sábado, 7 de diciembre de 2019

LA AMISTAD ESPAÑOLA

La prensa entera acoge con gratitud ferviente el manifiesto de los intelectuales españoles. Reaccionarios o radicales, católicos o anarquistas-lo mismo El Eco de París que la Guerra Social- alaban “el bello gesto”
Porque- como alguien lo hace notar- se manifiesta la simpatía en horas difíciles. “Los rusos-dice Herve- acaban de ser vencidos momentáneamente. La victoria final podría parecer incierta a algunos neurasténicos de París. Los intelectuales españoles no han querido que puede decirse que vienen a socorrer al victorioso. Sus confortantes palabras llegan en uno de los más árduos momentos de esta guerra”.
En el Journal, el diputado Chaumi dice del Manifiesto que “desde que se declaró la guerra, no se ha escrito más hermosa página. Sin que lo confiese nadie, se advierte la sorpresa conmovedora de los periódicos.
Porque aquí sólo llegaron las palabras de ira. Pocos sabían que en España estaban divididos los pareceres. Se creyó sentimiento unánime al encono y quienes más sufrieron de esta actitud fueron los católicos.
Recuerdo que el eximio crítico de arte Peladan y el formidable libretista León Bloy “las últimas columnas de la Iglesia-como diría este último- me murmuraban su asombro cuando les leía diarios ultramontanos de Madrid.


Con fuerza la prenssa  desde la antiguedad


LA IGLESIA
-Pero Reims… ¿Qué dijeron de Reims?... ¿No han visto claro el odio del protestante?
Y el exquisito crítico de El Figaro, André Beaunier, católico ferviente me decía en su villa del Vesinet:
-Venga a ver a la Iglesia como está llena. No puedo creer que los católicos españoles supongan a Francia incrédula. Es una mala inteligencia, que los periodistas como usted debiera ayudarnos a disipar.
Sonreí. No es un impío el mejor predicador para los creyentes. Y nada pueden argumentos de periodista cuando la pasión quiere cegarse. No es ésta, por lo demás, una guerra de religión. Así el rencor de los germanófilos sorprendía como un castigo inmerecido
Las simpatías por España siempre fueron aquí eficaces. Pero el artista para el literato, no era sólo un arsenal romántico, sino la tierra hidalga por excelencia. Fier hidalgo, exclamaban con lo más cariñoso de las sonrisas. Desde los tiempos de Gautier o de Hugo. España simbolizaba a la vez el desprendimiento y la feminidad apasionada, la nobleza del Quijote y la gracia de Carmen.
Barres, Louys y Tailhade-y con ellos el público de lectores- sintieron la solución del españolismo. Y era a la vez este culto locura efusiva de soñadores y simpatía cuerda. Pocos españoles han estudiado más apasionadamente a sus clásicos que un francés, el admirable erudito Foulche-Delbose. La mejor obra sobre Gracián es de Adolfo Coster.

Portada de Le Figaro (Francia)
Le Figaro en tiempos modernos

EL QUIJOTE
Del amor al libro máximo-al libro ejemplar del idealismo indemne en la cotidiana afrenta del mundo-acabo de darme cuenta por una encuesta. He preguntado a los intelectuales de Francia para publicarla en un periódico madrileño, la opinión sobre el Quijote.
No estaba yo seguro de interesar, ni presumía que lo hubieran leído todos. Y con la más cordial sorpresa leo cada mañana las cartas que me llegan o los artículos de periódicos. La obra inmortal no es sólo popular entre los niños. El Quijote es el libro de cabecera de Anatole France, Lacontede Lisle-según me asegura el poeta Henri de Regnier- se hacía leer las aventuras del hidalgo cuando la fiebre le demudaba ya en las últimas horas de su vida.
Y Rodin esta mañana paseando por entre las efigies venerables del Hotel Biron, su figura helena y talmúdica. Laocoonte o Moisés de la edad de mármol- me citaba esta frase que expresa el culto cordial de quien elogió tan ardientemente las piedras santas:
-Cervantes es una de nuestras catedrales.
- ¿Cómo amando a Cervantes se puede no querer a España, si coincidimos todos en la opinión de que su libro y su pueblo se compenetran? Y no se atribuya esta antipatía de Francia a la congoja del momento, a no sé qué fantasmas de intervención que aquí no ha reclamado seriamente nadie. Se calumnia a los pueblos cuando se cree que sólo el interés puede moverlos.


La celebración del tercer centenario del Quijote

VOCES
Dolía, simplemente, no escuchar voces cordiales tras los montes. Más he aquí que por encima de los pirineos, nunca bien suprimidos a pesar de la frase célebre, una alta brisa orea. A la censura del manifiesto de los intelectuales españoles sobre la “pusinamilidad de los políticos” han respondido, rivalizando en franqueza algunos escritores de París.
Uno de ellos decía ayer: “¿No había de dolerse el orgullo de los españoles al ver que nosotros ue poseemos ya en África tan vastos territorios, les disputásemos ciertos cantones marroquíes y nos opusiéramos, internacionalizando Tanquer, a que esta gran ciudad de la Costa se tornara española?
Nunca diremos bastante el daño que nuestra glotonería colonial nos ha causado en Europa. Felizmente se hallaron en España quienes, a pesar de las culpas de nuestros políticos, han tenido la bondad de recordar que Francia representa, a pesar de todo, en el mundo, un alto ideal de libertad intelectual, religiosa y política
¿Quién negará las mutuas sin razones, quien hará solidarios a los pueblos y a los políticos? Por esto es bueno que alguna vez hombres sinceros digan lo que no quieren o no pueden expresar las cancillerías. 
No se si en el manifiesto algunas palabras sobran y algunos nombres faltan. Pero afirma una vez más el desinterese de la tierra hidalga, la supremacía del ideal latino, el innegable parentesco del Quijote y de Rolando. “Don Quijote es el más grande los peludos”, me escribe de la línea de fuego el ingenioso Etienne Rey. (Editado, resumido y condensado del libro “Obras Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado intelectual peruano que, con sus estudios, rescata los orígenes culturales de este país. Nació por un azar patriótico en Paris, retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo cortos intervalos por aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió, siempre habitante de la ciudad luz)

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