jueves, 13 de octubre de 2011

PORRAS: SERIO Y BRILLANTE COMO POCOS

Un maestro por vocación, un erudito que conocía al Perú  y sus clases definitivamente eran magistrales. Las dictaba a sus alumnos de San Marcos y La Católica, impecablemente, con una facilidad de palabra encomiable y un evidente sentido del humor  y de ironía. Serio y preciso como pocos, brillante y astuto como pocos.
Lo que le permitía darse por entero a sus pupilos, con la convicción plena de  transmitir las enseñanzas, a profundidad, de la historia como reafirmación del pasado y consolidación del presente y del futuro, cultivando la veracidad para sustentarla en medio de una  rigurosidad plena.
Por eso es que Raúl Porras Barrenechea  sobre todo en las tertulias de su antigua casa en la calle Colina de Miraflores condenaba, sin ambages ni miedo alguno, las afirmaciones irresponsables de muchos autores con algún prestigio y nombradía  que erraban garrafalmente en datos, cifras, apreciaciones y hasta en conceptos, en la publicación de sus libros
Librarse de Porras era difícil. Pero si se pasaba la prueba, ya era  definitivamente alguien intachable en el Perú. Eso es lo que precisamente se decía de su inclinación a saber, con precisión, quién era quién en el mundo intelectual peruano.
LAS
En la labor de censor dicen sus seguidores que lugar preferencial tenia otro intelectual de renombre como fue Luis Alberto Sánchez, a quien le atribuía una mala inclinación de escribir sin confirmar y muchas veces errar garrafalmente.
Precisamente Vargas Llosa, discípulo predilecto del maestro,  cuenta en su libro “El Pez en el Agua”   que “a Porras lo ponía fuera de si que LAS escribiera libros de un tirón, confiando en la memoria que la tenia formidable, sin verificar los datos, citando libros que no había leído, equivocando fechas, títulos, nombres como ocurría con frecuencia en sus publicaciones”.
“Las inexactitudes y ligerezas de Sánchez-más aún que las malevolencias y desquites contra adversarios políticos y enemigos personales que abundan en sus libros- exasperaban a Porras porque esas libertades presuponían el subdesarrollo de sus lectores, la incapacidad de su público para identificarlos y condenarlos”, dice el actual Nobel.


Raúl Porras Barrenechea.

“QUE VERGÜENZA. QUE VERGÜENZA”
En una oportunidad ocurrió una tremenda polémica entre Sánchez y el crítico chileno Ricardo A Latchmam quien reseñando el ensayo de aquel sobre la obra “En América  Latina Proceso y Contenido de la Novela Hispanoamericana”, señaló algunos errores y  omisiones del libro.
Sánchez comentó con viveza y bromas. Entonces, Latchmam abrumó a su adversario con una lista inagotable de inexactitudes que Porras leyó en una revista chilena, murmurando a muchos de sus discípulos: “Que vergüenza, que vergüenza”   
Porras enseñó durante largos años el curso “Fuentes Históricas Peruanas” y según recuerdan sus alumnos, lo hacia con erudición y reflexión. No era la Historia del Perú, sino precisamente dónde y cómo estudiarla.
Lo hacia con sabiduría y elocuencia. Cada conferencia que dictaba era un formidable despliegue de conocimientos sobre el pasado del país y las versiones, lecturas contradictorias que  de él habían hecho los cronistas, los viajeros, los exploradores, los literatos, las correspondencias y documentos más diversos.


Luis Alberto Sánchez.

NOTA DE 21
Una anécdota de él como profesor  la cuenta el poeta y hombre de letras sanmarquino, Washington Delgado, lo que el propio maestro le relató que siendo jurado de un concurso de admisión, hizo ingresar a un estudiante totalmente revolcado por otro jurado, en quien Porras, a través de las preguntas del examen oral, descubrió cierta habilidad para el estudio de la Historia.
Por desgracia, el alumno no tenía la misma habilidad por las cuentas y mediciones. A la hora de poner los calificativos,  el profesor de Matemáticas estampó un rotundo cero. Porras escribió un contundente 21. El matemático tronó indignado: No existe la nota 21. Porras replicó: “Tampoco existe el cero”. Era imposible polemizar con el maestro. El alumno ingresó a San Marcos.
Por su parte, Vargas Llosa lo recuerda con intenso cariño y lo describe de la siguiente manera: “Pequeñito, barrigón, vestido de luto por la muerte de su madre, con una frente muy ancha, unos ojos azules bullentes de ironía y unas solapas tapizadas de caspa”.



Washington Delgado

EXACTITUD
Exponía en sus clases con una elegancia consumada, en un español sabroso y muy castizo. Comenzó su carrera universitaria enseñando a los clásicos del Siglo de Oro, a los que había leído a fondo y de ello quedaba huellas en su prosa, en la precisión y riquezas con la que se expresaba. Enseñó también en los colegios Guadalupe, Italiano y  Anglo Americano.
Tenía el fanatismo de la exactitud y era incapaz de afirmar algo que no hubiera verificado. Sus espléndidas exposiciones estaban siempre acotadas con la lectura de unas fichas, escritas en letra diminuta que se llevaba muy cerca de los ojos para deletrear. En cada una de sus clases se tenía la sensación de estar oyendo algo inédito, el resultado de una investigación.
La casa miraflorina de Porras era cenáculo de intelectualidad plena. Allí se reunían maestros,  profesionales alumnos y otras gentes de valía rodeados de una muchedumbre de libros en todo sitio con estatuillas y cuadros de don Quijote y Sancho Panza. Sin exageración, un templo del saber.
Era un maestro a la antigua que gustaba rodearse de discípulos a los que exigía absoluta fidelidad. Solterón, había vivido en esta casa  con su madre hasta que ella murió y luego la compartió con una anciana sirvienta negra que lo tuteaba y reñía como un niño.
Ella era la que preparaba las deliciosas tazas de chocolate con que el historiador agasajaba a las luminarias de la intelectualidad cuando hacían la peregrinación a la ya famosa calle Colina de Miraflores.
CONCURRENTES
Según Vargas Llosa, asiduos concurrentes de conversación amena eran: el médico e historiador español  Pedro   Laín Entralgo, el venezolano Mariano Picón Salas, escritor, ensayista y finísimo humorista y el mexicano Alfonso Junco, cuya timidez desaparecía cuando surgían en la conversación los dos temas que lo apasionaban: España y la fe, como un cruzado del hispanismo y el catolicismo.
Asimismo, alli estaba presente el poeta José Gálvez que hablaba un español castizo y amante empedernido de la Genealogía. Lo mismo que Víctor Andres Belaúnde, eminente pensador católico que llegó a ser Canciller y Embajador del Perú en la Organización de Naciones Unidas.
Entre sus amigos también figuraron: el diplomático piurano Ricardo Vegas Garcia, los profesores Jorge Puccinelli y Luis Jaime Cisneros. Aparecía también  la viuda de Vallejo, Georgette, a quien protegía después de la muerte de aquel.




Mario Vargas Llosa

DISCIPULOS
Las tertulias solían prolongarse hasta tarde en la noche y rematar en algún  café de Miraflores como “La Pizzería” en la avenida Diagonal o en el Bar “El Triunfo” de Surquillo, un local de poca fama al que Porras rebautizó como "Montmartre".
Los jóvenes de aquellos años 50  también llegaban a  la vivienda. Ahí se podía ver continuamente a sus discípulos escritores, periodistas, sociólogos, diplomáticos, historiadores y profesores como: Vargas Llosa, Félix Alvarez Brun, Raúl Rivera Serna, Hugo Neira, Pablo Macera, Félix Nakamura y Carlos Aranibar.
Porras se lanzó con mucha ilusión como candidato al rectorado de la Universidad de San Marcos. Su rival fue Aurelio Miró Quesada Sosa, uno de los dueños del diario “El Comercio”, considerado uno de los símbolos de la aristocracia, la oligarquía y el antiaprismo.
Los organismos estudiantiles controlados por el Apra y la izquierda apoyaron a Porras al igual que los profesores del partido de Haya de la Torre. Porras y Miró Quesada habían tenido cordiales relaciones hasta entonces y por la disputa se distanciaron.
Fue entonces que se registró una ácida polémica de cartas y editoriales  y el local de “ El Comercio” fue apedreado por estudiantes sanmarquinos que salieron a las calles del centro de Lima, coreando eslóganes: “Libertad” y “Porras Rector”.


Pablo Macera.

“MUERTE CIVIL”
La reacción del diario no demoró y desterró por un tiempo de sus páginas el nombre de Porras. La famosa “muerte civil” a la que “El Comercio” condenaba a sus adversarios, con fuerza y contundencia que muchos  temían.
Lo mismo hizo con los apristas durante muchísimos años. Ahora sus directivos aseguran que estas prácticas tan poco comunicativas están desterradas. Hecho que, obviamente, hay que apoyar porque es civilizado
Las elecciones por el rectorado se llevaron a cabo y Miró Quesada ganó, sin dificultad. Una masa de estudiantes desagravió a Porras en el Patio de la Facultad de Derecho.
Allí afirmó que aunque había perdido, le alegraba saber que habían votado por él algunos de los profesores más eminentes de San Marcos y nombró a algunos  de los que le habían asegurado los votos. Varios de ellos mandaron cartas a “El Comercio”, desmintiendo haber votado por él.
SENADOR
A Porras la derrota lo afectó hondamente. Parece ser que era el cargo que más ambicionaba. Más que cualquier distinción por su vieja y entrañable relación con la universidad y que, no haberlo alcanzado,  dejó en él una innegable frustración e incluso amargura.
En las elecciones de 1956, aceptó ser candidato a una Senaduría por Lima en la lista conformada por los pradistas con el apoyo del Apra que encabezaba el poeta José Gálvez y, durante el gobierno de Prado, desempeñó el Ministerio de Relaciones Exteriores, que ocupó hasta poco antes de su muerte en 1960.
Muchos entendidos consideraron a Porras, desde el punto de vista político, un liberal tirando a conservador. Nunca llegó a ser ni aprista ni socialista. Sin embargo, muchas veces estuvo al lado de ellos. Lo rescatable es que fue un senador brillante, ocupando la primera vice presidencia de la cámara alta y un ministro de lujo.
Como parlamentario destacó conjuntamente con otros independientes, Acción Popular y la Democracia Cristiana en la tarea de investigar los delitos políticos y económicos cometidos por la dictadura de Odría. La iniciativa no prosperó porque los pradistas y otros grupos se opusieron a rajatabla.
Porras era un senador de la oposición al gobierno de Prado, cargo que ejerció,  sin contemplaciones. Por eso su nombramiento como Canciller fue una sorpresa para todo el mundo. Inclusive para él que, dicho sea de paso, no gozaba de buena salud. Pero cumplió su función con creces.
RECHAZO EL BLOQUEO
Vargas Llosa en el referido libro dice al respecto: “aceptó supongo que por una pizca de vanidad y también como otra compensación por aquel rectorado perdido, herida sangrante en su vida. Con su trabajo ministerial su libro sobre Pizarro quedó paralizado del todo”
Como Ministro de Relaciones Exteriores resultó memorable, histórica y principista, su posición de rechazar el bloqueo impuesto a Cuba por Estados Unidos, durante la reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA).
En esa reunión leyó su brillante discurso dando así una lección de dignidad e independencia política y rechazando de manera rotunda la intromisión en los asuntos internos de los países, abogando por la libre determinación de los pueblos y la paz en Latinoamérica.
LIBROS
Nació en Pisco el 23 de marzo de 1897, siendo hijo de Guillermo Porras Osores y de Juana Barrenechea Raygada. Sus estudios los realizó en el colegio francés  SSCC de la Recoleta. Durante sus años escolares, demostró sus dotes de escritor, publicando tres cuentos y una traducción del francés en la revista de ese plantel.
Hay numerosos libros que Porras ha legado a la posteridad. Allí están sus "Crónicas Perdidas sobre la Conquista del Perú", "Mito, Historia y Tradición en el Perú," "Fuentes Históricas Peruanas". Este último mereció el Premio Nacional de la especialidad.
Otra de sus obras importantes es “El Inca Garcilaso en Montilla”, que aportó una valiosa información documental para esclarecer un extenso lapso de vida del autor de “Los Comentarios Reales”
Porras descubrió la casa de Garcilaso en Montilla donde vivió hasta los 52 años. Estos aspectos de la biografía del Inca no fueron conocidos hasta 1949. La tarea de investigación y descubrimiento la hizo Porras cuando se desempeñaba como Embajador del Perú en España
El jurista e historiador Javier de Belaúnde Ruiz de Somocurcio señaló que Porras Barrenechea estudió el incario y las culturas que las precedieron. "Son admirables, por su profundidad y análisis, sus investigaciones sobre la conquista y el Virreinato. Severas y brillantes son sus páginas sobre la República. Así pudo lograr una visión integral del Perú y recoger el mensaje de auténtica peruanidad"
PUCCINELLI.
Por su parte, Jorge Puccinelli, uno de sus discípulos, resaltó que Porras perteneció a la generación del Centenario y, dentro de ella, al grupo del "Conversatorio Universitario", institución que  fundó en San Marcos en 1919.
Allí se congregó a lo mejor de la juventud estudiosa que  participó en la Reforma Universitaria para investigar el tema de la Independencia del Perú.
Puccinelli subrayó que en este "Conversatorio" Porras dio a conocer su trabajo juvenil sobre José Joaquín de Larriva, que marcó el inicio de sus indagaciones histórico-literarias acerca de los satíricos limeños.
Resultó designado candidato a la Presidencia de la Federación Universitaria de San Marcos. Pero fue derrotado por un estudiante de la Facultad de Medicina que acumuló muchos más votos, Juan Francisco Valega.


Jorge Puccinelli: discípulo de Porras.

BIBLIOTECARIO
Su ingreso como bibliotecario al Ministerio de Relaciones Exteriores en 1922, marcó el inicio de su vida diplomática. Desde entonces no hubo problema internacional a cuya solución no ofreciera las luces de su inteligencia, atributos que marcaron rumbos firmes y definidos a nuestra Cancillería.
En la cuestión de Leticia con Colombia, le tocó a Porras desempeñar un papel destacado como asesor de nuestros delegados que discutieron, en Río de Janeiro, los términos de un arreglo que no soslayó importantes aspectos históricos del litigio.
Durante las acciones militares de 1941 en la frontera con el Ecuador, la oficina de  Porras, en el Ministerio de Relaciones Exteriores, centralizó los despachos del frente y los vertía a los medios de difusión con los comentarios y aclaraciones que eran necesarios para ilustrar a los lectores y, de paso, contrarrestar los infundios de la campaña ecuatoriana.
En 1913, ingresó en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos en la cual se inició como Catedrático de Literatura Castellana. Paralelamente, debido a la temprana muerte de su padre, trabajó como amanuense (secretario) en la Corte Suprema de Lima.
DUELO
Perdió a su progenitor en un duelo muy en boga en aquella época donde una persona que se decía de honor se enfrentaba ayudado de determinada arma y a muerte, con otra por determinada ofensa o diferencia
La causa del duelo en el que intervino Porras Osores fue enteramente trivial. La discusión con su rival se derivó  por disputarse un asiento para escuchar a la banda de la Escuela Militar de Chorrillos, en un parque de Barranco. En el enfrentamiento,  el padre falleció.
Porras Barrenechea al morir, el 27 de setiembre de 1960 de un fulminante ataque cardiaco,  legó en acto de desprendimiento admirable, sus libros a la Biblioteca Nacional. Era una  de las más valiosas bibliotecas que haya tenido intelectual peruano alguno. Hasta hoy puede ser consultada en la Sala de Investigaciones que lleva su nombre.
La casa de la calle Colina en Miraflores, declarada Monumento Histórico, fue donada por sus herederos para que sea la sede permanente del Instituto Raúl Porras Barrenechea, constituido como Centro de Altos Estudios y de Investigaciones Peruanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1964.
CASA MUSEO
Al igual que la Casa Museo de Ricardo Rojas en Buenos Aires; la  de Rui Barbosa en Río de Janeiro; la Capilla Alfonsina, que en México recuerda al maestro Alfonso Reyes; o el Instituto Caro y Cuervo y el Museo de Hierbabuena, que en Bogotá evocan la  memoria de los  filólogos colombianos.
El propósito esencial del Instituto es cautelar el  patrimonio que alberga la Casa Museo, exhibiendo las obras de arte, mobiliario, pinturas, esculturas, fotografías, recuerdos familiares y personales del ilustre maestro, historiador y diplomático peruano, manteniendo el sentido evocativo de su personalidad y obra.
Igualmente promueve la publicación de las obras completas del maestro, la investigación y fomenta vocaciones en los campos que cultivó  Porras, alentando y publicando tesis y trabajos  sobre temas eminentemente peruanos.


Casa del insigne intelectual en la calle Colina de Miraflores

La biblioteca del Instituto, formada sobre la base de las donaciones  particulares de los profesores universitarios Silvio Julio, José Jiménez Borja, Ricardo Vegas García, Víctor Li Carrillo, Francisco Bendezú y Miguel Reynel, cuenta en la actualidad con un fondo bibliográfico de más de 40 mil volúmenes.
En su salón de actos investigadores y maestros del país y del extranjero han intervenido dictando conferencias, simposios, cursos, etc. que prestigian la investigación histórica, literaria y humanista.
La casa de la calle Colina se ha convertido en un polo de la actividad cultural del país y ha sido distinguida con la Placa y Diploma del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Concytec), la Medalla Cívica del Concejo Metropolitano de Lima y del Concejo Distrital de Miraflores. Porras, definitivamente, sinónimo de capacidad, inteligencia y amor intelectual por el Perú. (Edgardo de Noriega)

1 comentario:

  1. Hugo Neira, uno de los discipulos de Porras recuerda con mucho cariño al maestro en una entrevista que le hacen en la Revista Caretas. Figura inolvidable de la historia. Figura presente en el Perú. Pero algo olvidada. Una necesidad es que se publiquen sus obras completas. El aporte es realmente valioso. Bernardo Guerra

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