Hace 20 años que murió y hay muchos que no pueden
consolarse. Cada año vuelven a dejar rosas. Pero ninguno de los años pasados,
revistió tal importancia la ceremonia. Y era singular, casi chocante, el
contraste de tantos poetas vestidos algunos de guerreros que venían de celebrar
al más pacífico Silvano de la selva interior, cuando sólo parecen tener razón
los épicos de cuartel y de plaza pública.
El poeta decía que sólo debe gustar la muerte, según la
expresión del libro santo, después de haber rodado sobre los más impuros senos
aquella cabeza de niño viejo de niño terrible, sonora de besos y triste de música.
Pero, oportunamente murió. ¿Qué hubiera hecho ahora?’ Fue un momento de la
sensibilidad francesa. Representaba ese desmayo tan exquisito que todavía dura
entre nuestros nervios
Y aunque era un buen loreno de Metz, un chauvinista como le
decía orgullosamente a Jules Huret, le hubieran reprochado tal vez hoy que sólo
pusiera oídos al rumor de las fiestas galantes y a las melancolías egoístas.
Francia, que no había preparado sus arsenales, no preparó tampoco su literatura
para la guerra.
Paul Verlaine: poeta francés de renombre
Paul Verlaine: poeta francés de renombre
CANTOS
Solo en estos últimos años siguiendo a Whitman y a
Verhaeren, los jóvenes literatos comenzaron a cantar inquietudes y alegrías
unánimes. Aquella “torre de marfil” cuyo culto se difundió, precisamente,
cuando cantaba Verlaine, se desmorona con las catedrales. Hasta una linda
mujer, la condesa de Noailles, como esas amazonas que se cortaban los pechos
para pelear mejor, se prepara a entonar el himno terrible de las victorias
mutiladas.
Es una guerra para Víctor Hugo y no para Verlaine. Los
fatalistas de la critica literaria dirán tal vez que ambos hombres nacieron
para simbolizar dos épocas. El Emperador, a toda Francia a caballo. De cumbre
en cumbre, el vuelo del águila. ¡Cómo podía evitarse en el tumulto la armonía
imitativa, el pleonasmo fanfarrón, el fastuoso orientalismo del adjetivo!
Viendo los cuadros de
Meissonier, se excusan ciertos oropeles de Hugo. Es la suya una
literatura estratégica ronca y a veces vacía como el tambor. Pero pasa “el año
terrible” y ya parece corresponderle a Verlaine la misión de cantar aquella
fatiga del vencimiento. Flota en años que tornaron acerba la sonrisa de Renán,
una melancolía ya no pomposa como la de los románticos, sino sincera y
sutilísima.
¡Quién mejor que Verlaine simboliza aquella literatura de
los cuchicheos en un parque de las confidencias a media voz y a media sonrisa
de los desvaídos anhelos cuando los chorros y los cisnes tienen siempre para el
poeta la forma del signo que interroga! Después del “tambor mayor” venía el
zíngaro.
Luxemburgo se distingue por su hermosura.
Luxemburgo se distingue por su hermosura.
PREFERENCIAS
¿Quiere decir que haya desaparecido para siempre los Musset?.
De ningún modo. Sólo hago notar que los poetas de pasado mañana, los que
comenzaron a cantar antes de la guerra, frecuentaban de preferencia talleres,
fábricas, “ciudades tentaculares”, multitudes en brega.
Mi amigo Barzun sólo quiere escribir poesía simultánea, es
decir, que pueda ser declamada por coros como las cantatas de Claudel y que
exprese el alma de las muchedumbres. Jules Romains compuso “la plegaria de una calle”
… La distracción de los periodistas desocupados era pues la de preguntarse si
la futura poesía continuará siendo heroica y multánime. O si, fatigados los
poetas de tanta epopeya vivida, volverán a las endechas a Manón.
Por eso esta mañana tenía tan conmovedor aspecto el
homenaje. Tal vez era un adiós. El adiós a los Poemas Satornianos, a las
Fiestas Galantes. Un asistente, joven cantor de Francia, me aseguraba, para
desconsolarme, que Deroulede-buen patriota y mal poeta- había sido más útil que
Verlaine. Iba más lejos este hereje. La canción de El Clarín-deciame- la han
repetido minutos antes del ataque, millares de soldados frenéticos.
Palacio de Versalles
Palacio de Versalles
Mientras que en este instante nos entumecen y deprimen al
recordarlos el exquisito soneto a la amada fogosa o los elásticos ritmos en que
el otoño solloza como un violín. Afirmé, on polca fe, la absoluta separación de
la Literatura y la oratoria. Junto a los poetas marciales, los épicos urbanos y
los salmistas del optimismo existirán siempre los divinos rezagados de la
añoranza.
Pero al marcharme por la alameda verleniana, vi que el
rostro del poeta en el monumento se parecía singularmente al de aquellos
dioses. Termino que, en la espesura de Versalles, están solos, al fin de una
ruta abandonada, junto a la perpetua elegía del agua. (Editado, resumido y condensado del libro “Obras Escogidas
de Ventura García Calderón”, destacado intelectual peruano que, con sus estudios, rescata los
orígenes culturales de este país. Nació por un azar patriótico en Paris,
retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo
cortos intervalos por aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió,
siempre habitante de la ciudad luz)
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