No hay datos concretos que nos
permitan afirmar que en el Perú Precolombino se usara el tabaco, fumándolo o
“en humo” como tan propiamente decían los antiguos. Es, si, evidente que los
caciques de la isla española lo tomaban poniendo las hojas en unos palillos
gruesos curiosamente labrados para este efecto y encendiéndolo por una parte,
por la otra bebían su humo. Tal dice textualmente el famoso padre Bernabé Cobo en su célebre e
interesantísima obra “Historia del Nuevo Mundo”.
Los españoles adoptaron la
costumbre y la extendieron considerablemente
en todas partes. No deja de ser interesante que el nombre que se ha conservado
sea el del instrumento con que los indios
tocaban el humo.
La raíz silvestre era llamada
coro por los indios nuestros, según el citado Cobo. Garcilaso dice que la
planta se llamaba sayri y hace mención de los elogios que a tal planta tributó
el doctor Monardes.
Parece, pues, que en el Perú se llama sayri a una especie de tabaco y topayre a otra hierba similar aún más fuerte y que generalmente se empleaba en polvo para ser respirada por las narices a la manera de ese rapé al que fueron tan aficionados nuestros antepasados. En la lengua mexicana la planta de tabaco era llamada Picietl.
Plantaciones de tabaco.
CURATIVO
Muy pronto se encontró que el
tabaco podía servir para curar muchísimas dolencias y la curandería de los
viejos tiempos utilizó tal planta para una serie de enfermedades. Cobo afirma
que los indios peruanos para ciertas dolencias de los riñones la usan con agua
caliente en ayunas.
Dice que el cocimiento “quita las
nubes y cualquier paño o carnosidad deja limpio los ojos, que bebiendo de su
raíz desaparecen los dolores de bubas y que mezclados los polvos con miel de
abejas y aplicados calientes quitan cualquier dolor frío”
Parece que el gran jesuita fue
partidario de sorber polvo de tabaco porque en la misma obra advierte, como
quien hace una recomendación, que “tomados esos polvos en moderada cantidad por
las narices quitan el dolor de cabeza y
jaqueca y aclara la vista”
La costumbre de fumar, esta
visto, la tomaron los españoles de los indios y aunque al principio no se
atrevieron, se conoce, a exagerar el tal uso como lo practicaban los caciques
de la Española, inventaron otro más disimulado y de menos ofensa de los presentes dice muy
señorialmente Cobo, “que es un polvo por las narices, el cual hacen y aderezan
con tantas aromáticas como clavos, almizcle, ámbar y otras especies olorosas
que dan de sí fragancia”.
RECOMENDACION
Pero nada tan interesante como la
manera como recomienda el uso de los polvos de tabaco. Tan vivaz y gráfica es
la forma del gran botánico e historiador, y tan pintoresca la anécdota ejemplar
que pone para la defensa de tal uso, que no resistimos a la tentación de
reproducir textualmente el párrafo pertinente.
Dice Cobo: “Tomado de esta manera
como es menester descargar la cabeza, divierte los corrimientos de ella, sana
las reumas y hace otros saludables efectos. Solo quiero contar aquí una cura maravillosa
que yo vi hecha con tabaco en polvo en un religioso al cual le nació en un
carrillo un granito de carne muy blando tan grueso como un garbanzo y poco a
poco fue creciendo hasta que se hizo de gran tamaño”.
El enfermo se puso en manos de cirujanos para que lo curasen, los cuales
cortaron con una navaja aquella carne que sobresalía, como quien rebana un poco
de pan. Con dolores intensísimos, le hicieron dos veces esa cruel cura, porque
una vez cortado aquel lebanillo volvió a crecer.
Lo vi después de algunos años
bueno y sano aunque con la señal de las curas pasadas y preguntándole con que
había sanado tan perfectamente, me respondió que con sólo tomar por las narices
un poco de tabaco en polvo, cuando sentía que de la cabeza lijaba el corrimiento.
En el bultito sentía mucha comezón, como si por allí descendiera una hormiga u
otro animalejo de los que nos causan comezón. Con el tabaco le paso todo.
Los cigarrillos de hoy.
Los cigarrillos de hoy.
EVIDENCIA
No obstante de la ya
incuestionable evidencia, de que el tabaco es originario de América y de que, por
lo tanto, su uso fue de estas tierras al viejo mundo, no deja de ser curioso
que Covarrubias en su “Tesoro de la Lengua Castellana” afirme que, según una autoridad
de Plinio, lo conocieron los antiguos y que lo descubrió el demonio.
Acosta en su “Historia de las
Indias” dice que el tabaco es un arbolillo o planta asaz común, pero de raras
costumbres. Que los antiguos tuvieron como cosa que usada en vicio era dañina,
lo demuestra la cuarteta que Antonio Solís le dedica en sus poesías: Tomada de
tabaco un poco/que ese coco os lo dará/ Y en tomándole, ojalá/que huyáis de el
como del coco.
En el primer diccionario de la
lengua castellana y que comenzó a publicarse en 1726, se encuentra la palabra
cigarro, pero no trae los diminutivos después tan usados de cigarrito y
cigarrillo. Al hablar del cigarro dice que era el cañuto hueco largo y del grueso de un dedo que se formaba
con las hojas del tabaco, que humedecidas con vino se iban arrollando hoja
sobre hoja.
Por esta descripción podría
deducirse que hasta esa época se usaba solamente el cigarro propiamente dicho,
o uro como lo llamamos aquí, pero al hablar del tabaco de hoja menciona
especialmente el cigarro de papel.
RAPE
Lo que se deduce evidentemente de
ese diccionario es que a fines del siglo XVII y principios del XVIII, una de
las formas más usadas de tomar tabaco era absolverlo por las narices, lo que
hacían las mujeres aderezándolo con “cascos de barros finos olorosos”.
En cuanto al llamado rapé que era
también el polvo del tabaco, el nombrecito está cantando que era de
introducción francesa y así lo afirma el diccionario. En cuanto a la palabra cigarro
parece que así se bautizo al canuto par aspirar el humo, por su semejanza con
el cuerpo de la cantarina cigarra.
Añadiremos que también es vieja
la costumbre de fumar en pipa como lo demuestra el uso de la palabra por
antiquísimos autores y su explicación en el diccionario que los primeros
académicos dedicaron a Felipe Quinto.
Y para remate citaremos el
americanismo tabacazo y muy usado aquí y en Chile y que es menjurje de esa
planta con alcohol o licores y que en algunos lugares solía darse, a manera de
brujería, para hacer perder la cabeza a las personas y tanto que se creó la
expresión: “Le han dado tabacazo”.
Se emplea poco en las ciudades,
pero en los pueblos aún hay bromistas truhanescos que preparan terribles
tabacazos para embriagar rápidamente a quienes quieren poner de lado en
festejos o juergas para campear después señores y dueños de la reunión.
La pipa.
La pipa.
GENERALIZACION
Que el uso del tabaco en todas
las forma, muy especialmente de sorber el polvo por las narices y en las de
“tomar en humo”, debió generalizarse mucho, lo demuestra el hecho de que
alcanzó hasta el clero que, sin duda, abusó de él a punto de no distinguir
lugar ni hora,
En el Concilio líense que comenzó
en 1582, es decir cuando aún no se había cumplido el cincuentenario de la
ciudad, se trató la cuestión. Entre los decretos de la tercera sección del
Concilio Provincial que se publicaron en la Iglesia Catedral de la Ciudad de
los Reyes, el 22 de Septiembre de 1584, el capítulo 24 que tiene el epígrafe
“que no tomen tabaco antes de la Misa los sacerdotes, dice: Con precepto
estrecho se prohíbe a los sacerdotes que antes de celebrar tomen por la boca ni
por las narices el humo o polvo de tabaco o sayre, aunque sea color de
medicina.
Este dato lo hemos tomado de la
segunda parte de la obra “Organización de la Iglesia y Ordenes Religiosas en el
Virreinato del Perú e el siglo XVI, cuyo autor es Roberto Levillier.
Pero parece que la obra tuvo
contraventores, porque el 16 de Diciembre de 1751, el Arzobispo Barroeta hubo
de prevenir a los sacerdotes se abstuviesen antes de la misa de usar tabaco en
humo, en polvo o masticarlo en cumplimiento del Concilio Limense.
PROHIBICIONES
Es interesante también admitir
que los papas Urbano VIII, Inocencio X e Inocencio XI hicieron prohibiciones
semejantes, lo que revela que el uso del tabaco estaba en todas sus formas muy
generalizada.
Acostumbrados los españoles, y
por ende los criollos, al uso del tabaco se estableció un comercio activo de
esa planta y se hicieron cultivos en diversas regiones del país. Muy
especialmente en Jaén de Bracamoros,
Saña, Moyobamba, etc.
Aunque el indio, en general, no
adquirió la costumbre o mejor dicho el vicio, manteniendo su predilección por
la coca, como el tabaco era preconizado de medicina eficaz para muchas
dolencias y como no sólo hispanos y mestizos de las ciudades fumaban sino que
lo aspiraban en polvo y lo masticaban, se pensó con razón que tal uso
podría servir de fuente de recursos a la
Real Hacienda y en 1675 el Virrey Conde
de Castellar proyectó por primera vez entre nosotros estancar el tabaco.
Pero como tal propósito no
encontraba organización fiscal adecuada, una empresa particular quiso alzar el
magnífico negocio, mediante la entrega al Rey de sólo diez mil pesos anuales
por el privilegio. Naturalmente el estanco se quedó en proyecto.
Plantas maceradas.
Plantas maceradas.
ESTANCO
El Tribunal del Consulado que
intervino en el asunto informó desfavorablemente, pero la pomposamente llamada
“sala de millones” del Consejo de Indias consultó al Rey la planificación del
Estanco el 18 de Febrero de 1684 y fue aprobado dictándose un Real Orden e
instrucción bastante copiosa y detallada como que contenía nada menos que 23 capítulos.
El Estanco se estableció para la península en Canarias, pero al tratarse de
implantarlo aquí ocurrieron tales dificultades que el asunto quedo aplazado.
En la importante obra que Jorge
Juan y Antonio de Ulloa escribieron sobre la América Meridional en el tomo III
capítulo X hay datos tan interesantes y
curiosos que bien valen que los glosemos porque revelan no sólo un aspecto del
tráfico comercial de los días coloniales y de las relaciones que al respecto teníamos
con México, La Habana, Panamá, sino algunas costumbres muy pintorescas.
Dicen los famosos autores que de
la América Septentrional al más crecido comercio es el de tabacos en polvo que
conducidos de La Habana a México y reparados o compuestos en esta capital van a
Lima de donde pasan a las demás provincias.
Advierten los autores que los que
hacen este tráfico no se mezclan en el de ropas, que era muy importante, pero
sí en el de olores fuertes como el del ámbar, el almizcle y otros compuestos.
Da una nota de elegancia el dato de que solían traer loza de la China. Se
piensa en el salón con enconchados y en los marqueses de áureas casacas tomando
de enjoyadas y preciosas cajitas el aristocrático
polvo de rapé.
FINEZA
Y como si no bastara este apunte
hecho por los autores sin intención evocadora, pero del que emana un grato vaho
de fineza, añaden en otro párrafo que el Reino de Tierra Firme envía tabaco e
hoja en gran cantidad y también perlas, de que es considerable el consumo,
porque fuera de las muchas que gastan
las señoras, no hay mulata que no tenga aderezo de ellas. Tabaco, perfumes,
perlas y porcelanas.
Pero lo más sabroso es, sin duda,
lo que dicen de una moda establecida en Lima que es muy común entre señoras y
mujeres de toda especie y “consiste en traer de la boca de un limpión de tabaco
cuyo primer instituto fue para limpiar los dientes como lo da a entender el
nombre y la prolija atención como lo cuidan y los conservan muy blancos.
Son estos limpiones unos rollitos
de tabaco de cuatro pulgadas de largo y nueve líneas de diámetro envueltos en
hilo de pita muy blanco, la cual van destorciendo y desliando a proporción que
el limpión se gasta. Este lo ponen la
boca por un extremo y después de haber mascado alguna cosa, frotan la dentadura
con él y así .la mantienen siempre hermosa y aseada.
Variedades de rape alemán.
Variedades de rape alemán.
Y continua: “La gente ordinaria
que no hace cosa por virtud sin convertirla en vicio, es tanto el que tienen en
esto, que parecen horrorosas con un rolo de tabaco de pulgada y media de
diámetro continuamente en la boca con el cual se desfiguran, pues no contentas
con aquellos regulares y proporcionados, pretenden distinguirse en esto,
escogiendo el doblado grueso.
Tanto por este uso como por el
del tabaco en humo, que es igualmente general entre los hombres, es crecido el
consumo del de hoja que llevase allí
para hacer los limpiones de Guayaquil, pero el que se gasta para fumar se lleva
de Saña, Moyobamba, Jaén de Bracamoros, Llalla y Chillaos, en cuyas partes se
produce con abundancia y es adecuado para el fin”
La interesante relación de los
ilustres marinos que vinieron a la América en 1740 nos ofrece una idea curiosa
de las costumbres y nos demuestras como era de apreciado y de bueno nuestro
tabaco. Continuará. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que
pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez
Barrenechea.
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