martes, 25 de enero de 2011

CASTILLA, EL SOLDADO DE LA LEY

Lo llamaron en vista de su impecable desempeño tanto en la política como en la vida militar, el  Soldado de la Ley por su entero civismo. Pero por sobre todo rindiendo homenaje permanente a sus prácticas completamente justas y enteramente  democráticas.
Ramón Castilla Marquesado enarboló la bandera de la constitucionalidad republicana, a lo largo de su ejemplar vida, con principios proporcionales. Lo demostró con creces en varias oportunidades en que le tocó actuar. Inclusive frente a la dictadura vitalicia de Bolívar que apoyaba una constitución donde, definitvamente, no existían los principios fundamentales de la nación.
El con coraje se opuso tajantemente contra el Presidente Vitalicio que, para colmo de males,  tenía la facultad de nombrar sucesor.  Lo hizo cuando desempeña el cargo de Prefecto de su ciudad natal tan ligada la historia peruana como fue Tarapacá.
Resultó designado  Presidente del Perú en varias oportunidades. La primera vez  luego de la muerte del General Domingo Nieto, por un corto periódico en 1844. Asumió la primera magistratura, otra vez, entre 1845 y 1851. Mas tarde, repitió el plato de 1855 a 1862. La última oportunidad que estuvo en el poder fue,  poco tiempo, en 1863.

Ramón Castilla.
Nació en San Lorenzo de Tarapacá el 21 de agosto de 1777 en las mismísimas épocas del  apogeo del Virreinato del Perú. Fueron sus padres el argentino Pedro de  Castilla y  Juana Marquesado Romero. Su abuelo, el español Pedro Pablo Castilla, empleado de hacienda cuando el Perú era dominado por España.
REALISTA
Apareció enrolado, junto con su hermano Leandro, en el ejército realista a la temprana edad de 15 años. Participó activamente en las batallas contra Chile, país que buscaba su independencia. Precisamente en Santiago recibió el despacho efectivo de cadete en el regimiento de caballería denominado “ Dragones de la Frontera”.
A los 20 años, como oficial del Ejército español, cayó prisionero luego de ocurrir la Batalla de Chacabuco. Fue detenido y enviado a una prisión argentina. De allí logró escapar junto al también prisionero Fernando Cacho.
Ambos retornan al Perú en  una impresionante y sacrificada marcha  a pie que duró 5 meses, atravesando 7 mil millas. Muchas veces por territorios salvajes. Una hazaña que, definitivamente, demostraba valentía y firmeza.
Reintegrado al Ejército real en 1820 recibe el grado de Teniente. Hasta que se produce en 1821 la Independencia del Perú. En estos momentos decide, por convicción  y entereza, incorporarse al ejército del país que lo vio nacer, poniéndose bajo el mando de  José de San Martín. Al renunciar el libertador al Protectorado, Castilla  apoyó a  José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete.
PREFECTO DE TARAPACA
Luchó, con decisión y coraje, en las batallas de Junín y Ayacucho que acabaron con el poder realista en el suelo patrio. En este último enfrentamiento fue herido dos veces y al poco tiempo ascendió a Teniente Coronel.
En 1825, con licencia para visitar a sus familiares rumbó a Tarapacá y en Arequipa conoce a Bolívar, quien como recompensa a los servicios prestados, lo designó Prefecto de esa circunscripción.
Lanzó su primer manifiesto político para fulminar al gobierno que preside Gamarra, mientras que exalta emocionado la memoria del ex presidente Mariscal José de la Mar, a quien se conoce en la historia con el título del  “Quijote de la Ley”
Cuando Orbegoso es elegido presidente sustenta su gobierno  y hace respetar  esta elección, conjuntamente con Domingo Nieto. A la cabeza de su escuadrón  sale a combatir a los defensores de la usurpación y así obligó al General San Román y los rebeldes que marchaban desde Puno, a reconocer el orden constitucional
Sin embargo, una treta da nuevo impulso a los vencidos, quienes capturaron violentamente Arequipa.  Nieto y Castilla luchan   en pos del triunfo. Logran expulsar a los invasores de la ciudad mistiana con la ayuda de todo el pueblo
En 1835 obtuvo el grado de General de Brigada y por aquel entonces se separa del propio Orbegoso al haberse puesto a merced de Santa Cruz, quien conquistó el Perú y lo mantuvo bajo su dominio hasta la batalla de Yungay en enero de 1839.


Su esposa Francisca Diez Canseco.
SALAVERRY
En esa coyuntura dramática que sufre el país brotó la impaciente y tempestuosa arrogancia de Feilipe Santiago Salaverry, cuya patriótica pasión fue ahogada prematura y cruelmente con el fusilamiento. Antes entre Castilla y Salaverry surge un conflicto de formas, de respeto al Derecho.
Frente a la audacia reflexiva del caudillo, está el impulso ciego de Salaverry, quien lo conmina a incorporarse al ejército nacionalista. Pero el General Castilla se opone con pausas meditadas y acentúa su fidelidad a las normas constitucionales.
Salaverry, exasperado y vehemente, invocó el peligro nacional y Castilla le expresó su coincidencia en este aspecto. Pero le negó su colaboración si no se somete previamente  al precepto de las leyes.
Ausente ya Orbegoso, derrocado por el ímpetu revolucionario de Salaverry, piensa Castilla que éste último debe cumplir con entregar el poder a quien legalmente le corresponde, o sea al Vicepresidente Salazar y Baquijano.
LA CONFEDERACION
Ante esta  fórmula principista, Salaverry cuya meta suprema fu combatir, rechazó airado esta solución y enfurecido encabezó vertiginosamente la campaña militar que culminó en el espectacular patíbulo que presenció  Arequipa,  entre gestos épicos y retórica enternecedora: El rebelde cayó fusilado en la Plaza de Armas mistiana el 18 de febrero de 1836, sin haber cumplido los 30 años de edad.
Castilla, defaudado por discrepancia tan sustancial con el arrogante caudillo, se expatrió a Chile para encarar militarmente desde allí la Guerra a la Confederación. Conspiró en tierras chilenas contra el gobierno de Orbegoso que alzaba el emblema de Bolivia.
En Chile gobernaba Diego Portales y allí surgió la primera expedición,  luego de que  se logró juntar quinientos hombres dispuestos a luchar. Una grave conjura e  impidió las acciones de este grupo. Portales cayó asesinado  en 1837.
Castilla con su tropa, lista para ser embarcada, se enfrentó al cabecilla chileno, autor del criminal motín, y tenazmente lo  persiguió hasta  apresarlo. Otra vez vuelve a contribuir a la defensa del orden y de la legalidad.
 En  1839, el general Gamarra salió elegido Presidente de la República. por la libre y espontánea voluntad de los pueblos. Lució,  flamante, los laureles del triunfo de Yungay contra la Confederación. Castilla, que también luchó  en eta batalla, apoyó este gobierno.
MINISTRO
En efecto, en Arequipa,  debeló la poderosa revolución que encabezó el Coronel  Manuel Ignacio de Vivanco. Con esta victoria afianzó el orden constitucional en el país y devolvió al régimen de Gamarra su abatido prestigio. Desempeñó, en este gobierno, los Ministerios de Guerra y Hacienda.
 Al respecto el propio caudillo en su autobiografía dice lo siguiente: “Sostuve a este gobierno hasta 1841 en que terminó con la muerte de Gamarra en Bolivia y mi suerte fue la de prisionero en aquella república”
Quedó en libertad y volvió a su país que se encontraba envuelto en una guerra civil. “Yo no tomé parte en ella-explica- el libertador.  Hasta que en 1843 no pude ser indiferente, por haberse erigido Vivanco en amo absoluto, desconociendo la Constitución y todas sus instituciones
“El pueblo de Tarapacá me autorizó para libertar la república de la tiranía. Esta fue una empresa gigantesca en la que no contábamos con armas ni dinero, sino con  el apoyo decidido detodos desde junio de 1843 hasta julio de 1884, con la última batalla del Carmen Alto. Los generales que más se distinguieron a  mis órdenes fueron Nieto y Cisneros”, dice en su autobiografía que dejó inconclusa.
Recordó, en medio de la anarquía,  el mandato de la Constitución. Mientras se abrió paso seguido por el pueblo desde Moquegua hasta la capital de la República. Llegó a Palacio de gobierno para ordenar el país.
MENENDEZ
Fiel a su limpia bandera se sometió-venciendo resistencias- a los cánones legales. Manuel Menéndez se resistió a asumir el poder. Lo conminó a cumplir el mandato constitucional y es entonces que éste reasume el Gobierno y convoca a elecciones generales en 1844, las mismas que se realizan en el más estricto respeto a las libertades públicas.
En esta oportunidad se dio ejemplo de tolerancia y ponderación. De este proceso salió  elegida una  genuina representación parlamentaria, compuesta por los exponentes más populares y representativos de los pueblos del Perú.
Fue proclamado Presidente de la República Castilla elegido esta vez en verdad, unánimemente, por la libre y espontánea voluntad popular.  Le entregó Menéndez el mando el 20 de abril de 1845, desde cuyo día comenzó una  época próspera como pocas veces se vivió en el Perú
Ejerció el Gobierno  hasta igual fecha de1851 en que lo entregó al elegido para sucederlo  de haber dado a su patria seis años de paz, de orden y de libertad  Las primeras  con que contara en su  vida la nación independiente
Fue el  mandatario peruano que  regularizó los gastos públicos a través de la creación por primera vez del Presupuesto con una prudente austeridad y entera seriedad,   en la administración de los asuntos relacionados con  los dineros del Estado.
El  desbarajuste administrativo y el despilfarro despótico tuvieron al país sumido en el desamparo y la crisis permanente. Desde la creación de los juzgados privados de hacienda hasta la reorganización y reglamentación del Tribunal Mayor de Cuentas, fueron obras que se le debe a este buen gobierno.


En la Batalla de Ayacucho peleó valientemente.

ABOLICIONISTA
Por aquel entonces, un ministro de estado percibía 588 pesos mensuales y un portero alrededor de 50 pesos. En el Servicio Diplomático, las representaciones en Inglaterra, España, Estados Unidos y Brasil alcanzaban hasta 2,500 pesos mensuales y en los otros países bajaba hasta 500. Un vocal de la Corte Suprema ganaba 400 pesos y un Juez de Primera Instancia, 125 pesos. El Presidente de la República tenía el sueldo de 3,333 pesos.
Hay un antecede legal muy importante en la vida pública de  Castilla. En 1839, cuando asume la cartera de Hacienda, pone en práctica empeñosamente una indeclinable posición de principios y reafirmación al abolir el yugo que pesa sobre los indígenas.  Este se conocía con el nombre de Contribución de Gastos o de Jornales y que recaía sobre los trabajadores de la raza aborigen.
La ley que  enfrentó directamente a la esclavitud constituyó el verdadero  antecedente inspirado por el insigne militar a favor de la masa indígena y por la abolición de la esclavitud que, posteriormente, le merecieron- en virtud de sus celebres decretos- el titulo de Libertador.
El antecedente legal de 1839, anterior en 15 años a la gran reforma social a favor del oprimido, fue derogado al poco tiempo de su vigencia en 1842 por parecer avanzado en exceso bajo el  Gobierno del General  Vivanco.
EL GUANO
Castilla, al llegar al poder por la voluntad popular, insistió en su cometido y se logró, definitivamente, la conquista popular.  Era el 5 de julio de 1854, fecha histórica para las conquistas sociales del Perú
Según  cálculos de la época, la masa indígena contribuía con más de un millón de pesos de los más de tres millones que se recaudaban por concepto de contribuciones directas al Estado. Los subprefectos y gobernadores carecían de sueldos, de los que se hacían pago mediante tales contribuciones provenientes del indio esclavizado.
Castilla, como Ministro de Hacienda, defendió por todos los lados a la moneda, de cuyo valor cuidó con enérgica atención y lo que es más importante descubrió, para el Perú, la riqueza proveniente del guano, quedando en arrendamiento las islas donde se acumulaban tan valioso fertilizante.
Celebró el primer contrato para la explotación del guano, cuyo valor económico era insospechado hasta entonces. En su calidad de Ministro y de Presidente seis años después, estableció eficaces medidas sobre la forma de contabilizar el abono y sobre formas de control  sobre su carguío, dictando además severas resoluciones para evitar el fraude y las exportaciones clandestinas en perjuicio de la agricultura nacional.
LA JUSTICIA
Otra de las preocupaciones del insigne gobernante fue el  combatir  un mal endémico para el país que, dicho sea de paso hasta ahora en pleno siglo XXI no se soluciona.  Luchó contra la incorrecta administración de justicia. Procuró que en los tribunales y juzgados se despache  correctamente.
Su anhelo por el orden jurídico permanente y la creación del Estado de Derecho, lo impulsó a dictar el Reglamento de Juzgados y Tribunales, compuesto de 329 artículos y fechado el 22 de diciembre de 1845, comenzado a regir a partir de 1846.
Para que el gobierno pueda completar el ordenamiento legal, el Congreso designó, de acuerdo con la Constitución entonces vigente, el Consejo de Estado que era un poder intermediario entre el gobernante y los gobernados.
Es decir, una fuerza morigeradora de la omnímoda autoridad presidencial. Fue un cuerpo conservador de las leyes y cuyas atribuciones lo obligaban a intervenir en todos los graves asuntos del Estado.
En el campo internacional, tampoco permaneció estático ante los ultrajes- por pequeños que sean- a la Nación. No se mostró complaciente con la ligereza o incorrección provocados por gobiernos extranjeros.
Ni aceptó el halago frívolo a cambio de la humillación del país. En una ocasión, pretendiendo  enmudecerlo frente a la patanería de una gran potencia europea, se le hizo ofrecer condecorarlo con una orden preciada y ostentosa.

Con la banda presidencial
GRAN OBRA
 Ante esta promesa de homenaje, entre desdeñoso y altanero pero con el acompañamiento de la razón, respondió “para quien puede lucir la medalla de Ayacucho, todas esas condecoraciones son risibles”
La obra material de los  gobiernos de Castilla es fabulosa: construye muelles, explora los ríos de la selva, traza ferrocarriles y funda ciudades. Le da al Perú la primera flota del Pacífico. Edifica. Embellece y sanea  Lima. Desarrolla poderosamente los yacimientos de salitre, suprime contribuciones e impuestos. Trae el guano, el agua y la luz.
Terminó su primer periodo de gobierno haciendo entrega del mando a su sucesor, cumpliéndose así la primera etapa del goce de la libertad y del orden que realmente disfrutó el Perú. Le dio a su patria rango de nación culta y se consagró como el forjador de la República y el creador del Estado de Derecho.
Terminado este periodo que inició con la bandera constitucional, conquistó nuevamente el poder con la bandera de la moralidad que triunfó el 5 de enero de 1855, después de ganar el título de Libertador.
La etapa que cubre los años de 1855 a 1862 y en la que se encierra el segundo gobierno de Castilla, está repleta de agitados y trascendentales acontecimientos políticos, movidos por el choque de las más encontradas pasiones personales y doctrinarias y también por un exceso de retórica permanente, extremos que llevaron al país a vivir una tensión  angustiosa, pues más de una vez fue puesto al borde de la anarquía.
CONQUISTA DEL SUFRAGIO
Ese último periodo se divide en dos partes: aquel que se inicia en enero de 1855, gobierno provisional hasta setiembre de 1858, año en que el Congreso  lo proclama como  Presidente Constitucional.
Con motivo de su elección se establece en el país el sufragio directo. Nunca antes en el Perú los candidatos fueron elegidos directamente por el voto del pueblo. Para ejercer el derecho del voto, además, se suprimieron cuanto requisito antes lo limitaba al monto de la renta o al saber leer y escribir.
Como la caída del régimen de Echenique fue obra de una sangrienta guerra civil que duró once meses, en cuyo último día murieron más de mil combatientes del ejército libertador, las secuelas se presentaron en forma total. Por ejemplo, fueron  excluidos del  derecho al sufragio los responsables morales del gobierno depuesto y cuyos mentores habían sido reputados por la opinión ciudadana.
Para colmo de males en este ambiente de agitación y desconcierto, el General Vivanco se levantó una vez más en Arequipa. El alzamiento ocurrió el 1ª de Noviembre de 1856.  Los dos caudillos, Castilla y Vivanco, se batieron furiosamente en medio de ríos de sangre hasta los primeros meses de 1858.  Hasta que el segundo fue vencido.


Libro sobre la esclavitud en el Perú.
GOLPE QUE RECHAZA
Cuando el Presidente se encontraba en Arequipa, el 2 de Noviembre de 1857, se produjo en Lima un hecho insólito y vergonzoso: el golpe que dirigió el Comandante Arguedas quien por su cuenta ferozmente disuelve la Convención Nacional que cumplía labores legislativas, so pretexto de defender al Presidente.
Sin embargo, Castilla rechazó totalmente la actitud rebelde y rechazó semejante violencia diciendo que “el sable no tiene la facultad de resolver las cuestiones políticas”. Luchó enteramente por el restablecimiento de la legalidad y precisamente por ello, el Congreso quedó instalado en octubre de 1858.
El historiador Jorge Basadre dice al respecto: “Castilla estaba en el  apogeo de su prestigio. Habiendo tenido en sus manos los máximos poderes  a consecuencia de los acontecimientos de Arequipa y la disolución de la Convención. Pero el merito es que fue directamente hacia la constitucionalidad”
Para variar el conflicto armado con el Ecuador estalló en 1859 por los consabidos límites fronterizos.  La intolerancia ecuatoriana era persistente. El primer mandatario asumió el comando  de la Armada y el Ejército y marchó rumbo a territorio de ese país para conseguir la justicia.
Al  frente de doce unidades navales y cuatro mil hombres arribó  al Ecuador, en circunstancias que el gobierno de esa nación cae derrocado y se organizan dos de ellos. Uno el del General Guillermo Franco con sede en Guayaquil. El otro, en Quito, presidido por Gabriel  García Moreno.
ATENTADOS
Ante la caótica situación de anarquía total y al haberse desagraviado  el honor nacional, el Perú decidió  firmar el tratado de Mapasingue con el Ecuador y así no consumar ninguna acción bélica que, evidentemente, trae consecuencias malignas
El Presidente del Perú de aquel entonces sufrió, asimismo, atentados personales. Uno de ellos incluyó el asalto a su casa en asonada donde se dijo estuvieron comprometidos gentes de valía. Como  el caudillo liberal Jose Galvez y el tradicionalista y escritor Ricardo Palma. En esta oportunidad, se registraron hasta muertos y heridos
Sus detractores se asilaron en distintas embajadas. Pocos meses antes, un jinete con el rostro cubierto   hirió al Jefe de Estado con un disparo de pistola. El atentado frustrado  fue atribuido, asimismo, al liberalismo.
Al  finalizar su segundo mandato convocó oportunamente a elecciones y resultó elegido Presidente de la República, el Mariscal San Román. Primer Vicepresidente era el General Pezet; y Segundo, el General Pedro Diez Canseco.


Constitucion promulgada por Castilla
VACIO DE PODER
Desafortunadamente el  personaje elegido falleció cuando sus vicepresidentes estaban fuera del país. Eso implicó un vacio de poder peligroso. Castilla asumió el Comando del Ejército en espera  la llegada de los otros elegidos. Primero lo hizo Diez Canseco, cumpliendo su mandato; y después Pezet, quien se hizo cargo de la Presidencia de la República.
No había transcurrido un año cuando  estalló el grave incidente de Talambo, entre los colonos vascos y los peones de dicha hacienda. En el enfrentamiento resultó una persona muerta y varios heridos.
Ello originó la invasión de las islas de Chincha por fuerzas españolas comandadas por el Almirante Pinzón.  Se maltrató la soberanía peruana el 14 de abril de 1864 y se izó la bandera española con salva de 21 cañonazos. El estandarte  nacional había  sido arriado y la hacienda pública no podía ya disponer de la renta del guano.
A la sazón, providencialmente, Castilla presidía el Senado de la República. De esta circunstancia se derivó con el correr del tiempo, la gloria del Combate del 2 de Mayo. El diplomático que originó el conflicto con desatinos prepotentes, fue Eusebio  Salazar y Mazarredo,  ostentando  el título de Comisario Extraordinario de España en el Perú.
El memorando que firmaron Pinzón y Salazar  sostenía, agresivamente, que España reivindicaba la propiedad de las islas de Chincha y que la escuadra española se apoderaría  de los buques de guerra que se opusieran a ello.
EMPRESTITO
Estaban frescos aquí los últimos precedentes de intervenciones europeas en el continente. Los casos de México y Santo Domingo no se podían desestimar. La invasión a Chincha podía ser el primer peldaño de una dominación ibérica en el territorio.
El Perú agredido carecía de medios defensivos y no disponía siquiera de recursos económicos. Fue menester un empréstito. Salieron comisiones al extranjero, en búsqueda de recursos bélicos.
Los apocados hicieron languidecer al gobierno. El que a su vez con bravuconerías fingía defender celosamente el honor nacional. Un derrotismo fanfarrón parecía apoderase del ambiente. No obstante, la pasión popular  alentaba el gesto desafiante  asumido por Castilla, el abanderado contra la desaforada agresión española.
Fue claro en el Senado cuando afirmó que la guerra, aún sin elementos bélicos y con un solo bote, era preferible a una transacción sumisa y endeble. La muerte antes que la claudicación. “No guardo consideraciones a nadie cuando se trata de mi patria”, decía
"Si perdimos-afirmaba Castilla en el hemiciclo- las rentas del guano, no perdamos la honra". La ruina económica que sufría el país contribuía a reconocer como solución patriótica cualquier pacto más o menos vejatorio a la dignidad nacional.
VIVANCO
La ocupación de las islas, con todo, suscitó un movimiento de solidaridad americana de rechazó a la actitud de la escuadra española, en la que se veía la amenaza contra la independencia de todos los países del nuevo mundo.
Las negociaciones diplomáticas terminaron con el Tratado Vivanco-Pareja. El General Vivanco, ex Presidente del Perú,  fue comisionado para ese fin por el gobierno de Pezet para  llegar a acuerdos con el Almirante español Pareja.
Vivanco aceptó  el reconocimiento del pago de tres millones de pesos como indemnización de los gastos hechos por España. La bandera española fue saludada al igual que la peruana, como si la ofensa hubiese sido inferida también por el Perú a la soberanía española.
Algo más grave: Pezet designó a Vivanco Presidente del Consejo de Ministros encargado además de las carteras de Guerra y Marina. La presencia descollante en el gobierno del autor del pacto tan impopular, hizo arreciar contra el gobierno el repudio nacional.
Ofuscado el régimen decide apresar a Castilla y alejarlo subrepticiamente fuera del país. Mientras tanto, el entonces capitán de la corbeta Unión, Miguel Grau, desconoció altivamente el Tratado Vivanco Pareja. Lizardo Montero, otro patriota y marino, asumió idéntica posición.
El político es embarcado en una fragata mercante para una larga travesía y es alejado hasta la distancia de lejanos mares. Ocurrió la revolución contra Pezet aprovechada y encabezada por Mariano Ignacio Prado, desde Arequipa donde se desempeñaba como Prefecto.
ACLAMACIONES Y EMOCION
Al grito de “Viva Castilla” se  alzó al pie del Misti, la bandera de la rebelión y el gobierno de Pezet cayó derrocado. Se declaró a la República en estado de guerra. Se reprochó la tibieza de la clase gobernante, en contraste con la resuelta actitud de Castilla. Altivez heroica prendió el espíritu nacional para provocar el rechazo contra el invasor, el glorioso 2 de mayo de 1866.
Hombres plecaros compusieron el gobierno revolucionario de Prado: Galvez, Manuel Pardo, Pacheco y Tejeda. Prado fue proclamado dictador y Galvez presidía el gabinete. La muerte heroica de Gálvez, en el referido combate, fue el espaldarazo moral que dio la victoria al Perú.
La llegada de Castilla al Callao es recibida entre emocionadas aclamaciones. Gálvez significa el triunfo, es el héroe. Pero Castilla es el alma en el aliento osado y el brío que excita la  hazaña del 2 de Mayo.
La presencia del ex Presidente provocó tantos temores en el gobierno que, a poco de su regreso, fue nuevamente desterrado. Esta vez a Chile donde levantó el viejo caudillo de 70 años su tienda revolucionaria contra la usurpación, el derroche de la hacienda pública, los injustos gravámenes en contra del pueblo y el atropello a sus libertades.
ULTIMAS PALABRAS
Prado convocó a un congreso constituyente mediante el cual, al ponerse fin a la dictadura, fue elegido por éste Presidente en febrero de 1867. El régimen era impopular. Castilla desembarcó en Pisagua en la costa de Tarapacá, con una escolta muy pequeña. Enfermo murió en ruta envuelto en su capote militar. Era el  30 de mayo de 1867.
Había dicho antes de fallecer montado en su caballo, dándose cuenta que se podía ir de este mundo: “Señor dame un mes más de vida y haré la felicidad de mi patria”. Las palabras las pronunció en el viento del desierto anchuroso que también lo vio nacer. Así se fue de la faz de la tierra, un demócrata a carta cabal. (Edgardo de Noriega)

2 comentarios:

  1. Si efectivamente fue el soldado de la ley. Ejemplo y loa para el Perú.. Alfredo Geraldino

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  2. Castilla es ejemplo del Peru.

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