bajo ante la injusta apreciación mientras que otros apoyaban la abrupta decisión, aunque era ilógica, incomprensible.
El Director implacable ante sus colaboradores y en su desordenada oficina del antiguo colegio de La Recoleta en pleno centro de Lima, dio su veredicto: “ese muchacho no sirve para reportero. Que se dedique a otra cosa. Quizá a la pastelería y así le vaya mejor en la vida”.
Y así fue. El “proyecto” de reportero demostró con sus actos que no tenía condiciones. Y Villarán, don Raúl se dio cuenta desde el principio de las reducidas cualidades del muchacho para la profesión de la pluma.
Era su olfato. Lo que mejor tenía. Para la noticia y dirigir periódicos. Para levantar tirajes y darle a la gente lo que le gusta leer. Amigo de sus amigos, enemigo implacable.
No era un genio, simplemente un hombre que tenía talento, oficio de periodista. De buen periodista que se sabia rodear de eficientes colaboradores. Y le daba al lector lo que deseaba. Nada más y nada menos
Se jugó la vida entre tinta y noticias. A pesar de sus excesos y pasiones fue humano. Muy humano. Cuando lloraba desconsoladamente al morir trágicamente el maestro José María Arguedas. O cuando defendía hasta las últimas consecuencias a sus periodistas ante el atropello, los bajos sueldos o las injusticias.
Con Luis Banchero cuando salió Correo de Lima
Los recuerdos de Raúl Villarán nos remontan hacia la infancia. Era la época que quería profundamente-como lo hizo siempre- a su tía Josefina y visitaba la casa miraflorina de otra de ellas, Teresa Pasquel de de Las Casas, melliza de su madre. Sentimos que tan sólo fue ayer cuando nos agarraba la cabeza. Nos quería como niños. Actos que nunca se olvidan.
Pasaron los años y Villarán seguía fundando diarios, mejorando el nivel periodístico y trabajando de día y de noche entre cuartillas, papeles desordenados, gaseosas y pan con huevo que le gustaba comer a cualquier hora.
Siempre con su genio endemoniado. Gritando y exigiendo. La única que lo calmaba era su pequeña hija que le decía al ocurrir uno de sus consabidos berrinches y en forma inocente: ¿Qué te pasa gordito?, cálmate. Fue un buen padre. Lo dicen inclusive muchos de sus parientes que nunca lo comprendieron.
Café Haití de Miraflores a las 6 de la tarde. Don Raúl tomando té solo en el altillo. Todos lo miraban, murmuraban y reconocían: “Ese es Villarán, el periodista", decían. Eso le gustaba y halagaba. Porque era pretencioso.
Exige al mozo-nunca pedía- una torta de fresas con crema. Le traen una tajada y entre el gentío, don Raúl protesta con la voz en alto: “Pedí una torta de fresa, no un pedazo".
Anécdota si y verídica. Que demuestra a su vez lo que era cuando trabajaba. Exigente, mordaz y muchas veces lo que se conoce vulgarmente como negrero.
Pero también fue uno de los que hizo más por elevar la profesión del periodista, el nivel de sueldos y por el respeto que se merece el reportero, aunque creó muchos mitos que, obviamente como tales, no valen absolutamente nada.
Déspota y comprensivo. Renegón y simpático. Odios profundos y amigos. Padre generoso. Incomprensible. Comprensible. Periodista de primera línea de los que destacan. Eso fue Raúl Villarán.
Cuando se venden en los kioscos de Lima Expreso, Correo, Ojo y en todo el Perú, el nombre de Raúl Villarán brilla intensamente con vigencia por los siglos de los siglos (Edgardo de Noriega)
jueves, 3 de junio de 2010
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A Villarán,en efecto como se cuenta en la nota al Haiti donde conversaba con sus amigos y siempre lo veia muy serio y algunas veces gritando. Parece que esa era su personalidad fuerte.
ResponderEliminarRaul Villarán se pasaba con sus cosas. Marco una epoca muy importante del periodismo.
ResponderEliminarRecien hace un par de semanas supe quien fue raul villaran cuando por casualidad me tope con el libro de guillermo thordndike -el rey de los tabloides- que lo he devorado, y me he quedado sorprendido y fascinado por este personaje. un genio en lo suyo, muy humano con nada de celestial. nunca antes lo habia escuchado pero ser el creador de ultima hora, expreso, correo, ojo y otras publicaciones tan importantes y leidas, nos es poca cosa. supo rodearse de buenos periodistas y le dio a su gremio un nivel superlativo.
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