martes, 17 de julio de 2012

80 AÑOS DE LA REVOLUCION DE TRUJILLO

Han pasado exactamente ochenta años desde que la normalidad acabó por completo en la capital del departamento de La Libertad. Quedó marcada para siempre, una madrugada con fuerte frio invernal, acompañada de una neblina que copaba por completo el cielo con una intensa, fina garúa, de un 7 de julio de 1932. Allí en la histórica y bella ciudad ocurrió ese aciago día, inevitablemente, un enfrentamiento muy violento a sangre y fuego que trajo consigo miles de muertes que hasta ahora exactamente no se puede calcular, constante desolación y entero sufrimiento entre los peruanos.
Según Basadre, la Revolución de Trujillo fue una de las peores tragedias que sufrió el Perú. Ningún episodio se le puede comparar. Sin exageración para este pensador, uno de los más abominables hechos de la historia nacional. Aquí reinó el encono y la venganza que anticipó a la guerra civil española de 1936 a 1939.
Ello no justifica para el mismo historiador, la represión que sobrevino. En el cumplimiento de las sentencias con pena de muerte, se hicieron barbaridades. Cabe añadir que ocurrieron centenares o miles de ejecuciones sin proceso. Pareció que  predominó la política no sólo de castigo o represalia sino con miras al exterminio del adversario que, al fin y al cabo, también era peruano. 
Así se enfrentaron a,como de lugar y sin prever ninguna consecuencia, por un lado los apristas cargados de ideales y de indignación imbuidos de apoyo popular con la fuerzas del orden compuestas por militares y policías que defendían como manda la Constitución y las leyes, el fuertísimo gobierno del Comandante Luis Miguel Sánchez Cerro que para variar también tenía apoyo masivo de la población peruana. 
Quiérase o no reconocerse el Jefe del Estado, a quien denominaban "El Mocho", fue elegido por el pueblo en las elecciones un año antes, venciendo precisamente al líder los insurrectos: Víctor Raúl  Haya de la Torre, quien en esos dramáticos momentos estaba preso, injustamente dicho sea de paso, en la Penitenciaria de Lima.
Antes Víctor Raúl y por ende su partido erróneamente nunca reconocieron ese triunfo dado en las urnas. Que "El Mocho" tenía popularidad, la tenia. Eso nadie lo puede negar porque históricamente esta comprobado. Que el Presidente defeccionó y se fue hacia el autoritarismo desenfrenado, también es otra realidad.

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La revolución de Trujillo: una verdadera tragedia.                                                                                                                                                                                                    
SANCHEZ CERRO
Por  eso es que Jorge Basadre dice en la Historia de la República del Perú: “Resulta muy difícil decir si hubo fraude o no en 1931… El escrutinio demostró que Sánchez Cerro obtuvo más votos… Los apristas constantemente han desconocido elecciones. Lo hicieron en 1962 y 1963 con idénticas características y con idéntico contenido”…
Luego añade: Sánchez Cerro se popularizó desde 1930. El había conseguido lo que nadie pudo hacer en once años; sacar a Leguía. Era un hombre común, mestizo de raza con mezcla de blanco, de indio y de negro, en contraste con Haya blanco puro, cuyos blasones trujillanos se remontan al siglo XVI. Un caudillo de esencias humildes. Lo querían e idolatraban las mujeres de los mercados. (Es decir, los sectores populares) La leyenda de virilidad lo rodeaba. Era joven, dinámico, resuelto agresivo, pintoresco orador popular”.
La denominada  Revolución de Trujillo, además de las injustas muertes de seres humanos y los daños irreparables, si que trajo consecuencias políticas profundas durante casi medio siglo en la vida política del país porque dio  lugar a una rivalidad incontenible entre las Fuerzas Armadas y el Apra que recién pudo ser superada, luego de que el Gobierno dictatorial del General Morales Bermúdez puso de por  medio el entendimiento y desaparecieron para siempre, las heridas, poco antes de la muerte de Haya de la Torre, ocurrida el 2 de agosto de 1979.
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Los ajusticiamientos perjudicaron a un lado y al otro.


CAMBIO TOTAL
Pero en el camino del desentendimiento, azuzado por diferentes grupos representativos  de intereses incluso legítimos e ilegítimos, la Historia del Perú  cambio por completo. Sobre todo en contra de los apristas. Por ello, en primer lugar, jamás Víctor Raúl pudo llegar a la Presidencia de la República, no obstante contar con el voto popular. El veto militar, inevitablemente, lo impedía. Aunque eso no fuese muy democrático que digamos.
En efecto, en 1962, luego de las elecciones donde ninguna de los candidatos alcanzó el tercio que la Constitución vigente de 1933 exigía, los militares le dieron a conocer al Presidente Prado la oposición tajante de las Fuerzas Armadas de que el líder del Apra asumiese el poder.
Haya había obtenido el primer lugar y se suponía que el Congreso lo iba a elegir entre los tres candidatos que ocupararon los tres primeros lugares. En este caso, él, Fernando Belaúnde y el General Manuel A.  Odría. 
Haya de la Torre pronunció desde el local de Alfonso Ugarte, ante la masa enardecida de miles de miles de apristas, un discurso de reflexión y de renuncia al poder que marcó época y quizá se convirtió en una de sus piezas oratorias más destacadas de su vida política tan sacrificada donde la cárcel, el destierro e incluso el asesinato de muchos apristas fue el pan injusto que ganaron.
A los pocos días, la situación se arregló por el inevitable y al mismo tiempo criticable golpe de estado, que aducía fraude inexistente con cuatro militares en el poder: Ricardo Pérez Godoy (Ejército) Nicolás Lindley López (Ejército), Juan Francisco Torres Matos (Marina) y Pedro Vargas Prada (Aviación).
Ellos convocaron a elecciones para dentro de un año. Pero antes Lindley sacó a Pérez Godoy de Palacio de Gobierno. En Junio de 1963 y a los 12 meses prometidos, los comicios los ganó limpiamente Belaúnde.
Haya, por efectos del veto, trató de llegar a un acuerdo con Belaúnde. Pero al final terminó pactando con Odria para que el enemigo infatigable del ayer fuese elegido por el Congreso.

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Todo un pueblo en pie de lucha

HACIA LA DERECHA
Ello que pudo ocurrir constitucionalmente fue impedido por el levantamiento militar y se registró, inevitablemente, el paso definitivo del Apra de posiciones revolucionarias y de avanzada como las que ejerció  en la Revolución de Trujillo, al más contradictorio y rechazable de los derechismos.
Exactamente al lado de quien precisamente lo persiguió a mansalva e incluso le quitó la nacionalidad peruana: el general Manuel Apolinario Odria. Nunca más este partido volvió a las posiciones progresistas. Eso también está registrado por la Historia.
Muchos pensadores con razón relatan que, por  efectos de  la Revolución de Trujillo, el dictador Benavides se encaramó en el poder, desconociendo la elección de Eguiguren con votos apristas y  prolongando su mandato. Adicionalmente, en 1939, escogió a Prado y, en elecciones fraudulentas, lo hizo ganar.
La persecución al Apra continuó. El año 1945 se tuvo que buscar un candidato independiente que fue Jose Luis Bustamante y Rivero, hombre honesto y de principios, que llegó al poder, luego de la conformación del Frente Democrático. 

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BASTIONES
Lo mismo ocurrió en 1956 cuando, en comicios libres, Prado fue elegido por segunda vez. Los apristas, por esa rivalidad con las Fuerzas Armadas visible e invisible, no podían elegir candidatos. Eso es lo real y también, por supuesto, rechazable. Nada democrático. Reconocerlo es inevitable, si se quiere ser consecuente con la verdad histórica.
Obviamente que el pretexto estaba legalizado con una ley anticonstitucional que prohibía ejercer derechos a los partidos de raigambre internacional, como el Apra y el comunismo.
Entre las décadas de los años  1920 y 1930, Trujillo vivió la gestación y crecimiento de la organización sindical entre los campesinos  y la agitación de la intelectualidad.
Las haciendas Casa Grande, Cartavio y Laredo se convirtieron en verdaderos bastiones del recién nacido Partido Aprista Peruano, organización política  fundada por el líder estudiantil seguidor del radical Manuel González Prada, Víctor Raúl Haya de la Torre.
Sánchez Cerro publicó una ley controvertida que proscribía las libertades políticas y permitía la detención de cualquier ciudadano, sin mandato judicial. Este hecho, sumado a las desigualdades sociales, al desconocimiento de los derechos laborales de los trabajadores de las haciendas azucareras ubicadas al norte de la ciudad de Trujillo, acrecentó el descontento social. A partir de entonces, las demandas  en contra del gobierno y  la liberación de Haya de la Torre, se volvieron incontenibles.
De madrugada a eso de las 2 am, el 7 de Julio de 1932, un grupo insurgente compuesto fundamentalmente por campesinos obreros y estudiantes del Colegio Nacional de San Juan, comandado por Manuel Barreto conocido como “Búfalo", asaltó y capturó el cuartel de artillería Ricardo O’Donovan, ubicado en la entonces entrada de la ciudad de Trujillo.



Manuel "Bufalo" Barreto: luchador aprista

“LOS DORADOS”
El núcleo de apristas rebeldes era un grupo de élite llamado “Los Dorados”, que habían recibido entrenamiento en el manejo de toda clase de armas, prevención y defensa de dignatarios. El General Atagalpa Montezuma, de la Guardia de Sandino, vino de Nicaragua en 1931, no se ha establecido si enviado por él o por iniciativa propia. Llegó  a entrenar a 120 apristas selectos.
A las 7 a.m., los rebeldes ingresaron triunfantes a la Plaza de Armas, llevando como trofeo un cañón del cuartel que capturaron. Pedían a gritos el fin del gobierno “Sanchezcerrista” y la liberación de Haya de la Torre. No sólo los habitantes de Trujillo participaron en las hostilidades, los de los distritos aledaños se sumaron también.
Estuvieron acuartelados en el  O¨Donovan, el regimiento de artillería Nº 1 al mando del Teniente Coronel Julio P Silva Cáceda y una compañía del regimiento de Lambayeque. 
La lucha duró cuatro horas desde las 2 a.m. hasta las 6 de la mañana. Murieron, inevitablemente, muchos de los  defensores y  los atacantes. Entre ellos Barreto.
El Capitán Leoncio Rodríguez Manffaurt, que vio su cadáver en el hospital, lo describe así: “Está decentemente vestido con traje cabritilla. Era bastante musculoso, peludo y barbudo. Más que todos. Su color  amarillo, como si hubiese sufrido ictericia. Por boca y narices sale ya una espuma sanguinolenta. Tiene una rosa rosada en el primer botón del saco, en el centro mismo del pecho. Un gesto de sonrisa que hiela la medula. Esa sonrisa parece una daga toledana”.
El Cuartel del Cuerpo de Seguridad fue tomado por gente del pueblo, tres horas después de la caída del O´Donovan. En la Prefectura y en el local de la Guardia Civil se rindieron el Prefecto Pedro La Riva, el Jefe de Artillería Julio P. Silva Cáceda, el Mayor Luis Pérez Salmón, el Teniente de la Policía Alberto Villanueva y otros, bajo la promesa de que se respetarían sus vidas.

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Paso a los caídos...

INSULTOS Y AMENAZAS
Fueron conducidos, entre insultos y amenazas, a la cárcel. Allí los presos comunes obtuvieron su libertad apoyados por la multitud y algunos se convirtieron en dirigentes de la revuelta y en carceleros.
El levantamiento se extendió a Salaverry, el valle de Chicama, Otuzco, Santiago de Chuco y Huamachuco. También llegó a  Cajabamba en Cajamarca y repercutió por completo en Huaraz, la capital de Ancash.
El Capitán Rodríguez Manffaurt afirmó que cuando Agustín Haya de la Torre le pidió que aceptara ser jefe de la plaza, le dijo: “En cuanto a la situación interior, no puedo luchar contra los jefes que han hecho este movimiento tan descabellado. Yo ignoraba por completo que tal cosa se preparase, ni cuáles serán sus proporciones. Estoy deshecho, ayúdeme. Dentro de una hora, dos o tres, comenzarán a llegar las comisiones. Posiblemente traerán más gente de las haciendas. No se que hacer”. Era, prácticamente, un hombre física y moralmente acabado
Ni Agustín Haya ni sus colaboradores adoptaron medidas que abrieran el camino a una revolución social. No entregaron la tierra a los campesinos. Las fábricas a los obreros o los ingenios a los trabajadores de las haciendas industrializadas. Tampoco proclamaron la abolición de la propiedad privada o el desconocimiento de la deuda pública. Ni organizaron consejos de obreros, campesinos y soldados.

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Agustín Haya de la Torre.

TROPAS
El Mayor Alfredo Miró Quesada con tropas enviadas desde Lima, dos compañías de fusileros y una sección de ametralladoras, desembarcó en Salaverry, puerto que fue recapturado bajo protección de dos secciones del mismo destacamento, cuyo avance se efectuó por carretera desde Chimbote.
Pero al marchar sobre Trujillo, Miró Quesada encontró porfiada resistencia y tuvo que retirarse con pérdidas de vidas y de armamento. Los sublevados habían obtenido una primera victoria y la celebraron entregándose a la algarabía y el alcohol, sin perseguir al enemigo.
El Gobierno de Lima  envió para debelar la rebelión de Trujillo al Coronel Manuel Ruiz Bravo, Comandante de la Primera Región Militar con sede en Lambayeque. Las fuerzas que estuvieron bajo sus órdenes fueron un regimiento de infantería, una compañía de fusileros una sección de ametralladoras de Cajamarca y varios destacamentos de la Guardia Civil.
Su acción estuvo facilitada por la defensa que efectivos de esta institución habían hecho de la hacienda Casa Grande y por la toma efectuada el 9 de Julio de la hacienda Cartavio, fuertemente defendida por los facciosos en cinco horas de cruento combate.

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Las victimas del enfrentamiento.

ATAQUE A TRUJILLO
El ataque de Trujillo fue materia de un plan elaborado por Ruiz Bravo y su Estado Mayor encabezado por el Teniente Coronel Eloy Ureta, después general, héroe de la Guerra contra el Ecuador y Mariscal del Perú.
Este plan combinó la acción en dos frentes de las tropas provenientes de Lima, a órdenes del Mayor Miró Quesada cuya base era Salaverry y de las del noreste que tenían su vanguardia cerca del aeropuerto. La aviación recibió la misión de colaborar señalando los nidos de ametralladoras y los focos de resistencia de los facciosos.
La lucha se inició en la madrugada del 10 de Julio, precedida por el bombardeo aéreo de la ciudad sin previo aviso, incluyendo el hospital donde había números heridos y desoyendo, los atacantes, la petición de parlamentar.
El combate ocurrió dentro de la ciudad y el avance de los gobiernistas fue hecho en algunos barrios, casa por casa. En la noche del 10 de julio entraron en acción las tropas de Miró Quesada que habían sido reforzadas y a las 10 de la mañana del 11 ya combatían por la posición de la Plaza de Armas y la Prefectura. Esta fue capturada a la 1 de la tarde. 


El sepelio de Barreto.

LOS AVIONES
Participaron, en la debelación del levantamiento de Trujillo, una escuadrilla de aviones de caza mandada por el Teniente Coronel Sales Torres y una escuadrilla de hidros bajo la dirección del Comandante Manuel Cánepa Muñíz. La aviación protegió, junto con el Crucero Almirante Grau y dos submarinos, el desembarco de tropas gobiernistas en Salaverry. Luego bombardeó el cuartel O´Donovan y otros lugares de Trujillo.
Mientras tanto, el Prefecto Agustín Haya de la Torre y otras autoridades nombradas fugaron en la noche del 9 de julio. La ciudad quedó en poder del pueblo y la cárcel en el de los penados.
La madrugada del  10 de julio ocurrió el horrible asesinato de los jefes y oficiales  del Ejército y la Guardia Civil incluidos sargentos, clases, cabos, soldados y guardias.
Entre las victimas figuraron: el Teniente Coronel Julio P. Silva Cáceda, el Mayor Luis Pérez Salmón, los capitanes Manuel Morzán y Armero Víctor Corantes, los alféreces Miguel Picasso Rodríguez y Ricardo Revelli Elías, los subtenientes Carlos Hernández Herrera y Federico Mendoza Gastón, el Capitán GC Eduardo Carbajal Loayza y el Teniente GC Alberto Villanueva Gómez.
Los cadáveres fueron mutilados, saqueados y quedaron extraídos el corazón de Silva Cáceda y los órganos genitales de Villanueva, de quien se recuerda la frase “Mátenme a mí, pero no toquen a mis guardias”. Fueron masacrados catorce jefes, oficiales y soldados del Ejército y veinte guardias civiles entre oficiales, clases y guardias.   
Una corte marcial comenzó a actuar de inmediato a diestra y siniestra, condenando a la pena de muerte a 44 reos presentes y a 53 ausentes. Entre ellos Agustín Haya de la Torre. Sin embargo, este último nunca fue encontrado. Recibieron la pena de penitenciaría 19 reos presentes y 62 ausentes.
Pero también ocurrieron para colmo de males, las numerosas ejecuciones no legalizadas de Chan Chan. En relación con las muertes entonces producidas, conviene distinguir entre las víctimas que hicieron la tropa y los oficiales al tropezarse en su avance casa por casa y calle por calle, con combatientes civiles o con sospechosos de serlo y quienes cayeron después de que cesó la lucha.
 Inclusive se aseguró que fueron fusilados todos aquellos a quienes se encontró en las manos o en los hombros huellas de que habían disparado. Con crueldad e irresponsabilidad total. 

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Los mandos militares gubernamentales

REPERCUSION
El levantamiento de Trujillo repercutió en Huaraz. Después de haber sido vencidos cinco rebeldes, fueron ejecutados en cumplimiento de una sentencia de una corte marcial. Con el voto en contra de dos vocales de ella
Entre los fusilados, en un acto de crueldad innecesaria, estuvieron el Mayor Raúl López  Mindreau y el joven dirigente aprista Carlos Philips. Uno de los reos, Arístides Boza, recibió la pena de prisión, sin haber sido acusado por el Fiscal y sin nombrarle defensor.
El juzgamiento fue hecho primero por grupos, clasificados de antemano por los jueces como autores, cómplices e inculpados. Las cuestiones de hecho y las sentencias fueron dictadas individualmente, sin haberse oído y juzgado a todos los acusados. Similares anomalías hubo en los procesos de Trujillo.                                                                                                                                                                         
 En Trujillo fue, realmente, macabro encontrar muertos a los oficiales del ejército y los policías capturados en la revuelta. Cierto es que los cuerpos estaban destripados, decapitados, seccionados, descuartizados, triturados, reventados. La sangre y las vísceras cubrían el suelo y hasta habían saltado a parte de las paredes y el techo.

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Tragedia de tragedias

ACUSACIONES
Los líderes del movimiento armado habían pasado a la clandestinidad y se les acusó de los crímenes. Pero, desafortunadamente conforme pudo comprobarse, no se estableció la autoría.
 En esta acción, el mismo Barreto fue uno de los primeros en caer abatido. El cuartel fue saqueado. Las armas, entre ellas seis cañones móviles, fusiles y ametralladoras,  distribuidas entre los insurgentes. En el curso de la  mañana, la ciudad fue tomada por el pueblo insurrecto.
En actitud  desafiante se nombró como Prefecto, es decir la máxima autoridad civil, a Agustín “Cucho” Haya de la Torre, hermano de Víctor Raúl que, a sabiendas que era muy riesgoso  entre dubitativo y preocupado, asumió el cargo. Mientras tanto, miles de pobladores de  los distritos aledaños a la ciudad también se sumaron a la revuelta
A lo dos días, las tropas del regimiento N° 7 fueron rechazadas por los insurgentes en la zona denominada “La Floresta”,  Incluso el Lunes 11 de Julio, el pueblo armado logró contener el ataque de las fuerzas del gobierno. Lo cierto y real es que se registraron numerosas bajas por ambos lados. 
En la madrugada del día 11 de julio, tras un intenso bombardeo aéreo y terrestre, un gran despliegue de tropas inició la ocupación de la ciudad. En la “Portada de Mansiche”, un grupo de francotiradores dirigidos por Carlos Cabada contuvo el avance del ejército, ayudando a fortalecer las defensas dentro de la ciudad.
En la histórica plazoleta de “El Recreo”, al final de la calle central  Pizarro,  Maria Luisa Obregón, apodada “La Laredina”, condujo la resistencia disparando ella misma una ametralladora. La lucha se desarrolló calle a calle. Los soldados eran recibidos con disparos y en general con cualquier objeto contundente arrojado por los pobladores rebeldes desde los techos, entre cánticos y lemas alusivos al Apra.



María Luisa Obregón, "La Laredina".

Fue el profesor Alfredo Tello Salavarria quien se mantuvo al frente de las últimas trincheras, en el barrio trujillano de “Chicago”. Esta misma persona, años después, fue diputado del Congreso y estuvo comprometido judicialmente con el crimen de Francisco Graña Garland, director del diario La Prensa, ocurrido el año 1947.
REPRESALIAS
El 18 de julio, el jefe de operaciones, Coronel Luis Bravo, informó tener pleno control territorial, luego de cometer numerosas represalias contra la población civil en Chepén, Mansiche, Casa Grande, Ascope y Cartavio. Las tres últimas haciendas azucareras donde laboraban algunos de los revolucionarios.
Un gran número de combatientes que incluso se  rindieron fueron fusilados sin juicio. La Corte Marcial”, sin ninguna garantía e independencia, dictó pena de muerte contra muchas personas sindicadas como principales responsables del alzamiento.
Muchos de ellos se encontraban fugitivos y otros fallecieron en el enfrentamiento. La pena se aplicó a los detenidos, quienes fueron llevados a la ciudadela histórica de barro de Chan Chan, obligados a cavar sus fosas que se convirtieron en sus tumbas.
Sin excepción, ellos recibieron la descarga fatal el 27 de Julio de 1932. Según algunas fuentes, el número exacto de muertos, al terminar el conflicto, llegó a sumar más de 4 mil civiles muy vinculados al Partido Aprista, quienes fueron fusilados de forma extrajudicial.
Este número, precisamente, lo dio Haya de la Torre en su manifiesto del 12 de noviembre de 1933. Para Basadre, “en esta cifra existe, sin duda, mucha exageración”.
Lo cierto es que el Perú pasó por uno de sus mayores sufrimientos. En que, por ambos lados, se cometieron excesos tremendos que por supuesto nunca, nunca se deben repetir. No le hace bien a la patria. No le hace bien a ningún peruano. De guerras estamos cansados. Y si son civiles. Peor. Mucho peor. Nunca más. (Edgardo de Noriega)

2 comentarios:

  1. Episodio fuerte y dramático de la Historia del Perú: lo importante del controvertido tema es que aquí se le toca y escribe de forma imparcial. Ni inclinado a los apristas. Ni tampoco a las fuerzas represivas. Creo que ese es el mérito mas grande de este articulo. En cuanto a los hechos historicos en si, los actos de violencia nunca sirven de ejemplo. Lamentable lo que ocurrió hace ya tantos años y que sirv de escarmiento. La paz es uno de los bienes más deseados sobre la tierra. Victor Gonzalez

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  2. El asunto de esta guerra trajo funestas consecuencias y lamentables muertes. Lo peor es que politicamente sirvio para la gran pelea entre el Apra y los militares. Hecho que, afortunadamente, ya esta superado. Cuanto costó y el Perú se amilanó. Que nunca más se repitan estos hechos de sangre. Alfredo Queirolo.

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