jueves, 27 de junio de 2019

LA "MARSELLESA" VIVA

Ya pasaba por la mujer más guapa de Paris como Jacqueline Forzane la más elegante y Cecile Sorel la más lujosa. Pero Martha Chenal ha querido probar que una muñeca parisiense puede adquirir la belleza de una heroína de Corneile y que otra vez, como en los tiempos de la Diosa La Razón, la escarapela tricolor o el gorro frigio sientan bien a cabellos rubios.
La Marsellesa-lo dice más de un escéptico parisiense- estaba un poco desprestigiada. Mejor sería decir vulgarizada. Recurso de toda festividad municipal, seguía siempre al discurso del diputado que echaba mano de las viejas mayúsculas. La civilización, el progreso y la libertad. Sólo continuaba siendo en el extranjero, el canto ardiente de redenciones y rebeliones.
En Pekín, En Constantinopla, en Lisboa, en donde quiera que se demolía un feudalismo y se inauguraba una libertad, la entonaban voces roncas. Era el gran venero de heroísmo para las juventudes conspiradoras y significaba para ellas una Francia de ayer, la que en los románticos augurales como Quinet o Michelet era sinónima de locuras exorbitantes.
Y he aquí que el viejo canto adquiere en Francia un sentido nuevo y hondo. Viene a “verter heroísmo al corazón de los ciudadanos, como en el verso de Baudelaire. No la necesitan los ciudadanos que combaten. En los campos de batalla sólo hallé gravedad y un patriotismo enconado que no necesita estimulantes. ¡Pero los que se quedan!

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Forzane bella y elegante
ORQUESTA…
Los que se quedan son dignos de compasión. Ya un periodista travieso compuso la “elegía de los hombres de cincuenta años”. Se necesitaría agregar la “endecha de las mujeres”. No tienen unos y otros para atizar el alma, ese irritante olor a pólvora y la necesidad de venganza cotidiana y la maravillosa orquesta de los cañones, todo lo que sacude y galvaniza
Yo, que volví de la línea de fuego con los bolsillos repletos de cartas de soldados, hallé en París a madres o esposas pálidas que temblaban, a mis primeras palabras, con un calofrío de inquietud. Cada paso en la escalera puede traerles una noticia funesta y alguna me contó la pesadilla de sus noches: “Tal vez ha muerto, está herido quizás---“
A cada instante las calles os sugieren lo mismo. Transitan mujeres de luto. Con la pierna rota o el semblante desfigurado, pasan soldados lívidos. Y a la entrada de los metropolitanos, nenas pálidas, con gorrito belga, os piden, en un francés dengoso, cinco céntimos para pan. Comprenderéis que es necesario rugir la Marsellesa sobre esta lamentable turba.
Que sobre las miserias particulares pase, como un viento de Dios la antigua admonición: “Hijos de la patria, ha llegado el día de la gloria”. Llegará, todos lo creen, pero tarde. En esta guerra de madrigueras sólo se ganan centímetros. El entusiasmo se va desmenuzando en aburridos minutos bajo este cielo e invierno lóbrego.
Entonces canta Marthe Ghernal. Si yo me llamara Joffre, la haría recorrer algunas trincheras cada noche. ¿Recordáis a esos soldados de Maupassant que soportaron marchas forzadas sonriendo porque los acompañaba una mujer bonita?

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Cecile Sorel: el lujo en persona

MISERIAS
Canta Chenal y parece que todas las miserias se disipan. La voz, de maravilloso timbre, exalta la patria nueva, cuando se desmoronen las tiranías la regia o la prusiana, da lo mismo. Esos “feroces soldados” de la canción ¿no son los que han cometido las atrocidades publicadas en los periódicos?
El público, de pie, aterrado, oye pasar ese grito de rencor y de júbilo que sugiere un paisaje de incendios y la guillotina triunfal para todo enemigo. Los semblantes se crispan y los más áridos ojos se nieblan. Cerrándolos por vergüenza, ya no sabemos quién canta.
¡Es Francia entera la que exhala esta dulce voz? Nos promete lo soñado tantas veces, lo que hoy parece utopía candorosa: gloria y paz a los pueblos de buena voluntad. Diez veces por lo menos se alza el telón para que venga a saludar Marthe Chanel, roja y magnifica como las vírgenes del terror. Es en Paris actualmente la ideal República, la que vimos simbolizada en telas y mármoles.
Belona encantadora y Palas Atenea de lindos labios. Miro a todos lados para admirar como esta frágil muñeca puede renovar en un instante los entusiasmos. De aquí saldrán las mujeres más resignadas, los militares convalecientes más resueltos…¡Que no solo de pan sino de Marsellesas vive el hombre! (Editado, resumido y condensado del libro “Obras Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado intelectual peruano que, con sus estudios, rescata los orígenes culturales de este país. Nació por un azar patriótico en Paris, retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo cortos intervalos por aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió, siempre habitante de la ciudad luz)

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