Así como hay el maestrito, hay el
examinador de afición, que acude por gusto a todos los exámenes de colegios de
señoritas y es una especie de astro de orbita fija que aparece invariablemente
de chaqué y guantes, en los últimos meses del año en los salones de los
colegios. Este es más listo, menos ingenuo y, aunque sea vagamente, lleva
oculta alguna intención. Fino y astuto es especialista en saludos en
galanterías, en actitudes académicas para la señorita directora y el gentil
cuerpo de profesores.
Haya o no jurado ad hoc, el examinador
de afición busca y encuentra los colegios que se prestan a su juego, estudia la
distribución de su tiempo y se presenta invariable y sonriente. Con varios días
de anticipación ha preparado algunos tópicos, decidido a absolverlos el mismo.
Ha leído cuatro o cinco
originalidades de un personaje histórico, ha aprendido con paciencia algún
problema y con tal bagaje, su soltura de lengua y el aire jacarandoso, se
presenta al templo augusto de la ciencia, donde resplandece, como estrella de
primera magnitud, la señorita directora.
Los exámenes son verdaderamente
deliciosos. Tras de una gran mesa, la señorita directora ocupa el sitial de
honor que en ocasiones cede a algún señorón que ha ido a honrar tan humilde
morada.
Cuan largo es el estrado se llena
con los señores examinadores, que miran con aire distraído la profusión de
cuadros, labores, mapas, dibujos, antimacasares, relojeras, zapatillas, escudos
peruanos, retratos de Grau y Bolognesi, entrelazados con rama de laurel y demás
inevitables adornos del gran salón de actuaciones.
La Lima antigua y la de hoy
ALUMNAS
La Lima antigua y la de hoy
ALUMNAS
Las alumnas todas vestidos de
limpio, con grandes lazos. Tímidas y como avergonzadas las mayorcitas.
Jubilosas y desenvueltas las menores, murmuran en bancas simétricas alineadas.
Sobre la mesa, sujeto con un lazo bicolor, descansa el terrible programa.
La Directora con voz meliflua,
llama a las examinadas y comienza el largo rosario de preguntas. Pasa el programa de mano en mano. Primero examinan
los examinadores ad hoc, hasta que llega el turno al examinador de afición,
quien comienza por cruzar la pierna y balancearla, lo que es de mal agüero para
la examinada.
Entonces comienzan las torturas,
las preguntas se refieren al programa, pero son difíciles. El joven examinador
es generoso y auxilia a la alumna, la directora
se empava, hay un revuelo de comentarios en la sala donde las alumnas
cuchichean, mientras el examinador pontificalmente diserta, con finura y
conciencia sobre el punto.
La muchacha se destronca
asistiendo con la cabeza y entonces el examinador quiere lucirla, del golpe
teatral y le pregunta cosas fáciles. La chiquilla respira, la directora se
hincha de satisfacción y en la vida vaga un run run orgulloso, vencedor y
satisfecho.
REPARTICION DE PREMIOS
El gran día del examinador es la
repartición de premios. Todo no es para
él sino la preparación de este día. Lleva un gran discurso, laboriosamente
improvisado y se prepara a gozar y divertirse, porque espera el baile después
de este acto, que para ser de las buenos requiere alumnas ya talluditas, muchos
números en el programa, muchos invitados y muchos curiosos en la puerta de la calle y atisbando en las
ventanas.
A ellas acude también un tipo que más alla del pedagogo
legítimo y del examinador de afición, se acoraza en su egoísmo y solo tiene
interés por las reparticiones de premios a las que va sonando en alguna conquista,
medio huachafoso, medio huachafero.
Una vez que ha llegado el
presidente del jurado, que están ya sentados los invitados, pasan la directora
y sus amigos del saloncito de espera, ornamentado con trabajos de las alumnas,
lo cual es una gracia, para emplear frase de la propia maestrita, el gran salón
enguirnaldado y se da comienzo a la imponente ceremonia.
La señorita directora no cede
aquel día su sitial a nadie y desde el centro, muy emperifollada, con voz
clarificada cuidadosamente, da lectura a su memoria, documento fatigoso en que
hace recuerdo de sus esfuerzos y saca a relucir estadísticas, números, nombres,
notas, clasificaciones, todo con la majestad de una consagración ritual.
Muy antiguo colegio de la Lima que se fue...
Muy antiguo colegio de la Lima que se fue...
AGRADECIMIENTO
Concluida la memoria y acallada
la indispensable salva de aplausos, el Señor Presidente del Jurado,
profundamente emocionado, agradece en nombre de la patria los desvelos de la
señorita directora. Aquí salen a porrillo soles, estrellas, faros, naves del
Estado, columnas de la sociedad, rayos de luz, tinieblas de ignorancia y demás
brillantísimas frases que son encanto del orador público.
Terminados los números formales, no
falta algún discurso espontáneo de uno de los examinadores aficionados, que no
han podido menos que emocionarse: “ante el grandioso espectáculo que a su vista
se ofrece, como una esperanza de ventura para la Patria, abierta a todos los
vientos del generoso espíritu educativo”.
El orador manotea, se exalta,
alguien cree sinceramente que ha enloquecido, las chicas lo miran azoradas y por
fin a la mitad de su discurso el público se decide a darle la ovación final,
que no tiene más remedio que agradecer, profundamente emocionado también, desplomándose
sobre el asiento.
JOTAS
Luego comienza la parte de los monólogos,
diálogos, cuadros vivos, sainetes, rascaderas de violín, chapaleos en el piano
y otras manifestaciones literarias y musicales. Vuelven a oírse por milésima
vez las fábulas de los conejos. Flor de un día aduerme suavemente a los concurrentes
y dos chiquillos sin sal bailan como unas zetas la más descampanante de las
jotas, pero todo esto encanta a los concurrentes que se divierten la mar.
Naturalmente en los intermedios
han pasado a la sala unos mozos con grandes azafates con dulces y galletitas y
conchitas de helados todo lo que produce un movimiento desaforado en la
multitud que, pegada a las ventanas con
sofocación terrible, mira ansiosamente el paso
venturoso de esta procesión de cosas agradables .
Concluida esta parte del
programa, los jóvenes invitados, los examinadores y los pedagogos arreglan la
sala, acomodan ruidosamente los asientos para despejar el campo. La directora sonríe satisfecha y
cambia la decoración, se da comienzo al baile en medio de una alegría
desbordada y bulliciosa.
Algunas alumnas se quedan con sus
padres que las recompensan así por los premios obtenidos. El baile se hace
general y animado. Las parejas cruzan sus caprichosos giros y comienzan a nacer
idilios, que luego, en barrios apartados, crecen y se anudan a la vera de las
clásicas ventanas de reja o bajo los balcones obsoletos, pues no es extraño que
la alumna junto a dos o tres bandas, cuatro medallas y diez cartones, gane una declaración de amor.
Fachada de un colegio de la época.
Fachada de un colegio de la época.
ROMANTICO
El pedagogo de afición es un
mortal inflamable, romántico y decorativo.
La alumna que ha visto crecer y desarrollar, llega en muchos casos a
despertar en el corazón del maestro una de sus pasiones que no ha podido disimular
en las notas preferenciales.
También en las preguntas fáciles,
en las campañas para que se le otorgue tal o cual premio y la chica se ha ido
engriendo, ha sentido una superioridad enorgullecedora, sobre sus compañeras y
ha ocultado su fruición el día
felicísimo en que el maestro se ha rendido a sus plantas en una noche calurosa
de baile y de premios, en la más ardiente de las declaraciones amorosas.
Muchos casos se dan de pedagogos
que fueron hasta la parroquia por una
chica que le dijo “malo” unas cuantas veces y son de ver las coqueterías de
muchas discípulas ante el tenoriesco mirar de examinadores aficionados, que se incendian con la
chiquilla talludita y despierta que les mira, pidiendo misericordia desde la silla tremenda del examen.
Y
sin embargo de haber escrito este capítulo en presente, ya casi todo
pertenece al pasado. Algo queda, pero e va arrastrando irremediablemente por el
progreso. Los nuevos métodos, la intervención racional y controladora del Ministerio de Instrucción,
la mayor vigilancia, están acabando con estos aspectos pintorescos, tan
limeños, tan nuestros.
¿Algo se ganará en la educación? Así
lo deseamos, pero al desearlo intensa, fervorosamente, nos place, avaros de
tesoros antiguos, quedarnos con el recuerdo y conservarlo aquí, hasta que lo
actual se haga poético también para los del mañana. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas"
que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez
Barrenechea.
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