El 12 de Octubre de 1898, el
General Julio A. Roca asume por segunda vez la Presidencia de la República Argentina. El
mandatario tiene inmediatamente algunos problemas de difícil solución.
Entre ellos el creado por las dificultades limítrofes con Chile, el mismo que
resuelve con la valiosa colaboración de su Ministro, Amancio Alcorta. En el
orden interno asume iniciativas de indudable trascendencia pública, acelerando
el ritmo general del progres, en todas las manifestaciones de la vida
colectiva.
La calumniada oligarquía
culpable, sin duda, de tantos vicios electorales, que corrompen las costumbres cívicas,
hace obra en el gobierno, en una medida y con una clarividencia que le habrían
de reconocer las generaciones futuras.
Carlos Pellegrini colabora
estrechamente con su amigo el presidente al punto de atribuírsele la paternidad
de muchas iniciativas de orden público, entre ellas un proyecto de ley de
unificación de la deuda, que el General Roca, envía a consideración de las
cámaras legislativas.
El proyecto levanta resistencias
en la Cámara de Diputados y paralelamente despierta una enérgica reacción
popular. El Presidente que al parecer no estaba convencido de la oportunidad
del proyecto, consulta con Pellegrini la postergación, pero éste se opone con
vehemencia sosteniendo que si es necesario habría que acallar por medios
expeditivos la oposición popular.
Julio A. Roca:Presidente de la Argentina.
Julio A. Roca:Presidente de la Argentina.
RENUNCIA
Pero a la iniciativa de unificar
la de duda arrecian de tal modo que el General Roca resuelve en definitiva
retirar el proyecto del Congreso. Esta actitud le provoca a Pellegrini un
profundo disgusto que, por lo demás, no trata de disimularlo.
En efecto, renuncia al Partido
Liberal y se distancia del General Roca, del que sería en lo sucesivo un
adversario irreconciliable. Entretanto la Unión Cívica Radical, disuelto el
comité de la provincia de Buenos Aires, desaparece prácticamente del
escenario como fuerza política actuante.
Muchos de sus obras unos por
oposición a las inspiraciones personalistas de Irigoyen, otros por impaciencia,
abandonan las filas del partido y pasan a engrosar las del adversario. Son
momentos indudablemente críticos para la agrupación a la que, por otra parte,
el oficialismo brinda frecuentes y repetidos motivos de seducción.
Bernardo de Irigoyen, por
ejemplo, se muestra accesible a una combinación política auspiciada por algunas
figuras del oficialismo que le permite obtenerén er el triunfo en las
elecciones de gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Sable del ilustre militar.
Sable del ilustre militar.
1904
Asume el poder llevando entre sus
colaboradores a Marcelino Ugarte. Entramos al año 1904, sin que las condiciones
generales se modifiquen. El radicalismo vive concentrado en torno a la figura
de su caudillo máximo, Hipólito Irigoyen, quien a estas alturas está
perfectamente convencido de que no le queda al partido otro camino que el de la
revolución, para satisfacer las aspiraciones reivindicadoras de la masa popular
El caudillo vive refugiado en su
campo de Norberto de la Riestra, cultivando la amistad de muchos jefes del
ejército, con quien lo pone en contacto Martin Irigoyen, el jefe
militar de la fracasada revolución de 1893.
Frecuentemente realiza viajes a
Buenos Aires y su casa de la calle Brasil es centro cada vez más reconocido de
reuniones. Pero todos los trabajos de Irigoyen obedecen a una idea fija: la
revolución.
Entretanto, como fuerza de
participación activa en la vida política,
la Unión Cívica Radical sufre un prolongado eclipse, aprovechando el socialismo
que precisamente ese año, y mediante la aplicación de la ley electoral que
instituye las representaciones parroquiales en la Capital Federal obtiene una
banca en el Congreso, para el joven Alfredo L. Palacios.
SIN GARANTIAS
Mientras tanto el General Roca
provoca el resentimiento de algunos amigos en el seno de su propio partido,
quienes tratan de buscar afinidades con Hipólito Irigoyen con vistas a la
futura lucha de renovación presidencial.
Un día el caudillo recibe en su
casa la visita de Marcelino Ugarte, quien había asumido la gobernación de la
provincia de Buenos Aires, en reemplazo de Bernardo de Irigoyen. Ugarte busca
un acuerdo con Irigoyen, pero éste manteniendo la bandera de la intransigencia,
le niega toda colaboración con propósitos electorales.
Otro día es Roque Sáenz Peña
quien se entrevistó con el caudillo del radicalismo, esta vez en el Club del
Progreso. La entrevista es muy cordial, pero Irigoyen, una vez más, exterioriza
su propósito de no transigir en modo alguno, ni a ningún precio, con las
fuerzas políticas cuya destrucción constituía precisamente el objeto y la finalidad
perseguida por el radicalismo incorruptible.
El caudillo era la causa y sus
visitantes encarnaban el régimen. A todo esto se va acercando la fecha de las
elecciones nacionales ante la próxima expiración del mandato del General Roca.
El 29 de Febrero de 1904 aparece un manifiesto de la Unión Cívica Radical,
decretando la abstención partidaria en los próximos comicios en virtud de la
ausencia total de garantías para la libre expresión de la voluntad popular.
Inauguración del periodo legislativo
Inauguración del periodo legislativo
PELLEGRINI
En ese manifiesto los hombres del
partido contraen una vez más ante el pueblo el compromiso y la responsabilidad
de persistir en la lucha para la modificación de la situación imperante y
aunque como es natural hacen ninguna mención acerca de los preparativos
revolucionarios, a nadie se oculta cuales son las verdaderas intenciones del
radicalismo.
Poco más tarde se reúne la
convención del Partido Nacional, en la que da la nota destacada, Carlos
Pellegrini, pronunciando un discurso en el que acusa al General Roca de haber destruido
con su política personalista a los partidos tradicionales e históricos en la
vida cívica argentina.
Pellegrini, a quien al no mediar
la incidencia de carácter personal que tuvo con el General Roca, estaba
señalado para sucederlo en el gobierno, juega allí una de sus últimas cartas
políticas y su discurso tiene honda repercusión, pero no puede torcer como era
previsible, la determinación de la convención del partido que proclama la
fórmula Manuel Quintana- Figueroa Alcorta.
El 10 de Abril de 1904 se
realizan en orden las elecciones generales de renovación presidencial y la
fórmula Manuel Quintana-Figueroa Alcorta obtiene el triunfo sin oposición. A
último momento el Ingeniero Emilio Mitre, hijo de don Bartolomé, trató de
organizar una nueva agrupación, el partido Republicano, pero sin ninguna
consecuencia política.
Una vez más se había hecho la
voluntad del General Roca, con la exaltación al poder de dos amigos que debían
asegurar la continuidad de su política.
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